Una empresa emergente compra los productos directamente a los productores o aprovecha mercadería con fechas de vencimiento cercanas; a través de referentes comunitarios, los vecinos pueden comprar carnes, lácteos y verduras a valores por debajo de los del mercado
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En el 2020, a principios de la pandemia, Walter Coppola se quedó sin empleo. La empresa de seguridad para la que trabajó durante 35 años decidió despedir a varios empleados y él, y su familia, quedaron a la deriva. Pocas semanas después, Walter encontró un anuncio en Facebook que le dio esperanzas: “Era una invitación a vender alimentos sin la necesidad de hacer una inversión. Fue un verdadero alivio, sentí que había encontrado la solución”, recuerda.
El aviso que vio en esa red social era una propuesta laboral de Nilus, una startup que se dedica a desarrollar tecnología para reducir costos de vida de personas de bajos ingresos a través de un negocio de triple impacto: rescata alimentos que están a punto de ser desechados, los ofrece a precios accesibles en barrios donde no suele abundar esa mercadería y le permite a personas en situaciones vulnerables ganarse una comisión por ser el mediador de cada venta.
Walter, que tiene 57 años, empezó a trabajar con “Mercadito”, la aplicación desarrollada por la empresa que funciona como una tienda virtual de productos de primera necesidad y que hoy es su principal fuente de ingresos. Así, llegó a hacer 200 ventas por semana y a sostener no solo la economía doméstica, sino pagar el tratamiento de su esposa.
“Ramona, mi mujer, tenía diabetes y convertirme en punto de venta de alimentos me ayudó a poder comprarle los remedios y pagar los turnos médicos hasta que se jubiló y tuvo el alta en el PAMI”, cuenta Walter. Su esposa, que pertenecía a la comunidad wichi y había estudiado para ser radióloga, se jubiló como empleada doméstica.
En 2022, Walter, que vive en la localidad bonaerense Ciudad Evita, dejó de trabajar por un tiempo porque Ramona falleció, pero hace poco más de un mes, decidió volver: “Tuve que cerrar Mercadito porque su muerte me afectó muchísimo. Pero hoy, apenas me levanto, ya estoy pensando en mis clientes”, le cuenta a LA NACIÓN.
“Ahora no tengo tantos clientes como antes porque retomé las ventas hace poco y este fue un año muy duro para todos, pero de a poco los voy recuperando”, explica Walter desde su casa, donde cada miércoles recibe y entrega la mercadería que pide para él y sus vecinos. “Durante la pandemia, los vecinos me compraban porque no podían salir de sus casas y eso nos ayudó mucho. Ahora estoy recuperando mi clientela”, asegura.
“La idea es que con esta plataforma cualquier persona pueda acercarse, vender y tener un ingreso extra”, explica Rosario Traverso, gerenta de Comunicación de Nilus. “A veces necesitan ayuda para vender y les damos capacitaciones”, agrega.
“Para vender, yo les envío el catálogo digital a mis clientes. Muchos son vecinos o viven alrededor de la zona y me compran a mí porque les queda cómodo o soy más barato”, cuenta Walter y sigue: “Ellos eligen carne, verduras, productos de almacén y de limpieza. Yo pido la mercadería los martes y al día siguiente me llega el pedido y lo reparto o lo vienen a buscar a mi casa. Hoy los clientes se miden mucho más que antes en el pedido que hacen y no compran tanto como antes”.
Esta posibilidad de compra de mercadería se da en un contexto de urgencia: en 2 de cada 10 hogares de la Argentina se saltean alguna comida, reducen las porciones o aseguran pasar hambre. Lo hacen porque el dinero no les alcanza, según una medición anual que hace el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, desde hace dos décadas. Sacando el año 2020, de aislamiento por la pandemia, la cantidad de hogares que actualmente sufren inseguridad alimentaria es la más alta desde 2005.
“En algunos barrios, como en el de Walter, el acceso a esta mercadería es más fácil, entonces lo bueno de esta posibilidad es aprovechar los precios y descuentos de los productos”, indica Traverso y continúa: “Pero hay otros lugares, barrios más vulnerables, en donde ni los almacenes ni supermercados llegan, y los vecinos tienen que hacer viajes más largos para volver cargados de mercadería a su hogar. Ahí nuestros líderes comunitarios, como Walter, juegan un rol muy importante para hacer llegar la comida a su barrio”.
En total Nilus tiene unos 150 vendedores estables en Argentina. “Sabemos que trabajamos con personas que se encuentran en situaciones muy vulnerables y a varios los ayuda mucho tener este ingreso extra”, asegura Traverso. Ese ingreso depende de las ventas que hagan, ya que los líderes comunitarios se quedan con una comisión del monto facturado.
Otro de los objetivos de Nilus es bajar los costos de los productos que ofrecen. “Al comprar directamente a los productores, sacamos el gasto de los intermediarios”, explica Traverso. Según estimaciones de Nilus, los alimentos se venden a un precio que es, en promedio, un 24% más bajo que los precios de mercado. Esos precios se logran gracias a que la startup trabaja con el rescate de alimentos, como por ejemplo, aprovechando productos de corto vencimiento que no llegan a tiempo para ser distribuidos por los supermercados. Sin embargo, ellos los compran a un costo más bajo a empresas alimenticias o lácteas y hacen una distribución exprés.
Otra forma de aprovechamiento de Nilus es rescatar frutas y verduras que por cuestiones estéticas, como una mancha en su cáscara, los supermercados desechan. “Son alimentos en perfecto estado pero por razones como esta no se venden y nosotros los aprovechamos”, explica Traverso.
El litro de leche, por ejemplo, hoy se consigue en Mercadito por 760 pesos, mientras que la yerba de medio kilo está a 1330. Son casi 500 y 200 pesos menos, respectivamente, que el precio promedio registrado en diciembre por el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana, que monitorea los precios en los almacenes ubicados en barrios populares.
En el mundo, según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), se pierde o desperdicia aproximadamente un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano, aproximadamente 1.300 millones de toneladas al año. En orden de importancia, las mayores pérdidas ocurren en los alimentos frescos como frutas y hortalizas, carnes y productos lácteos, debido a las inadecuadas condiciones de almacenamiento, refrigeración y transporte.
En Argentina, según un estudio realizado por la Dirección de Agroalimentos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, se estima que se pierden 16 millones de toneladas de alimentos anuales, lo que representa el 12,5% de la producción agroalimentaria del país. Mientras que desde Nilus, “en términos de Food Waste, durante el 2023 se rescataron en Argentina 121.803 kgs de alimento”, asegura Traverso.
Lorenza es una de sus clientas más frecuentes de Walter. “Es una señora mayor así que siempre me encarga porque le ayuda muchísimo que yo le lleve los alimentos. Además, los precios del catálogo le resultan más económicos”, cuenta el vendedor. “Ellos se fijan muchísimo en los precios, sobre todo en la situación actual que vive el país”.
Entre su clientela, Walter tiene abuelas, matrimonios y hasta familias enteras. “Lo que más me gusta es conocerlos, es un trabajo que me permite relacionarme con las personas y eso me ayuda mucho”, asegura.
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