La muerte de Samuel Rebollo: del sueño de “llegar a primera” a la “caída libre”, ¿qué hay detrás de los suicidios en el fútbol?
El final trágico del jugador del Aldosivi volvió a exponer una problemática urgente: la relación entre el alto rendimiento deportivo y los padecimientos de salud mental; qué pasa cuando las expectativas del éxito se apagan de golpe y cuáles son los desafíos para contener a adolescentes y jóvenes que dejan todo por la ilusión de “ser alguien”
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Samuel Rebollo dejó su Salta natal con el sueño de tantos otros pibes: triunfar en el fútbol. Llegar a primera. Vivir de la pelota. Del pago chico a las grandes ciudades, pasó por Platense, Central Norte y Lanús. Este año se sumó a la cuarta división de Aldosivi de Mar del Plata. Ayer, semanas después de que la institución lo dejara “libre”, se suicidó. Tenía 20 años.
No es un caso aislado. En 2019, otro chico del mismo club, Leandro Latorre, también se quitó la vida. Como a Samuel, no le había renovado el contrato y se estaba recuperando de una lesión. Tenía 18.
El suicidio es una problemática multicausal y nunca es consecuencia directa de un acontecimiento. Cada caso es único. Por eso, no se trata de buscar culpables o señalar causas y efectos. Sin embargo, las historias de ambos jóvenes exponen una problemática que, en general, solo gana visibilidad en los medios cuando la tragedia ya ocurrió: el suicidio y su relación con el deporte de alto rendimiento.
¿Qué pasa cuando las expectativas de “salvarse” con la pelota se apagan de golpe? ¿Cómo puede impactar esa realidad en niños y adolescentes que dejan todo (familias, amigos, escuela, lugar de pertenencia) para perseguir el sueño “de ser alguien”? ¿Qué ocurre cuando las puertas se cierran, cuando el anhelo por el que tanto se sacrificaron ellos y sus familias se hace polvo? ¿Están preparados los clubes y la sociedad en general para contenerlos?
Luz Morales es psicóloga clínica y deportiva. Además de ser deportista (juega al hockey desde que era una niña), trabaja con jugadores y entrenadores de clubes de todo el país, tanto del fútbol como de otras disciplinas. Ayer, después de que se conociera el suicidio de Samuel, compartió en Instagram un posteo cuyo alcance la sorprendió. Esa masividad, considera, es una pequeña muestra de la necesidad latente de hablar de un tema que sigue siendo tabú.
Empezaba así: “Otra vez esta noticia, otra vez, pero sigue sorprendiendo. El futbol, un adolescente y este final. Samuel Rebollo tenía 20 años y jugaba en la 4ta división del club @aldosivi_oficial. En estos días se lo había ‘dejado libre’, frase que se vuelve natural en muchos ambientes pero pocos entienden el peso que conlleva. La carnicería de algunos deportes y sus efectos”.
La psicóloga contó en esa red social que a su consultorio llegan con frecuencia jóvenes ilusionados “por llegar”, con una presión enorme sobre sus hombros: la presión social. “En el ‘quedar libre’ caen ilusiones, deseos, fantasías, promesas de éxito, tanto de los futbolistas como de sus familias y managers. Y no muchos tienen los recursos simbólicos necesarios para trascender esto. Debemos entender y empatizar con la realidad psíquica del deportista que cambia radicalmente con esta ‘libertad’: YA deben decidir qué hacer, a dónde ir, qué carrera seguir, qué otro futuro posible ‘y exitoso’, deben encontrar. Mucho para un adolescente”, reflexionó Morales.
De la fantasía del “va a llegar” a la “quedar libre”
En diálogo con LA NACION, la especialista dice que cuando se habla de suicidio la primera palabra que se le viene a la cabeza es “soledad”. “A ese ‘quedar libre’ lo pienso como una ‘caída libre’. La persona que se suicida perdió su marco de referencia, que en la vida suelen ser la familia, la pareja, la profesión, el trabajo. Cuando algo de eso desaparece súbitamente, hay que tener mucho cuidado, más con pibes que desde los 7 u 8 años dejan todo para jugar en un club y sus familias hacen sacrificios muy grandes porque tienen esa fantasía de que ‘va a llegar’”, sostiene.
En ese sentido, la psicóloga indaga en cómo muchas veces el deportista empieza a “basar su vida, su realidad y futuro” en esa idea que ha construido y que, de un día para el otro, puede desvanecerse. “Hay que tener mucha inteligencia emocional, capacidad de resiliencia y apoyo familiar para que uno pueda contener esa situación. Cuando eso no está, existe el riesgo de que ocurran esas cosas. Me llegan pacientes futbolistas, chicos de 13 o 14 años, donde la demanda de la familia es ‘no está rindiendo’ o ‘se lesionó y no es el mismo de antes’. Eso lo veo un montón. ¡Y son pibes! Ya veremos qué quiere hacer en el futuro”, cuenta Morales.
El ser emplazados en ese lugar y el no poder poner en palabras las emociones (“porque en general los deportistas hablan mucho con el cuerpo”) son factores a los que hay que prestar atención: “En el ambiente deportivo siguen existiendo prejuicios y el temor a que los marginen por hablar de sus emociones. Cuando encuentran un lugar dónde hablar y alguien que los escucha, aparece este miedo a ‘quedar libre’ y el qué hacer con su vida si eso ocurre. Muchos eligieron el fútbol como destino y no se les ocurre qué otra cosa pueden hacer”.
Qué pensará mi familia. Qué dirán en el barrio cuando vuelvan con la cabeza gacha. Cómo se lo digo a mi viejo. Qué otra cosa voy a hacer si lo único que sé es jugar a la fútbol. Esos miedos afloran en muchos jóvenes cuando se les da el espacio para hablar.
“La responsabilidad no es del deporte”
Manuel Vilapriño, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), explica que los factores que intervienen en el suicido incluyen desde la genética y la biología hasta lo psicosocioambiental, lo que a su vez va de las mano con aspectos psicológicos propios de la persona, la sociedad en la que está inmersa y su círculo íntimo. “Todo eso está en permanente interacción”, aclara. Si existen esos factores de riesgo previos, diferentes “estresores” pueden “desperatarlos” y desembocar en un suicidio.
“Todo lo que implica el alto rendimiento y la alta exigencia son un estresor más. Si ese estresor es crónico y no es resuelto, va a desencadenar en algo. De alguna forma, eso se va a manifestar en el cuerpo, ya sea con ansiedad, angustia o estados depresivos. El punto es que si a la alta exigencia se le suman además otros factores sociales y culturales, como la ausencia de redes de contención y la necesidad de pertenecer, ganar y ser exitoso (en función de los patrones de nuestra cultura, donde el éxito y el ganar no tiene término medio), todo eso va a generar un impacto”, advierte el médico.
Para Vilapriño, hay un punto central a destacar: la responsabilidad no es del deporte. Al contrario, desde la clínica los especialistas en salud mental suelen fomentarlo. “Lo que sí tenemos que reforzar es que, más allá del deporte, se tienen que dar una serie de factores que contengan esa realidad que buscamos generar. Es decir, si yo quiero que alguien practique bien una disciplina, además de darle las herramientas para que lo pueda hacer, siempre está lo afectivo dando vueltas. Es indispensable que exista una mirada desde el punto de vista psicosocial”.
En esa línea, el que los clubes “alojen” las problemáticas de salud mental es para Morales y Vilapriño un requisito que debe darse desde el momento en que las chicas y los chicos ingresan a las instituciones. “En el deporte y más en el fútbol, donde está la idea de ‘salvarse’, hay muchísimas presiones. Esto es algo que hay que trabajar desde las inferiores con los chicos y contener a las familias, darles las herramientas para que si llegan a quedar apartados por una lesión o porque hay otro jugador que es considerado mejor, sepan cómo seguir. Porque el fútbol no te va a salvar de nada”, dice la psicóloga.
Aunque por reglamentación los clubes suelen tener en sus equipos profesionales de la salud mental, Morales señala que esto muchas veces no ocurre, sobre todo en instituciones del Interior, donde los recursos son escasos. “Atiendo a entrenadores de otras provincias y lo que veo es que hay un déficit formativo. En ellos aparece mucho miedo y el no saber qué hacer. Los forman en fútbol, en estrategia, en táctica, pero no en escuchar o detectar situaciones de alarma. Se necesita que los clubes puedan no solo contener a los chicos sino también formar a los formadores, sobre todo en las inferiores”.
Dice que muchas veces los clubes recurren a los psicólogos especializados en deporte cuando se van al descenso. “En general, te llaman cuando no se cumplen sus objetivos de resultados, pero no por objetivos de procesos, como debería ser. Llaman cuando las papas queman”, resume.
Leandro Latorre ( Q.e.p.d) siempre estarás en el recuerdo de la familia de Aldosivi. pic.twitter.com/y7KDXY04aQ
— Club Atl. Aldosivi (@clubaldosivi) August 7, 2020
Morales y Vilapriño coinciden en que habilitar espacios de escucha es una herramienta fundamental para prevenir el suicidio. Pero también poder detectar las señales de alarma: cuando un jugador se aísla, cuando se lesiona todo el tiempo, cuando falta a los entrenamientos, cuando no sociabiliza. Para eso, se requiere de ojos y oídos entrenados.
El presidente de APSA, que trabajó con varios clubes, subraya que muchos de los chicos que llegan tienen problemáticas de distintos tipos: desde familias atravesadas por las adicciones hasta situaciones de alta vulnerabilidad socioeconómica. “Se les pide que rindan con los parámetros de la sociedad actual cuando no están dadas las condiciones de la matriz afectiva”, asegura.
Fortalecer la autoestima es para el psiquiatra un aspecto clave. Esto implica cómo la persona se evalúa y valora y, en función de eso, cómo puede llevar adelante el enfrentamiento de las diferentes circunstancias de la vida.
“Cuando la autoestima está bien consolidada, la persona reconoce sus defectos y virtudes, tiene resiliencia sólida y capacidad asertiva y, cuando las cosas no le salen, vive la frustración como aprendizaje. En cambio, cuando a la frustración no la vivís como aprendizaje, la transformas en fracaso. Y, cuando eso ocurre, aparece esta cuestión binaria de ir del 0 al 100. Si a eso se suma la visión negativa del futuro y que no estén dadas las condiciones para que te expreses, se va configurando un abanico de elementos que terminan llevando a que en la persona aparezca una intensa angustia y desesperanza”, concluye.
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Dónde pedir ayuda
- Nueva línea telefónica nacional para atención en salud mental: depende del Hospital Bonaparte y brinda contención e información para problemáticas de salud mental las 24 horas y desde cualquier punto del país. Atienden situaciones de crisis y urgencias. Se puede llamar al 0800-999-0091.
- Línea 135. El Centro de Atención al Suicida atiende 18 horas diarias (consultar horarios en la web), de forma anónima, gratuita y voluntaria. La técnica que utiliza es la “escucha activa”. La línea recibe llamados desde CABA y Gran Buenos Aires. Los números (011) 5275-1135 o el 0800 345 1435 son para todo el país.
- Salud Mental Responde CABA. Es un dispositivo que brinda orientación telefónica de forma confidencial para residentes de la ciudad de Buenos Aires. Se puede llamar de forma gratuita al 0800-333-1665, las 24 horas, todos los días.