Martín Churba: “La libreta de matrimonio me hizo sentir cercana la posibilidad de tener un hijo”
En una charla con LA NACIÓN, el artista habló del impacto que tuvo el matrimonio igualitario en su proyecto de vida y cómo junto con su marido Mauro Bernardini decidieron ser padres, un deseo que se concretó con la llegada de un hijo bajo un “nuevo” modelo de familia.
- 10 minutos de lectura'
Martín Churba es conocido por su compromiso con distintas causas sociales. Hoy habla de otra de sus creaciones, la de su mundo íntimo.
El artista, consagrado en el mundo de la moda, recibe a LA NACIÓN en su casa, donde desde hace tres años pasa la mayor parte del tiempo: trabajando, experimentando creaciones con telas, transformando materiales descartables en piezas de arte, pero sobre todo “tramando” un tejido de vínculos afectivos que lo hacen feliz.
Churba acepta contar cómo lidió con su familia de origen al momento de hablar de homosexualidad y de cómo junto con Mauro Bernardini, su marido y pareja desde hace más de veinte años, dieron origen a una modalidad inédita de familia.
–Venís de una familia judía sefaradí, supongo que apegada a un estilo de vida conservador. ¿Pudiste expresar tu orientación sexual con naturalidad o tenías que fingir ser hétero?
–La caretié durante quince años, desde mi primer encuentro íntimo con un varón hasta que salí del clóset totalmente, a los 29 años. Si bien hubo parte de mi familia, la más blanda y más capacitada para entender, a mi viejo fue al último al que se lo dije. Se lo dije por teléfono, como sacando un exorcismo de adentro, y fue muy liberador. Pude habilitarme y fue después de ese momento que lo conocí a Mauro, cuando dejé de ocultar. Darte cuenta y sentirte feliz de quién sos no tiene precio, a la edad que te pase.
–¿Es cierto que el ambiente de la moda y el arte siempre fue más amigable?
–Sí, pero eso no compensa la pena que uno vive en su casa cuando hay un pensamiento homofóbico que se expresa en sutilezas. Cuando en la mesa de la cena alguien se ríe o hace un comentario homofóbico y es tomado con naturalidad por el resto, inclusive en lo interpersonal, cuando alguien te dice “Ay, qué mariquita que sos”, es muy difícil que no deje huellas en vos. Por eso a veces parece tan gigante el trabajo de la aceptación social de las diversidades, pero en realidad el cambio tiene que ser más pequeño. Si alguien hace un comentario en nuestras casas, en el momento en que estamos juntos, en familia, cuando se escapan esas “pulguitas” que nos salen del lenguaje no hay que hacer como si nada pasara, hay que evidenciarlo, porque ese comentario le podría doler a alguien. Y ese alguien no lo va a decir. Entonces es mejor no decir ese comentario. Podemos hacer más amigables las cenas en familia.
Los pensamientos homofóbicos, la discriminación, la falta de empatía y otros sentimientos hicieron que Churba no pudiera contar quién era y que gran parte de su vida ocurriera entre secretos. “A los quince años conocí a alguien, en plena ‘peste rosa’, y tardé doce años en hacerme un test de HIV”, cuenta por primera vez públicamente. “Cuando me dieron los resultados, estaba tomado de la mano de Jéssica Trosman (su socia, también artista), apretándola fuerte. Por suerte fue negativo pero tuve miedo durante demasiado tiempo, por no poder contar quién era y por todo el estigma que hubo alrededor de ser gay”.
–Hoy podés decir quién sos y lo hacés. ¿Le das importancia al Orgullo?
–Sí, porque construir un espacio de libertad llevó muchos años. Estas libertades sociales, para mi generación, son herramientas inesperadas que tenemos gracias a grandes actores del activismo por los derechos.
–¿Participaste en alguna oportunidad del movimiento LGTB?
–Vivimos en un momento mucho más pleno de derechos, gracias al activismo y al acceso a la información. Pero yo soy activista en otro sentido. Mi militancia es disfrutar, porque eso nos estuvo prohibido. Por eso participo de La Carroza Loca, un colectivo que desfila en la marcha del Orgullo y con ellos nos juntamos mucho para bailar y estar juntos en un ámbito de diversión. Siento que a nuestra generación nos toca mirar a los más jóvenes que nos enseñan a divertirnos. Eso es hacer uso del derecho y hacerlo bien.
- ¿Llevás algo de ese espíritu al terreno de la experimentación artística?
- Yo siempre busco que la creación y el deseo sean círculos virtuosos. Materializar las ganas, el amor, la inspiración. Pienso que la humanidad vive sobre los rieles de las creaciones humanas y que el arte va a seguir manifestándose sobre la necesidad de la materia. Pero reconozco el impacto que tuvo una ley como la del matrimonio igualitario en mi vida. La noche en que se aprobó estuvimos con Mauro en la plaza del Congreso sin poder creer que la vida política se cruzara tanto con la vida personal, que se hubiera vuelto algo tan propio para nosotros. Nos casamos y en adelante cambió nuestra manera de presentarnos.
–¿Cómo podés explicarnos ese impacto en sus vidas de la ley de matrimonio igualitario?
–Para nosotros la institución del matrimonio nos sirvió interna y socialmente, y hacia la familia. Nos dio un marco de legitimidad, compromiso y lealtad en nuestro entorno y dentro de la pareja. Hicimos una fiesta para celebrar la fundación de un hogar junto con nuestras familias y nuestros amigos. Y algo muy concreto que nos impactó fue cuando vimos que nuestra libreta de matrimonio tenía lugar para los hijos: empezamos a ver más cercana esa posibilidad.
–¿Cómo se concretó esa paternidad que desearon?
–Cuando nos casamos, en la ceremonia del registro civil el juez de paz nos preguntó si queríamos decir algo y yo dije: “En la calle donde queda nuestra casa se funda la sede de una nueva familia argentina” y todos aplaudieron mucho. Fue una declaración. Con la intención de adoptar fuimos al Ruaga (Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos) para adoptar pero esa posibilidad no se dio. El vientre subrogado no nos cerraba y no nos importaba tanto la condición de hijo biológico. Pensábamos en un hijo no como alguien a quien tener sino como alguien que nos iba a encontrar, que quizás nos estaba necesitando. Manifestamos ese deseo y estuvimos muy atentos a esa llamada. Hubo avances y retrocesos y en un momento nos dimos cuenta de que teníamos que confiar sin pedir nada. Pero nos preparamos para aprender a ser padres: hacíamos ejercicios psicomágicos y tuvimos una oveja bebé y la llevábamos de acá para allá. Y finalmente llegó un día en el que conocimos a Alexis. Ese día nos dimos cuenta de que iba a ser él.
–Y armaron una familia de dos padres, una madre y un hijo que viven en dos casas distintas.
–Conocimos a Alexis (hoy de 12 años) cuando él tenía dos años. Una noche nuestros vecinos nos invitaron a cenar y ahí estaba Sandy, que tenía su guarda desde los 3 meses hasta que fuera dado en adopción. Enseguida sentimos una conexión. Al poco tiempo Sandy enviudó y se enteró que iba a poder adoptar a Alexis. Entonces nosotros la acompañamos en el proceso de adopción. No éramos amigos, no teníamos una historia previa con Sandy, que vive con sus dos hijas y con Alexis, que hoy se queda 4 veces por semana con ellas y otras 3 con nosotros y con su perro, Manso. Tiene dos casas. En vez de padres separados somos padres encontrados.
–¿Cómo es el día a día?
–Me gusta mucho cenar con mi hijo y con mi marido. Siento que son regalos. Quizá porque no son todos los días, pero son todas las semanas. Palpito en esos encuentros. Le doy tiempo a Alexis para que estemos juntos, que me vea, para verlo, y para que él entienda que esta es su familia. También cenamos con Sandy y cuando eso sucede, él está como distinto porque se le juntan dos mundos. Todo eso hace un relato para mí que lo agradezco porque fue una historia inesperada. Porque en algún momento dudé de que iba a poder ser padre. Y con Mauro lo estamos logrando, disfrutándolo mucho, amándolo mucho a Alexis, a toda su historia, amándolas a Camila y a Micaela (las hijas de Sandy).
–¿Qué descubriste con la paternidad?
–La paternidad me calmó la ambición. Y cuando estoy con él siento que mi vida tiene una misión que me pone a prueba en muchos aspectos. En cómo soy de respetuoso, con el otro, en la calle y a la vez cuán alegre soy en la vida. Porque él está viendo eso. Y eso queda fijado en los pensamientos. También hay cosas a las que no les doy bola porque no tienen que ver con lo que me mueven. En cambio las cosas de las que me puedo ocupar me motivan: llevarlo a Alexis al odontólogo, disfrutar de estar con él, verlo contento con su colegio, sus amigos, sus juegos, las cartas de Pokémon, la Play. Estoy para acompañarlo en ese proceso y lo que más me desafía es poder estar a la altura cuando me necesite y, al mismo tiempo, respetar que él quiere ser independiente. Debe ser un peso tener tres adultos -dos padres y una madre- pendientes de él. Encima Sandy es psicopedagoga y muy idishe mame. ¡Y yo también!
En la mesada de la cocina, una fuente de empanadas de hojaldre regadas de semillas de sésamo, parece confirmarlo. “Las vamos a llevar a lo de mi mamá que nos invitó a cenar a toda la familia. Me encanta cocinar pero estas no las hice yo, las hizo la cocinera que trabajaba para mis abuelos y ahora nos prepara comida una vez por semana para dejar en el freezer”, aclara Martín.
Todo lo que motiva hoy a Martín está en este lugar de la casa, como un organismo vivo, donde esa mesa triangular de puntas redondeadas, es un corazón palpitante. Relegó en manos de Bob Honors la dirección creativa de Tramando, su empresa de diseño y moda, presente en Buenos Aires y Tokio, y muy reconocida por su compromiso social. Disfruta de una etapa de menor exposición a las cuestiones comerciales.
Su mesa de trabajo, pegada a la cocina está repleta de crayones, tijeras, plasticolas, objetos no identificables a simple vista pero que el creador explica con el mismo entusiasmo con el que habló de su familia: “Estoy haciendo unas pruebitas”, describe mientras pega una pieza de plástico pintada de negro y colores metalizados a una tela sedosa recién sacada de un envoltorio de papel madera. Es que junto con Jéssica Trosman -la amiga que estuvo cuando tuvo miedo y su exsocia de Trosman Churba, la marca que revolucionó el diseño de autor en los años 90- están preparando una instalación que se podrá visitar en la Usina del Arte en la próxima edición de La Noche de los Museos, adonde pondrán en juego las otras formas de transformar los materiales, como una evolución natural que los llevó del mundo de la moda al de la expresión artística.
“Estamos explorando otras disciplinas y creando a otras escalas. Ahora el cuerpo que envolvemos con nuestros arte textil es el cuerpo arquitectónico”, explica Martín mientras nos guía hacia otro de los rincones preferidos de su casa, una pequeña y acogedora sala de estar adonde nos muestra una curiosa maqueta compuesta de varias formas colgadas en la pared que pueden moverse en diferentes direcciones para formar conjuntos variables según cada combinación. Son como lazos. Que se juntan y se separan pero nunca se alejan demasiado. Como si se eligieran cada vez. Churba los mueve hacia un lado y hacia otro, se abstrae mostrándonos el juguete, por supuesto, hecho por él como casi toda la decoración de la casa. No de cualquier casa, por cierto. Es la sede de un nueva familia argentina.