Nadie es tan feliz como parece en Instagram
- 4 minutos de lectura'
Las redes sociales nos metieron en una trampa. Hace no tantos años comenzamos a usarlas con la idea de que podríamos compartir cosas de nuestra vida en estas aplicaciones y, así, simplificar la comunicación con nuestros seres queridos.
Sin embargo, en poco más de diez años la realidad es distinta. Por un lado, se convirtieron en una herramienta que va mucho más allá de nuestros familiares o amigos. Desde la extensión de la idea de "núcleo cercano" (compañeros de trabajo, amigos de amigos, conocidos), hasta incluso muchos desconocidos que "nos siguen". O "seguimos".
Por el otro, la idea de que mostramos quiénes somos en las redes sociales, también quedó lejos de la realidad. La mayoría de las veces mostramos quiénes queremos ser. Una ficción de nosotros mismos. No importa cuán rica esté la cena, sino cuán bien se vea en la foto. No importa si ganamos o perdimos el partido, o si nos divertimos jugando; pero sí que parezcamos deportistas profesionales en la foto. No importa cuán felices seamos, sino cuán felices nos veamos.
De golpe, somos actores de nuestra propia vida. La diferencia entre los actores y nosotros es que los primeros, después de actuar, llegan a su casa y no actúan más. Si lo que actuamos es nuestra propia vida, no hay escapatoria de esa ficción.
Y esa ficción tiene impactos. En muchos sentidos, incluso emocionalmente.
No hay hoy consenso científico respecto al impacto de las redes sociales en la depresión, todavía algunos estudios indican que sí y otros que no. Pero sí me animo a decir que poco a poco parece inclinarse la balanza y que, a mi criterio, es una cuestión de tiempo hasta que se vea la tendencia.
Con Instagram solo como caso paradigmático (pero no por eso el único), se puede pensar la relación entre las redes y la depresión desde dos lugares: el consumo y la generación de contenidos.
Empezando por esto último, la presión de subir contenidos que refuercen esa imagen que queremos dar de nosotros mismos se puede volver una mochila muy pesada. Hace mucho que no cocino algo que se vea bien en la foto. Hoy cumple años José, tengo que decirle algo igual o más lindo de lo que le dije hace un mes a Pedro. Y para el Día de la Madre tengo que ser tan amoroso y poético como lo fui para el Día del Padre. Y mis nuevas zapatillas tienen que verse tan geniales como las últimas. Y hace mucho que no subo una foto de mis viajes, o mis vacaciones, o mi familia, o mis mascotas. Montar esa idea de personas perfectas y felices en las redes sociales pasa de ser un acto de inercia a una presión.
Por otro lado, desde el consumo, cuesta procesar la partes más complejas de la vida. Yo estoy acá, peleándome con mi pareja, y veo como todo el resto está genial en las redes. Yo tuve un día difícil en el trabajo, mientras veo a otros en la playa, de vacaciones, o disfrutando de su jornada laboral. Todos son más felices que yo en las redes. Si en los momentos complicados de la vida, los pequeños, los del día a día, tenemos minuto a minuto ese espejo de lo que no somos, eso nos genera ansiedad. Ansiedad de ser como los demás son en las redes, ansiedad de ser como yo digo que soy en las redes, pero no lo soy. La idea tan sencilla de que los demás tampoco lo son, se vuelve lejana. Y ese deseo incumplido nos afecta negativamente.
¿Es hora entonces de huir de las redes sociales? En lo más mínimo. Es hora de volvernos más reflexivos al usarlas. Mirar las vidas de los demás en redes debería ser un ejercicio más similar a ir al teatro que a juntarnos con amigos. Si consumimos las redes sabiendo lo que estamos consumiendo, el impacto es otro. Si re pensamos cómo usamos las redes y qué subimos, menos preocupados en cómo queremos que nos vean y más ocupados en divertirnos o socializar; en nuestras formas está la clave.
Nadie es tan feliz en la vida como en Instagram. Y depende de cada uno de nosotros controlar qué subimos y cómo consumimos esos contenidos.
El autor es experto en seguridad informática, fue fundador de la ONG Argentina Cibersegura y se dedica a la divulgación de contenidos para un uso sano y seguro de las tecnologías.
Sebastián Bortnik