Es el más grande del país y llega a 21 provincias a través de 105 centros y organizaciones civiles; además recibe pedidos particulares; por la situación socioeconómica y el impacto de la inflación en los medicamentos, la demanda en la institución creció de forma notable
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Después de más de una hora y media de viaje en colectivo desde su casa en La Tablada, Fernando Rossi (56) se anuncia en un edificio en el límite entre Almagro y Villa Crespo. Espera ese momento desde hace más de dos semanas, cuando se quedó sin la medicación que le permite afrontar los fuertes dolores crónicos provocados por tres cirugías de hernia de disco cervical “que salieron mal”.
“En este momento no puedo comprar esa medicación. Tengo que tomar dos cajas por mes, son 80 mil pesos y la obra social que tengo, IOMA, no me cubre nada. Estoy con mucho dolor y tuve que pedirme licencia en la escuela donde trabajo como auxiliar porque no podía hacer muchas de las tareas. Además, necesito otra para la artrosis que está como 50 mil pesos”, explica con la angustia colándose en su voz. Minutos después, se va sonriente, con una bolsa ziploc en la mano y medicación para dos meses: “Estoy chocho”, resume.
Él es una de las miles de personas que necesitó recurrir al Banco Comunitario de Medicamentos, un programa de la Fundación Tzedaká que provee, gratis, medicación a personas en situación de vulnerabilidad a través de una red nacional que incluye a hospitales, centros de salud, organizaciones sociales y comunitarias o personas que, como en el caso de Fernando, se acercan de forma particular.
Se trata del mayor banco de su tipo del país: solo en 2023, se distribuyó medicación por un monto de 1.620.739.544 pesos (teniendo en cuenta el valor de venta al público en las farmacias). Esto se logró a través de 105 centros y organizaciones de 21 provincias, alcanzando a una población de más de 50.000 personas.
En los últimos años y, particularmente, en los últimos seis meses, por la situación socioeconómica y el impacto de la inflación en los medicamentos, la demanda en la institución creció de forma notable. Hace unos días, el Observatorio de Salud, Medicamentos y Sociedad, informó que la caída anual en las ventas de medicamentos durante 2023 fue del 4,6% en comparación a 2022. Por otro lado, las farmacias advierten que mientras la inflación general anual trepó al 211%, la de los remedios llegó al 289%.
“La estoy pasando muy mal, como muchos, por el tema de los medicamentos y cómo subieron los costos. La verdad es que hace ya 15 días que no los pude comprar. Acá me salvaron, me dieron medicación para al menos dos meses, hasta que me pueda acomodar un poco”, dice Fernando, que vive con su hija de 24 años. En total, toma cerca de 10 remedios, incluyendo algunos para el corazón que sí le cubre, en parte, su obra social.
En tres años, es la tercera vez que recurre al banco. La primera fue antes de la pandemia, por recomendación de una amiga: “Me habló de este lugar y mandé un mail. Me pasaron todos los requisitos y a los pocos días me dijeron que tenían lo que necesitaba. Después, mi situación económica se acomodó un poquito y pude volver a comprarlo por mi cuenta. Pero por cómo está todo ahora, se me volvió a hacer imposible”.
“Priorizamos las enfermedades crónicas”
La labor del banco de medicamentos de Tzedaká es posible gracias a las donaciones que se reciben de laboratorios, droguerías, farmacias, sociedades médicas, profesionales de la salud, empresas, hospitales, sanatorios, organizaciones sociales y particulares.
“Los particulares donan menos cantidades que los laboratorios, pero permiten que lo que llega sea mucho más variado. Entregamos todo tipo de medicación: desde antibióticos o ibuprofeno hasta medicamentos oncológicos que tienen el valor de un auto”, explica Fabián Furman, director del banco y farmacéutico. Muchas veces, esos y otros medicamentos llegan de familiares de personas que fallecieron: “Es muy habitual y recontra emocionante”.
El abanico de las drogas disponibles incluye entre 6.000 y 7.000 productos diferentes (entre los cerca de 30.000 que hay en el mercado argentino). “Al principio buscábamos dar respuesta al tratamiento de enfermedades crónicas, como la hipertensión, por ejemplo, que además de sostenerse en el tiempo, genera muchos costos”, detalla Furman.
Respecto al perfil de los beneficiarios, aclara: “Es gente en situación de vulnerabilidad socioeconómica, que no tiene acceso a esos medicamentos. En general, no tienen empleo formal ni cobertura médica y son los que más caro pagan la medicación, porque abonan al precio de venta sin ningún descuento. Desde el banco los ayudamos mientras buscan la forma de conseguirlos en el Estado, en su obra social o donde corresponda”. Por eso, según el caso, la medicación suele entregarse para un lapso de tres meses.
Furman cuenta que se trata del único banco de su tipo en la Argentina que trabaja sobre la base de un modelo de gestión que combina la labor profesional de un equipo permanente de seis farmacéuticos con la de más de 100 voluntarios, además de un área administrativa compuesta por cuatro personas responsables de garantizar la trazabilidad de cada donación. Además, tiene convenios de cooperación con el Ministerio de Salud de la Nación y el de Sustentabilidad de la provincia de Buenos Aires. “Intentamos contestar con la mayor celeridad posible a todos los pedidos que podemos, pero realmente se nota que aumenta la demanda y necesitamos más donaciones”, enfatiza Ruth Heymann, directora de comunicación de Fundación Tzedaká.
Desde niños hasta adultos mayores
El Banco Comunitario de Medicamentos de Tzedaká nació en 1999, originalmente para dar respuesta a la comunidad judía en situación de vulnerabilidad, pero rápidamente fue creciendo en alcance y hoy excede ampliamente a esa población, asistiendo a todo tipo de organizaciones y personas a lo largo y ancho del país. Los beneficiarios van desde niños hasta adultos mayores.
La medicación se entrega a través de tres programas: el de Ayuda Institucional, donando a hospitales públicos, centros de salud y organizaciones sociales a través del pedido de un médico responsable de la administración de los medicamentos, quien además debe garantizar la gratuidad de la entrega; el de Ayuda Comunitaria, dirigido a beneficiarios de los Centros de Asistencia Integral de la Fundación Tzedaká y otros asociados; y el de Ayuda Directa a pacientes particulares, que siempre se realiza a partir de una receta y quienes además tienen que pasar por una evaluación social, cumpliendo una serie de requisitos (entre ellos, atenderse en hospitales públicos).
La tarea del banco está organizada en distintas etapas. La primera, es la clasificación de las donaciones recibidas, que llegan desde todo el país a través de diferentes centros de recepción. La realizan voluntarios bajo la supervisión del equipo farmacéutico, separando según nombre comercial, forma farmacéutica, dosis y fecha de vencimiento.
La segunda fase es la de preparación y control de los pedidos, y se ocupan los farmacéuticos verificando las recetas y entregando siempre la medicación, al menos, para un mes completo de tratamiento. La última es la de informática y control de gestión: todas las donaciones son registradas en un sistema propio que permite garantizar la eficacia y transparencia.
Así como el banco no sería posible sin los donantes, tampoco sin sus voluntarios: más de 100 personas realizan su labor en turnos, con horarios fijos y en forma semanal.
Esa mañana de jueves, unos 20 se distribuyen a lo largo de las mesas. Entre ellos están Elena Flint (83) que hace dos dédacas que es voluntaria “con todo el corazón”, y Marysia Szefner (85), quien llego a la Argentina desde Polonia a los 12 años y es sobreviviente del Holocausto: “¿Por qué hago esto? Porque es muy útil para la gente que lo necesita y es para todo el mundo: desde acá se mandan los medicamentos hasta Chaco. Muchas veces, en las casas los medicamentos que sobran se tiran, pero se necesitan mucho. ¡No hay que tirar nada!”, dice Marysia, que es doctora en bioquímica.
El banco “rescata” medicamentos que muchas veces se terminan descartando, transformándolos en tratamientos gratuitos con valor social y económico para miles de personas. En el caso de los particulares, esto incluye todas esas drogas que muchas veces pasan años en el botiquín, a medio usar o sin tocarse, y terminan venciéndose.
“Es una ayuda indispensable”
Las organizaciones sociales que recurren al banco son muy variadas. Una de ellas es el Centro de Medicina Familiar y Comunitaria San Pantaleón, un programa de la Fundación MF, creada por médicos de familia del Hospital Italiano. El espacio funciona hace 23 años en Bajo Boulogne, San Isidro. “Brindamos atención gratuita a 6195 personas en situación de pobreza e indigencia. La mayoría son mujeres jefas de hogar, pero también niñeces y adultos mayores”, explica Nanci Giraudo, su directora ejecutiva.
En 2014, desde San Pantaleón empezaron a recibir medicamentos de Tzedaká, y hacen entre dos y tres pedidos por año. “Lo que rescato mucho es que se preparan según la necesidades del centro y eso lo diferencia de otros bancos. Por supuesto, todo eso teniendo en cuenta los vencimientos, porque muchas veces nos llegan de otros lugares productos que vencen al día siguiente. Con Tzedaká eso no pasa”, señala Giraudo.
Algunos de los medicamentos más requeridos en el centro son aquellos para tratar enfermedades como la diabetes, hipertensión, asma, epoc y las bronquiolitis en los niños. “La discontinuidad, por ejemplo de la medicación de bronquiolitis en menores de un año, hace que terminen internados. ¿De qué vale darles un diagnóstico y que luego no puedan sostener el tratamiento?”, advierte la médica.
La fundación El pobre de Asís, que desde hace 26 años trabaja con personas en situación de alta vulnerabilidad, es beneficiaria del banco de Tzedaká desde 2012. Tienen un centro en la villa 31 de Retiro donde atienden alrededor de 600 familias, un centro de día en Colegiales en el que reciben a 200 personas en situación de calle y dos hogares donde viven unas 60 con discapacidad. En este último caso, son personas mayores que vienen de haber pasado casi toda su vida en la calle, “con una serie de patologías de base importantes que, por la situación de abandono, les dejaron todo tipo de secuelas”, explica Víctor Russo, fundador y director de El pobre de Asís.
En esa línea, agrega: “Las personas en situación de calle necesitan que la atención médica se corresponda con la entrega de medicación: si un médico nuestro los atiende y descubre una enfermedad pero no le damos la medicación, es solo pasarle un informe de qué es lo que les sucede, porque no tienen ninguna posibilidad de ir a una farmacia a comprarla”. Gran parte de esos medicamentos, los obtienen de Tzedaká.
Con respecto al centro de día en Colegiales, Russo cuenta que también se acercan adultos mayores que tienen PAMI y que no llegan a pagar aquella parte que no les cubre de sus medicamentos: “Hacemos las veces de farmacia social. El último año creció notablemente la demanda y muchas personas tienen que elegir entre comer y medicarse. En ese contexto, el medicamento tiende a esperar”.
Para seguir creciendo y llegando a más personas, el banco necesita recibir más donaciones. Por eso, invitan desde laboratorios a particulares a que se sumen. “Todos nos sirve y especialmente la medicación para enfermedades crónicas. Donar es muy fácil: lo que tenés en tu casa, no lo dejes vencer”, concluye Heymann.
Más información
- La Fundación Tzedaká cuenta con un abanico de programas de asistencia integral a la población en situación de vulnerabilidad socioeconómica que van desde iniciativas vinculadas con la alimentación y la vivienda, hasta un área educación y otra de salud (donde está incluido el banco de medicamentos) que incluye programas con adolescente, uno de prevención de cáncer uterino y mamario del que participan 500 mujeres cada año, de atención oftalmológica y de odontología.
El banco reciben medicamentos:
- No vencidos y que no venzan dentro de los próximos seis meses.
- Que no requieran refrigeración.
- Blisters, aunque estén abiertos y falten comprimidos (siempre y cuando estén en buen estado).
- Envases sin abrir de frascos, aerosoles, pomos, ampollas, etc.
- No se reciben psicofármacos.
Para consultas, se puede ingresar a www.tzedaka.org.ar, escribir salud@tzedaka.org.ar , o mandar un mensaje por WhatsApp al +54 9 11 3103 5159 o al 11 3482-3009.