Día de la Tierra: la paradisíaca isla en la que los delfines le ganaron al plástico
Los delfines de Utila ya pueden bailar libremente en sus aguas color turquesa, sin el temor de que una marea de plástico acabe en sus estómagos. Más de 5.000.000 de botellas plásticas que ingresan cada año a la paradisíaca isla, localizada en el caribeño departamento de Islas de la Bahía, en Honduras, ya no irán a parar al océano.
Eso significa que los cetáceos, cuya danza atrae a 2.300.000 turistas que llegan cada año a Utila, estarán a salvo de esta dañina invasión, que es la materia prima con la cual las autoridades comenzaron a asfaltar sus calles.
De esta mezcla de botellas y cemento surgió la innovadora solución que encontró el municipio para frenar la contaminación ambiental que amenaza no solo al impresionante santuario de delfines, sino a todas las especies marinas que tienen como hábitat el segundo arrecife más grande del mundo.
El alcalde de Utila, Troy Bodden, explicó: "Por año ingresan unas 5.000.000 botellas de plástico a la isla, además de las que traen las corrientes a las playas, así que tomamos la decisión de deshacernos de este plástico, triturándolo y utilizándolo en la mezcla de concreto para asfaltar nuestras calles".
Conocida por sus arrecifes de coral, sus numerosas zonas de buceo y su impresionante vida nocturna, Utila fue elegida por la ONU en 2017 como la mejor isla del Caribe para bucear.
Tomando como base una idea que se desarrolló por primera vez en la India, en Utila se puso en práctica el denominado concepto de "calles de plástico", que es más sostenible, duradero y barato que el convencional. Esa experiencia y un video de calles de Canadá hechas a base de ese material, que le mostró un turista, inspiraron al alcalde Bodden.
Una fórmula certificada
Según Bodden, la fórmula está compuesta por un 28% de plástico triturado, como materia prima de construcción, lo que supone un ahorro en cemento.
El proyecto piloto, plasmado en la primera calle de 180 metros, ubicada en el centro de la isla y que se bautizó como Holland (Holanda), costó 2.000.000 de lempiras (unos 48.000 dólares). Y luego continuó con la calle Lozano, que mide 390 metros de longitud.
En la pavimentación se utilizaron unas 150.000 botellas de gaseosas, convertidas en unos 4000 kilos de plástico triturado que antes pasaron por un proceso de mezcla con cemento y arena en un laboratorio de la ciudad de San Pedro Sula, al norte de Honduras, para comprobar su resistencia al peso y al clima.
Bodden explicó que la fórmula está certificada y tiene la misma consistencia del asfalto regular. "Estamos estudiando la durabilidad del mismo para implementarla en otros proyectos como adoquines", dijo.
Además, sumó otros proyectos a la lucha contra la contaminación: una ordenanza municipal que prohíbe utilizar bolsas y sorbetes de plástico; y jornadas de limpieza masiva de playas y arrecifes, en las que participan la población y los centros de buceo de la isla.
"Esto es tan sólo una muestra de la creatividad que tenemos los hondureños. Ahora el plástico que se genera en la isla es triturado y se utiliza en el pavimento y funciona muy bien, no se raja ni se daña. Con esas iniciativas conservamos los recursos naturales y el futuro de nuestra isla", manifestó el biólogo Fernando Argüello.
La materia prima se recoge de las playas y del centro de reciclaje, se tritura para formar bolas y se lleva a la obra en enormes bolsas negras.
El plástico no es difícil de conseguir: lamentablemente, a la isla llegan enormes cantidades de desechos de 13 municipios, que son transportados por el río Motagua, que nace en Guatemala y desemboca en el Atlántico.
Estos desperdicios flotantes, que fueron captados por el lente de la fotógrafa británica Caroline Power en 2017, fueron el último empujón que llevó al alcalde Bodden y a su equipo a iniciar el proyecto de reciclaje.
Con 11 kilómetros de longitud y unos 6.500 habitantes, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la isla no tiene tantas carreteras para asfaltar, pero sí puede ahorrar dinero reutilizando todo el plástico posible o transformándolo en bloques de hormigón, que pueden convertirse en producto de exportación.
"Utila es una isla increíble, yo soy hondureño y la primera vez que la vi, fue amor a primera vista. Eso que están haciendo sus pobladores para evitar que las botellas de plástico ensucien sus aguas turquesas y acaben con su fauna es algo digno de aplaudir", dijo Eduardo Elvir, un fotógrafo que hacía turismo en la ciudad.
Para él, se trata de una opción viable, porque debido al turismo y al clima de la zona hay bastantes desechos. "Los lugareños encontraron una manera creativa para deshacerse de ellos", concluyó.
- La autora es periodista de El Heraldo (Honduras). Este artículo se publica como parte de Earth Beats, una iniciativa internacional y colaborativa que reúne a 18 medios de comunicación de todo el mundo para centrarse en soluciones a los desechos y la contaminación.
Glenda Estrada