Malnutrición: los niños con sobrepeso, la nueva cara de la pobreza urbana
La obesidad infantil aumentó junto con la inseguridad alimentaria; las organizaciones que trabajan en los barrios más vulnerables son testigos de lo mal que comen los chicos
A Verónica Aranda no le resulta fácil replicar en su casa todo lo que aprendió en los talleres de cocina saludable. En las clases que se dictan en Casa de Galilea, un centro que trabaja junto a las familias de la villa La Cava de San Isidro, hizo paté de lentejas, pan con harina integral, barras de cereal, bolitas de mijo, conoció la quinua y el azúcar mascabo. Le encantaría volver a hacer estas recetas, pero la realidad todavía está por encima de sus deseos.
"A veces quiero comprar algo para que mi familia coma más variado y sano, pero veo los precios y me frena, no me alcanza", explica Verónica. Todos los días cocina para su marido, sus cinco hijos y su padrastro, que es hipertenso y tiene diabetes. Se acostumbró a no usar sal, corta bien chiquita la verdura para que los chicos la coman sin protestar y les habla de la importancia de alimentarse bien para no enfermarse como su abuelo. En definitiva, prepara la comida con lo que hay: suele hacer fideos, arroz, milanesas de pollo, guiso o estofado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) menciona a la inseguridad alimentaria como una fuerte consecuencia de la desigualdad, que viene creciendo a ritmo acelerado en Sudamérica. Y aclara que la malnutrición se puede dar tanto por carencia de alimentación (desnutrición, hambre, retraso en el crecimiento, etcétera) como por exceso (deficiencia de micronutrientes, sobrepeso y obesidad), dos caras de un mismo gran problema que enfrentan los grupos sociales más desfavorecidos.
En sintonía con la tendencia internacional, en la Argentina los números de malnutrición por carencia vienen bajando y los de malnutrición por exceso vienen subiendo. Verónica Schoj, directora nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades no Transmisibles, explica que hoy, en los sectores más pobres, la relación es cuatro a uno de chicos malnutridos con sobrepeso. "Este es un patrón que todavía no está socialmente instalado, cuesta pensar que en la actualidad el malnutrido tiene sobrepeso", detalla.
A fines de 2018, 13.600.000 personas vivían bajo la línea de pobreza, según datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA. Del total, 6.300.000 son menores de 17 años (un millón más que 12 meses atrás), esto significa que en la Argentina, el 46,3% de los pobres son chicos; prácticamente la mitad.
También la mitad son los hogares argentinos que según el Indec no tuvieron ingresos suficientes para cubrir los gastos básicos y el ingreso promedio per cápita fue de 11.031 pesos mensuales en el tercer trimestre de 2018. En enero, una familia tipo de dos adultos y dos menores en la ciudad de Buenos Aires necesitó $25.794 para no caer bajo la línea de pobreza, según la Dirección General de Estadística y Censos porteña. Esto impacta de lleno en la alimentación y no solo en la calidad de la comida a la que una familia pobre puede acceder, sino también en la cantidad.
"En los últimos tiempos se volvió a ver que el alimento escasea, chicos que comen menos de las comidas necesarias, y esto se suma a la calidad de lo que comen. Sobre todo en estos barrios tenemos muchos problema de obesidad. La malnutrición es un tema urgente y es un emergente de la problemática de la pobreza", sentencia Milagros Oromí, terapista ocupacional que está a cargo de los programas de primera infancia de la Fundación Franciscana, una organización que trabaja en Lomas de Mariló, en Moreno, y en el barrio Ejército de los Andes, en Tres de Febrero.
En este sentido, Schoj indica que nuestro país está muy retrasado en materia de regulación y de políticas nutricionales, y que somos el segundo país en obesidad en menores de cinco años de la región. "Tenemos índices de sobrepeso y obesidad muy alarmantes", enfatiza la funcionaria.
En los talleres de nutrición y cocina para chicos que Delicias de Alicia da en comunidades de bajos recursos, este doble estándar salta a la vista. Laura Osorio, chef del proyecto social, cuenta que en una oportunidad, luego de cortar un budín de banana para compartir, un chico agarró rápidamente muchísimos pedazos y ahí ella comprendió que tenía hambre, y otra vez, un niño de diez años con sobrepeso se quedó dormido en plena clase.
En los dos casos, a los chicos les costaba concentrarse, uno era muy inquieto y el otro no participaba en las actividades que proponían. Es que la malnutrición, ya sea por carencia o exceso, impacta fuertemente en el desarrollo personal, implica mayores tasas de ausentismo en los colegios, menor rendimiento intelectual y graves consecuencias de salud como anemia o enfermedades crónicas no transmisibles.
Cambio de hábitos
Marisa Ledesma se dedica a la alimentación natural hace muchos años y dicta los talleres de cocina en Casa de Galilea a los que asisten Verónica Aranda, Johanna Romero y Olimpia Huamaní, entre otras mujeres de La Cava que quieren que sus familias coman mejor. Cuenta que ella les muestra opciones de alimentos que no conocían, pero también les propone cambios con lo que ya utilizan y las desafía por ejemplo a hacer un guiso con verduras y legumbres sin carne, a hornear su propio pan, a no ponerle azúcar al mate y a usar la acelga en diferentes preparaciones porque está barata.
También una vez les propuso sacar fotos de lo que cocinaban en casa, subirlas a las redes y hacer un concurso con premios; la Navidad pasada hicieron un emprendimiento de macetas con tela geotextil y plantas aromáticas para fomentar su uso en la cocina en reemplazo de la sal, que fue un éxito y tienen pensado repetir, y las empuja para que hagan gestiones comunes para comprar algunos productos y repartirlos, algo que todavía no ocurrió.
"Cuesta cambiar los hábitos, pero es un trabajo de a poco y constante. Estos talleres por lo menos ponen el interrogante sobre qué y cómo comemos. Quizá no siempre lo pueden comprar, pero las chicas se preocupan por mejorar, quieren saber, tienen conciencia y la conciencia produce cambios", concluye la referente de Casa de Galilea.
Siguiendo la línea de lo que propone la ONU, Schoj opina que para facilitar el acceso de los grupos más pobres a una alimentación saludable no alcanza solo con dar talleres de educación alimentaria en los barrios y en las escuelas, o con hacer buenas campañas, sino que es necesario poner el foco en la regulación tanto de los entornos como de los productos.
En este sentido se pensó el Plan Nacional de Prevención del Sobrepeso y Obesidad en niños, niñas y adolescentes, que tiene fecha de lanzamiento para marzo próximo, y busca también mejorar los planes alimentarios de asistencia (las cajas o bolsones de comida que hoy se entregan y contienen azúcar, aceite, harina, fideos, yerba, etcétera) para que estén basados en una buena nutrición e incluyan frutas, verduras y legumbres.
Esta visión más integral de la nutrición, que va más allá de los alimentos, también está detrás del trabajo de la Fundación Franciscana, que hace foco en lo vincular y afectivo del entorno familiar para generar el cambio. "Cambiar la alimentación de una familia -sobre todo cuando hay problemas de malnutrición- es algo muy complejo porque son hábitos muy arraigados. No sirve que yo les diga que no es bueno que coman harina o que los chicos tomen agua y no pongan una gaseosa o un jugo en la mesa, necesitan un acompañamiento continuo y profundo", advierte Oromí.
Enseñan a chicos a comer sano y con lo que tienen a su alcance
Un emprendimiento social que busca infundir hábitos saludables desde la primera infancia
Alicia Amende (28) nació en Bristol, Inglaterra, estudió marketing y administración de empresas, pero heredó la pasión por la comida y por aprovechar al máximo cada ingrediente de su abuela francesa, que, a los 20 años, escapó de la Segunda Guerra Mundial. Con lo que había, ella siempre creaba algo, nunca desperdiciaba. No tiraba la parte del medio de la manzana ni la cáscara y hacía con eso mermelada.
Mientras Alicia trabajaba en Londres, sintió la necesidad de hacer algo relacionado con lo social e irse a América Latina. Hizo un viaje por tierra desde México hasta la Argentina, donde en cada comunidad que visitó su trabajo sin buscarlo terminaba relacionado a la alimentación.
En Buenos Aires, conoció a Sara, una escocesa que hace 15 años vive acá y tiene su propia fundación, y junto a ella comenzó hace seis años a visitar el barrio 24 de Febrero en Laferrere, partido de La Matanza. "Empecé a trabajar con los chicos y otra vez me choqué con el tema de la nutrición. Vi mucha harina y azúcar, y casi nada de frutas y verduras. Para celebrar una fiesta, un día le pedimos a la encargada del comedor barrial que comprara la comida y nosotras después se la pagábamos. Compró gaseosas, galletitas e hizo tortas fritas. Entonces, pensé que tenía que hacer algo. Y en la próxima celebración llevé yo los ingredientes frescos y me puse a prepararlos con los nenes", cuenta.
Así nació Delicias de Alicia y la idea de armar un taller de cocina y nutrición para chicos, que ya replicaron en cinco comunidades más: Soldati, Lugano, villa 21-24, en un conventillo de Barracas y en Gualeguay (Entre Ríos). Las clases son gratis, pueden participar hasta 40 niños de 8 a 12 años, duran dos horas (de 10 a 12) y se dan durante seis sábados seguidos. Incluyen juegos, información sobre los diferentes grupos de alimentos, cómo lavarse las manos y cuidar el agua, enseñan a utilizar el cuchillo como un elemento de trabajo y no como un arma, cocinan con frutas, verduras y legumbres, y comparten lo que cocinaron. Por ejemplo, en la segunda clase preparan una ensalada de frutas con cáscara y sin azúcar, y hablan sobre la importancia de la fibra. A lo largo del taller, cada chico va armando un libro con el contenido de lo que aprende y el día de la graduación, a la que invitan a los padres, les entregan un diploma e información nutricional y las recetas. "Es una manera de entrar a las casas", cuenta Alicia.
Para financiar el proyecto, Alicia abrió un restaurante vegetariano a puertas cerradas en San Telmo, en el que un viernes al mes se realiza una cena solidaria con música en vivo; y de la mano de la chef colombiana Laura Osorio, que es parte del proyecto y los talleres hace tres años, también armaron un servicio de catering.
"En La Matanza aprendí a hacer con lo que hay. Enseñamos recetas fáciles con cosas que se consiguen en cualquier lado. Quizás es un lujo comer quinua o palta, y para mí no es necesario. Se puede seguir con la misma dieta que tienen las familias simplemente usando más fruta y verdura, como la zanahoria, que es muy accesible", concluye.
Algunas claves para detener la malnutrición
Acceso a una alimentación adecuada: es necesaria la promoción de la lactancia materna en la primera infancia, en especial, en los sectores más vulnerables; que los planes sociales se diseñen con un perfil saludable y garanticen el acceso a alimentos nutricionalmente adecuados
Cambiar hábitos en la escuela: es clave que haya bebederos, que no se vendan gaseosas ni snacks en los quioscos; que los comedores preparen un menú saludable, a base de verduras; usar frutas como colaciones o refuerzo de meriendas en lugar de panificados
Regular los productos: restricción de la publicidad y patrocinio de alimentos no saludables; incentivos y desincentivos fiscales (como el impuesto a las bebidas azucaradas); etiquetado frontal de alimentos para advertir sobre lo que contienen
Educación alimentaria: educación, tanto alimentaria como sobre la importancia de la actividad física, desde la primera infancia; que haya más campañas de concientización, talleres donde se enseñen las propiedades de los alimentos y brinden recetas accesibles
Fomentar la agricultura familiar: promover las huertas familiares, así como las comunitarias en comedores populares o en espacios institucionales (escuelas, hospitales), es una de las formas de garantizar el acceso a una alimentación más variada, saludable y nutritiva
El desafío de cumplir y ampliar la legislación
Varias leyes para instalar una buena alimentación tienen vigencia, como la 26.905, que regula el consumo de sodio; la 10.595, que reglamenta los quioscos y comedores escolares o la 26.396, que trata la prevención y el control de trastornos alimentarios, pero no se cumplen. Y muchas otras esperan su tratamiento en el Congreso. Por ejemplo, el proyecto de ley que presentó la legisladora de la ciudad de Buenos Aires por Evolución Inés Gorbea plantea la prohibición de toda promoción o publicidad en vía pública y en los medios de alimentos y bebidas no saludables, que tengan altos contenidos de grasas, azúcares y sal; y la diputada Carla Carrizo propuso incluir frutas y verduras en el programa Precios Cuidados. Entre los fundamentos, se destaca que actualmente solo figuran dos productos y que en las Guías Alimentarias de la Secretaría de Salud, se recomienda consumir a diario cinco porciones en variedad de tipos y colores.
También es un tema de género
A partir de datos de la OMS, OPS y Unicef se desprende que 19.000.000 de mujeres sufren inseguridad alimentaria severa, en comparación con 15.000.000 de hombres. En la región, la tasa de obesidad en mujeres adultas también es mayor; esto las pone en desventaja frente a los hombres
Cómo ayudar y contactarse con las organizaciones
Casa de Galilea: este Centro de Desarrollo Humano y Fortalecimiento Familiar trabaja desde 2001 con las familias de la villa La Cava, de San Isidro. Tel.: (011) 4575-4214; info@casadegalilea.org.ar
Fundación Franciscana: en su sede en el barrio Trujui, en Moreno, tienen programas para niños, jóvenes y adultos; necesitan voluntarios y donaciones; Tel.: 15- 233-02576
Delicias de Alicia: para conocer más de los talleres, ofrecerse como voluntario o reservar en el restaurante solidario, llamar al 15-3831-3286, escribir a deliciasdealiciaba@gmail.com
Educacional: tienen talleres, programas y capacitaciones para promover hábitos de alimentación saludable entre docentes, referentes comunitarios, chicos y padres