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Son los momentos previos a la pelea. Se concentra poniéndose música de Daddy Yankee. Cuando se viste, usa un par de medias más largo para tapar la tobillera electrónica que lo acompaña cada segundo de su día. Agarra los guantes y sube al ring para ganar.
Leonel Juan Cruz Saucedo tiene hambre de gloria y su sueño es poder llegar a ser boxeador profesional. El objetivo de máxima: ser campeón argentino y ganar un título mundial. Pero antes, tiene que superar algunos obstáculos de su vieja vida, esa que lo llevó a caer en las drogas y a estar tres veces en la cárcel. Hoy, cumple una prisión domiciliaria a la espera de un juicio.
"A los 13 años ya estaba todo el día en la calle, andaba mal. Cuando tenía 16 años caí detenido la primera vez y de nuevo a los 18. Ahora hace un año que estoy en la calle con la tobillera porque me porté mal. Así como cambié yo, hay otros chicos que pueden cambiar si se lo proponen", dice Saucedo desde su casa en Villa Gobernador Gálvez, en Santa Fe, sin miedo a hablar de esa época de excesos.
Hoy tiene 21 años y vive con sus padres, sus dos hermanos, su cuñada y su sobrino. "No me dejan solo nunca", dice agradecido del apoyo que recibe de su familia. Su amor por el boxeo empezó a sus 13 años pero lo practicaba de forma intermitente. "Practicaba pero andaba en la calle. También jugaba muy bien al fútbol pero aposté al boxeo", cuenta en la previa de su primera pelea que fue televisada por TyCSports, en el Club Atlético Talleres de Arroyo Seco. Ganó por puntos.
Las malas compañías lo acercaron a las drogas y le costó mucho poder salir. "Estuve perdido muy mal en la droga. Y tuve que apartarme de la junta. Hoy pude abrir los ojos y empezar de vuelta. Borrón y cuenta nueva", agrega Saucedo, quien hace un año y medio perdió a su mejor amigo por una guerra entre bandas. Hoy, en cada pelea, usa debajo una remera con su foto y su nombre: Axel.
"Teníamos problemas con algunas personas. El venía para mi casa y le pegaron un tiro. Lo encontré en el piso y se me muere en los brazos. Fue muy duro. Podría haber sido yo", recuerda con tristeza.
Cuando Saucedo cayó preso la última vez, sintió que si no cambiaba iba a terminar muerto, como tantos otros compañeros del barrio. Y ahí encontró en este deporte la motivación que necesitaba para sentar cabeza. "El boxeo es todo para mí porque me cambió la vida. Me metí en esto que siempre quise pero que nunca me había puesto las pilas. Estoy contento. Me esfuerzo mucho para lograr lo que yo quiero, para entrenar y poder subir para ganar", cuenta, horas antes de su pelea.
En esta segunda vuelta, tuvo mucho que ver su entrenador, Daniel Cantero. Se conocieron hace 6 años cuando Saucedo empezó a ir al gimnasio pero recién en esta nueva etapa lo federaron y empezó a competir.
"Es un pibe muy aplicado, le gusta el boxeo. Está esperando los días de entrenamiento para venir. Y paga el precio por estar arriba del ring. Piensa bien y sabe descifrar al boxeador. Y lo ayuda mucho la pasión que tiene. Siempre tiene su banda que lo sigue y eso es muy importante para él porque es lo que lo anima. Es un chico que tiene futuro", cuenta Cantero.
Otro gran apoyo para Saucedo es el equipo humano y profesional del Programa Nueva Oportunidad, una política provincial que consiste en un acompañamiento a jóvenes que están en conflicto con la ley para que puedan reinsertarse socialmente.
"Ahí encontré mucha gente que hoy me ayuda. Trabajo en Rosario en una imprenta. Hacemos libros, almanaques, todo por encargo. También estudio computación. Muchos chicos que están en malas situaciones, eso los ayuda una banda. Es mentira los que dicen que no se puede salir. Yo pude. Nada es imposible en la vida si uno se lo propone y quiere", afirma.
Teresa Arocha, su mamá, lo acompaña a todas las peleas. Tiene ocho hijos y reconoce que Leonel fue el que más disgustos le dio. "Él se me torció un poquito pero la luché. Siempre con él. Nunca lo abandoné ni lo dejé tirado. Ahora estoy más que orgullosa de él. Estoy en el mejor momento de mi vida", dice con una sonrisa, que se desdibuja en el momento en el que recuerda las visitas semanales al penal.
"Ver a un hijo así adentro fue horrible. Se mandó una macana porque nunca le faltó nada. Yo siempre trabajé. Tenía su junta mala hasta que lo fui sacando de a poquito. Y lo logré", recuerda.
Al principio confiesa que le dio un poco de miedo ver a su hijo arriba del ring y tener que aceptar la posibilidad de que recibiera algún golpe. "Pero ya me estoy acostumbrando. Yo lo apoyo porque es algo que le gusta. Me entusiasma verlo tan contento. Yo le digo que tiene que seguir para adelante porque da para mucho. Lo del pasado ya fue. Ahora quiero que le pasen cosas buenas", agrega Arocha.
Terminar la secundaria es una deuda pendiente para Saucedo y por eso la está haciendo de forma virtual. Además, los martes y jueves está dando clases de boxeo a otros chicos en el club barrial San Enrique. "Esa es mi pasión. Les re gusta a los chicos que yo les de clase. Me siguen a mí. Lo que yo hago, ellos lo hacen", dice entusiasmado.
Su rutina de entrenamiento es muy intensiva y no descansa ni los fines de semana. Dejó las salidas, el alcohol y está completamente enfocado en llegar lo más lejos posible. Hoy compite en la categoría de 70 kilos y eso también implica una dieta estricta.
"Este deporte es mucho más duro que el fútbol. Tenés doble entrenamiento y doble disciplina. Estoy yo solo ahí arriba y se lo que tengo que hacer. Es un camino duro pero apuesto todo a que voy a llegar a lo que quiero. Hace poco gané un título regional y eso me da más aliento a seguir", explica.
Su equipo está compuesto por dos preparadores físicos, su entrenador y su mujer. Saucedo se va alimentando de pequeños logros, como cuando ganó su primera pelea. Ya tiene algunos trofeos exhibidos en su cuarto y aspira con tener más. Mientras tanto, se mantiene con el sueldo que le pagan por dar clases y con su trabajo en la imprenta.
"Yo tendría que estar más lejos en mi carrera pero ahora no tengo que perder más tiempo. Se me están dando un montón de cosas que siempre quise. Y eso me dan más ganas de seguir", cuenta.
Si bien hoy siente que está construyendo un futuro diferente, sabe que no es un hombre libre. La tobillera electrónica – que no se puede sacar ni para ir a bañarse - se lo recuerda todos los días y también el tener que pedir permiso en el Sistema Penitenciario cada vez que tiene que asistir a una pelea.
"Estoy esperando un juicio y se que me va a ir todo bien. He tenido varias audiencias con el juez y él está re contento conmigo. Se que me va a dar la libertad en cualquier momento. Creo que mis padres están muy orgullosos de mí. Porque ellos pensaban que yo no iba a poder cambiar y se asombran de todas las cosas que voy logrando".
Sobre su forma de boxear, Saucedo explica que se considera un peleador técnico. De las 16 peleas que tuvo, ganó 14, empató una y perdió otra. “No soy un boxeador que se engancha a tirar golpes a lo loco. Primero analizo cómo pelea el otro, si es fuerte. Y hago mi pelea, sin meterme en la pelea del otro. Y después salir a ganar. El año que viene quiero ser profesional y ahí se me van a abrir muchas puertas. Está todo en mí”, concluye.