Nocturnos. Más adultos buscan superarse y tener el título secundario
Iván Barrios trabaja en seguridad electrónica, en Rosario; Cosma Scaglione es jubilada, vive con su hijo y sus nietos en Lanús; Nicolás Franco está desocupado y alquila una pensión en la ciudad de Buenos Aires; Irma Domínguez es artesana en La Cumbrecita, Córdoba. A pesar de estas distintas realidades, comparten un mismo sueño, una cuenta pendiente y un desafío: asisten a escuelas nocturnas para adultos que no terminaron el secundario.
En cada caso, la decisión de retomar o completar los estudios fue diferente. Al igual que para otros millones de argentinos, el camino hacia el título parecía una misión imposible: salir a trabajar, cuidar hijos o hermanos, la lejanía, la vulnerabilidad económica los había alejado de ese objetivo. En 2010, el último Censo Nacional indicó que 4.063.343 millones de adultos tienen el secundario incompleto, pero esa cifra trepa a más de 7.000.000 si se tiene en cuenta a quienes no terminaron la primaria.
Estas estadísticas muestran las fallas crónicas del sistema a la hora de contener a miles de estudiantes, a lo que se suman polémicas como la que se desató en diciembre pasado, cuando el gobierno porteño intentó cerrar cursos y bachilleratos nocturnos por "falta de matrícula y planes de estudio desactualizados".
A pesar de esto, varias provincias lograron recuperar alumnos mayores de 18 años a través de nuevos programas. Por ejemplo, según cifras del Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires, 110.000 alumnos cursaron durante 2018 en los Centros Educativos de Nivel Secundario (CENS), lo que representó un 350% más que en 2015; y el Plan Fines secundario tuvo 149.000 alumnos, 125% más que en 2017.
Otro caso positivo de vuelta a las aulas es el de la provincia de Santa Fe, que en los últimos once años logró sumar 42.492 estudiantes en secundarias orientadas, técnicas y Escuelas de Enseñanza Medias para Adultos (Eempa). "Por día, 10 santafesinos volvieron a la escuela", destacan desde el ministerio provincial. Uno de ellos es Iván Barrios, de 27 años, que hace un tiempo se permite soñar en grande: "Me gustaría llegar a ser Presidente", dice, y aunque se ríe, no está haciendo un chiste. Oriundo de Villa Ocampo, una localidad al norte de Santa Fe, a los 19 llegó a Rosario en busca de oportunidades y encontró en la escuela nocturna mucho más que un ámbito académico. "Empecé a descubrir que tenía sueños, sueños escondidos, sueños que la escuela te puede estimular", explica Iván.
En su caso, como el de tantos otros, la experiencia tiene sabor a revancha. A los 12, dejó el colegio por cuestiones familiares y se vio obligado a trabajar. Según el Observatorio Argentinos por la Educación, cada ocho minutos un estudiante abandona la secundaria. Son más de 150 por día y 57.023 al año.
En Rosario, Iván se vio muy limitado por no tener sus estudios completos: "Conseguía trabajos muy informales, sin posibilidad de progresar. Después, empecé a dedicarme a la seguridad electrónica, pero quería algo más". Con ese empuje, este año tendrá su título en el Eempa N° 1313. Y ya tiene nuevos planes: "El año que viene voy a estudiar Ingeniería en Petróleo".
Iván es un agradecido de la escuela pública para adultos: "A quienes nos habíamos alejado por distintas circunstancias del colegio, nos permite pensar que no todo está perdido, que tenemos un espacio que brinda el Estado para formarnos y, sobre todo, proyectar".
En este sentido, Axel Rivas, investigador y director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, señala que "las escuelas nocturnas cumplen una función central para flexibilizar los ámbitos de aprendizaje y ampliar la esfera del derecho a la educación".
Terminé secundario d noche y soy muy agradecido.Entre laburantes mayores q soñaban recibirse y profes q se rompían p/enseñar. Yo, privilegiado q entrenaba d día y estudiaba en el ManuelBelgrano/claro los primeros años fueron de mañana en el Avellaneda / las 2 #EscuelasPúblicas [R][R]&— Juan Pablo Sorin (@jpsorin6) 18 de diciembre de 2018
El exjugador Juan Pablo Sorín fue uno de los que defendió el rol de las escuelas nocturnas a través de las redes sociales.
Magdalena Fernández Lemos es directora ejecutiva de la ONG Enseñá Por Argentina y sabe del esfuerzo que hacen estos alumnos. "Llegan cansados al turno noche, en búsqueda de algo más que conocimiento. Allí, el rol de los educadores no es meramente pedagógico. La escucha y el acompañamiento personalizado genera un cambio en la percepción de ellos mismos. Son historias de superación", destaca.
Esto explica el orgullo que sienten los nietos de Cosma Scaglione, de 78 años, que llegó a la Argentina cuando apenas tenía 8. En su Italia natal había hecho hasta 3° grado. Como le pasó a muchas mujeres de su época, para sus padres solo era importante que aprendiera a leer y a escribir, por eso, al concluir la primaria, la mandaron a un taller de corte y confección. "Estudiar no era visto como algo necesario", lamenta Cosma y agrega: "A los 17 me casé, llegaron los chicos y aunque siempre tuve ganas de retomar el colegio, ni me lo planteaba, me daba vergüenza".
Mucho tiempo después, ya jubilada, y tras años dedicados a la repostería, un día se decidió. Una amiga le contó que abrían un plan Fines en una escuela a cuatro cuadras de su casa en Villa Diamante, Lanús. Ya no tenía que perder tiempo ni gastar en viáticos, no tenía excusas.
"Estoy feliz por haber tomado coraje. Me siento más joven, más fortalecida", destaca Cosma. Es que hace seis años falleció su marido y, dos después, uno de sus dos hijos: "El estudio me ayudó un montón, a distraerme, a salir adelante". Este año, cuando egrese, será parte de la primera promoción de este Fines que depende del CENS N° 451.
Otra oportunidad
No tiene dudas. Para Nicolás Franco, de 30 años, el título secundario es "la única posibilidad de progresar". Una noche de marzo de 2017, mientras cuidaba autos sobre la avenida Callao casi esquina Corrientes, vio que en la puerta del Liceo N° 7 estaban inscribiendo para el secundario vespertino. Hacía casi tres meses que Nicolás vivía en situación de calle. Sintió que era una oportunidad de alejarse por un par de horas al día de esa "jungla de violencia" y, de paso, "tener una vianda garantizada".
Arrancó el colegio viviendo en una ranchada sobre el Pasaje Enrique Santos Discépolo, a la vuelta de la institución. Se bañaba en un club y subsistía como podía. Se había quedado sin trabajo, no quería "molestar" a su familia y sentía que no tenía otra salida. Hoy, su único propósito es terminar el secundario y poder hacer una carrera con rápida salida laboral. "Quiero encontrar un buen trabajo", dice, enfático.
"En la escuela me ayudaron mucho. Al poco tiempo, me contaron que había una beca y gracias a eso, dos cuotas de 5000 pesos, logré alquilar una pieza a mitad de año". Después, consiguió un trabajo de seguridad, en negro, de noche. Cada vez le era más difícil ir a clases. Se quedó libre y lo lamentó, pero no tenía opción. Con la ayuda de su novia, se preparó para rendir las materias libres y logró pasar a 4° año. Eso sí: perdió el trabajo. "Ahora, lo más importante es recibirme, por eso necesito un empleo de día", explica.
Nicolás nació en Munro, fue operario, trabajó en cocina, en limpieza, en verdulerías. "Hice de todo", resume. "Hay mucha gente que no sabe el valor que tienen los nocturnos. Es mucho más que estudiar, es un espacio de contención", asegura.
José García, maestro, director y coordinador de diferentes Fines en el sur del conurbano, plantea que "llevar la secundaria a los barrios es muy importante, porque le permite a los vecinos hacer algo que de otra manera no harían".
Justamente, tener cerca un centro educativo es lo que le permitió a muchos habitantes de La Cumbrecita, un pequeño pueblo cordobés en el Valle de Calamuchita, volver a la escuela. Ahí vive la artesana Irma Domínguez, de 66 años, quien, como tantos otros pobladores de la zona, no había tenido acceso a la escuela en su infancia. Cuando era chica, vivía en las sierras del Champaquí y el colegio más cercano estaba a tres horas de caballo. El secundario llegó a La Cumbrecita hace 23 años –hasta entonces, había que hacer 40 kilómetros hasta Villa General Belgrano– y hace 14 que funciona el Centro Educativo de Nivel Medio para Adultos (Cenma) anexo Santa Rosa.
"Era algo pendiente y, al tenerlo tan cerca, quería aprovechar", explica Irma, para quien al comienzo fue un gran desafío. "Pensé que me iba a ir mal, me intimidaban las aulas y los libros", cuenta. Aunque seis años antes le había resultado sencillo cursar el primario, el secundario la atemorizaba. "Me costó, pero me fue bien todo el año pasado y ahora espero terminar", se ilusiona, ya más confiada. Además, no está sola. Tiene tres hijos y cinco nietos, que la ayudan a estudiar, la incentivan y le dicen que ni se le ocurra abandonar.
Y pese a todo el esfuerzo que tiene que poner y los miedos que debió superar, hoy se siente feliz. "Soy la más grande. Es un grupo muy lindo, todos tienen muchas ganas de salir adelante, así que nos ayudamos unos con otros", celebra Irma.
Ese compañerismo, ese espacio de ayuda mutua que se genera en los nocturnos, es uno de los valores que más enorgullecen a Débora Gelman, profesora del Cenma de La Cumbrecita. "En primer año damos un taller de orientación vocacional-ocupacional para trabajar en las historias individuales y evitar el abandono. La idea es que el grupo arme una red y se fortalezcan los vínculos, que se ayuden entre sí", explica.
Este año, al vespertino cordobés asisten 16 estudiantes, casi todas mujeres. "Tienen unas ganas de aprender y una curiosidad que emocionan", cuenta Gelman.
Buenas prácticas
"Los colegios nocturnos siempre tuvieron la misma finalidad: la inclusión de todos aquellos que, por distintas circunstancias, fueron expulsados del sistema educativo", describe Viviana Cervetto, docente de adultos en la provincia de Santa Fe. Es decir, tienen una segunda oportunidad.
Muchos de estos alumnos trabajan en empleos precarizados y apuestan a la escuela como la posibilidad de conseguir mayor estabilidad. "Ven que todavía necesitan el título secundario para salir adelante, le asignan un significado, y esas habilidades que adquieren se ven cuando egresan: en la forma de comunicarse, de mirar el mundo, de construir el futuro", explica Ariel Cordisco, profesor de inglés en vespertinos de la ciudad de Buenos Aires. Además, destaca el compromiso que demanda esta experiencia, tanto en docentes como alumnos: "Es sacrificado, muchos llegan muy cansados. El esfuerzo no es solo intelectual".
Justamente por eso, Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés, considera que "la educación de adultos tiene muchos desafíos para lograr retener a una población que enfrenta situaciones adversas y que se convierten en obstáculos".
En ese sentido, Rivas sostiene que "es clave rediseñar las prácticas pedagógicas" y pone como ejemplo de iniciativa exitosa el programa "Vuelvo a estudiar", de la provincia de Santa Fe. Este modelo para adultos es parte presencial y parte a distancia. "Una de las grandes innovaciones pedagógicas –destaca– es su organización en base a proyectos interdisciplinarios, en vez de tener un currículum en base a materias". Esto demostró ser un punto central para la terminalidad de los estudios. Iniciado en 2013, ya logró que 25.368 estudiantes retomen el secundario.
¡El título más importante es el que te da la escuela!Desde @fundacionriver, queremos felicitar a Germán Lux por haber finalizado sus estudios secundarios. ¡Bravo, Poroto! [R][R]#FomentandoValores#Educación#Títulospic.twitter.com/8kTQtGDl0H&— Fundación River (@FundacionRiver) 21 de marzo de 2019
Hace unos días, el arquero suplente de River se mostró orgulloso de haber finalizado sus estudios secundarios.
Enseñá Por Argentina es una fundación que promueve el trabajo colaborativo entre docentes y graduados universitarios en procesos de enseñanza. En Córdoba, sus integrantes participan como tutores del Programa de Inclusión y Terminalidad (PIT). Si bien apunta a jóvenes de 14 a 17 años, también hay mayores de 18. "El estudiante, con ayuda de los tutores, construye su propio recorrido y avanza a través de un sistema de correlatividades y no por año, por lo que se supera el concepto de ‘repetir el año’", describe Magdalena Fernández Lemos, directora de la ONG. En 2018, en PIT cursaron 4.476 alumnos.
Cimientos es otra de las organizaciones que trabaja en pos de brindar herramientas y capacitar a directivos y docentes para mejorar las trayectorias escolares. En 2018, Norberto Amarillo, director del Cebas Nº 37 Extensión 2370, de General Pacheco, fue parte de su programa Rondas de Directores. La particularidad de este vespertino es que, por su orientación en salud pública, brinda una herramienta laboral, lo que hace que tenga una gran demanda de matrícula. Además, Amarillo destaca que es la primera unidad de adultos del distrito Tigre. "Tenemos un perfil de estudiantes muy inclusivo, con personas con discapacidad y transgénero", señala.
Otra característica es que ofrecen proyectos de tutorías con trabajos que los estudiantes se llevan para hacer a distancia y luego vuelven para defender. Para Amarillo, este tipo de instituciones suponen aprender a trabajar de otra manera para mantener a los estudiantes en las aulas y evitar el abandono.
Hay coincidencia en la necesidad de pensar y apostar a nuevas modalidades, menos rígidas y esquemáticas. Edith Ghiazza, vicerrectora del turno noche del colegio Nº 2 Sarmiento, de la Ciudad, concuerda en darle otra mirada a las trayectorias académicas de algunos bachilleratos: "Hay que alentar a los alumnos a seguir viniendo –destaca–, con políticas públicas que les permitan avanzar. Por ejemplo, si una persona repite el año con cuatro materias, ¿por qué tiene que hacer todas las materias de nuevo? Eso desalienta".
Nunca es tarde para aprender
Los logros personales y las deudas pendientes también son razones por las que muchas personas mayores deciden terminar el secundario. En la Argentina, al 29,9% de quienes tienen más de 60 años (1.800.000 habitantes), les gustaría formarse o estudiar. El dato surge del estudio "La capacidad de aprender de las personas mayores", del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, que mañana será presentado en la Fundación Navarro Viola. El sociólogo Enrique Amadasi, coordinador del proyecto, destaca dos aspectos positivos sobre quienes toman esta decisión: "Por una lado, el entorno familiar reconoce y valora la nueva actividad, y por otra parte, se convierte en una razón para arreglarse y salir".
Algunas cifras de los adultos que accedieron a estudiar en 2018
Buenos Aires
110.000 alumnos que concurren a CENS
Son los que asisten a algunos de los 431 centros de nivel secundario para adultos mayores de 18, 350% más que en 2015; www.educacionadultos.com.ar
Santa Fe
41.000 estudiantes en escuelas medias
Subió un 20,8% por ciento en siete años; hay 210 Escuelas Medias para Adultos (Eempas) públicas en la provincia; adultos@santafe.gov.ar; programa Vuelvo a Estudiar
Córdoba
47.259 adultos que cursan en los Cenma
Hay 137 Centros Educativos de Nivel Medio para Adultos (Cenma), con modalidad presencial y a distancia; www.cba.gov.ar/plan-finalizacion-de-estudios-secundarios
CABA
39.508 estudiantes adultos en la Ciudad
Y 121 establecimientos, entre las escuelas de reingreso, bachilleratos para adultos y con orientación profesional; artísticos y CENS; www.buenosaires.gob.ar/educacion
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