Desconexión, más materias adeudadas, mayor necesidad de algunos sectores de salir a trabajar o realizar tareas hogareñas, y el impacto emocional de la pandemia son algunas de las causas; ¿qué hacen los chicos que dejaron la escuela? ¿cuáles son las políticas que buscan revertir la situación?
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Bancos vacíos. Con el regreso casi total a la presencialidad en las escuelas secundarias, quedó en evidencia algo que venían alertando docentes y especialistas respecto al efecto más preocupante de la pandemia sobre las trayectorias educativas de las y los adolescentes: el aumento del abandono escolar en la Argentina. Se estima que la cifra de deserción implica una marcha atrás de 10 años para la región, es decir, la tendencia que había en América latina de reducción de la exclusión educativa no solo se frenaría, sino que volvería a subir hasta los valores de 2012, según estimaciones de Cippec con datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Si antes de la pandemia se esperaba que en 2020 la deserción bajara a 18 chicos de cada 100, ahora se proyecta que volverá a ser de 22 cada 100. Así las cosas, muchos especialistas ya hablan de “la década pérdida”.
En este contexto, ¿cuáles son los mayores desafíos que enfrentan las y los jóvenes para seguir sus estudios? ¿Qué hacen hoy los chicos que dejaron la escuela? ¿Cuáles fueron las principales razones y qué se está haciendo para dar vuelta esa tendencia?
Hasta hace unos meses, Ana, que tiene 16 años y vive en el Barrio Mujica, cursaba 4to. año en una escuela secundaria pública de la ciudad de Buenos Aires. Pero no logró sostener su continuidad: “Me había quedado con muchas materias del año anterior, sumar las nuevas clases ya fue una complicación, y luego, empecé a trabajar”, relata la joven, mientras ayuda a servir la merienda en el centro comunitario de la Fundación El Pobre de Asís, donde colabora en su tiempo libre. Como ella, para muchas chicas y chicos hubo varios factores que llevaron a la deserción. Entre las principales razones que enumeran los especialistas consultados por LA NACION están la desconexión con la escuela durante la cuarentena, la necesidad de asumir roles adultos –como trabajar fuera o dentro del hogar–, no poder lidiar con las nuevas pautas que rigen en las instituciones y la baja confianza en las propias capacidades de aprendizaje. A eso se suma el aumento del estrés, la ansiedad y la angustia que sintieron muchos adolescentes para quienes estudiar en tiempos de Covid se volvió una odisea.
La profesora de historia Luciana Oddi lo sabe bien. Docente en el Colegio N° 2 Domingo Faustino Sarmiento, de Recoleta, trabaja mayormente con estudiantes de contextos vulnerables del Barrio Mujica. “En algunos cursos tuvimos la mitad de los chicos, y salimos a buscar a quienes no están viniendo con el grupo de Tutoría de Intervención Territorial”, detalla Oddi. “Cuando vas a las casas, algunos te dicen que no se enteraron de la presencialidad, otros creen que perdieron el año, algunos no saben cómo afrontar las materias pendientes, es terriblemente difícil”, explica, con angustia. Habla de chicos desanimados, de padres que no saben qué hacer y de lo difícil que es para los docentes enfrentarse a esa realidad.
Laura Penacca, directora nacional de Nivel Secundario, reconoce la gravedad del cuadro en “un contexto excepcional” y explica que eso llevó a que la cartera educativa que dirige Nicolás Trotta empezara el año pasado a relevar la situación de cada jurisdicción. A fines del 2020, se avanzó en una base de datos federal, con información provista por todos los ministerios del país nucleados en la Red Federal de Información Educativa. “Ya tenemos datos nominales de catorce provincias”, señala Penacca. En el caso del secundario, la información es sobre 1.800.000 de estudiantes, un 66% del universo de la matrícula. “Los primeros datos –puntualiza la funcionaria– hablan de unos 190.000 estudiantes que están aún con una vinculación nula y de unos 400.000 que tienen una vinculación aún insuficiente o fluctuante”.
Volvió la asistencia plena. En un 5to tengo 17 alumnos y fue una chica sola. En un 1ero tengo 25 alumnos y fueron 3 chicos. En los dos casos pregunté si sabían que tenían clase las 2 burbujas y me contestaron que si, pero los alumnos no quieren ir mas. Es una tragedia educativa
— Eduardo (@edurandarte) September 3, 2021
Pero, ¿qué pasa cuando un chico deja de ir todos los días a la escuela? Para Manuel Alvarez Trongé, presidente de Educar 2050, el abandono ya de por sí es un problema, pero es mucho peor cuando se analiza lo que sucede después. “Ese estudiante no solo pierde aprendizajes, socialización, amistades y un espacio de contención y crecimiento, sino que, al quedar afuera de su comunidad educativa, aumentan los riesgos de sufrir y verse involucrado en situaciones de violencia, adicciones, trabajo infantil y otras problemáticas que impactan directamente en sus derechos y futuro”, enumera. Por eso, hace poco, desde Educar 2050, lanzaron la campaña “Nadie afuera - #EducaciónATR”.
El “traslado” de la escuela a los hogares tuvo muchos efectos. Ana no tenía la posibilidad de pedir ayuda en su casa y muchas veces no llegaba a entender las tareas, por lo que varias veces no las hacía a pesar de contar con wifi. Eso se sumó a discusiones fuertes con su mamá, hasta que terminó yéndose. Primero, vivió con una amiga, luego, empezó a trabajar como niñera y pudo alquilarse una pieza. Hoy solo tiene su celular, al que debe cargarle diariamente datos. Gana $100 la hora. Seguir estudiando “no era posible”. Igual, no abandona su sueño de ser actriz y también le gusta cantar. Tiene una sonrisa suave y gestos de niña, aunque le tocó crecer de golpe. Por ahora, sus tardes libres las pasa ayudando a entregar las viandas.
Según los especialistas, la primera consecuencia visible de no tener el título secundario es justamente la menor calidad de los trabajos a los que se accede. “Hay mucha más informalidad”, señala Alejandra Cardini, socióloga y directora de Educación de Cippec. A la vez, destaca que si bien en 2019, en la Argentina, en promedio, siete de cada 10 jóvenes de entre 20 y 22 años terminaban la secundaria, hay fuerte diferencias según los sectores sociales. Mientras que, en los sectores más altos lo completan 9 de cada 10 estudiantes, cuando se hace foco en los hogares con menores ingresos, apenas 4 logra terminar sus estudios.
Si bien Cardini aclara que esto es algo que se mantiene desde hace unos años, cree que con la profundización de las de las brechas y la inequidad, esta diferencia va a ser mucho más amplia. “En unos años, esto va a empezar a tener un efecto muy fuerte que hoy creo que no podemos dimensionar”, se plantea la especialista de Cippec.
El impacto de la salud emocional
Justo en 2020, Delfina había cambiado de escuela. El confinamiento la encontró a una semana de haber iniciado 2do año en un colegio privado porteño. Tenía muchas expectativas, porque su experiencia previa no había sido buena: “Sufrí acoso desde la primaria y la pasaba muy mal, y estaba muy entusiasmada con empezar en un nuevo lugar”, recuerda. Pero el Covid-19 frenó sus planes.
El esfuerzo de adaptarse a un nuevo sistema de estudio y a nuevos compañeros, pero desde la virtualidad, hicieron que Delfina, que tiene 15 años, pensara que lo mejor era no seguir estudiando. Venía de muchos años de pasarla mal en la otra escuela y eso le generaba mucha angustia.
Una encuesta de Unicef que viene demostrando el cimbronazo de la pandemia en la salud mental de los adolescentes advirtió un incremento respecto a la medición anterior: el 33 % manifestó angustia (9 puntos más) y el 18 % se siente deprimido (6 puntos arriba). A esto hay que sumar la falta de motivación para realizar actividades que antes disfrutabas o eran habituales. En el caso de Delfina, hoy uno de sus pocos pasatiempos es andar en skate.
Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Departamento de Pediatría del Hospital de Clínicas, advierte sobre el impacto del aislamiento en las trayectorias educativas adolescentes. “Muchos jóvenes quedaron en un vacío absoluto. Al alejarse también de la escuela, se quedaron en un encierro, en el uso de jueguitos, de pantallas, en un aislamiento social que se va perpetuando. Así, pueden terminar con mayor depresión, aunque no tuvieran cuadro de salud mental”, detalla. ¿El resultado? Más inseguridad personal, desconfianza y ensimismamiento.
Uno de los problemas que ve Ongini es que “la escuela hizo de cuenta como si con la pantalla fuera igual que el espacio áulico, y no es así, porque el nivel de atención no es el mismo ni la capacidad de compartir ni de incorporar contenido”. Por eso, enfatiza que “tratar de que un chico esté 8, 6 o 5 horas conectado a una pantalla y que siga motivado, es hacer ‘un como si’”. Ocurre que para Ongini “sostener contenido cognitivo en una falta de contexto de socialización es muy difícil”, sobre todo en chicos que habían cambiado de escuela, por ejemplo, y no tenían red.
Para Delfina, fue determinante no poder lidiar con las pautas organizativas de la escuela secundaria: horarios, convivencia virtual, socializar con gente nueva y los formatos de los trabajos y exámenes. Empezó incluso a perder confianza en las propias capacidades de aprendizaje. No pudo manejar el estrés y la ansiedad. “Todos piensan que porque somos jóvenes nos adaptamos rápido a la tecnología, pero no es tan fácil. A veces se colgaba la web, otra no podía entrar, eso me ponía muy nerviosa”, relata, con su voz suave y pausada. Primero, abandonó en 2020, pero la escuela le armó un plan para reincorporarse. Este año, solo fue una semana presencial. Luego, sintió que era demasiado. Ahora, no está cursando ni rindiendo, y mientras define qué hacer junto a su familia, su madre recuerda que todavía paga la escuela para no perder la vacante. Delfina cree que hay que pensar en otro tipo de escuelas: “Una que incluya a todas las chicas y los chicos que necesitan otro tipo de enseñanza o contención”.
Oddi cree que lo emocional es clave en este contexto, también como herramienta para lograr retener a los chicos. Por eso, cuando ella y otros docentes salen a buscar a los alumnos a sus casas, lo primero que les dicen es “nos importás”. Para la profesora, “ese tiene que ser el primer mensaje”, porque sin recomponer el vínculo no se puede lograr el regreso de los chicos que se alejaron ni retener a los que están fluctuantes. “La red vincular es esencial y se está haciendo un trabajo a pulmón”, asegura.
El desafío de la permanencia y la terminalidad
Pablo tiene 20 años. En 2019, había terminado de cursar 5to. año. Debía tres materias de ese año y Matemática de 3ro. para obtener su título. Pensaba “liquidarlas” en el primer tramo del 2020, pero no pudo: la virtualidad no era una opción para él. Es el mayor de tres hermanos y vive con su mamá en una casa sin Internet. No logró rendir las materias ni reconectarse con la escuela.
Un estudiante que arrastra previas de Matemática, por ejemplo, con esa carga de no entender, puede preferir no graduarse antes que enfrentar otro fracaso. Pablo lo sabe. “Los números me quitan el sueño”, se lamenta. Pero también tiene en claro que quiere terminar: “Ahora hago changas, necesito el título para tener un trabajo mejor”.
Cardini considera que el sistema educativo secundario se caracterizó por esta matriz excluyente, que se ve en la forma de evaluar o de promocionar, en la cantidad de materias que se dan y en la manera en que se enseña, entre otras variables. “Hay que apuntar a una escuela más interdisciplinaria, basadas en proyectos, donde el interés esté más anclado en aquello que les interesa a los adolescentes y no en el currículum”, sostiene.
Penacca coincide en que el problema principal es la permanencia y también el egreso y el título, y adelanta que desde la Secretaría de Educación nacional están generando una propuesta integral de transformación de la escuela secundaria, consensuada y codiseñada con todos los ministerios del área del país y una mesa multisectorial. “Hay que impulsar un proceso de transformación del formato institucional y del modo organizacional de la escuela secundaria, que no estaba preparada para la masividad ni es solidaria con el tiempo presente”, detalla. Desde su mirada, no es un problema solo de los sectores populares “que no son abrazados por esta escuela, sino que ahora hay algunas cuestiones de la tradición enciclopedista que no encajan con los modos de producir conocimiento de la contemporaneidad, y ahí entran todos y todas”.
En lo concreto, ante el problema urgente, la funcionaria señala que el plan más importante a nivel nacional para la revinculación y el sostenimiento de las trayectorias es el Acompañar: puentes de igualdad, una propuesta integral que busca la revinculación escolar plena de aquellos que estaban totalmente desconectados; la permanencia de quienes no estaban del todo de desvinculados pero que la pandemia igual los golpeó; la regularización de trayectorias de estudiantes que empezaron a acumular materias, y el egreso afectivo. Hasta ahora alcanzó a 1.870.000 chicas y chicos, de los cuales el 54% de ellos pertenecen a la escuela secundaria, 1.000.000 aproximadamente; y cuenta con la participación de más de 10.000 maestros, profesores, talleristas y otros especialistas, que principalmente trabajan en territorio acompañando a los jóvenes de diferentes maneras. “El objetivo es garantizar la continuidad educativa, es la respuesta que debe asumir el Estado nacional junto a las 24 jurisdicciones educativas para que los chicos estén en el lugar que tienen que estar que es la escuela”, afirmó el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, durante la presentación de los alcances del programa, quien además destacó la inversión de más de 2.000.000 de pesos.
Otra herramienta que menciona Penacca es el plan Egresar, destinado a los estudiantes que completan 5to. año pero adeudan materias y no pudieron obtener su título, como Pablo. Hasta ahora con 107.000 inscriptos, de los que se sabe qué materias se llevaron, cuándo y en qué año, con la finalidad de hacer el seguimiento. Justamente, Cardini cree prioritario tener información: “Nos parece clave que haya un sistema nominal de información que permita acompañar de la mejor forma a cada estudiante para que no abandone”.
Frente a la pregunta de si cree que puede frenarse la amenaza de un retroceso de 10 años o al menos matizarla, Cardini opina que sí, pero que de manera inmediata hay que contar con más información y priorizar esta temática en el presupuesto educativo.
Ana, Delfina o Pablo –cuyos nombres fueron cambiados para preservar su identidad– sienten que el sistema actual, de una u otra forma, no pudo contenerlos, pero sin embargo todavía se sueñan con el título en mano. Quizá, aunque Oddi siente que los docentes hicieron todo y más, y que la frustración es ver que ese esfuerzo no se refleja en los números, sí sea la base del cambio que se requiere para que, con o sin pandemia, todos los chicos y las chicas se sientan incluidos en la escuela secundaria.
Cómo involucrarse
Desde dar clases de apoyo escolar hasta firmar peticiones que buscan incidir en las políticas públicas, estas son algunas propuestas para pasar a la acción en el Mes de la Educación, encontrá todas las maneras de hacerlo en esta nota.
Para ayudar a la Fundación el Pobre de Asís: reciben todo tipo de donaciones; en Facebook, en su web; elpobredeasisfunda@gmail.com