Cómo se vive en uno de los refugios para los sin techo y cuáles son los protocolos
El cielo despejado de Barracas es un alivio: afuera se soporta más. Cuarenta hombres ganan el playón de cemento, las canchas de fútbol y básquet, y también más allá, donde las rejas dibujan los límites del Polideportivo Pereyra, uno de los últimos refugios habilitados por el Gobierno de la Ciudad para que personas en situación de calle pasen la cuarentena. "Acá hay un montón de pibes que llevan años de consumo y hace más de un mes que no toman drogas ni alcohol. La están bancando demasiado bien, le ponen mucha onda y respeto", explica el operador Sebastián Salazar, que trabaja ocho horas diarias y antes supo ser un sin techo. "Yo no aguantaría tanto", remata.
En la última semana, estos refugios se volvieron una amenaza, mientras el coronavirus volvió a demostrar su capacidad de contagio cuando las medidas de cuidado no son las adecuadas. El martes, el Ministerio de Desarrollo Humano de la Ciudad ordenó el cierre del Centro de Inclusión Social (CIS) de Retiro, luego de que 79 de las 92 personas que cumplían la cuarentena en ese parador dieran positivo en los test de COVID-19. El dato disparó las alarmas y obligó a las autoridades a tomar nota. El Observatorio del Derecho a la Ciudad (ODC), junto a otras organizaciones sociales, reaccionó presentando una medida cautelar para que el Gobierno porteño reubique a las personas en situación de calle en hoteles o viviendas sociales al considerar que "los paradores crean una situación de alto riesgo de contagio masivo por la aglomeración de personas" y se establezcan protocolos de prevención.
Para Horacio Ávila, referente de Proyecto 7 , la organización formada por y para personas en situación de calle, uno de los problemas es semántico. "Desde 2013 no se les puede decir ‘paradores’ –explica– porque la ley 3706 te marca que son centros de integración que deben funcionar las 24 horas todos los días del año. De haberse cumplido, no hubiera pasado todo este quilombo".
Ávila atiende a LA NACION en su "oficinita" del Pereyra –una sede que se abrió en convenio con el gobierno porteño en el contexto de la pandemia y adelantado el Operativo Frío– que también es depósito de mercadería, cocina y guardarropas. Dice que escucha hablar a todos sobre "los refugios", pero que ninguno se molesta en venir. También cuenta que vive reclamando lavandina y barbijos y que cuando se cansa va él mismo a comprarlos, que se trajo un televisor de su casa para que los muchachos tengan algo que mirar, que apenas si puede mantener el metro de distancia entre las camas del único dormitorio, que tuvieron que improvisar un lugar de aislamiento en el baño de mujeres. Después, una inflexión en la voz revela el sentimiento íntimo que lo mueve: "La gente es el menor de los problemas".
Desde el gobierno porteño vienen informando que desde el inicio de la pandemia, se tomó la decisión de que todos los Centros de Inclusión de la Ciudad estén abiertos las 24 horas de los siete días de la semana para garantizar que toda persona pueda cumplir con la cuarentena. Además, detallan que se habilitaron nuevos espacios –como el Pereyra– con más de 900 camas, que se suman a las 2100 dispuestas en los 32 Centros de Inclusión Social que están distribuidos en los diferentes barrios, algunos bajo gestión asociada como los dos de Proyecto 7 (Monteagudo y Frida) y otros del GCBA.
La limpieza en el Pereyra es compulsiva y la temperatura se toma tres veces al día. Nadie puede salir, salvo los que tengan que buscar medicación, consultar al médico o cobrar un subsidio. Ese que se fue, al volver debe pasar directo al baño, lavar la ropa y bañarse. Recién después se le permite el contacto con los demás. Todos usan barbijos o tapabocas, y a pesar de que se les nota la incomodidad de llevarlo todo el tiempo, la mayoría cumple con la exigencia.
"Acá la gente se conoció cuando llegó y tener una convivencia forzada con 40 personas de todas las edades es muy difícil. Si a eso le sumás la abstinencia, porque la mayoría está hace más de un mes y medio sin consumir, se vuelve bastante tenso", reconoce Ávila. Para contenerlos dos veces por semana reciben visitas de médicos y psicólogos, se realizan asambleas y se fomenta el deporte. Para Ávila el tratamiento es integral e interdisciplinario o no sirve para nada: "No es solamente el ´morfi´, la cama o la ducha caliente. La persona es mucho más que eso".
Expectativa de futuro
Según el último relevamiento del Gobierno de la Ciudad, hay 1.146 personas viviendo en las calles, una cifra demasiado alejada de las 7251 relevadas por las organizaciones de la sociedad civil. Precisamente, son los referentes sociales los que vienen advirtiendo que, aun en un contexto de pandemia y aislamiento obligatorio, cada vez más gente duerme en veredas o plazas multiplicando los riesgos de contagio.
"No todos los espacios que solían estar disponibles y abiertos para que las personas en situación de calle coman o se bañen están habilitados; varios están cerrados por la cuarentena. Además, muchos no quieren ir a los hogares y paradores por miedo. Por eso desde hace unos diez días se ve más gente en las calles", explica Alexandra Carballo, una de las creadoras de Fundación Cultura de Trabajo, que se ocupa del proceso de reinserción laboral de personas que asisten a paradores nocturnos, hogares de tránsito, comedores comunitarios, y otras redes de asistencia.
Ávila coincide en que el contagio masivo en el parador de Retiro estropeó la confianza: "Te gana el pánico, estoy acá y me lo voy a pegar, piensan. Pero también está nuestra experiencia. Tuvimos un caso leve de COVID-19 en el Centro Che Guevara y mantuvimos una cuarentena estricta durante 14 días, reforzando la higiene y el distanciamiento personal. No hubo un solo desborde. Estamos muy orgullosos porque nadie se fue, todos se la bancaron".
La ansiedad es el peor aliado durante el encierro. A la incertidumbre de no saber cuándo pasará la pandemia, se suma el interrogante sobre cómo continuará la vida. "Me gustaría que esta experiencia para ellos sea un antes y un después. Eso está muy relacionado con lo laboral. Una vez que salgan no va a estar fácil porque ya no lo estaba antes de entrar", avisa Ávila, y enseguida espanta cualquier idea pesimista. "En el Pereyra hay mucha expectativa de futuro. Se habla de proyectos, de lo que van a hacer cuando salgan, y así el grupo se sostiene".
En eso de apuntalar sueños anda Cristian. Bajito, fibroso, rubio hasta las cejas. Cuenta que tiene 24 años y que hace siete que está en situación de calle. Pero él quiere destacar otra cosa: "Soy boxeador amateur y voy en camino a ser profesional. Mi récord es doce peleas ganadas, 10 por knockout, y dos empatadas. Tengo entrenador y manager". Como al pasar agrega que además es taekwondista y que representó al país en los últimos Juegos Olímpicos de la Juventud, donde ganó una medalla de plata por el segundo puesto. Parece no entender la sorpresa que provoca su historia.
"Dormía en la calle o en el parador de Retiro y después me iba a entrenar a Huracán de Parque Patricios de ocho de la mañana a ocho de la noche. Me cuidaba en las comidas, hacia todo bien", aclara, hasta que el coronavirus le pausó la carrera: tenía prevista una pelea en Cúcuta, Colombia, que, de salir bien, lo iba a llevar hasta México, última escala hasta la consagración en Estados Unidos.
A cuenta de un futuro exitoso pide que se publique su nombre completo, con apodo y todo: Cristian "El Temible" Castillo. Las combinaciones de golpes frente al fotógrafo son un goce extra. A pocos metros, alguien lo mira con el gesto de un familiar orgulloso. Se llama Raúl Fortini, tiene 58 años y lo trajo una comitiva del Buenos Aires Presente (BAP) después de encontrarlo durmiendo en la Plaza de Flores.
¿Cómo colaborar con proyectos que acompañan a personas en situación de calle?
- Proyecto 7: para poder mantener el protocolo de higiene y aislamiento en sus tres centros necesitan lavandina, jabón blanco en pan, alcohol, guantes descartables, barbijos, toallas de papel, algodón; elementos como mates, bombillas, frascos rociadores grandes (limpieza de espacios), frascos rociadores chicos (limpieza de objetos), cubiertos y platos descartables. Alimentos de alta nutrición, jengibre, naranja, ajo, morrón rojo, spirulina, limón y miel. Medicamentos: amoxicilina, ibuprofeno, jarabe expectorantes; quienes puedan colaborar comunicarse al Whatsapp +5491154967848; proyecto7donaciones@gmail.com
- Amigos en el Camino: siguen realizando recorridas nocturnas para asistir a personas en situación de cale en CABA. Necesitan barbijos, máscaras protectoras, guantes, alcohol fino, alcohol en gel y lavandina. Además, lazaron una campaña permanente de kit de higiene: se pueden comprar 10 kits,30, 60 o 100. La organización se ocupa de retirarlos por el proveedor y los entrega en las recorridas. También necesitan con urgencia vajilla descartable para poder repartir los alimentos. En Facebook se puede conocer más del trabajo que hacen. Para contactarse amigosenelcamino@gmail.com; tel.: (011) 15-5838-7458.
- Comedor del Fondo, villa 31 bis: el comedor que alimenta a personas en situación de calle triplicó las raciones de comida durante la cuarentena, recibe donaciones a través de este sitio: https://donaronline.org/asociacion-civil-el-comedor-del-fondo/hacete-socio-del-comedor-del-fondo y viandas de vecinos que vivan cerca del barrio; se puede conocer más de lo que hacen por su sitio web.
- Lumen Cor: está buscando voluntarios para su equipo de emergencia para hacer recorridas diurnas por la Ciudad y cocinar para los sin techo; además reciben alimentos no perecederos y ropa de abrigo, frazadas y calzado. Por WhatsApp: 11-2714-7078; www.lumencor.org