Heartstopper y Rojo, blanco y sangre azul abrieron un debate local sobre cómo muchos hombres son empujados a hablar de su bisexualidad para no ser catalogados de indecisos; personas “bi” y psicoanalistas analizan los desafíos que existen en la Argentina al salir del clóset
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Cuando Nick conoce a Charlie y siente la imperiosa necesidad de estar con él, se cuestiona sobre lo que le está sucediendo. A sus 16 años, nota que nunca se sintió atraído por un chico y recuerda sus relaciones con mujeres como una forma de reasegurarse (inconscientemente) que lo que transita en su presente es una simple confusión, una fase, nada demasiado relevante.
Un día, cuando los pensamientos sobre su amigo no cesan, Nick busca una respuesta al alcance de un click. “¿Soy bisexual?”, tipea con cierta ansiedad, pero como cada situación es intransferible, no le basta el dato frío de las experiencias ajenas.
Con el tiempo, sabrá que las certezas se hallan en la proximidad con el otro. Nick se enamora de Charlie, pero también puede precisar que le sigue atrayendo el sexo opuesto. “Soy bisexualidad, en realidad”, repite el joven (interpretado por el inglés Kit Connor) a lo largo de la segunda temporada de la serie británica de Netflix Heartstopper cuando se lo cuestiona: “¿Por qué no elegís un bando?” o “Seguramente se te pase”.
En otra reciente producción de gran éxito, la película estadounidense de Matthew López, Rojo, blanco y sangre azul, disponible en Amazon Prime Video, también nos encontramos con un protagonista bisexual masculino en el marco de una comedia romántica. Alex (Taylor Zakhar Perez), a sus 31 años, atraviesa una situación similar a la de Nick cuando se enamora de un hombre tras años de entablar vínculos con mujeres. Así, ambos personajes intentan, desde el impacto que tienen en la cultura popular, desmitificar ciertas nociones sobre la bisexualidad masculina.
De acuerdo a los resultados del primer Relevamiento Nacional de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual y Genérica, una encuesta realizada por un grupo de universidades nacionales, centros de estudio y el Conicet, de las personas que se identifican como bisexuales, 60% son mujeres cis y solo 15%, varones cis.
“Existen algunos conceptos preestablecidos negativos respecto a una persona bisexual. Suele escucharse: ‘Si no se define, me está mintiendo o ‘Se miente a sí mismo porque juega a dos puntas’. Y eso habitualmente se introyecta en una pareja”, le cuenta a LA NACION el psicoanalista y escritor Alejandro Viedma, activista, supervisor de terapeutas y coordinador virtual de grupos LGBTQ+ en el AMBA.
“Como psicólogo, trato de indagar si tal ‘necesidad de definirse’ sería consciente o inconsciente, y si ese deseo o esa presión es algo interno del sujeto o viene del afuera. Generalmente, toman la ‘definición’ como sinónimo de estabilidad, firmeza, salirse de una zona gris, características sociales valoradas positivamente”, explica el profesional al referirse a cómo muchos hombres son empujados a hablar de su bisexualidad para no ser catalogados de indecisos.
En sintonía con ese prejuicio, Kit Connor, coprotagonista de Heartstopper, fue acusado de queerbating (término que alude a una técnica de mercadotecnia que busca captar la atención de la comunidad LGBTQI+) y fue forzado a hablar de su orientación sexual por un sector de fanáticos de la ficción de Alice Oseman. “Soy bi, felicidades por obligar a un chico de 18 años a salir del clóset. Creo que algunos no entendieron el mensaje de la serie”, escribió en su cuenta de Twitter. Enseguida, Oseman le brindó su respaldo. “No entiendo cómo la gente puede ver Heartstopper y luego especular alegremente sobre sexualidades ajenas, juzgando a base de estereotipos. Espero que estas personas se sientan ahora avergonzadas”, apuntó, decepcionada por la conducta de una parte del fandom de su producción televisiva.
La indecisión es tan solo uno de los numerosos prejuicios a los que están expuestas las personas bisexuales, “aquellas que se sienten emocional, afectiva y sexualmente atraídas por personas del mismo sexo y de un sexo distinto”, según la definición del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FPNU).
“Nos dicen que estamos confundidos, que somos promiscuos”
Aarón José Ramírez, de 18 años, recordó que unos años atrás “sentía una atracción tanto por los chicos como por las chicas”, pero que no le dio “demasiada importancia” hasta que su cabeza “hizo un click”, como le expresa a LA NACION. Y sigue: “Empecé a considerar mi bisexualidad y luego noté los prejuicios que había”. Aarón escuchó frases como “Estás confundido”, “Te gustan los tríos” y otras afirmaciones linkeadas a una noción de promiscuidad. Por lo tanto, cuando comenzó a relacionarse con hombres y mujeres, las diferencias se pronunciaron.
“En las relaciones sexoafectivas con mujeres no recibí rechazo ni prejuicio, pero con los chicos sí”, aclara el joven estudiante de psicopedagogía, que vive en San Antonio de Areco. “Creen que hay una confusión que puede derivar en infidelidad. Por mi experiencia, esos prejuicios pesan más sobre los hombres bisexuales, porque las mujeres bisexuales generan cierto morbo”, reflexiona.
La psicóloga Barby Mariscotti, docente en sexología y activista feminista y LGBTI, menciona que se condena mucho más la sexualidad masculina, ya que, entre otros factores, no responde a ese morbo. “Los varones la tienen más difícil porque la bisexualidad femenina está ligada a una fantasía, y a los varones bisexuales se los considera menos hombres, están vistos como promiscuos, infieles. Y dentro de la comunidad LGBTQ aparece mucho eso de ‘No sos valiente para salir del clóset, pero tampoco querés dejar los privilegios que te da la heterosexualidad’. Y es por ello que no se reconoce a la bisexualidad como una identidad sexual válida, y se arma una puja interna respecto a cuál es el clóset más difícil de atravesar”, amplía Mariscotti.
“Como bisexual siento que tengo que estar aclarando todo el tiempo que lo soy”, añade Aarón y elogia cómo ese punto está bien representado en Heartstopper. “Se mostró muy bien cómo nos encasillan. Si estamos con chicos, somos gays; si estamos con chicas, somos heterosexuales”.
Ese fantasma sobre la posibilidad de que haya un tercero en la pareja, entre otros temores, mitos y prejuicios, está ligado al binarismo de género. “Para los más prejuiciosos y desde una lógica binaria y patriarcal, ‘Un varón no decidido no es macho’ porque dentro de la masculinidad hegemónica no hay lugar para lo bi”, explica Viedma.
"Los prejuicios van desde que la bisexualidad no existe, que la persona está confundida, que es una etapa, que se le va a pasar, hasta pensar que solo existen dos opciones"
Barby Mariscotti, psicóloga, sexóloga y activista
“Tenés que ser una cosa o la otra”
Durante toda su adolescencia, Miguel Z. se sentía atraído por los hombres, si bien tuvo novias en esa etapa de su vida. “Al principio me consideraba gay”, le cuenta a LA NACION y sigue: “Pero después de un tiempo, estuve con chicas y me di cuenta de que también me gustaban, y ahora me considero varón cis bisexual”.
En la actualidad, a sus 53 años, Miguel recuerda cómo, al entablar relaciones con mujeres, “estaba todo bien”, aunque nunca logró “construir una relación de pareja”, a diferencia de lo que le sucede con los hombres. Al vincularse con mujeres, notaba “una gran apertura por parte de ellas” al hablar de su bisexualidad. “Pero cuando les digo a los hombres que me gustan las chicas, me dicen que no puede ser, que me tiene que gustar una cosa o la otra”, enfatiza, en relación a uno de los prejuicios más habituales, incluso dentro de la comunidad queer, conformada por personas que no responden a clasificaciones hegemónicas del binarismo.
“Me me ha pasado con varones gays que me dicen ‘No podés ser bisexual’. Es que como que te anulan. Lo que también me han dicho es que soy bisexual porque no me acepto como gay. Dicen que la bisexualidad no existe, que en realidad es una forma de tapar la homosexualidad”, cuenta. Sobre este último punto, Miguel explica que los mitos más comunes sobre la bisexualidad tienen a la “confusión” y a la “moda” como palabras clave desde lo discursivo. Según sus experiencias, a los bisexuales se los asocia a la volatilidad. “A veces se dice que los bisexuales un día quieren estar con una mujer y otro, con un hombre, pero una persona bisexual puede tener una relación estable con una persona de cualquier sexo, yo he tenido toda clase de relaciones”.
En cuanto a los prejuicios que aparecen en el ámbito familiar, Viedma ahonda en uno de las principales “alertas” sobre la vinculación. “Un miedo común es que pueda existir algún riesgo de la persona querida en su salud sexual (’A mayor cantidad de sexo que tengas, más expuesto/a vas a estar’; ‘Como te gustan todos, me dejás intranquila’). Según las edades, en especial si se trata de hijos/as adolescentes o jóvenes, la preocupación pasaría por la noche”, explica el psicólogo, quien no percibe “tantos juicios morales acerca de si está bien o mal la bisexualidad”.
Miguel recuerda haberse sentido acompañado por su círculo íntimo. “Como yo salí primero del clóset como gay, cuando mis hermanos se enteraron de que estaba saliendo con chicas, no entendían nada, había aceptación, pero tampoco es que dije abiertamente que era bisexual en mi familia. Ahora sí lo digo porque pasó mucho tiempo”, cuenta y describe a los integrantes de su familia como “bastante desprejuiciados”, al igual que su entorno, que no emitió juicio de valor sobre identidad sexual. “Tengo muchos amigos heterosexuales que son como mis hermanos de la vida y para ellos está todo más que bien. En la actualidad veo que la gente está abriendo mucho su cabeza”.
Aarón, en tanto, destaca cómo su grupo de amigos fue clave en su salida del clóset: “Fueron mi apoyo, las primeras personas a las que les conté sobre mi sexualidad. Tuve la suerte de haber sido acompañado por personas maravillosas e incondicionales que no me prejuzgaron en ningún momento”.
"Los prejuicios generan inseguridad, o viceversa. Muchas veces a una persona bisexual se la ve como hipersexualizada."
Alejandro Viedma, psicólogo y escritor
La representación sin clichés
“Dentro de la comunidad LGBTIQ+ se avanzó mucho en la lucha por la visibilidad de gays, lesbianas y trans y creo que no tanto con bisexuales. Aunque existan una bandera y una fecha específica (el 23 de septiembre) para la bisexualidad, esos datos no son masivamente conocidos”, informa Viedma sobre el arduo camino hacia una representación polifónica.
En cuanto a esto, Miguel destaca la contribución de Heartstopper y Rojo, blanco y sangre azul a la visibilización de la bisexualidad desprovista de situaciones “tortuosas”. “Heartstopper me fascinó. La salida del clóset de Nick me pareció muy bien hecha, con mucho cuidado. Me encantó que la relación de pareja sea muy sana, que no todo salga mal. Rojo, blanco y sangre azul también me gustó. Me parece que en ambos casos tratan muy bien el tema al no caer en mostrar a los protagonistas que viven con excesos, que son promiscuos. En ambos casos vemos relaciones maduras y agradables entre ellos”, expresa, diferenciando así esas narrativas de la noción existente (no imperante, pero muy común) sobre los varones bisexuales como individuos “hipersexualizados”.
“Los prejuicios generan inseguridad, o viceversa. Muchas veces a una persona bisexual se la ve como hipersexualizada. Eso lleva a un cuestionamiento: ‘¡¿Tanto sexo necesitás?!’”, ejemplifica Viedma, coautor de Les rares (Milena Caserola), sobre la inseguridad del que está conociendo a un varón bisexual. “Se generan dudas al creer que un bisexual tiene mucho sexo con muchas personas, y esas inseguridades se relacionan con la autoestima: ‘Yo no soy suficiente para vos, no te alcanza lo que te brindo’. Todo lo anterior podría direccionar a que el propio bi se vuelva inseguro respecto a los reclamos de quien está conociendo y se pregunte: ‘¿Seré un impostor?’”.
Como explica Viedma, los varones bisexuales reciben planteos que parten de “las fantasías” de las personas con las que se vinculan, “asociadas al mandato interiorizado de que ‘hay que tener mucho sexo, si no hay algo que no está bien’”, y también al pensarlos como individuos que se “ponen un escudo” al definirse como bisexuales.
“Los prejuicios pesan más sobre los hombres porque está más normalizado ver a mujeres bisexuales, los hombres reciben prejuicios más severos”, manifiesta Aarón Ramírez, quien, a pesar de ello, se muestra optimista respecto a los pasos que se están dando para que la bisexualidad masculina vaya siendo, lentamente, desprovista de preconceptos. “Si bien yo vivo en un lugar con una mente más tradicional y cerrada, sí puedo sentir y ver que estamos en camino a la aceptación plena”.
Del mismo modo en que Nick y Alex experimentan las consecuencias de los mitos sobre la bisexualidad masculina, también reciben el abrazo de sus madres al hablar al respecto, a los 16 y a los 31 años. Heartstopper y Rojo, blanco y sangre azul parten de novelas escritas por personas queer y fueron traspoladas al mundo del streaming también por figuras de la comunidad, lo que colabora a la construcción de una mirada consciente sobre la representación, en este caso, de los hombres bisexuales, quienes son frecuentemente invisibilizados, con todo lo que implica para su bienestar. “Ser y sentirte libre es también cuidar tu salud mental, emocional y física”, subraya Viedma y concluye: “Nadie debería cuestionar tu orientación sexual, tus sentimientos y tus preferencias afectivosexuales”.
Más información
- Dónde denunciar un acto de discriminación. En el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) se puede denunciar todo tipo de discriminación y recibir asesoramiento para hacerlo. La línea 168 brinda atención gratuita, contención y asesoramiento. Además, se encuentra abierta la línea telefónica gratuita: 0800-999-2345 para responder dudas y recepcionar consultas.
- Dónde pedir ayuda. Línea 144. Se puede llamar gratis desde todo el país, durante las 24 horas, para recibir atención, asesoramiento y contención para situaciones de violencias por motivos de género.