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El trabajo de investigación llevado adelante en diferentes y prestigiosas instituciones, a caballo entre la Antropología y la Historia y con el foco puesto en la población afrodescendiente, la llevó a Lea Geler a aseverar lo mismo que sostienen organizaciones y referentes afroargentinos a costa de sufrimiento: que el racismo en la Argentina es una problemática fuertemente instalada en las instituciones y los vínculos sociales.
La especialista –autora del libro Andares negros, caminos blancos. Afroporteños, Estado y Nación Argentina a fines del siglo XIX (Prohistoria)–, detecta, incluso, resabios del racismo colonial en nuestros días. "Continúa vigente la imagen de que los afro son 'leales', 'fieles', excelentes para el servicio doméstico o para abrir puertas, pero pésimos para tareas profesionales, porque solo sirven para bailar, cantar y lavar. O que son buenos para el deporte, porque son fuertes y resisten más. Estos prejuicios provienen del sistema esclavista, que anudó lo afro al trabajo duro, a lo corporal, lo salvaje, lo bárbaro", asegura.
Doctora en Historia por la Universidad de Barcelona y licenciada en Antropología Social por la Universidad de Buenos Aires, Geler es investigadora del Conicet y fundadora del Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos (GEALA) del Instituto Ravignani-UBA. Sus credenciales académicas y su claridad a la hora de transmitir conceptos la convierten en una voz autorizada que invita a la empatía y la reflexión.
¿Cuál es el principal prejuicio que pesa sobre los afroargentinos?
El más importante de todos los prejuicios es que no existen. Esto es lo que marca la cotidianeidad de los afroargentinos y las afroargentinas, su extranjerización constante, la negación de su presencia, la imposibilidad de ser argentinos de raíz africana con más generaciones en estas tierras que la mayor parte de los descendientes de inmigrantes europeos.
¿Sobre qué mitos o ideas se modeló ese prejuicio?
Durante décadas, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, justo cuando las teorías racistas modernas empiezan a ganar peso y el Estado argentino comienza su recorrido hacia la construcción de una nación moderna y europea, es decir blanca, se repitió como un mantra que los afroargentinos y las afroargentinas desaparecían gradualmente. Se suponía que la fiebre amarilla los había exterminado, que al finalizar el tráfico esclavista la población había ido mermando naturalmente, que las sucesivas guerras los habían liquidado porque los batallones de pardos y morenos fueron carne de cañón en el frente de batalla (especialmente en la Guerra contra el Paraguay) o, incluso, se decía que el mestizaje con personas de origen europeo, blancas, habían terminado por hacerlos desaparecer. Lo cierto es que ninguna de estas suposiciones tiene peso suficiente para explicar que un grupo social desaparezca por completo. ¿Qué pasó con las mujeres, los niños, los ancianos que no iban a las guerras? ¿Se murieron todos los afro con la fiebre amarilla? ¿Qué quiere decir que desaparecieron por mestizaje?
¿Qué quiere decir?
Esto último es muy interesante para pensar porque subyace la idea de que se volvieron blancos, aunque la mayor parte de la gente que lo dice desconoce este asunto. Implica también que lo blanco "gana" a lo negro, porque lo blanco es "superior" y los mezclados se vuelven inmediatamente de "raza blanca", sin intermedios, sin grises ni marrones.
¿Por qué, pese a ser parte de la población argentina desde nuestros inicios como nación, nos cuesta tanto incorporar lo afro como parte de nuestra historia y nuestra identidad?
Porque nuestra historia y nuestra identidad se forjaron como blancas-europeas. Por lo menos en Buenos Aires esto es así. Acá, en la Ciudad, ni lo afro ni lo indígena tienen cabida. Fijate en los modos en que se invita a la comunidad afro a participar en eventos organizados por el Estado. Siempre los invitan para ocupar el rol del "otro", el diverso, el que tiene que ofrecer "cultura exótica" para el público. Como dice Alejandra Egido, directora de la compañía teatral "Teatro en Sepia", son prácticas que ponen el acento en la interacción entre culturas, en la tolerancia, la armonía y en el respeto, pero invisibilizan la asimetría de poder que existe entre los grupos, la lógica racista y colonialista en la cual se encuadran las relaciones, la desigualdad estructural entre grupos y las intersecciones.
Hay quienes creen que aquí no hay racismo o que, en el peor de los casos, es un problema menor. Sin embargo, organizaciones y referentes de la comunidad afro denuncian lo contrario. ¿Cómo se manifiesta el racismo en la vida cotidiana?
Creo que no hay peor racismo que la negación de la existencia. Imaginá cómo es esto en una situación escolar, donde una maestra te dice que vos le estás mintiendo porque no podés ser afroargentina, o que tus compañeros te hagan burla y te llamen de diez mil maneras menospreciándote tanto que le tenés que pedir a tus padres que no te vayan a buscar para que nadie vea que son negros. Que en la currícula escolar no haya nada de nada sobre los afroargentinos, salvo para decir que eran esclavos, mazamorreras o vendedores ambulantes (y de paso que los trataban bien) y después nada más, es un silencio que dice mucho. Por ejemplo, los contenidos escolares en el área de Historia o de Literatura no incluyen nada de nada sobre África, en el mejor de los casos se aprende algo en Geografía. Sin embargo, es diferente en relación con Europa. Pensá en esos niños y niñas que crecen estigmatizados. Lo primero que quieren es borrar a sus antepasados negros y mencionar solamente a aquel abuelito italiano, que como era del sur era bastante moreno. Y te dormís con un broche en la nariz para hacerla más finita, porque los cánones de belleza no incluyen a hombres y mujeres de narices anchas o pelos enrulados. Ese canon de belleza del rubio de ojos claros persiste en las representaciones que circulan en nuestro mundo, donde esas imágenes son imparables y se introducen en cada hogar.
Amplificadas por los medios y la industria del entretenimiento…
Hay muchos ejemplos de racismo, tal como queda en evidencia en la ausencia de actores, actrices y avisos publicitarios que incluyan imágenes de personas negras. Los únicos papeles que hasta ahora le tocan a los afrodescendientes en las películas, en las obras de teatro y demás espacios artísticos es el rol de sirvientes, bailarines o vedettes. Y acá viene otro de los problemas que enfrentan particularmente las mujeres afro: que las miren, que las detenga la policía en la calle, que las quieran tocar o les ofrezcan dinero para tener relaciones sexuales. Las suelen tratar de prostitutas, les dicen "putas de mierda" y esto es algo cotidiano, algo que no es solo de ahora sino que se arrastra desde la esclavitud, cuando los esclavistas defendían su "derecho" sexual sobre sus esclavizadas y luego sobre las mujeres negras, mulatas, pardas, etc. Se suele escuchar que el tema del baile "lo llevan en la sangre". En este comentario, que podría parecer inocuo, subyace el prejuicio de que es lo único que los afro saben hacer, que no saben hacer otra cosa, solo bailar, moverse o ser fogosos en el sexo.
Hay muchos ejemplos de racismo, tal como queda en evidencia en la ausencia de actores, actrices y avisos publicitarios que incluyan imágenes de personas negras.
¿Quedan otros resabios del racismo colonial?
Sí, uno de los resabios del racismo colonial es lo que contaba anteriormente sobre la hipersexualización de la mujer afro, o la idea de que está siempre "disponible" para el sexo. También continúa vigente la imagen de que los afro son "leales", "fieles", excelentes para el servicio doméstico o para abrir puertas, pero pésimos para tareas profesionales, porque solo sirven para bailar, cantar y lavar. O que son buenos para el deporte, porque son fuertes y resisten más. Estos prejuicios provienen del sistema esclavista, que anudó lo afro al trabajo duro, a lo corporal, lo salvaje, lo bárbaro, es decir, a lo que está alejado de la civilización y la modernidad entendida al modo europeo. Prestemos atención a las representaciones que cunden sobre África: un continente arrasado, pobre, donde todos mueren por inanición y enfermedades. Por supuesto nadie se imagina intelectuales, diseñadores, pensadores, estadistas, etc.
¿Cómo influyen estos prejuicios en el mercado laboral?
Obviamente, ante estos prejuicios buscar trabajo resulta muy difícil. ¿Cuántas personas, preferirían que las atienda un médico blanco en lugar de un médico negro, si es que pudieran elegir? ¿O cuántas elegirían a una psiquiatra blanca en lugar de una mujer negra? Ser un profesional negro o negra no solo implica un mayor esfuerzo en los estudios, además de tener que soportar bromas o señalamientos cotidianamente por parte de compañeros y profesores, sino también tener que demostrar todos los días que lo que uno o una hace vale tanto como lo que hace un blanco.
Mucha gente podría leer algunos de los ejemplos que Ud. brinda y decir: "A mí me pasa todo el tiempo eso y no me siento discriminado".
Cuando alguien siente estas actitudes desde la infancia, es algo implacable y muy reconocible. ¿Cuántas mujeres han empezado ahora, gracias al movimiento feminista, a darse cuenta de las muchas discriminaciones de género que sufren diariamente? Lo mismo pasa con la temática de la discriminación racial. Cuando comenzás a prestar atención te das cuenta de esas microdiscriminaciones diarias; maltratos, distracciones, muecas, chistes, el lenguaje mismo, que van creando un camino de dificultades.
¿Podría dar ejemplos de esas microdiscriminaciones, también llamadas microrracismos?
Un claro ejemplo de microrracismo es cuando una persona se toma la cartera o guarda el celular cuando se cruza en la calle con una persona afro. Lo mismo pasa cuando ve a alguien de tez más oscura, o alguien con capucha, estereotipados como personas "peligrosas": los pobres, los extranjeros. Esto pasa todo el tiempo, todos los días hay personas que sufren este tipo de prácticas. Hay que tratar de imaginar qué sienten a la séptima vez que les sucedió esto en la misma mañana; son acciones que generan mucha bronca y también mucha apatía. Cuando alguien se toca la rodilla al ver a una persona afro es un acto indignante también. Esto se basa en la creencia que ese movimiento da buena suerte. Cuando un guardia de seguridad en un local o shopping te sigue con la mirada porque lo primero que cree es que vas a robar. O que intenten tocarte el pelo, que no se sienten a tu lado en el transporte público, que no te miren cuando se hace alguna pregunta grupal, es decir, que te ninguneen, que se refieran a "ustedes" como si todas las personas afro fueran la misma cosa… son cosas que indignan.
¿Por qué cree que hay quienes sostienen que no hay racismo en la Argentina?
Porque no quieren ver, no quieren buscar, no quieren enterarse, no quieren que alguien los señale como racistas y no quieren dejar de vivir a imagen y semejanza de Europa. Pero sería fundamental darse cuenta y trabajar en dejar de ser racistas, lo cual es posible. De verdad, no cuesta nada poner en Google la palabra afroargentinos y ver que salen miles de páginas con información sobre organizaciones, demandas, trabajos académicos, espectáculos, libros. Y la gente prefiere no hacerlo y seguir con su imaginación, con la idea de la desaparición y de una Argentina europea.
¿Cometer un acto racista, te convierte en una persona racista? ¿Qué hace que una persona sea racista?
Creo que en esos casos lo que te convierte en una persona racista es no querer buscar, conocer, escuchar y ponerte en el lugar de la otra persona. No querer cambiar y admitir que tal vez tuviste actitudes racistas pero que, de allí en adelante, vas a trabajar para no repetirlo, y para que otras personas no lo repitan. Hay que practicar el antirracismo, estar alerta, actuar cuando sea necesario para que el racismo comience a visibilizarse y erradicarse de nuestra sociedad. Escuchar es el pilar fundamental que todavía creo que está faltando entre nosotros.
Es frecuente que, por desconocimiento, cometamos actos o usemos palabras con connotaciones racistas en nuestra vida cotidiana, de manera no intencional. ¿Qué podríamos hacer para estar más atentos?
Escuchar, escucharnos: “trabajé como un negro”, “laburo en negro”, “es un negro de alma”, “un negro de mierda”, “este me va a robar”, “esta es una puta”, “que se vuelva a su país”, “son todos sucios”. También aprender a callarse cuando es necesario. Dejar hablar y dar espacio a quienes hace tantos años se niega. Hay que ponerse en el lugar del otro. La empatía es un pilar básico de las relaciones humanas que sería necesario reencontrar.