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Nataly Torres y Rosa Sandovare son amigas del barrio Las Talas, ubicado a cinco kilómetros de la ciudad de Caucete. Y si bien viven a unos metros de distancia, sus realidades son muy diferentes. Sus casas están divididas por un canal, que de alguna manera también marca las brechas en la calidad de vida de sus familias.
Nataly tiene luz y agua de red, su marido trabaja en la cosecha. Su vivienda es precaria pero al menos es espaciosa y tiene heladera, cocina y un hogar a leña. En cambio, al otro lado del canal, Rosa vive en una casa mucho más chica, no tiene conexión de agua, tampoco de luz por lo que se "cuelga" de la de un vecino y ni ella ni su marido tienen trabajo. Incluso en la pobreza, hay desigualdades.
En Las Talas, el 24,46% de los hogares no tienen acceso a agua de red. "Yo no tengo agua potable y uso la del canal, en donde la gente tira toda la mugre, hasta los pañales y aparecen perros muertos. Con esta agua tenemos que lavar, regar y a veces también tomar. Y los niños se bañan acá porque no hay agua para bañarse", dice Sandovare, sobre una realidad que pone en riesgo su salud y la de sus hijos.
Ante la falta de respuestas de la municipalidad, Sandovare se arregla como puede. "Estoy cansada de ir a pedir que me pongan la pilastra, me instalen el agua o me den un nylon. Tengo solo luz adentro pero afuera está todo oscuro. Es muy peligroso. Es como meterse en la boca del lobo", cuenta preocupada.
Las Talas es un barrio de ranchos de adobe, en el que viven cerca de 50 familias. Según el censo 2010, si se le suma el barrio aledaño de Los Médanos, serían 805 habitantes. Se fue armando de manera desprolija alrededor del cementerio municipal de Caucete, y todavía cuenta con problemas de vivienda, acceso a la salud y al agua.
"La situación del barrio es siempre la misma, este barrio nunca tiene progreso para nada. Nadie se acuerda que el Tala existe. Acá casi todos son pobres. Si alguno tuviera un vivir mejor, no estaría aquí", se queja Alejandro Herman Olmos, suegro y vecino de Rosa. Hace tres años que está esperando una pensión por discapacidad y no tiene novedades (ver aparte).
Del centro de Caucete, sale una diagonal asfaltada que desemboca directamente en Las Talas. De un lado del canal está el cementerio y un conjunto de casas, y del otro se encuentra la otra parte del barrio y una cancha de fútbol abandonada.
"La situación de pobreza creció en el último tiempo. La gente agarra cualquier lugar y se hace un ranchito, no tienen en donde vivir. El tema de las casas está muy parado. Hay muchas familias que viven en lugares prestados y comparten los terrenos entre ellas", explica Cecilia Pont, coordinadora de la organización Sí, Acompaño en Caucete.
"Algún día vamos a tener un baño como la gente", dice Nataly a modo de deseo pero también de objetivo a alcanzar para ella y para el 92,93% de sus vecinos que no tienen cloacas. Así, de a poco y con constancia, es como fueron armando con su marido la casa en la que hoy viven. Es de adobe, tiene techo de madera y nylon, pero les falta un baño.
Para ella, su principal problema es "cuando llueve mucho y el agua cae de los cerros. Tienen que hacer un desagüe porque sino las casas se inundan", dice. En cambio, para Rosa eso no es un problema, el canal carga toda el agua que cae y rara vez se desborda.
Hoy el día está nublado. La casa de Nataly es la primera que aparece al lado del cementerio, justo al final del asfalto. A partir de ahí, todos los caminos son de tierra. Lo primero que llama la atención son las sierras que se ven de fondo y un gran parral que hace las veces de jardín. "Es de la familia de mi marido. Nosotros no sacamos nada de eso", explica Nataly, de 28 años, y que tuvo a su primer hijo a los 18 años.
Hoy ya tiene seis, y los del medio Gabriel (10), Jesús (8) y Mateo (5) están jugando en las montañas. Gabriela (14), la más grande, está en la secundaria. Macarena (12), la que le sigue, no tuve clases porque la maestra faltó y se quedó en la casa. Eric (3) está en los brazos de la mamá.
Ella, su suegra y Rosa se sientan a tomar mate en su casa y a contar cuáles son las urgencias del barrio. El primer puesto se lo lleva la falta de trabajo. En Las Talas, el 48,91% de los jefes de hogar están desocupados. La cosecha disminuyó mucho en los últimos años, y eso puso en jaque la subsistencia de miles de familias. Nataly cobra $8000 de pensión por mes y su marido logra sacar $2500 en la cosecha de uva por semana.
"En Las Talas hay muchas mamás solas que viven de la AUH y muchos chicos que no están escolarizados. Generalmente los hombres son peones de finca y las mujeres se quedan en la casa con los chicos, son familias numerosas. Hay un solo sueldo que es el de un obrero", agrega Pont.
En el caso de Rosa, ni ella ni su marido tienen trabajo y se mantienen solo con la AUH. "Mi marido está en la casa. No lo llaman. Trabajamos en el tiempo de cosecha de la uva, el tomate y el empaque. Pero en este momento no tenemos trabajo, hasta que llegue el momento de la poda. Hoy me mantengo con el salario de los niños. Nosotros comemos carne cuando cobro y sino comemos otra cosa", dice Rosa. Y agrega: "Ahora el varón quiere que le compre botines pero si se los compro, no comemos".
El drama de la discapacidad
"Un rancho así no es seguridad para un pobre", dice Alejandro Herman Olmos de la realidad que se vive en Las Talas. Tiene 65 años pero parece muchos más. Las arrugas en su cara hablar de una vida de luchas y carencias.
Vive solo y del "lado malo" de Las Talas, en una casa pegada a la de Rosa, su nuera. Tampoco tiene agua y se las arregla con los bidones que le trae la municipalidad.
Herman Olmos trabajó de todo: sacando cuarzos o lajas en el cerro, haciendo changas pero principalmente en la cosecha. En 2016 tuvo un accidente y se quebró mientras cortaba cañas en el fondo de su casa. Nunca pudo recuperar la movilidad de su mano derecha y eso no lo deja trabajar. A partir de esa desgracia, Herman Olmos quiso tramitar una pensión por discapacidad en 2017 pero todavía sigue esperando una respuesta.
El futuro no es muy alentador en Las Talas. Y la principal preocupación de todos son los chicos. ¿Cómo pasan sus infancias en estos contextos? "La situación es muy mala. Hay muchos chicos que no están escolarizados, que se crían solos, los cuidan sus hermanos más grandes o que llegan al extremo de cazar palomas para comer. Lo que más necesitan son cocinas porque lo hacen con fuego, alimentos y leche, nylon y calzado", dice Pont.
Rosa tiene 30 años y sólo pudo hacer hasta 5to grado por problemas de violencia doméstica. Por eso la emociona saber que su hija Fátima Guadalupe (14) quiere ser doctora, 14 años. Marianela, que tiene 11 años, todavía no sabe qué quiere hacer pero le encantan las plantas y la ayuda con los canteros.
"Yo hice pareja a los 14 años porque no era feliz con mi papá porque me pegaba todos los días. Lo conocí a mi marido y me metí con él porque estaba cansada de la vida que llevaba", cuenta Sandovare que a los 15 años ya tuvo a su primer hijo, y después vinieron las otras dos mujeres.
Así, su sueño de seguir estudiando, quedó truncado: "Yo quería un futuro, ser alguien en la vida y estudiar para ser doctora. Y nunca lo pude hacer. Y por eso la nena mía quiere seguir eso, que lo que no pude hacer yo. Ella se va a tener que esforzar mucho", dice Sandovare, consciente de todos los obstáculos que tiene por vivir en la pobreza.
Una salita inaugurada pero sin enfermero
Las Talas tiene una salita de primeros auxilios pero no hay ningún agente sanitario asignado para tomar el cargo. "Acá la principal problemática es el tema de la salud. La sala está armada y amueblada pero el área de salud pública dice que no hay médicos para mandar", se queja Edgar Etchenique, vecino del lugar.
Mientras tanto, las familias sufren la falta de atención médica. Para cualquier consulta se tienen que ir en colectivo al hospital de Caucete. "Ahora de la escuela los mandan a los chicos a revisarse los oídos y los ojos pero no llegamos ni a que nos den el turno. Porque el colectivo vuelve a las 18:30 y tenemos que hacerlos faltar al colegio. Nos ha pasado de tener un chico con fiebre o que se ha caído y tener que salir corriendo al hospital", se queja Rosa Sandovare.
Cómo ayudar:
Para ayudar a la familia de Nataly Torres y Rosa Sandovare a mejorar su vivienda y a comprar una cocina, pueden comunicarse con Cecilia Pont de la organización Sí, Acompaño al 0264-508-8302.