La pregunta de una niña que sorprendió a un juez y lo llevó a repensar su trabajo
Durante una década como juez de familia, Marcelo Molina firmó más de 40 sentencias de adopción; su experiencia lo llevó a escribir un libro, hacer una obra de teatro y dar una charla TED para visibilizar una realidad de la que pocas veces se habla: el tiempo que las chicas y los chicos pasan en los hogares
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Imaginemos la escena. Ele tiene siete años y entra al despacho del juez de familia Marcelo Molina. Va acompañada de su hermanita de cinco y su hermano de tres. Las dos niñas se sientan frente al escritorio, con la mirada gacha apuntando a los pies que cuelgan de las sillas. El más chiquito se queda en el piso, jugando con unos autitos. Molina tiene que tomar una decisión muy importante: si les debe buscar una nueva familia por medio de la adopción. Antes de que empiece a hablar, Ele levanta la vista y le pregunta:
−¿Vos sos el que me va a buscar un papá y una mamá? Porque nosotros queremos tener una mamá y un papá.
−Puede ser − Responde el juez.
Silencio.
−¿Cuánto tiempo falta?− Vuelve a preguntar Ele.
−Un tiempito.
La niña lo mira fijo.
−¿Cuánto tiempo es un tiempito?
Ele y sus hermanos habían pasado dos años y medio esperando una familia. Durante ese tiempo, las dos niñas habían estado en tres hogares para chicas y chicos con medidas excepcionales de protección. El más pequeño, en cambio, había sido recibido por una familia de acogimiento mientras se definía qué iba a pasar con ellos. Después de aquel encuentro en su despacho, Molina declaró la situación de adoptabilidad de los tres, y rápidamente seleccionó a un matrimonio entre los postulantes. Ele todavía recuerda el día en que entraron al juzgado para conocer a sus papás: en una pasillo repleto de gente que iba y venía, el hombre y la mujer estaban sentados en un banco, tomados de la mano. La niña enseguida supo que eran ellos: sin conocerlos, los reconoció. Hoy son una familia y siguen en contacto permanente con el juez.
Pasaron nueve años desde la pregunta de Ele, pero a Molina le sigue resonando fuerte. Considera que el interrogante de la pequeña sigue absolutamente vigente. “Muchas veces me preguntan por qué las personas que quieren adoptar tienen que esperar tanto tiempo, por qué es tan burocrático el sistema, por qué se les ponen tantas trabas. Pero hay algunos tiempos por los que nadie pregunta ni hace grandes cuestionamientos”, dice el juez, recordando que el derecho que está en juego es el de las chicas y los chicos a vivir en familia, y no el de los adultos a ser padres. “Con esa frase, Ele estaba reclamando no solo por el cumplimiento de sus derechos, sino, sin saberlo, por el de muchas chicas y chicos más. El tiempo de Ele, ese tiempo de la niñez, no es medible con nuestro relojes”, agrega el magistrado.
Durante una década, Molina fue responsable del Tribunal Colegiado de Familia Nº5 de la ciudad de Rosario (un período en el que firmó entre 40 y 50 sentencias de adopción) y hoy se desempeña en la Sala 3ª de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial, que se encarga de revisar las decisiones del fuero de familia. La experiencia con Ele y con muchas niñas y niños, así también como con otras personas en situación de vulnerabilidad (como mujeres que sufren violencia de género, o quienes tienen discapacidad o problemas de salud mental), lo llevó a escribir Cuánto tiempo es un tiempito (Editorial Juris, disponible con descarga gratuita), donde cuenta varias de las historias que lo marcaron; a dar una charla TED; e, incluso, a hacer el guión de una obra de teatro protagonizada por empleados judiciales para llevar al escenario una problemática invisibilizada.
En otras palabras, lo sacó de su zona de confort y lo convirtió en una abanderado de lo que considera un principio fundamentalísimo: para cualquier jueza o juez del país, las causas que involucran a chicas y chicos deben ser prioritarias. Punto. “No puede ser que tengas un expediente de niñez más de un año sin resolver. No hay excusas para eso”, sentencia Molina.
−¿Por qué la pregunta de Ele implicó un quiebre para vos?
−Porque nos cuestiona los roles que desempeñamos los jueces, las juezas, los empleados judiciales, los funcionarios administrativos, y nos exige que los empecemos a pensar teniendo en cuenta que somos potenciales vulneradores de derechos. Siempre tendemos a pensar que los vulneradores están afuera: que son, por ejemplo, las familias de esas niñas o niños. Pero nosotros también podemos serlo. Tenemos que recordar que nuestros roles son importantes, pero no somos más que un operador dentro de un sistema muchísimo más grande y que estamos tratando con personas.
Una espera silenciosa
Durante el especial Quiero una familia, que Fundación La Nación lanzó hace exactamente un año, se buscó visibilizar esa espera silenciosa de la que pocas veces se habla: la de las niñas, niños y adolescentes que viven en hogares de todo el país. El reloj empieza a correr mientras se define su situación. Si se logra revertir la causa que los apartó de sus familias de origen, los chicos vuelven con las mismas o con su núcleo ampliado, como tíos o abuelos −lo que ocurre en el 90% de los casos y constituye siempre una prioridad−; pero, si eso no es posible, se les busca una nueva por medio de la adopción. Esa es la última opción, la más extrema.
Según la ley, el plazo de las medidas excepcionales por las que llegan a los hogares, no debería superar los 180 días. Pero eso casi nunca ocurre. Los datos oficiales muestran que de las 9.000 chicas y chicos que viven en hogares de todo el país, el 83% permanecen allí durante más de seis meses. Referentes y organizaciones que trabajan en la materia, estiman que es entre tres y seis años el promedio que pasan institucionalizados. A veces menos. Otras, mucho más. Siempre, una eternidad.
“Por el lapso que pasa desde que se constata la situación de violencia hasta que el Estado interviene y desde que el Estado interviene hasta que logramos una solución para las pibas y los pibes, por ese tiempo no pregunta nadie, por ese tiempo no hay grandes reclamos”, señala Molina. Y pide reflexionar sobre un punto central: “¿Te acordás cuánto duraban las vacaciones de verano cuando eras chica? Eran eternas. Ahora, se te pasan volando. El tiempo de los chicos se mide con el reloj de los chicos. Para encarar las temáticas de niñez, la única forma de hacerlo es colocarnos en su situación, en sus derechos”.
−¿Cuáles son las principales falencias que hacen que las chicas y los chicos estén años en los hogares?
−Creo que hay un problema muy grave en la articulación de los recursos con los que contamos. Si nosotros pensamos solamente que hay que dotar de mayor estructura a las secretarías de niñez, que son las que dictan las medida de abrigo (después, el juez las controla), nos estamos quedando con un pedacito chiquitito del problema. Esos organismos forman parte del segundo nivel de intervención. Pero hay una base previa, que es el primer nivel, que lo forman quienes están en contacto directo con las chicas y los chicos: los comedores, el sistema educativo, los clubes de barrio, los centros de salud, entre otros. Esos espacios deberían poder trabajar para prevenir que se tengan que tomar una medida excepcional, que, como su nombre lo indica, tiene que ser excepcional. Sin reconocer esa necesidad de articulación, podés tener una secretaría de niñez con un montón de recursos y al mismo tiempo no tener nada. Hay algo en la articulación que está fallando y que no puede obedecer a salidas artesanales. Uno las hace y lo ha hecho un montón, pero son artesanales.
− ¿Y mientras esa articulación no se da, cómo se pueden acelerar los procesos para que se respete el derecho de las infancias a vivir en familia?
−El juez o la jueza, antes de que se cumplan los seis meses que debería durar la medida excepcional, tiene que empezar a molestar insistentemente para que la administración pública cumpla con los plazos que tiene que cumplir; y si no puede hacerlo, que lo explique. Porque también es cierto que hay muchas chicas y chicos a los que cuesta encontrarles una familia: porque tienen alguna discapacidad o problema de salud, por ejemplo, o porque son grupos numerosos de hermanos. Ahí tengo que salir a los medios y decir: “Tengo estos chicos y nadie los quiere”. Así de duro. De alguna manera, plantearle a la sociedad que muchas veces pregunta por los tiempos: “Mirá, estos niños están esperando una familia. Eso sí, vienen de tal y tal situación. No son bebés recién nacidos y, entre comillas, sin una historia”. Desde esa perspectiva, no es cierto que uno tiene que esperar años para ser padre o madre por adopción, desde ningún punto de vista. Es más, de forma provocativa y exagerada yo te puedo decir que podés ser padre mañana. Claro está, en estas condiciones.
Los pies en el barro
Las anécdotas que a Molina le vienen a la mente para reflejar el desfase entre los tiempos de las infancias y adolescencias, y los de la Justicia, son muchas. “Es una oportunidad ingresó a mi despacho un pibe de 15 años acompañado de una abogada del Estado con muchísima experiencia. Hacía mucho tiempo que el chico estaba en situación de calle y me contó su historia. Intenté decir algo, pero él me paró y me dijo: ‘Yo sé que quiere buscarme una familia. Pero no se preocupe, doctor, mi vida está acabada’. Cuando dijo eso, su adolescencia se terminó. A veces no es que llegamos tarde, directamente no llegamos. El tiempo de la niñez tiene plazo de vencimiento y, como toda línea de tiempo, cuando va no vuelve”, asegura Molina con amargura. Finalmente, aquel joven no pudo concretar el proyecto de tener una familia por medio de la adopción. Como muchos, tuvo que abrirse paso en la vida como pudo, a los codazos.
También se acuerda del caso de la familia de acogimiento que estaba cuidando transitoriamente al hermano más chiquito de Ele, la niña de la pregunta del tiempito. Un día Molina llegó al tribunal y se encontró con la mujer en la puerta: “Me dijo: ‘Yo soy del programa familias solidarias, tengo al más chiquito a mi cargo hace más de un año y vengo a decirle que si usted no hace algo, yo sí’. Esa mujer tenía razón, como juez tengo que ir más allá de controlar la legalidad de la medida excepcional. Sin salirme de la ley, tengo que tomar un rol distinto, mucho más activo, que muchas veces implica romper con algunos esquemas, tocar puertas, llamar a quien haga falta”.
En definitiva, es salirse del rol “tradicional” del juez aséptico, algo para lo cual, según Molina, la facultad no te prepara: “Lo vas aprendiendo a los cachetazos. En el derecho tenemos que tener las patas de barro y las manos en la constitución. Las dos cosas. Si como juez de familia no lo haces, no entendiste nada de qué se trataba su trabajo”, sostiene.
−¿Qué le dirías a otras juezas y jueces que tienen causas vinculadas con infancias que llevan mucho tiempo sin resolverse?
−Que hay ciertas cosas que tenemos que priorizar y que eso no implica que dejes de lado a una persona que se quiere divorciar. Pero hay prioridades. Tenemos que recordar que cada hoja de ese expediente que se acumula es un tiempito que se va, que se fue, que no vuelve. Tenemos que saber que si las leyes que tenemos delante de nosotros no son suficientes, tenemos que buscar otras alternativas. Si vos tenés un expediente de niñez y lo dejas atrás tuyo en el escritorio sin mirarlo hoy, pudiendo hacerlo, ese un problema grave de formación. Tenes que agarrar el teléfono y llamar a quien haga falta para decirle: “Che, este pibe hace más de seis meses que está en un hogar y no hiciste nada”. Sino te da bolilla, tenés que salir a buscar otros medios.
Eso hizo él en el caso de Ele y sus hermanitos. No quedarse con los brazos cruzados. Meter los pies en el barro. Porque, como dice Molina, la pregunta de aquella nena empujaba otra mucho más profunda: de qué sirven las leyes y las convenciones, si cuando llega el derecho, la infancia ya no está.
Más información:
La adopción es una institución que nació para garantizar el derecho fundamental de todas las niñas, niños y adolescentes a vivir en una familia. En el especial Quiero una familia podes encontrar algunas preguntas frecuentes y otra información de utilidad. Además, en la web de la Dnrua hay una guía sobre la adopción en la Argentina, servicios en línea y datos sobre charlas informativas mensuales.