Las empresas B van por más: cómo es su compromiso para neutralizar su huella de carbono
Hace dos años, 500 empresas B del mundo, de las cuales 69 eran argentinas, se comprometieron a ser carbono-neutrales para 2030; cómo están llevando adelante algunas de ellas ese desafío
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Las emisiones de dióxido de carbono son una de las principales causas del cambio climático. Por eso, la solución para mitigar su impacto viene de la mano de disminuir su producción y compensar lo que inevitablemente se emite. En ese sentido, hace dos años, en el marco de la COP25, 500 empresas B en el mundo –de las cuales 69 son argentinas– se comprometieron a acelerar la reducción de sus emisiones de efecto invernadero para alcanzar la carbono-neutralidad en 2030.
El compromiso fue parte de la campaña Net Zero 2030 impulsada por Sistema B, organización sin fines de lucro que promueve una economía sustentable y otorga certificación de empresa B a las firmas que buscan, más allá del rédito económico, tener un impacto positivo a nivel social y medioambiental. Aquella iniciativa tuvo su efecto contagio: hoy son más de 2100 empresas de todo el mundo comprometidas, de las cuales 1248 son Empresas B. Y, ante los acuerdos alcanzados durante la reciente COP 26 –que algunos sectores consideran más que modestos–, su impacto cobra mayor relevancia.
Así y todo, los pronósticos son alarmantes. El informe más reciente del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) advierte que para 2040 el planeta se habrá calentado 1.5°. Por eso urge la acción.
Pero, ¿de qué se trata la carbono-neutralidad? De un estadío que se alcanza cuando un individuo u organización emite a la atmósfera la misma cantidad de gases que procura absorber por otras vías. En este sentido, algunas de las empresas argentinas con certificación B que emprendieron este camino relatan su experiencia.
Tal es el caso de la empresa Tonka S.A., que facilita el acceso al agua y energía limpia en zonas remotas del país. Con la premisa de que lo que no se mide, no se puede mejorar, la compañía inició con la medición de su propia huella de carbono para luego mitigar las emisiones posibles y compensar las que no lo fueran.
“La medición la hicimos con el formulario GHG Protocol –herramienta internacional más utilizada para este cálculo- y buscamos todas las posibilidades de eliminar o reducir nuestras emisiones, lo que incluyó desde la plantación del máximo de árboles que cabían en el predio de la empresa, a tener un programa de basura cero y otro de cero energía neta”, explica Pedro Friedrich, a cargo de la firma.
La empresa, nacida en 1970, decidió no sólo hacerse cargo de las emisiones actuales sino que fue por más: “Calculamos también las emisiones de años anteriores para tener así nuestra curva de emisiones en el tiempo. Ahí tomé conciencia de que toda el área debajo de la curva de emisiones históricas representaba lapidariamente el aporte que esta empresa había hecho a la actual crisis climática. Mediante un trabajo de la Universidad Nacional de La Plata, se determinó que eran cuatro las hectáreas de selva misionera que debíamos regenerar para saldar la deuda pasada, la actual y la futura; pero decidimos regenerar seis”.
Por su parte, Boomerang Viajes, una agencia de turismo responsable nacida en 2001 que se dedica también a asesorar a otras agencias, adaptó la meta a su rubro. “Una vez que asumimos este compromiso e hicimos el proceso de medir nuestra huella, el cambio fue radical para nuestra empresa y para toda la cadena de valor”, explica Bettina González, su fundadora.
Por ejemplo, este año implementaron el Calculador de Medición de Huella de los viajes de sus clientes. “El objetivo es brindar alternativas cada vez más conscientes y seguir investigando opciones de prestadores más amigables con el ambiente”, añade la empresaria.
Ambos referentes coinciden en el desafío y la oportunidad que significa este compromiso, y en tomarse muy en serio la idea de que no habrá futuro si las empresas no asumen esta meta en forma colectiva.
En ese sentido, Federico Pucciarello, socio fundador y gerente de Rosario Bio Energy, dedicada a la producción de biodiesel, también considera que este compromiso es una enorme oportunidad para el país: “De los 194 países que hay en el mundo, pocos tienen la oportunidad de transformar su realidad, como sí la tiene la Argentina. En el cambio de la matriz energética se pueden generar cientos de miles de puestos de trabajo”, puntualiza.
Rosario Bio Energy se fundó en 2006 con la idea de hacer combustibles más limpios en Argentina y el objetivo de ser “carbono-positivos” –según Pucciarello-. Incluso, se propusieron construir sus oficinas en forma sostenible con hormigones livianos, geotermia y paneles solares.
Este compromiso que asume el sector privado, concuerdan los CEO consultados, no debe ser forzado sino consciente. González resume: “Una vez que tomamos este camino, nos unimos y contagiamos a otros”. Multiplicar el mensaje con empatía entre clientes, colegas, comunidades, proveedores, usuarios. Esa es la única manera de dejar una huella –y que no sea de carbono-, en otros y que se sumen a ser parte de la solución.
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