Mailen Lamadrid: "Alrededor de la identidad afroargentina hay silencio y sufrimiento"
"Soy descendiente de esclavos, séptima generación de afroargentinos. Lamentablemente mi árbol genealógico está muy incompleto porque alrededor de la identidad afroargentina siempre hay mucho silencio, supongo que para ocultar el sufrimiento. Sé que el barco negrero que nos trajo se llamaba La Madrid y que de ahí viene nuestro apellido. Pero no sé de qué parte de Africa venía ese barco", afirma Mailen Lamadrid, con una seguridad que no siempre tuvo porque ser afrodescendiente en la Argentina no es cosa sencilla.
Desde muy temprana edad Mailen comenzó a sentir las burlas y la discriminación por sus rasgos afro y por ser hija de un padre negro. Todavía recuerda cuando, en jardín de infantes, no la dejaron ser dama antigua para el acto del 25 de mayo. "Tu papel es de negrita, me dijo la maestra. Eso me marcó mucho", rememora en diálogo con La Nación. A aquel episodio le seguirían otras burlas y marginaciones que, de diferentes maneras, fueron vulnerando su derecho a vivir plenamente su identidad, especialmente durante su infancia y su adolescencia.
Por eso, le preocupan especialmente los jóvenes que, en ocasiones, pueden llegar a avergonzarse de sus raíces. "Tengo sobrinas que no se terminan de aceptar y se planchan el pelo porque dicen: ‘mi pelo es feo’, ‘no me gusta mi pelo’ y en realidad no es algo que pensaron ellas sino que la sociedad se los ha ido diciendo de diferentes maneras. Yo también pasé por la etapa de usar rodetes, de maltratar mi cabello para esconder mis rulos", sostiene.
Pero incluso en el seno de su familia, el color de la piel obstaculizó vínculos de los más estrechos. Mailen sabe que su abuelo materno se opuso fuertemente a la relación de su hija blanca –su mamá- con un muchacho negro. "Siempre le decía a mi mamá que, cuando fuera a visitarlo, no fuera con ‘el negro’. Y nosotros, sus nietos, éramos 'los negritos' para él. Nunca pude tener una relación de abuelo-nieta con él", reconoce.
Hoy estudia Derecho y milita en una organización, Xangó, en contra del racismo y en pos de la inclusión y la justicia social. Sabe que la larga historia de invisibilización y marginación que vivió históricamente la comunidad afroargentina llega hasta nuestros días. Se traduce en trabajos mal pagos, menor presencia afro en los claustros estudiantiles a medida que se avanza en nivel educativo y también en violencia institucional por portación de cara. Aunque todas estas vulneraciones sean difíciles de cuantificar por falta de cifras estatales.
"Recién en el último censo, el de 2010, se incluyó la variable étnico-racial por primera vez. Igual sabemos que hay muchos más afrodescendientes de los que reveló el censo (N. de la R.: cerca de 150.000 personas, aunque algunas estimaciones multiplican esa cifra por diez), que falta un trabajo fuerte del estado para generar una mayor conciencia sobre las raíces afro. No hace falta ser negro para ser afrodescendiente. Claro que es difícil asumir los orígenes cuando ves la discriminación, el rechazo social y todo lo que sufren los afrodescendientes", agrega.
En su vida adulta, Mailen tuvo que soportar en numerosas ocasiones que la trataran de extranjera, como si fuera verdad ese mito que circula de que "en la Argentina no hay negros". Incluso, una vez, la trataron de prostituta, mientras esperaba el colectivo en Plaza Miserere.
-¿Cuánto cobrás?
-No soy prostituta. Estoy esperando el colectivo.
-Ah… disculpá… Te vi negra y pensé que eras prostituta.
"En el imaginario colectivo está muy instalada la idea de que las mujeres negras somos muy fogosas, que somos prostitutas, que somos voluptuosas, que bailamos bien. También en los hombres está la idea de que son grandes bailarines, que tienen el pene grande y esa clase de cosas. Así que, por no ser muy curvilínea o no saber bailar, en ocasiones me han dicho que soy una negra trucha", reconoce con un dejo de gracia en la voz, como reconociendo que el problema es de los otros.
Sin embargo, es consciente de que todo ese bullying que los afrodescendientes comienzan a padecer en la escuela no cae en saco roto. Por eso está comprometida en la prevención desde los primeros años. "Con la agrupación vamos a escuelas, damos charlas, hablamos de micro-racismos y de cómo detectarlos. Tenemos una guía para maestros. Ahí también contamos que tenemos próceres afro, como María Remedios del Valle o nuestro primer presidente, Bernardino Rivadavia, que era afro. Le decían ‘doctor Chocolate’. Nuestro rol en la Revolución de Mayo fue mucho más trascendente que el de ser vendedores de velas y de empanadas", reflexiona Mailen, quien se imagina trabajando, cuando se reciba, por una sociedad con espacio para todos.