De pibe de la calle a fotógrafo emergente
Se crió en Ciudad Oculta y hoy, con 30 años, es un artista que muestra la realidad de esa villa y su gente
Parte de su vida está colgada en este momento en las paredes del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Amigos, eventos, familiares, esquinas, el barrio. Su mundo está plasmado en las instantáneas que forman parte de su muestra "Ciudad Oculta", que paradójicamente viene a dar luz, y una nueva mirada, al día a día de los vecinos de esta villa.
Nahuel Alfonso se describe como un fotógrafo emergente. Pero para poder llegar a eso antes tuvo que ser un pibe de la calle, sobrevivir a una familia disfuncional, crecer de golpe, probar las drogas, entender la soledad, enfrentar a la muerte.
Creció entre San Miguel, Moreno y Ciudad Oculta. Le escapaba a la escuela, no había mucho control adulto y aprendió sobre la libertad en los "pasillos".
"La infancia la pasé en la calle. Desaparecía de mi casa. Era muy terrible de chico", dice Alfonso, hoy con 30 años y ya un reconocido fotógrafo, formado en los talleres de la organización social PH15 y que tiene como padrino a Carlos Bosch.
-¿Cómo fue criarse en Ciudad Oculta?
-Yo tenía mucha libertad ahí. Ya había pasado por muchas cosas: hacer macanas, vivir sin padres, estaba cansado porque veía que mis amigos seguían en la misma. Yo siempre fui el más sensible de la pandilla. Era el que leía, el que le mostraba cosas nuevas a los otros, el inteligente o nerd. Pero hacíamos todos lo mismo. Lo que no me gustaba eran las noches en las que se escuchaban tiros. Estaba durmiendo y me levantaba sobresaltado.
-¿Estuviste detenido?
-No, de casualidad, porque me había mandado muchas cagadas serias. Decidí que no quería tener más esa vida y que quería terminar la escuela cuando a mi vieja le diagnosticaron unas piedras en la vesícula y la tuvieron que operar. Me cayó muy mal. Sentí que ella estaba mal por mi culpa porque siempre fue de somatizar.
-¿Cuál fue tu primer contacto con la fotografía?
-Cuando era chico dibujaba, pintaba, tocaba la guitarra, escribía poesía. Mi viejo hacía fotos en los cumpleaños. De pedo había una cámara en mi casa. Yo se la sacaba a mi vieja, iba a boludear por el barrio con mis amigos y hacíamos travesuras. Recién cuando llegué a PH15 tuve mi primer contacto real.
-¿Cómo conociste a PH15?
-A los 15 años me anoté en el Programa Vuelta a la Escuela que funcionaba en el centro comunitario Conviven, en Ciudad Oculta. Era para los pibes que vivían en una villa y no tenían vacante. Ahí daban un taller de fotografía que se llamaba Taller Oculto. Fuimos con mis primos. Ese taller después se convirtió en PH15.
-¿Tuviste que trabajar mientras te capacitabas como fotógrafo?
-Laburé de todo. De peón de albañil, reparando instalaciones eléctricas de automóviles, haciendo refacciones de casas en el barrio y countries, de electricista y de limpieza en un banco. Con estos laburos me iba manteniendo, mientras tanto iba todos los sábados al taller y sacaba fotos durante la semana. Dejé un trabajo de repositor en un supermercado porque prefería vivir con lo justo y seguir haciendo fotografía. Después empecé a ser tallerista en PH15 y tuve becas en diferentes lugares para capacitarme.
-¿Cuál es el valor agregado de tus fotos? ¿Qué te distingue?
-Siempre hice fotos del barrio, de lo cercano, intimando con la gente, escuchando mucho. Eso es vital para mí.
-¿Cómo fue que surgió este trabajo de Ciudad Oculta?
-Es una respuesta a la toma del Parque Indoamericano en 2010. Yo estudiaba cerca y tenía amigos ahí. El tema estaba en todos los medio y fue la primera vez en la vida que sentí tan estigmatizante la mirada de afuera hacia las villas. A mí nunca me habían discriminado por ser de la villa. No sé si porque soy blanquito, porque soy de afuera, porque nunca me vestí como un pibe cumbiero o por qué. Y ahí lo sentí como muy feo. Abrías los diarios y era toda una peste lo que se decía. También se tomaron otros terrenos en Ciudad Oculta, a dos cuadras de donde vivía, y la noticia viró hacia ahí. Ese era mi lugar. Era más personal. Me preguntaba «¿qué onda estos giles que vienen acá y dicen cualquier cosa?» Me daba bronca.
-Y decidiste hacer algo desde la fotografía...
-Como justo era la época de armar el arbolito, pensé en algo que no iba a ser una respuesta inmediata pero en el largo plazo iba a tener efecto. Carlos Bosch me había enseñado que la fotografía es memoria y que hay que trabajar para el futuro. Yo elegí enfocarme en las festividades de Ciudad Oculta. Lo hice durante las navidades de 2010 y 2011. Me gustaba entrar en las casas de mis amigos, conocí a sus familias. Era una redignificación, los medios le sacaban la dignidad a la gente.
-¿Cuándo empezaste a vivir de la fotografía?
-Empecé a dar talleres comunitarios de fotografía con mi tío Eugenio en Moreno. Terminamos con 300 alumnos y 10 centros comunitarios. Implicaba todo el quilombo de los pibes y sus familias. El laburo era netamente social y no estábamos preparados. Yo terminé tomando muchísimo alcohol para poder bajar un poco la intensidad. Fui renunciando de a poco a los centros y empecé a hacer trabajos particulares, como para cumpleaños de 15.
-¿Cuándo sentís que pegaste el salto?
-En algún punto empecé a subir fotos a Facebook. Carlos Bosch me comentó una y dijo algo como que lo mío era distinto. Yo no tenía idea ni quién era. Después investigué y tenía un currículum increíble. Me becó y es como un papá para mí. Me empezaron a llamar de diferentes lugares porque mis fotos les gustaban. Y así se dieron las exposiciones.
Muestra en el Conti
La muestra "Ciudad Oculta" puede verse en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti hasta el 22 de julio. La entrada es libre y gratuita. La dirección es Av. Del Libertador 8151, Ciudad de Buenos Aires.
Algunas de sus fotos, en palabras
- "Esta foto es del velorio de mi viejo. Yo me había peleado feo con él, nos fuimos a las manos. Estuvimos como 10 años sin hablarnos y fue cayendo cada vez más en el alcoholismo. Traté de acercarme y no tenía otra manera de hacerlo que a través de las fotos. Le saqué un montón. Cuando estábamos en el velorio, les pedí a todos que se fueran para atrás porque le quería hacer una foto. La relación con mi viejo la había recuperado a partir de la fotografía y la quería terminar de la misma manera. Son cosas que uno hace para hacer más llevadera la vida. Sino te queda el recuerdo de que era todo triste y yo quería que fuera una situación diferente. Y lo fue".
- "Es la cabeza de Tati, un amigo policía. Un día llegó muy borracho a su casa y estaba tan pasado que su perro no lo reconoció. Le mordió la cabeza y le dieron ocho puntos. Si te fijás, las manos no están tocando la cabeza. Yo me acuerdo que mi viejo temblaba mucho por el alcohol. Y cuando a él le daba vergüenza que nosotros viéramos el temblor, apoyaba las manos y dejaban de temblar. La primera foto que le hice a Tati era tocándose la cabeza, y a él le re dolía. Miré la foto y era una imagen impresionante de una cabeza rota, pero no se sentía el dolor. Me acordé de mi viejo y le pedí que despegara las manos un centímetro y ahí pude captar la tensión".
Para saber más
Nahuel Alfonso
Página web