Micaela Suárez tiene 29 años y estuvo privada de la libertad cuatro años; en el encierro estudió y se sumó al equipo de rugby de la fundación; con planes educativos y laborales, la reincidencia puede bajar del 41% actual al 5%
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El primer día fuera de la cárcel fue difícil para Micaela Suárez. Reencontrarse con sus cuatro hijos, su hermana Daniela y sus sobrinos fue un momento con el que soñó todos los días durante los cuatro años que pasó privada de su libertad. Sin embargo, se sintió preparada: “Lo que aprendí en el encierro me dio el envión que necesitaba para cambiar y poder seguir adelante ahora que estoy en libertad”, asegura.
Micaela tiene 29 años y el 13 de julio recuperó su libertad. En el 2019, había salido de su casa de San Fernando para comprar un jugo cuando la Policía la detuvo: “Tenía un problema de consumo y me encontraron con droga. Como ya tenía antecedentes por delitos menores que cometí cuando era chica, terminé en prisión. Siempre digo que mi vida antes de la cárcel, no era vida”, comparte en diálogo con LA NACIÓN y reafirma su cambio: “Ya no soy esa persona. Ahora estoy preparada para descartar cualquier ofrecimiento que pueda dañar a mi familia o a mí”.
Dentro del pabellón 3 de la Unidad Penal Nº47 de San Martín, Micaela se volvió subcapitana de las Espartanas, el equipo de rugby femenino creado por la Fundación Espartanos, una organización que busca transformar la vida de las personas privadas de su libertad y prepararlas para una integración social y laboral efectiva. Lo hacen a través de la práctica del rugby, la espiritualidad, la educación y la vinculación con el mundo del trabajo.
Ahora, Micaela se prepara para un gran desafío, que a su vez es su máximo sueño: obtener su primer trabajo formal, algo que jamás tuvo. “La verdad es que el tipo de trabajo que obtenga no es lo más importante. Solo quiero tener la oportunidad de empezar a trabajar y poder cuidar bien de mi familia”, admite y reconoce que lo que más le gusta es cocinar. La Fundación espartanos es la encargada de mediar entre ella y los posibles empleadores que se presenten.
La etapa que Micaela vive actualmente es fundamental para que pueda lograr ese cambio por el que trabajó los cuatros años que estuvo privada de su libertad: en la cárcel terminó la primaria e hizo cursos de coaching, escritura, introducción al trabajo, manicura y costura, entre otros. Su ánimo de cambiar y las posibilidades que le acercó Espartanos fueron clave para evitar lo que ocurre generalmente en las cárceles, donde cerca el 80% de las casi 101 mil personas privadas de la libertad no reciben ningún tipo de capacitación laboral, según los últimos datos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
Mientras se prepara para ese primer empleo, Micaela aplicó para una beca de tres meses que da Espartanos para que pueda seguir entrenando las habilidades necesarias para reincorporarse social y laboralmente. Va a hacer pasantías en empresas con la idea de prepararla para el empleo formal al que aspira. Para ella, será el primer contacto de su vida con el mundo empresarial. “En estos años pude cambiar mi mentalidad. Estoy arrepentida de lo que hice, pero creo que entré a la cárcel por algo. Gracias a lo que me pasó, hoy soy quien soy”, agrega.
Antes de estos años de encierro, ella nunca había tenido contacto con ningún deporte. “En mi vida anterior estaba lejos de ser un ejemplo para mis hijos. Estuve perdida en las adicciones, era muy chica, estaba prácticamente sola y quería plata. Ahora busco la ayuda de otra manera”, explica. Cuando la fundación llegó a su pabellón, Micaela se enamoró de “los valores” que aprendió y de “la adrenalina que sentía” cuando jugaba al rugby. “Con el deporte me rehíce completamente, el rugby me dio otro punto de vista”.
Como muchas personas que estuvieron privadas de su libertad, Micaela salió sin tener absolutamente nada excepto un lugar donde vivir: sus hijos, que tienen entre 5 y 13 años, y su hermana la esperaban para recibirla en la casa que era de sus papás, quienes fallecieron.
Al salir de la cárcel no solo es el pasado lo que dificulta el proceso, sino que también hay muchos obstáculos por delante: “La primera parte es muy complicada, ahí es cuando comienza el verdadero partido. Mica está muy convencida de que puede salir adelante”, señala Dolores Irigoin, directora ejecutiva de la Fundación. Dolores no se olvida del día en que conoció a Micaela, hace tres años. “Sus compañeras tenían miedo de jugar, pero Mica las tranquilizó”, dice y recuerda que la oyó decirles: “Chicas, están equivocadas, el rugby no te lastima, te cura todas las heridas”.
En la Argentina, de las 20.000 personas presas que recuperan la libertad cada año, se estima que cerca de la mitad, entre 7000 y 9000, vuelven a delinquir, a pesar de que el Estado invierte en cada una de ellas aproximadamente 10.000 dólares al año. Es decir que la reincidencia es del orden del 40%. Los datos se desprenden del informe Reincidencia en la Argentina, una radiografía exhaustiva de la problemática que el Centro de Estudios Latinoamericano sobre Inseguridad y Violencia, de la Universidad Nacional Tres de Febrero.
Ese trabajo busca echar luz sobre cómo, a pesar del número preocupante de reincidentes y del “muy oneroso sistema de castigo”, el Estado “se desentiende” de las personas que, habiendo cumplido la pena, recuperan su libertad, haciendo “muy poco” para evitar que regresen a las cárceles.
En este contexto, organizaciones como Fundación Espartanos surgieron como proyectos para fomentar la inclusión sociolaboral entre las personas que recuperan su libertad. Entre los 356 expresos que lograron oportunidades de trabajo a través de la organización, apenas el 5% reincidió.
Hace tres semanas, Micaela se volvió una “expartana”, es decir, una espartana que salió en libertad. “Nunca me imaginé que iba a ser un ejemplo para nadie, pero ahí estaba, con chicas que confiaron en mí para que las guíe”. Hasta el último día ella junto a Sofía, la capitana del equipo, motivaron a sus compañeras.
Florencia Sequeira, coordinadora de Red Creer, una iniciativa que desde 2018 trabaja por la inclusión socioeconómica de personas privadas de la libertad o ya libres, dice que este tipo de acompañamientos que hace Fundación Espartanos: “Es muy importante para que las personas que pasaron por la cárcel no vuelvan a reincidir en el delito”. “El hecho de haber pasado por el encierro hace que la persona cargue con ese pasado para siempre, aunque haya cumplido su condena y las oportunidades sociolaborales se reducen casi a cero”, continúa.
“Mis hijos no entendían mucho cuando yo me fui. Sabían que su mamá había hecho cosas malas y ahora eso también lo sé yo”, dice Micaela. Narela, su hija mayor, es la que más se preocupó por ella mientras no estaba. “Ella es muy protectora. Lo que más quiero es ser una mejor persona, no por el qué dirán los demás sino para ellos”, afirma y continúa: “Quiero que mis hijos estudien, verlos crecer, estar con ellos y que sea un orgullo decir que sí pude. Es todo un proceso decir que sí a las cosas buenas”.
MÁS INFORMACIÓN
- Fundación Espartanos es una organización sin fines de lucro que busca bajar la tasa de reincidencia delictiva a través del rugby, la educación, el trabajo y la espiritualidad. Si estás interesado en ayudar, podés hacerlo a través de donaciones, como voluntario o, si pertenecés a una empresa, escribí a institucional@fundacionespartanos.org para conocer cómo podés colaborar.
- Red Creer es una iniciativa que desde 2018 trabaja por la inclusión socioeconómica de personas privadas de la libertad o ya libres. La integran más de 100 organizaciones del sector público, privado y social. Ya lograron 40 inserciones en el ámbito privado y acompañaron técnica y económicamente a 94 emprendimientos. Además, capacitaron a 200 personas en oficios, emprendedurismo y economía social.