Por la crisis inflacionaria, el Banco de Alimentos de Buenos Aires es vital para que miles de niñas y niños no pasen hambre; si bien son 170 las empresas que donan, necesitan más contribuciones para poder atender las organizaciones que demandan verduras, carnes y lácteos, pero están en lista de espera
- 12 minutos de lectura'
Son las 10 de la mañana del miércoles y el centro de distribución de la fundación Banco de Alimentos de Buenos Aires está en plena actividad. El predio queda en Benavídez, sobre dos terrenos de 17.000 m2 donde se alza una construcción (de 3500 m2) llamativa por lo moderna, amplia y luminosa.
Como suele hacerlo entre una o dos veces por mes, desde hace siete años, Darío estaciona su camioneta de culata en el área de retiro. Con ayuda, empieza a cargarla de verduras, postrecitos de vainilla con confites, fideos, queso crema, tapas de tarta. La lista sigue. En total, son entre 800 y 900 kilos de productos de primeras marcas.
Darío trabaja en la logística de las sedes que Manos en Acción, una organización que asiste a niñas y niños en situación de alta vulnerabilidad social, tiene en Río Luján, barrio Luchetti y Manzanares, en Pilar. “Estos alimentos se destinan a los chicos, que en cada sede son más de 500. Reciben almuerzo, merienda y cena”, explica. Enseguida, aclara que acceder a esos productos en el supermercado, en un contexto de inflación galopante, suena a utopía.
“Imaginate lo que es para los chicos cuando les repartimos postrecitos o alfajores para que puedan comer en el recreo de la escuela: se vuelven locos. La situación está muy mal, nadie llega a nada y cada vez se van sumando más y más”, dice Darío. “Con esta inflación no se sabe qué va a pasar…”, cuenta, pero interrumpe el relato. Suspira. Sigue: “La mayoría de las familias se dedican a changuitas como la albañilería o a cortar pasto. A veces pienso quién les daría esta ayuda a los chicos si no hubiese organizaciones como esta. Eso me parte”.
El Banco de Alimentos de Buenos Aires es una fundación con tres objetivos: contribuir en la reducción del hambre, mejorar la nutrición y evitar el desperdicio de comida. Para ello, recibe donaciones de alimentos y productos de parte de empresas, productores agropecuarios y supermercados, que luego se distribuyen entre organizaciones sociales que dan asistencia alimentaria en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense (sumando algunos partidos por fuera como Luján, Zárate y Campana).
El impacto que tiene sólo puede dimensionarse en números: llegan a 336 mil personas a través de unas 1100 instituciones de CABA y el GBA. Por mes, entregan 400 toneladas de alimentos. Este año, se repartieron 5 millones de kilos.
Por otro lado, son 170 las empresas que donan productos y servicios logísticos para su traslado. El banco, que comenzó a funcionar en 2001, no para de crecer, y en el contexto de crisis socioeconómica que atraviesa la Argentina, el aumento de la demanda se hace sentir a diario.
“Tenemos una lista de espera que en el último tiempo creció muchísimo. Desde que nos instalamos en Benavídez a comienzos de este año y por la cercanía que tenemos con las organizaciones de Tigre, sabemos que hoy sólo en este partido hay unas 100 que están esperando sumarse al programa. Lo mismo debe suceder en los otros partidos del conurbano: hoy, como está la situación, no hay techo”, detalla Marisa Giráldez, directora general del Banco de Alimentos de Buenos Aires.
El 13,9% de los niños y adolescentes pasa hambre
El factor limitante para llegar a más organizaciones es el ingreso de los alimentos: para ampliar la ayuda se necesitan más donaciones. Ese año, aún con una coyuntura sumamente compleja, se pudieron incorporar 75 instituciones nuevas: “Las organizaciones nos dicen que la demanda no solo se sostiene sino que aumenta y los alimentos que tenemos acá vuelan. Cada vez más familias concurren a estos lugares y fundamentalmente son niñas y niños”, suma Giráldez.
La problemática se enmarcada en un contexto alarmante. Hoy, el 44,7% de los argentinos son pobres y la indigencia alcanza al 9,6% de la población. Por otro lado, uno de cada cinco habitantes vive en situación de inseguridad alimentaria, como se tipifica a quienes por motivos económicos reducen las porciones de alimentos, se saltean comidas o, lisa y llanamente, pasan hambre. Es el peor registro desde 2005.
Las cifras se desprenden del informe que presentó esta semana el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA. Pero el escenario social es más urgente en la niñez: la indigencia entre las chicas y chicos de menos de 17 años es del 16,2% (escaló tres puntos porcentuales con respecto a 2022 y se ubica en el peor registro desde 2005), mientras que la pobreza en este segmento etario ascendió al 62,9% (subió 1,3 puntos porcentuales).
En el promedio total de los chicos de hasta 17 años, se registró el índice de inseguridad severa alimentaria más alta de los últimos 18 años: el 13,9% de las niñas, niños y adolescentes pasó hambre durante 2023.
“Esto es un lujo”
Un “lujo”. Eso pasó a ser, en palabras de las organizaciones sociales que trabajan en territorio, el acceso a alimentos como carne, verduras o lácteos para miles de niñas y niños del país. Incluso, los comedores que tienen que cerrar sus puertas los fines de semana, afirman que los lunes los chicos llegan “pasados de hambre” y que cada vez reciben a más familias que nunca antes en su vida había necesitado pedir un plato de comida.
Muchas de las donaciones que reciben en el Banco de Alimentos son de primeras marcas. Por eso, una frase que suele escucharse de los niños en los comedores es: “Podemos comer lo que vemos en la tele”. Eso que para algunos puede sonar superficial, está lejos de serlo: tiene que ver con algo mucho más profundo, vinculado a la democratización en el acceso a este tipo de productos.
Hoy, en la Argentina, hay 17,5 millones de personas sumergidas en niveles bajos de ingresos, vivienda precaria, salud y educación insuficiente o inseguridad alimentaria, y 4,2 millones se encuentran en situación de indigencia. Por otro lado, el 20,6% de los hogares sufre inseguridad alimentaria.
Cuando retiran los alimentos en el banco, las organizaciones hacen una contribución voluntaria y simbólica, que forma parte de la dinámica de todos los bancos de alimentos del mundo, y que en el caso del de Buenos Aires es de sólo el 5% del valor comercial de esos productos. “Esa contribución se destina a la parte logística, que no se consigue con donaciones: por ejemplo, la semana pasada tuvimos que contratar un camión para trasladar carne congelada, que es muy costoso. Además, hay becas para las organizaciones que no llegan a cubrir siquiera el gasoil para venir a hacer los retiros”, detalla Giráldez.
La carne, las verduras y las frutas, por ser consideradas de un valor nutricional esencial, son entregados sin ningún tipo de contribución asociada. Todos los días, por el área de retiro donde están los pedidos listos, pasan unas 40 organizaciones.
Gabriela es otra de las personas que ese miércoles busca su pedido. Trabaja en un hogar de niños de Pilar: en la primera planta, viven 35 chicas y chicos con medidas de abrigo, mientras que la superior funciona como un refugio para mujeres víctimas de violencia de género y sus pequeños.
“Hoy tenemos la posibilidad de llevarnos postrecitos con confites, que es algo que ellos no suelen comer: sí comen yogurt casero, gelatina o flan, pero esto es un lujo. ¡Imaginate, el queso crema que llevamos para que puedan untar con las galletitas!”, dice mientras señala las cajas. Cada vez que van al Banco de Alimentos, desde el hogar retiran entre 800 y 1000 kilos.
“Este último tiempo venimos sufriendo una escasez de frutas y verduras y hoy nos llevamos, sin contribución, varias bolsas. Para nosotros es un alivio: me llevo zapallitos, apio, zanahoria, cebolla... Llevé eso porque no tengo más espacio, porque había posibilidad de llevar más todavía”.
El Banco de Alimentos de la provincia de Buenos Aires es miembro de la Red de Bancos de Alimentos de Argentina (integrada por 20 instituciones) y pertenece a The Global FoodBanking Network (que agrupa a este tipo de organizaciones en todo el mundo).
El rol comunitario
El predio donde hoy funciona el Banco de Alimentos de Buenos Aires fue una donación de tres terrenos de Pérez Companc. Hasta el momento, se construyó en dos de ellos. Solo el galpón, donde se almacenan los secos y los productos de limpieza e higiene, tiene 2600 m2 cuadrados, lo que les permitió incrementar en un 80% la cantidad de posiciones de guardado que tenía en el predio anterior, en San Martín. Además, hay dos cámaras de frío y refrigerado, un área de oficinas y otra de clasificación.
“Esto es lo que estamos entregando hoy: queso crema, tapa de tartas, muzzarella, zapallitos, zanahoria. Vos fijate qué lindo menú para los chicos de las instituciones”, dice Giráldez mientras recorre la cámara de frío. En el banco trabajan unas 40 personas. El equipo operativo, que son 10 y se ocupan de toda la logística, nunca paró, ni siquiera durante la pandemia.
Además, todos los días pasan por allí unos 80 voluntarios. Además, unas 200 empresas y unos 100 colegios hacen voluntariado en el lugar, por ejemplo en el área de clasificación, donde se controla la fecha de vencimiento y el estado del envase de los productos, colocándoles un código de barras que permite garantizar su trazabilidad y hacerle un seguimiento. Se cuenta con una sala específica para la clasificación de frutas y verduras y otra para el fraccionamiento, por ejemplo, de azúcar, arroz u otros productos. Todo se hace garantizando la inocuidad de los alimentos.
La mayoría de las donaciones que se reciben son de la gran industria alimenticia (65%) y el resto proviene de productores agropecuarios, supermercados, mercados concentradores de fruta y verdura y centros de producción. Además, hay locales de comida rápida que contribuyen con menos kilos. En sus casos, los productos no pasan por el banco, sino que la logística es diferente: mediante una aplicación, se vincula los punto de venta del donante donde está el remanente, que suele tener un vencimiento cercano (por ejemplo, 25 o 40 kilos de pollo frito congelado), con las organizaciones que están en un radio próximo al punto de recolección. Una vez que estas aceptan la donación, pueden buscarlas ellas mismas o pedir un flete que realice el traslado de forma voluntaria.
La primera entrega del Banco de Alimentos de Buenos Aires fue en abril de 2021: fueron 600 kilos de picadillo de carne a seis organizaciones a las que se llegó a través de Cáritas de San Isidro. El 8 de mayo de 2023, inauguraron su nuevo centro de distribución, que cuenta con la infraestructura y logística de un banco de nivel internacional y está pensando como un proyecto sustentable de cara a los próximos 30 años.
El 90% de las donaciones que reciben son de alimentos y un 10% productos de higiene y limpieza. “Que son muy valorados por las organizaciones, porque es fundamental que el lugar esté limpio para cuidar la sanidad a la hora de prepara la comida”, dice Giráldez.
Gabriela, del hogar de niños, coincide: “Mirá, hoy estoy llevando seis cajas con limpiadores cremosos de primera línea: imaginate que hoy cada uno de estos está mil mangos y estamos llevando más de 60, que nos sirven para dejar los baños y la cocina espectacular. Esta marca no la podríamos comprar nunca. Es maravilloso”.
“Esta ayuda es vital para no cerrar”
En el banco observan con preocupación otra cara de la realidad actual: “Este año hubo 50 organizaciones que se dieron de baja porque les faltaban recursos para sostener sus programas. Hay que tener en cuenta que para funcionar no sólo necesitan alimentos, sino personal, y lo que se detecta en el territorio es la imposibilidad, en algunos casos, de seguir brindando servicios. Es un problema fuerte en el conurbano”, reflexiona Giráldez.
Guillermo Ferreyra sabe bien de lo que habla. Es referente de la Fundación Juntos Podemos, que trabaja con jóvenes con adicciones y otros padecimientos psíquicos en Del Viso. Hace 15 años reciben la ayuda del Banco de Alimentos. “Para nosotros este apoyo es vital para no cerrar. Porque hoy lo que nos está pegando a todos es la inflación en los alimentos. Con los cambios de precios que hay, no nos da tiempo de solventar nada, porque además tenemos los honorarios de los profesionales. Teníamos dos sedes y una la tuvimos que cerrar por todo este tema”, cuenta.
El Banco de Alimentos de la provincia de Buenos Aires crece en alcance año tras año. Antes de la pandemia, llegaba a 167 mil personas. El pico fue en junio de 2020, donde eran unas 570 mil, ya que varias organizaciones que antes no daban de comer tuvieron que reconvertirse. Hoy, son 336 mil las beneficiadas por este programa.
Para recibir los alimentos, la dinámica es la siguiente. Cuando una organización se da de alta en el banco (se le exige que tenga personería jurídica o un aval), recibe un código de identificación y es categorizada por tamaño y tipo de servicio, lo que determina la cantidad de kilos de alimentos que pueden retirar.
“Tenemos un sistema de llamados predictivo: todos los días, hay cinco personas dedicadas a llamar a una serie de instituciones para ofrecerles lo que hoy está disponible. Si hay organizaciones con las que no te pudiste comunicar, el sistema te las vuelve a traer en otro momento, para que sea equitativo”, detalla Giráldez.
Fabián es referente de Ven Seremos, que trabaja con chicos y chicas en situación de calle y consumo y tiene dos sedes: en Cuartel V, Moreno, y en Santiago del Estero. “Por la situación del país, hoy los alimentos son lo más caro: nosotros tenemos 220 chicos de todas las edades más otros 100 que vienen a pasar el día. Son muchas bocas. Además, a veces entregamos viandas a las familias, que son muy carenciadas”, detalla.
Y agrega: “Cada vez que venimos reiteramos todo lo que podemos. Hoy hago dos viajes: primero me llevo lo frío y después lo seco. Me llevo más de 100 kilos de mozzarella de almendras, un producto que no estamos acostumbrados a consumir pero nos ayuda un montón porque un viernes de pizzas podemos gastar entre 150 y 200 mil pesos para todos los chicos. Con esto zafamos un mes y lo que ahorramos nos sirve para comprar ladrillos y seguir ampliando nuestra sede”.
Giráldez sueña con que haya un día en que los bancos de alimentos no sean más necesarios, algo que ve como imposible en el futuro cercano. “Cada vez la demanda es mayor, y para dar una respuesta necesitamos más donaciones”, concluye.
Cómo podés colaborar
- Banco de Alimentos de Buenos Aires (CABA y conurbano): podés sumarte como voluntario, hacer una donación de dinero como particular o sumarte como empresa, ya sea a través de la donación de alimentos, productos y servicios logísticos, dinero o tiempo que se transforma en ayuda. Más información haciendo click aquí.