María de la Paz Toscani: “Hay mucha gente demandando vivienda pero la oferta no es suficiente”
La investigadora del Conicet considera que el abordaje estatal de esta problemática termina generando una clientela cautiva dentro del mercado de habitaciones en alquiler
- 5 minutos de lectura'
María de la Paz Toscani es licenciada en Trabajo Social y doctora en Ciencias Sociales (ambas por la UBA). Además es becaria post doctoral del Conicet. Como parte de su trabajo de investigación, que aborda temáticas de problemática de vivienda, conflictos urbanos, desalojos y procesos organizativos dentro del ámbito de la ciudad de Buenos Aires, conoce cómo funciona el mercado de piezas en alquiler, por el que transitan alrededor de 100.000 personas, según algunas estimaciones.
Se trata de personas que, en su gran mayoría, provienen de contextos vulnerables. Ante la falta de opciones, terminan alquilando habitaciones en espacios precarios, que no siempre cuentan con los controles necesarios para garantizar las condiciones mínimas de salubridad e higiene. El incendio en un hotel en Microcentro, ocurrido hace algunos días, es la muestra de los riesgos cotidianos con los que estas familias deben lidiar.
“Las opciones para los pobres para vivir en la ciudad son todas muy estigmatizantes: la calle, la villa, el asentamiento… todas formas que los mete en un círculo de desigualdad y pobreza del que es difícil salir. Hay una cuestión de pensarlos como ocupas, que quieren vivir de arriba, esa idea que se tiene en general de las personas pobres. Esa idea de merecer la ciudad, de que no cualquiera puede vivir en Buenos Aires”, sostiene.
El año último, Toscani lanzó Los hoteles pensión en la Ciudad de Buenos Aires: precariedad habitacional, desalojos y procesos organizativos en el barrio de Constitución, editado por la Fundación Tejido Urbano. Allí aborda en profundidad esta problemática sobre la que, asegura, hay mucho por hacer.
−¿Cuándo nace este mercado de piezas en alquiler?
−Nace con los conventillos, a fines del siglo XIX, para albergar a mucha población migrante que llegaba a la ciudad y no tenía donde vivir. Entonces empezó el negocio de subalquilar piezas en lugar de la casa entera. Como el mercado rindió tanto, surgieron los inquilinatos, que vendrían a ser lo mismo, pero se crearon para ese fin. Ambas opciones están reguladas por la ley de locaciones. El hotel pensión surge en 1959.
−¿Qué motiva su nacimiento?
−En esa época había congelamiento de alquileres y prohibición de desalojos. Entonces se promulga una ley que eximía específicamente de esa regulación a los hoteles. Por eso, muchos dueños de conventillos e inquilinatos hacen una mutación en su negocio y empiezan a funcionar como hoteles.
−Lo mismo de antes pero con otra fachada…
−De hecho, a partir de entonces se empieza a hablar de hotel pensión para dar cuenta de esta idea de que es un falso hotel porque en realidad no es un vínculo pasajero – hotelero, sino que lo que se da es una relación de locación encubierta. La ley de locaciones urbanas aclara que cuando se pasa más de tres meses viviendo en un mismo lugar se da una relación de este tipo. Sin embargo, como se ve a estos espacios como hoteles, los propios locatarios desconocen que tienen derechos que los amparan.
−¿Qué lleva a una persona o una familia a vivir en una habitación de hotel?
−Todas las personas que conocí no acceden al mercado inmobiliario formal. Tener una garantía de familiar directo en CABA y recibo de sueldo en blanco son requisitos excluyentes para esta población. Muchas veces terminan pagando lo mismo que un monoambiente o un dos ambientes. Pero no les piden estos requisitos. También está la necesidad de buscar la centralidad de la Ciudad como opción de vivir porque, si no, otras opciones están en el Conurbano, tal vez en el tercer cordón, que hace que estén lejos del lugar de trabajo, de hospitales, de escuelas. Son personas que, en general, tienen su vida en la Ciudad. En los hoteles tendrían menos requisitos.
−¿Se la piensa como una vivienda permanente o transitoria?
−A veces se lo vive como algo temporario, pero lo cierto es que las crisis hacen que esta situación sea más permanente que transitoria. Se trata por lo general de personas con pocas posibilidades de salir desde lo individual, pero los programas estatales brindan pocas soluciones reales. Se les otorga un subsidio que más que oficiar de solución termina garantizándole una clientela a este mercado hotelero.
−¿Hay otras soluciones posibles?
−Con empezar a financiar lo que ya existe, como la ley que, a través del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC) otorga créditos para la autoconstrucción de viviendas mediante cooperativas, sería un gran comienzo. Hubo varias experiencias interesantes, pero la ley está desfinanciada. También se podría pensar en un alquiler social o estatal. El hecho de que haya tanta gente demandando vivienda y tan poca vivienda que se ofrece, hace que los precios aumenten. De alguna manera el Estado tiene que regular más este tema.
−¿Y en lo más inmediato?
−Saber fehacientemente cuánta gente vive en hoteles, en qué condiciones están y que haya realmente control para que se garanticen las necesidades básicas, sería por lo menos una base. Pero, en paralelo, deben tomarse otras medidas para que estas personas puedan acceder a una vivienda definitiva.