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Nestor “Lolo” Nahuelfil tiene 25 años y vive con su madre y su hermano en el campo, a 10 kilómetros de Mamuel Choique. Es un pequeño productor ganadero mapuche que durante 4 años fue “lonko” - líder - de la comunidad Ngpún Currha.
Como la suya, son miles las familias que desde siempre habitaron esas tierras, y quieren finalmente poder contar con su título de propiedad comunitario. "Nacimos y nos criamos acá. Si bien cada campo está dividido por mojones para delimitar lo que le corresponde a cada vecino, la tierra es comunitaria. Cada cual no es dueño del campo", explica Nahuelfil.
Este reclamo está enmarcado en La ley 26.160, sancionada en 2006 y que declaraba, en todo el territorio nacional y por el plazo de cuatro años, la emergencia en materia de posesión y propiedad de tierras que ocupan las comunidades indígenas. También suspendía los desalojos en estos territorios. La norma fue prorrogada en tres oportunidades y su nueva fecha de vencimiento es el 23 de noviembre de 2021.
"Casi todas las comunidades estamos pidiendo el título comunitario. Vamos a trabajar en la ley 26.160 este año. Ya tenemos un convenio con el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y la provincia de Río Negro. Las partes están, debe faltar la plata y por eso no se llega a nada. Ya estamos un poco devastados porque no termina de salir", explica Valentina Curufil, consejera indígena del Consejo de Desarrollo De Comunidades Indígenas (Codeci) para la línea sur.
Mientras habla, Curufil tiene entre sus manos la bandera de cuadrados multicolor que representa a su pueblo. "Significa la tierra, el cielo, la pastura, el sol, las estrellas y también la sangre derramada de mi gente cuando fueron masacrados y eliminados", agrega.
Si bien a nivel nacional se estima que son 1500 las comunidades indígenas, el Codeci cree que son alrededor de 34 las comunidades mapuches que existen en la región sur de Río Negro. En algunas ya tienen hechas las mediciones necesarias para poder tener el título. En otras, todavía está pendiente.
Lo cierto es que todavía no se terminó de ejecutar un censo para ver cuántas son las comunidad y cuáles son sus propiedades. "Cada comunidad tiene sus propias leyes que las amparan. El 98% de las familias son mapuches. Y las tierras no se pueden vender pero sí las mejoras como el alambre, el galpón o la casa", cuenta Virginia Velazco, extensionista rural de INTA Jacobacci. De hecho, cuanto esta entidad realiza algún proyecto en tierras de alguna comunidad, lo hace con la autorización del lonko y eso cuenta con valor legal.
Desde el gobierno provincial, aseguran haber relevado 50 comunidades y estiman tener que contabilizar otras 60 más. "Se supone que en 18 meses se podría terminar este relevamiento. Todavía no se otorgó ningún título de propiedad comunitario porque nos está faltando la reglamentación de la Ley Nacional que seguramente va a salir este año", explica Luis Di Giácomo, ministro de Gobierno de Río Negro.
Florentino Huircapan es oriundo de Mamuel Choique y tuvo varios cargos dentro de las comunidades mapuches. Conoce la lucha desde adentro y por eso, para él lo más importante es haberse empezado a organizar y a exigir. "Por suerte, fuimos ganando espacios. El derecho a la propiedad comunitaria está más latente en la actualidad. Igualmente, los gobiernos en general siempre desatienden estos temas", afirma con resignación.
Más allá de poder contar con una escritura propia, otra de las problemáticas que se están viviendo en el seno de las comunidades, es que no existe consenso sobre el manejo de las tierras y surgen peleas. Algunos quieren vender sus territorios pero no pueden y otros que los abandonaron, buscan recuperarlos.
"Hay personas que se fueron hace 50 años de acá y ahora y volvieron a reclamar sus campos. Y entonces tuvo que salir a reaccionar la comunidad. Muchos quieren vender pero no entienden que esto es una comunidad y las tierras son de la reserva", explica Nahuelfil. En su caso, como en el de todos los pequeños productores de la zona, su interés es que se achiquen los campos para poder tener espacio para criar a sus animales.
Velazco refuerza esta efervescencia interna de las comunidades. "Hay peleas entre los mapuches, porque algunos que se fueron ahora quieren volver al campo. Acá son muy chiquitas las superficies y hay conflicto. Entonces tienen que reunirse todos los de la comunidad y arreglar en conjunto", agrega.
Es consciente de las nuevas disputas internas y las atribuye a que el pueblo mapuche es un territorio grande y eso genera conflicto entre las comunidades. En su caso, hace 6 años que está ocupando un terreno fiscal de 4000 metros cuadrados, y ya arrancó los trámites en Viedma para ver si se lo reconocen. "Quiero ver si la puedo conseguir al menos en calidad de préstamos para cuidar a mis animales", cuenta.
Educación bilingüe
Otro de los desafíos en los que se está trabajando de manera conjunta entre el gobierno, el INAI y el Codeci, es en la educación bilingüe. El objetivo es tratar de sumar esta modalidad en la mayor cantidad de escuelas, para revivir la lengua.
Nahuelfil hizo la primaria en una escuela albergue en Mamuel Choique pero que no era bilingüe y casi no sabe ninguna palabra en mapuche. "Menos la escuché y menos la voy a aprender. Tampoco se dan talleres en donde la gente la pueda aprender", se queja.
Desde el Codeci, Curufil cuenta que tienen algunos programas interculturales y que existe un convenio con el Ministerio de Educación para trabajar en las escuelas que lo pidan. "Queremos recuperar la lengua. En la zona hay tres escuelas bilingües. En la de Lipetrén Grande ya hemos tenido una reunión para empezar a tener unos talleres o implementar directamente la educación bilingüe", cuenta.
Cómo se vive en los parajes del sur
En la comunidad Luis Julián Santos, ubicada en el paraje Yuquiche, viven 14 familias. La gente tiene muy pocos animales y no hay leña. Muchas familias queman bosta de vaca o caballo para no morir de frío. "A mí me da mucha pena eso. Hay muchas personas mayores que no tienen la leña para calefaccionarse", dice Victoria Currumán, lonka de la comunidad.
Para poder tomar agua, cerraron una vertiente con piedras, la taparon con algunas maderas y un nylon para que no se ensucie. "Nos hace mucha falta que el agua llegue directamente a la casa porque tenemos muchas personas mayores", cuenta.
Las problemáticas de las comunidades mapuches de la región sur están vinculadas con la vivienda y los servicios básicos. En este momento, el INAI y el Codeci están realizando un relevamiento de las familias que no tienen acceso al agua.
"Hay agua en casi todos los lugares pero no es potable. La toman de un manantial o un acuífero subterráneo y desde ahí se extrae para el consumo humano. En general, no tienen tapa y todo lo que está volando por el aire la va contaminando. La conducción se hace a través de canales subterráneos que también arrastran algo de contaminación. La idea es captar el acuífero, taparlo y conducirlo hasta la casa para que las personas no tengan que ir caminando a buscarla sobre todo en invierno que está todo resbaladizo", explica Ricardo Cayumán, técnico del INAI para Río Negro.
Muchas de las viviendas rurales consisten en casas de adobe, con techo de chapa y sin ningún tipo de aislamiento. Las puertas y las ventanas son de un material tan precario que no contiene el frío. Por eso se está avanzando en programas de mejoramiento de viviendas.
"Estamos revalorizamos el adobe que es el material que mejor guarda el calor y ayuda al aislamiento, también la construcción en seco y la instalación de estufas rusas. La combustión es lenta así que se gasta menos y está calentito todo el día", cuenta Cayumán.
Sixto Uribe es agente sanitario de Lipetrén Chico y trabaja hace 20 años en la zona rural. Durante el verano va en moto a visitar cada uno de los parajes, y en el invierno tiene que coordinar con el Inai o el Codeci para poder hacer una visita conjunta en el vehículo que comparten.
"Yo en el campo estoy solo. Hago de doctor, de enfermero y agente sanitario. Mi trabajo es asistir, hacer prevención, algunas urgencias y entregar medicamentos para enfermedades crónicas como diabetes o hipertensos", dice. Y agrega: "En invierno lo que más hay son congestiones respiratorias y en verano alguna diarrea y vómitos por la contaminación del agua".
Uribe cuenta que casi no hay chicos en la zona rural y que solo tiene un paciente de 6 años. Los demás, son en su mayoría ancianos. “Si es una urgencia, yo le hago los primeros auxilios y llamamos por radios para pedir una ambulancia. Solo puedo darles calmantes porque no tengo camilla ni cuello ortopédicos”, explica.
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