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Casi nunca llueve en San Juan, la provincia del clima árido y de los mil colores. La tierra es roja, el pasto amarillo, los arbustos verdes y el cielo celeste. Pero hoy llueve en Bermejo – una localidad de 480 habitantes ubicada a 100 kilómetros de la capital de San Juan – y la casa de Bruno Marin Bustos, no está preparada para eso. Tiene dos ambientes pequeños, está hecha de adobe y de troncos de madera, y el agua se escurre por cada hendija que encuentra. “El agua se filtra porque hace mucho que no cambiamos el nylon del techo”, cuenta Lorena, su mamá.
La suya no es una realidad aislada. En Bermejo, el 25,22% de los hogares son viviendas precarias y el 84,5% no tiene acceso a cloaca o cámara séptica. Ellos tampoco tienen cloacas y el baño es un agujero en el piso, ubicado en la esquina del lote. Tampoco tienen gas, y la garrafa de 10 kilos cuesta $300 y les dura un mes y medio.
Bruno tiene ocho años y encarna muchas de estas limitaciones. Vive en Bermejo, la cuarta localidad más vulnerables de Cuyo en términos de pobreza infantil y cuando sea grande quiere ser policía. "Los policías trabajan, cuidan que nadie choree y usan armas", dice Bruno sentado en un tronco en el patio de su casa.
Nació en el campo, en Nikizanga, pero allí no hay escuela. Por eso con su mamá y su hermano mayor se mudaron durante la semana al pueblo de Bermejo, a 30 kilómetros, para poder estudiar. Y si bien Bruno ama el campo y extraña a su papá que se quedó allá cuidando a los animales, sabe que allí no hay futuro.
Para tener alguna chance, a las familias rurales no les queda otra que amontonarse en los centros urbanos. Ahí están concentradas las escuelas, los centros de salud y las pocas posibilidades de salir adelante.
"El 85% de la población está concentrada en los cinco departamentos que integran el Gran San Juan. Después hay un segundo anillo que son localidades que están más alejadas y después vienen las poblaciones rurales aisladas que están en los departamentos limítrofes, que es en donde es más difícil que lleguen los servicios", explica Marcelo Bartolomé, Director de Niñez, Adolescencia y Familia de San Juan.
Lorena se las arregla como puede para darle de comer a sus hijos, pero sufre por no poder comprarle unos mocasines nuevos a Luis Mario, el hermano mayor de Bruno, para que vaya a la escuela. "Tiene que usar unos del padre porque no tenemos plata para comprarle otros", dice con tristeza.
En la casa de Bruno todos duermen en el mismo cuarto. En una cama su mamá, y en la otra él junto a su hermano Luis Mario (13). Es una especie de habitación-cocina-baño porque todo sucede en el mismo lugar. Recién en abril de este año terminaron el segundo ambiente que funciona como comedor y lo pudieron techar. Bruno también fue parte de la construcción. "Ayudé a poner el techo, las ventanas y las paredes", dice orgulloso mientras empieza a chupar una naranja.
Si bien Bartolomé reconoce una falta de acceso a servicios básicos en las áreas rurales, explica que la política gubernamental es primero llegar a la cobertura del 100% en las ciudades que concentran la mayor cantidad de la población, y recién después expandirlos a las más alejadas.
"En el Gran San Juan hay un avance enorme y en las comunidades aisladas eso no se nota tanto. Es una cuestión gradual. Si uno ve las series históricas, de algunos indicadores como los de pobreza, San Juan estaba por encima de la media nacional, y hace un tiempo pasó a estar por debajo", asegura.
Temprano por la mañana, Bruno ve como su mamá le prepara un mate cocido a su hermano para que vaya a la escuela. Ese es el desayuno que hay. El entra recién al mediodía.
La historia de este desarraigo arrancó cuando Luis Mario tuvo que empezar el preescolar. En ese entonces su familia se instaló en la casa de su abuela materna en Vallecito, otro pueblo cercano. Al poco tiempo nació Bruno, y su mamá decidió mudarse a Bermejo.
"A la mitad de ese año, lo dejé de mandar a Luis Mario al jardín, pero cuando cumplió 6 años ya nos vinimos para Bermejo porque tenía que arrancar el primer grado. Le expliqué al director y a la maestra que yo nunca había dejado de enseñarle los colores, los días, y los meses en mi casa y cuando empezó ya estaba al tanto. Hasta ahora nunca repitió ni se llevó ninguna materia", explica Lorena, que cada tres palabras dice la muletilla "¿Cómo se dice?".
Así, desde hace siete años, esta familia está dividida por la convicción de que la educación es la mejor inversión. Lorena no terminó la secundaria y tuvo a su primer hijo a los 17 años. Con un gran esfuerzo, quiere que ellos no formen parte del grupo de 13,22% menores de 5 a 17 años que no van a la escuela en Bermejo.
"Los chicos son más felices allá en el campo, se distraen más, es muy tranquilo. Si tuvieran una escuela allá me quedaría ahí. Mi marido no puede venir a buscar trabajo acá a Bermejo, porque no tenemos con quién dejar a los animales", dice Lorena Bustos con resignación.
Si Bruno pudiera pedir tres deseos, serían los de cualquier chico de la ciudad: una casa, una camioneta y un celular. Cuando puede usa el de su hermano con el que se conectan a la antena de Wi-fi ubicada en la estación de Policía. Por lo demás, están bastante aislados. No tienen señal de teléfono en el pueblo, y para conseguirla tienen que irse hasta la ruta.
El aislamiento también se aplica para la salud. En Bermejo si bien la situación no es la ideal, el médico atiende los lunes, miércoles y viernes. "Los miércoles también viene el dentista. Si hay un accidente un día martes, hay que pedir una ambulancia a través del departamento policial. A veces tarda una hora y media en llegar desde Caucete", dice Lorena.
Con la tormenta Bruno sabe que no lo van a mandar a la Escuela República Argentina y aprovecha el día para estar con sus amigos. "Jugamos al fútbol, a los trompos, a hacer casitas con ramas de árboles o juntar cosas", dice mientras sale corriendo y se pone a patear una pelota de fútbol pinchada con dos vecinos bajo el chaparrón.
Diluvia y Bruno tiene puestas unas crocs sin medias, una remera de manga larga, una campera abierta de la que le sobran tres talles y un jogging con un gran agujero en la rodilla. Después de media hora de un picadito vuelve empapado, los mocos le cuelgan y no sabe cómo hacer para sacarse el frío que siente en los huesos. En su casa no hay nada prendido para darle calor. En invierno, suelen poner algunas brasas dentro de la casa para ambientarla. Hoy, eso no pasa.
Bruno agarra una de las botellas que están en el piso debajo de la galería para saciar un poco la sed. Sabe que cada sorbo vale oro. Esa es una problemática que se repite en toda la zona. En Bermejo el camión pasa solo los lunes, miércoles y viernes, y lo que deja hay que hacerlo durar. Ayer él estuvo cargando esa misma botella que hoy está tomando con agua turbia.
En Bermejo la única calle de asfalto es la principal que sale de la ruta 141 y llega hasta la ermita de San Expedito. Todas las demás son de barro y están inundadas por la lluvia. Hay muy poco movimiento durante el día, algunos perros desnutridos que van sin rumbo. Los cantos de los gallos se mezclan con la música de cumbia y cuarteto que sale de las casas.
Cerca de las 12:30, su mamá se pone a cocinar. Afuera, debajo de la galería, cortar con una cuchilla unos trozos de carne sobre la mesa. Después separa algunas verdudas y mete todo en la cacerola. Almuerzan los dos solos sentados a la mesa. Hoy Luis Mario sale más tarde y se llevó plata para comprarse un sandwich en el colegio. Ya va por el segundo año de la secundaria y quiere seguir estudiando. "Nunca tiene fiaca de levantarse por las mañanas para ir al colegio. Siempre tiene ganas de ir. Y tiene un bocho", dice su mamá.
Por la tarde Bruno sigue jugando con sus amigos a las canicas y al "relojito" con una caña larga. Bruno conoce todas las plantas y los animales del lugar, y cuenta que lo que más le gusta comer es carne, milanesa, guanaco, quirquincho y liebre.
Cuando cae el sol, los hombres de todas las edades del pueblo se juntan en el playón ubicado al lado de la comisaría para jugar al fútbol. Los más chicos se dedican a mirar, los más grandes muestras sus habilidades. Allá va Bruno a aprender con la mirada. "Yo soy de Boca, como mi papá", cuenta.
A su vuelta, le toca bañarse. Calienta el agua en el fuego y se baña en el fuentón. Su mamá y su hermano, se refugian en el ambiente de al lado.
Después de un día compartido, vuelve a surgir la pregunta sobre los sueños a futuro:
-Bruno, ¿qué querés ser cuando seas grande?
-Policía.
-Pero, ¿no te gustaba el campo?
-Bueno, policía en el campo.
Problemas a resolver
- AGUA POTABLE
La familia de Bruno necesita una bomba para poder chupar agua de las napas. Mientras tanto, se espera la instalación de caños por parte de la municipalidad de Bermejo o del Ministerio de Desarrollo Humano de la provincia de San Juan. Los vecinos están dispuestos a aportar la mano de obra.
- ASFALTADO DE LA CALLE DE LA ESCUELA
Posible solución: Conseguir que la municipalidad haga esta obra para que los chicos puedan ir a estudiar cuando llueve y habilitar una segunda salida a la ruta.
- BAÑO PARA BRUNO Y SU FAMILIA
Están juntando plata para construir un baño de material ya que hoy solo tienen una letrina. Las personas interesadas en ayudarlos pueden comunicarse con Franco Gil integrante de la comunidad Huarpe Pinkanta al 0264-522-6310
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COMUNIDAD PINKANTA
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