Hay 400 familias evacuadas; otras duermen sobre los techos de sus casas; muchas sobreviven gracias a la comida y la ayuda que les acerca Cáritas, el Club de Leones o vecinos que reparten viandas por su cuenta; “cuando el agua baje, van a necesitar rearmarse”, anticipa Pedro Sena, referente de los 500 voluntarios de la Diócesis local
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El hombre que se encarga de ser un puente entre la solidaridad de algunos y la necesidad de otros cuenta que, de chico, estuvo en las dos orillas de ese puente. “Cada vez que la ciudad se inundaba, yo me iba a la parroquia a ayudar a evacuar gente. Era una manera de devolver todo lo que hacían por mí y mi familia”, dice, por teléfono, en el alto de un día frenético que lo hace pivotar entre su trabajo, sus obligaciones familiares y las que impone la ciudad ahora que el agua volvió a subir.
El hombre es Pedro Sena y está a cargo de Cáritas en Concordia, la segunda ciudad más pobre del país, según las últimas mediciones del Indec, que lleva más de un mes afectada por la crecida del río Uruguay, un fenómeno tristemente recurrente debido a la falta de obras y a la proliferación de asentamientos en zonas inundables. Al día de hoy, son más de 400 las familias que perdieron todo por la inundación.
“La inundación arrasa con la vida de todos: con los que más tienen y con los que menos tienen. Pero cuando vivís en la pobreza y el agua se lleva lo poco que tenés, es difícil no perder la esperanza”, reflexiona Pedro, un hombre de 48 años, casado y padre de seis hijos, que mantiene a su familia con un emprendimiento familiar de venta de leña y gomería liviana.
“Como tengo cargo de director, a veces la gente piensa que soy rentado. Pero no, mi trabajo es voluntario. Y, por eso, mi recompensa es mayor: es irme a dormir todas las noches sabiendo que, a pesar de todo lo que falta, cambié de alguna manera la vida de las familias a las que visité ese día”, explica mientras conversa con LA NACION.
A lo largo del año último, más de un tercio de los argentinos había realizado tareas voluntarias: el 36%. La cifra surge de un relevamiento elaborado por la consultora Voices! según el cual la cifra de 2022 era superior, incluso, a la de 2001.
Si el trabajo voluntario marca la diferencia todos los días, de muchas maneras, en todo el país, se vuelve crucial en situaciones de emergencia como la que atraviesa Concordia por estos días. “En la diócesis de Concordia somos alrededor de 500 voluntarios. De todos, unos 50 estamos abocados a full a acompañar a las familias en este momento crítico, sabiendo que la cosa no termina acá, porque en algún momento el agua va a bajar y van a tener que rearmarse”, agrega.
Mientras tanto, el espectro de necesidades es amplio. “Tenemos familias que no quisieron evacuarse para no perder sus cosas. Hay casos en los que armaron una base con pallets arriba de cuatro palos y están ahí arriba con su colchón y sus cosas, y les acercamos comida porque no pueden cocinar. En otros barrios tenés ocho o nueve familias viviendo en un galpón, todos con un baño químico, y lo mejor que podés hacer por ellos es mandar a vaciar el baño, llevarles un nylon, o simplemente acompañarlos, porque la convivencia en este contexto puede no ser fácil”, enumera.
El trabajo se realiza en forma articulada con otras organizaciones e instituciones. Algunas tienen presencia histórica en la ciudad, como el Club de Leones, Defensa Civil, la Cruz Roja o el Ejército. En paralelo, la emergencia despertó la solidaridad de otras agrupaciones que, por ejemplo, cocinan y reparten viandas a los evacuados. “La mejor ayuda es la organizada”, explica Pedro. Y entonces amplía: “Es fundamental que todos trabajemos en red para no superponernos. Si el Club de Leones le lleva el colchón a la familia que lo necesita, entonces el resto lo tacha”, ejemplifica.
Pedro se crió en un barrio humilde, en el seno de una familia compuesta por su mamá, su papá y sus dos hermanas. Se acercó a la iglesia a los 9 años para hacer catequesis y, de alguna manera, no se fue más. “Mi papá era alcohólico, así que la vida familiar no era fácil. Las actividades parroquiales eran mi refugio”, recuerda. Tenía 16 años cuando su papá se suicidó. “Ahí la parroquia fue fundamental para nosotros. No sólo nos brindaron contención emocional sino también ayuda económica”, recuerda.
En aquel momento dejó los estudios y empezó a trabajar mientras, en paralelo, seguía vinculado a los diferentes grupos de su parroquia. “A los 21 formé mi familia y me alejé de la iglesia. Volví hace algunos años, invitado por un cura. Y no me fui más. Afortunadamente, mi familia me apoya y me acompaña”, agrega, dejando en claro que no siempre es fácil el balance entre el trabajo, la familia y el voluntariado. “Ante situaciones como la que estamos viviendo, casi no estoy en mi casa. Me apoyo mucho en mis hijos. Uno atiende el negocio, otro lleva al hermano a la escuela o a su mamá, que es docente, al trabajo”, explica.
Al vivir en una ciudad que carga con un largo historial de inundaciones, Pedro sabe que la salida no será fácil. “Ahora toca desinfectar y repintar todo. Y si vivís en una casilla de madera, es probable que, cuando vuelvas, las paredes estén podridas y no puedas seguir ahí”, se lamenta.
¿Pero cómo hacerlo cuando, producto de la inundación, no se puede trabajar? Ese es, justamente, uno de los temas que más lo desvela. “Quienes trabajan en la cosecha están parados. Igual que los que están en la industria del ladrillo. También pasa que los que cartonean con un carro tirado a caballo no sólo que no pueden trabajar sino que están teniendo serios problemas para cuidar a su animal: el riesgo es que, en este contexto lo pique una yarará, o que se escapen a la ruta buscando de comer y alguien se lo lleve”, dice.
Por todo esto, Pedro Sena sabe que el trabajo de los voluntarios será fundamental en los días por venir. “Somos los que compartimos la vida con las familias. No está a nuestro alcance poder solucionar la vida de otros. Yo soy un laburante también. Pero con este trabajo somos partícipes en la historia de los otros y podemos incidir para que no pierdan la esperanza de salir adelante. En definitiva, yo estoy ayudando a otros como alguna vez me ayudaron a mí. En ese otro me veo a mí mismo”, concluye.
Cómo colaborar con las organizaciones que están trabajando en Concordia:
- Cáritas Concordia recibe alimentos no perecederos, agua, ropa, calzado y productos de limpieza en su sede de la calle La Paz 831, de 8 a 12 y de 16 a 20, de lunes a viernes. En caso de necesitar hacerlo en otro horario, coordinar previamente al . 0345 418 4844. También acepta aportes de dinero en la cuenta a nombre de Comisión Diocesana de Cáritas. Alias: DAR.AMAR.AYUDAR
- El Club de Leones Concordia recibe agua mineral, leche, alimentos no perecederos, repelentes, productos de limpieza e higiene personal para entregar en los centros de evacuados. Las donaciones se reciben en Carriego N° 287, Concordia, de lunes a viernes en el horario de 08:00 a 12:00 y de 18:00 a 20:00. Por otro tipo de ayuda se los puede contactar por Instagram o Facebook.
- Un grupo de voluntarios congregados en la Parroquia Sagrado Corazón recibe donaciones en la secretaría parroquial ubicada en Estrada 516, Concordia, Tel. (0345) 421-1015. Necesitan lavandina y otros productos de limpieza, repelente para insectos y agua mineral para ayudar a los damnificados en la vuelta a sus casas, cuando baje el agua.
- La ONG Proyectar recibe alimentos no perecederos, artículos de limpieza y de higiene para las familias afectadas. También elementos que sea útiles para cuando el agua baje y los damnificados vuelvan a casa. La dirección es Corrientes 486, Paraná. Teléfono: +549 343 447 4499.
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