Virginia Silveira se puso siliconas cuando tenía 13 años; es docente y formó parte del equipo que junto al Ministerio Público de la Defensa investigó la evolución del cuidado de la salud de la población de mujeres trans y travestis
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Virginia Silveira tenía 13 años cuando se inyectó silicona por primera vez. Llegó a hacerse este procedimiento dañino para su salud como muchas otras mujeres trans suelen hacerlo: “Del boca en boca”. Una amiga suya se lo había hecho y en esa época, hace más de 20 años, en la Ciudad de Buenos Aires “todo era muy accesible”.
“La verdad es que no pensé que podía tener repercusiones, no tenía en claro qué era lo que estaba haciendo”, le cuenta Virginia a LA NACIÓN desde la asociación civil Mocha Celis, el bachillerato popular ubicado en el barrio porteño de Balvanera donde trabaja como docente. Hoy, cuestiones del destino y el azar, su cuerpo no ha sufrido ninguna consecuencia y ella tiene buena salud. Sin embargo, muchas otras mujeres trans lo padecen.
“Recién ahora, en el 2023, y con la exposición que tuvo el caso de Silvina Luna se visibiliza una práctica que para las mujeres travestis trans de los 90 era muy común: modelar nuestros cuerpos sin saber con qué”, admite. “Éramos nuestras propias cirujanas y construimos nuestra imagen pensando en la feminidad. Muchas de mis compañeras murieron por los aceites que se inyectaban en distintas partes del cuerpo”, agrega.
Sin embargo, ante este panorama desesperante, hoy se registra un cambio muy positivo: desde 2005 a la actualidad hay un “descenso sostenido del uso de inyecciones de siliconas como recurso para la adecuación corporal” y un aumento en la supervisión médica de los tratamientos hormonales bajo supervisión médica.
Esta tendencia es un hallazgo de una reciente investigación “Con Nombre Propio”, un trabajo del Ministerio Público de la Defensa de la ciudad de Buenos Aires junto al Mocha Celis que se propuso relevar las condiciones de vida de las personas travestis, trans y no binarias en la ciudad, a 10 años de la aprobación de la Ley de Identidad de Género, de 2012. Virginia Silveira fue parte del equipo de investigación.
El informe marca que mientras que en 2005 sólo el 60% de las mujeres trans y travestis controlaba regularmente su salud, en 2016 lo hacía el 88%. Y para 2022 ese porcentaje subía al 92%. Además, mientras que en 2005, sólo el 6,5% de las personas que hacían un tratamiento hormonal lo llevaban adelante con acompañamiento médico, hoy esa cifra escala al 68%. En tanto, el uso de inyecciones de siliconas, que en 2005 era un método usado por el 82% de las mujeres trans y travestis, bajó a ser una práctica a la que llega el 59%.
Cuando se inyectó silicona, Virginia no sabía bien qué era, pero decidió usarla. En ese momento, hace un poco más de 20 años, vivía en un hotel de Villa Crespo donde había otras mujeres trans que, como ella, habían sido expulsadas de sus hogares. “A los 12, mi familia ya me había echado de casa, en la provincia de Salta. No llegué ni a terminar la escuela. Finalmente llegué acá, a la ciudad de Buenos Aires, y la única opción que tuve fue volverme trabajadora sexual”, cuenta.
“Conozco a tantas mujeres trans que utilizaron estos aceites que no podría contabilizarlas. Hoy muchas de ellas viven con úlceras e inflamaciones o están muertas”, asegura Virginia y sigue: “Yo creo que 8 de cada 10 accedíamos a las inyecciones con silicona líquida. En parte por eso, la expectativa de vida es tan baja”, dice, refiriéndose a los reportes que dan cuenta que la comunidad travesti trans tiene un promedio de vida de 40 años.
El fallecimiento de Silvina Luna despertó una nueva consciencia sobre el mandato social que lleva a muchas mujeres, travestis y trans a intervenir sus cuerpos para adecuarlos a los es señalado como “un estereotipo creado por un sistema hetero cis”.
“Con la muerte de Silvina, que es una persona famosa, este drama se está haciendo visible. Pero no hay que olvidarse que hace muchos años las mujeres travestis y trans contamos que nos estamos muriendo por estas cosas”, explica Virginia.
“La expectativa de vida subió”
Una de las razones en el aumento del cuidado de la salud es la sanción de la Ley de Identidad de Género: “Es gracias a esa norma que las personas trans han podido acceder a derechos básicos que les fueron negados, como la salud”, comenta Virginia. Con esa ley, “se pasó de un modelo patologizador a uno que obliga a un trato médico digno”.
“La ley fue un antes y después. En el 2015, cuando se reglamentó el artículo de salud, ya no se trataba de un privilegio sino de un derecho que evitaba recurrir a prácticas inseguras”, explica César Bissuti, coordinador de Implementación de Políticas de Género y Diversidad Sexual en Salud del Ministerio de Salud bonaerense, donde hay más de 140 consultorios inclusivos para personas LGBTIQ+. “Hoy la expectativa de vida de las mujeres trans subió y en este sentido las políticas públicas son muy importantes”, añade.
Además de la normativa, el mayor acceso a la educación de las mujeres trans ha fomentado el cuidado de la salud. “Cuando comencé a estudiar pude formar parte de una rueda de derechos que nunca había podido tener”, indica Virginia. Este punto es consignado por el reporte: “Si se tiene en cuenta el impacto de la educación en el control médico, surge que las mujeres trans y travestis que tienen mayor nivel educativo son quienes, en mayor medida, cuidan su salud con regularidad”.
A los 25 años, la vida de Virginia cambió por completo. Aunque prefiere no revelar su edad, admite que accedió a la educación, en el 2012. “De chica pensaba que mi futuro iba a ser la prostitución”, dice y continúa: “Cuando llegué a la escuela del Mocha —una secundaria que tiene como misión integrar a las personas travesti, trans y no binarias en la educación formal— estaba muy emocionada. Al poco tiempo fui conociendo mis derechos y pude comenzar a trabajar en un bar. Ya no tenía amigas de la calle, sino compañeras de bachillerato”.
En ese momento eran 12 las que estudiaban. Ahora, Virginia cuenta que son casi 100 los y las estudiantes a quienes les da clases de política y metodología de investigación. “La transición de prostitutas a alumnas la aprovechamos al máximo”, afirma.
Otro de los cambios que impulsaron el cuidado y la consciencia sobre los cuerpos de las mujeres trans fue la percepción de los estereotipos de lo “femenino”. “En nuestra época, la imagen de la mujer pesaba más. Hoy el deseo de la construcción del cuerpo pasa por otro lado y no todas las travestis quieren verse de esa forma por ejemplo. Se es trans cuando elegís cómo es tu cuerpo”, explica Virginia.
El informe señala que el mandato de belleza hoy está menos presente que hace 20 años atrás: “Cuando se incorpora la variable edad son, en su mayoría, las menores de 40 años quienes no se interesan o consideran perjudicial para la salud realizarse algún tipo de intervención quirúrgica”.
“Antes no entendíamos que el cuerpo es uno solo, lo pensabamos como un instrumento que construíamos para trabajar en la calle. Yo nunca me hubiese imaginado en un trabajo formal como hoy”.
“No iba al médico porque me maltrataban”
“Al médico pude ir por primera vez a los 25 años”, cuenta Virginia e insiste: “Muchas de nosotras nos automedicamos porque padecimos el sistema de salud”. El maltrato que sufría cada vez que intentaba ir y la poca capacitación que había sobre los cuerpos de las mujeres trans la impulsaron a pedir ayuda incluso a los propios clientes que conocía en la calle y que estaban, supuestamente, capacitados como profesionales.
“Las siliconas líquidas son biopolímeros, una especie de plásticos que dependiendo de su inyección y cómo han migrado en la piel van a poder tratarse de una forma u otra”, señala Bissutti. “Nosotros investigamos cómo funcionan porque necesitamos más información sobre para poder tratar su uso. Se trata de una problemática muy específica del Cono Sur y por eso faltan investigaciones para acompañar y, sobre todo, prevenir estas prácticas”, explica el coordinador.
“También es fundamental dar a conocer a todas esas trans travestis que en 40 años no pudieron acceder a la salud, entre otros derechos, y hoy están muertas”, recuerda Virginia. Además, muchos prejuicios siguen existiendo y no todos los sistemas de salud están preparados para recibir a mujeres trans: “La desigualdad es también avergonzar a la persona. Nuestro desafío hoy es llegar a ser viejas llenas de derechos y obligaciones, como cualquier otro ciudadano y ciudadana”.
Es importante considerar, explica la Guía para equipos de salud de personas trans, travestis y no binarias, del Ministerio de Salud, que frente a la falta de acceso en ámbitos de salud y educación, muchas personas recurren, o podrían recurrir, a diversos procesos para expresar su identidad de género que ponen en riesgo la salud y/o la vida. Entre ellos: la autohormonización, el uso de métodos anticonceptivos con fines feminizantes, inyección de aceites y/o siliconas líquidas.
“Hoy hay mucha más información y distintos espacios de salud que se acercan para poder trabajar con nosotras. Esa es una realidad que me hubiese gustado vivir cuando tenía 13 años”, reflexiona Virginia.
Más información
- Programa Provincial de Implementación de Políticas de Género y Diversidad Sexual en Salud: realizó un mapeo de consultorios inclusivos en toda la provincia de Buenos Aires, al que puede ingresarse haciendo click aquí.
- En la ciudad de Buenos Aires, algunos hospitales que cuentan con equipos especializados en la atención de población LGBTIQA+ son el Durán, el Ramos Mejía y el Fernández. Ingresando en este link pueden encontrarse el resto de las opciones.
- La Asociación Civil Mocha Celis tiene diferentes acciones y programas que buscan garantizar de manera integral todos los derechos para las personas travesti trans y no binarias, promoviendo una vida digna y plena. Además, creó el primer bachillerato popular travesti trans a nivel mundial con el objetivo de promover la inclusión en la educación formal y subsanar la discriminación estructural, ya cuenta con más de 300 personas egresadas.
- La Fundación Huésped trabaja en áreas de salud pública con el objetivo de que el derecho a la salud y el control de enfermedades sean garantizados. Allí las personas pueden acceder, particularmente, a los tratamientos hormonales y realizar el seguimiento correspondiente.
- El colectivo 100 % Diversidad y Derechos promueve y defiende el reconocimiento y respeto por la libre orientación sexual e identidad de género de todos y todas para garantizar la protección de sus derechos.