Oliver Nash: “Durante mi transición, ya de adulto, estuve muchos años sin saber que existían los hombres trans”
El activista, escritor y periodista argentino de 30 años acaba de publicar su primer libro, una autobiografía en la que cuenta las vivencias que pasó hasta entender su identidad. “Las redes fueron el primer espacio en el que pude ser yo”, cuenta en este ensayo en primera persona que poner en valor la necesidad de que exista el Mes del Orgullo.
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Cuando se habla del Mes del Orgullo LGBTQI+, muchas personas dicen que es una fecha innecesaria, que ya tenemos suficientes derechos, que queremos llamar la atención. Pero hay realidades, como la trans, que siguen siendo dejadas de lado.
Los hombres trans son una de las poblaciones más invisibilizadas. A tal punto que mucha gente todavía no sabe ni que existen los hombres trans ni qué es ser un hombre trans. Eso representa un gran problema porque es imposible ayudar a un grupo de personas si ni siquiera se las reconoce.
La falta de representación en los medios y en todos los ámbitos es algo que en mi caso hizo que tardara más de 25 años en poder salir del armario. Si nadie nos nombra, nadie nos ve, nadie nos incluye. Es como si no existiéramos.
La falta de visibilidad también afecta a personas que intentan entender su identidad. Como relato en mi libro “Siempre estuve ahí”, que ya está en librerías desde hace dos semanas, pasé mi infancia y adolescencia intentando entender qué me pasaba. Y durante mi transición, ya de adulto, estuve muchos años sin saber que existían los hombres trans.
Pensaba que cuando se hablaba de “trans” solo había mujeres trans. Era lo único que había visto en la televisión. Por eso no juzgo que hoy mucha gente siga pensando lo mismo. Y por eso mismo es importante que hablemos de esto. Por supuesto, no es que las mujeres trans tengan privilegios por tener algo más de visibilidad, sino que la discriminación que sufren es diferente: la gente se burla activamente de ellas.
El problema, entonces, es que como no sabía que existían los hombres trans no pensé que podía ser uno, a pesar de que desde los 4 años yo veía en mí un nene.
Cuando me di cuenta de que era trans, recordé todo lo que había reprimido. Había sido un nene trans al que no dejaron ser. Porque las personas trans no nacemos a los 18 años, lo somos toda la vida.
Pero cuando todo el mundo te repite que sos una nena se hace difícil llevar la contra. Así que simplemente me reprimí. Mi adolescencia directamente no existió, porque era como si no estuviera. Si no podía ser yo, no podía ser nadie.
Recién de adulto y gracias a poder leer a otros hombres trans en Internet, pude entender que era uno. Las redes fueron el primer espacio en el que pude ser yo. Internet no solo nos dio conocimiento y nos permitió encontrarnos, sino que nos permitió empezar a vivir cuando quizás afuera todavía ni podemos decirlo. Cambiando mi nombre, primero en las redes, y diciendo en esos espacios, también por primera vez, que era un hombre, entendí que ser quien era no tenía nada de malo.
Ser trans no es algo malo, lo malo es lo que la sociedad nos hace vivir por serlo.
A pesar de tener la Ley de Identidad de Género hace 10 años, todavía es como si a las personas les costara entender que existimos. No se nos incluye en casi nada. Ya bastante difícil fue hacer que se nos incluyera en la ley de despenalización del aborto, donde terminamos siendo nombrados como “persona con capacidad de gestar”. Y esto despertó otra polémica: que con ese término “queremos borrar a las mujeres”, cuando en realidad en todo caso nos están borrando a nosotros. Se habla de “mujeres y personas gestantes”, por lo que a quienes nunca se nombra es a nosotros.
A veces no sé si es que no saben que existimos o si simplemente les da vergüenza nombrarnos.
Si pregunto “¿cuántos hombres trans conocés?”, en general las personas no pueden nombrarme ni uno e incluso creen que nunca vieron a uno en persona.
Pero, ¿dónde se supone que estamos?
Estamos en todos lados. Somos tus compañeros de escuela, de universidad, de trabajo, de transporte público, de sala de espera del médico, de butaca de cine, de pogo en el recital, de silencio en la biblioteca. Estamos ahí y siempre estuvimos ahí, aunque nadie nos vea.
No hay forma de que alguien se de cuenta que otro es trans con solo verlo porque no hay una sola forma de ser ni verse trans. Lo único que hay son estereotipos que hacen que la gente crea que con ver a alguien lo va a poder adivinar. Hay tanta variedad de personas trans como personas trans existen.
Así es que, aunque creas que no conocés a ningún hombre trans, ya conociste a varios. El problema está entonces en que nunca se nos nombra ni se nos da un lugar visible. Y esto es producto de una mezcla de transfobia, invisibilización e infantilización.
No solo no se habla de nosotros, tampoco se habla con nosotros y menos aún nos dejan hablar en lugares relevantes. Nos ven como hombres más chicos, como si fuéramos débiles o no totalmente hombres solo por ser trans. Recién en el último tiempo, con el crecimiento de Internet y una lucha histórica, hay algunos hombres trans más visibles.
La idea de escribir “Siempre estuve ahí” fue que ninguna persona trans y en particular ningún hombre trans, tenga que sufrir lo mismo que yo, ni tenga que estar tantos años dentro del armario por el miedo a ser quien es y a ser discriminado. Para que esto no pase, es necesario que toda la sociedad sepa que existimos.
Por eso, el objetivo más grande del libro es que toda persona, aunque no tenga ni idea de nada trans, lo pueda leer y entender la realidad trans fácilmente. Porque no habla de teoría ni es algo académico: es la historia de un hombre trans escrita como una novela en primera persona, con vivencias que te van haciendo ver lo que nos toca pasar.
En el libro se cuentan experiencias de la infancia, la adolescencia, la adultez y la salida del armario, con el cambio del documento y hasta la decisión de empezar a tomar hormonas. El lector se convierte en acompañante de todo ese proceso.
Hay algo que también explica que no haya tantas personas trans visibles y es que si lo sos es más posible que la gente te discrimine. Pero por otro lado es muy importante que haya representación de masculinidades trans, no solo porque somos parte de la sociedad, sino porque ayuda a mucha gente a poder entender su identidad, a poder entender lo que vive un amigo o familiar, e incluso a poder entender lo que es un hombre trans.
Y con representación no me refiero a que debe haber hombres trans famosos o que estén en la televisión. Me refiero a que cuando era chico no veía hombres trans en el médico, en la escuela, en la calle, cuando iba a comprar algo. En ningún lugar. Y no porque no estuvieran, sino porque nadie los nombraba ni tampoco ellos, por seguridad, podían identificarse así públicamente.
Tal como me pasó a mí, que de golpe, de adulto, dejé de reprimirme y recordé que de chico sabía que era un nene, cualquiera, incluso vos, podrías ser trans. La gente sale del armario a cualquier edad por una razón: cada uno lo hace cuando puede.
Me gustaría que imaginen por un momento tener que estar simulando ser alguien que no sos toda tu vida, ocultándole a la gente lo que sentís, haciéndote pasar por alguien distinto para sobrevivir. Eso vive una persona trans que no puede salir del armario. Nadie elige ser trans, nadie lo es por moda, sino que es algo que simplemente se es.
En el Mes del Orgullo LGBTQI+, lo que queremos es visibilizar nuestras identidades y hablar sobre la discriminación que seguimos sufriendo. Mucha gente en nuestra contra plantea que nos estamos discriminando solos al ponernos etiquetas o al tener “un mes”. Nos encantaría no tener que estar haciendo nada de esto y viviendo tranquilos, pero mientras nos sigan excluyendo de la sociedad no nos queda otra opción. Estamos intentando sobrevivir. No es que nos ponemos etiquetas por gusto, sino que el afuera nos las pone primero para marcarnos como raros o diferentes.
Por eso lo que queremos es llamar la atención para marcar que existimos, que merecemos el derecho a vivir como cualquier otro y que siempre estuvimos acá.