Más jóvenes pobres, con más años de educación, pero menos oportunidades laborales
La sociedad argentina viene experimentando cambios sociodemográficos en las estrategias de reproducción, los que se evidencian en una sistemática disminución de la proporción de jóvenes casados o unidos, de jóvenes jefes y jefas de hogar y cónyuges, y un aumento considerable de aquellos jóvenes que prolongan su rol de hijos en el hogar de origen.
Seguramente, estas transformaciones responden a diversas motivaciones y condiciones sociales. Entre ellas, los jóvenes más aventajados demoran la emancipación económica y la constitución de su propia familia al tiempo que prolongan su formación educativa en busca de mejores credenciales, combinando en muchos casos trabajo y estudio.
Otros jóvenes, en cambio, en contextos de pobreza e incluso en sectores medios populares, prolongan su permanencia en el sistema educativo respecto de generaciones anteriores con el objeto de alcanzar la credencial del secundario completo; o ante la imposibilidad de lograr una inclusión laboral plena y digna que les permita ganar autonomía económica, demoran la conformación de la propia familia o lo hacen en el marco de su familia de origen, pasando a formar así familias extensas.
Estos cambios se hallan estrechamente relacionados con las transformaciones en el rol de la mujer. A mediados de los años setenta, el tránsito de la escuela a la asunción de tareas domésticas del hogar de origen o la conformación del propio hogar era un trayecto usual entre las jóvenes de los sectores bajo y medio; mientras que en los ochenta se comienza a advertir la postergación de la nupcialidad y una participación educativa importante de la mujer en la escuela secundaria y el nivel superior. En los noventa y la década siguiente, se destaca la participación femenina en el mercado de trabajo.
Estas transformaciones, claro está, no representan un todo homogéneo sino "trazos" de los trayectos de diferentes juventudes femeninas, en los cuales se reconoce la reducción de la brecha de desigualdad de género regresiva para la mujer, sobre todo en el campo de la educación; desigualdad que mantiene una vinculación fuerte con la estratificación social. A medida que desciende el estrato social, se sabe, la desigualdad de género aumenta y los cambios en el rol de la mujer llegan más tarde y más lentamente. Los logros educativos aún no alcanzan para equiparar la situación frente al empleo, el trabajo doméstico y la protección social.
Es necesario tener en cuenta, que el proceso de expansión educativo se dio en el marco de un particular crecimiento de la desigualdad social. Porque si bien los jóvenes han logrado mayores credenciales educativas que sus padres, lo han hecho sin lograr modificar las desigualdades sociales de origen. Han aumentado su probabilidad de inclusión educativa, sí, pero en un contexto de mayor inequidad en cuanto a la probabilidad de terminar la educación media y superior, así como de recorrer el trayecto educativo en tiempo y forma.
Los problemas de integración de los jóvenes al mercado laboral no están determinados por decisiones individuales. El establecimiento de las trayectorias de inclusión depende más de la posición que se ocupa en la estructura social, en tanto que el nivel educativo alcanzado no es suficiente para igualar las oportunidades de inclusión social y laboral de los jóvenes, aunque puede mejorar las perspectivas laborales respecto de los jóvenes en igual posición en la estructura social con menor nivel educativo.
Los jóvenes más pobres han crecido en número, con la expansión educativa han logrado mayores credenciales de instrucción (lo cual no quiere decir que tengan mayores recursos educativos o que estén mejor educados), tienen menos permeable el acceso a un empleo pleno en el mercado laboral y son los que, por lo mismo, se encuentran más afectados por los problemas de empleo.
En el marco de una economía estructuralmente heterogénea, el sistema genera excedentes poblacionales: jóvenes que se crían y socializan en contextos de marginalidad social, con padres en actividades informales de subsistencia, que acceden a educación de baja calidad y que nacen a la vida adulta en mercados incapaces de absorberlos y brindarles genuinas oportunidades de integración.
Al mismo tiempo, en el otro lado de este escenario, una minoría de jóvenes acceden a una trayectoria educativa integrada por los códigos de la globalización, abierta a los nuevos mercados laborales y constitutivos de la llamada sociedad del conocimiento.