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Después de dos horas de una caminata desafiante, Edgar Etchenique llega a El Baño del Indio, un sitio sagrado para él y sus antepasados huarpes. Se queda en silencio, cierra los ojos y le agradece al Tata territorio el poder estar ahí.
Se encuentra en la quebrada del cerro Pie de Palo, en Caucete, un lugar de gran valor arqueológico por los petroglifos que los grupos indígenas dejaron como huellas de su vida y de su existencia. Ahí, se pueden ver diferentes signos y símbolos.
"Este es un lugar ancestral. Hay dibujos sobre el guanaco, la salida del sol, las casas de barro. Son las actividades que el pueblo huarpe hacía para subsistir como cazar y cosechar la algarroba. También usaban los yuyos para curarse", dice Etchenique, un joven de 33 años, que vive en Las Talas.
Lamentablemente, este y otros puntos que son vitales para la historia de su pueblo, hoy están en manos privadas. Este es uno de los principales reclamos de los huarpes en la zona de Caucete, en San Juan.
"Nuestro pedido es el de poder habitar y recorrer nuestro territorio. Porque es de donde nosotros venimos. Que se nos reconozca el derecho público sobre el lugar", agrega Etchenique, quien ya de chico recorría estos caminos.
Esta realidad se pone en evidencia en cuanto uno quiere empezar el camino hacia este lugar. Una tranquera abierta y un cartel de "propiedad privada", informan a todos los caminantes de que esa tierra no es de todos. Que a lo sumo, la prestan para que otros la caminen.
"Hace 200 años alguien firmó un permiso para poder hacer explotación minera en esta zona. Pero esto mismo pasa en toda la región, con distintas comunidades de nuestro pueblo. Parte de nuestro territorio ha sido avasallado por el privado trayendo viña o forestando los lugares", agrega Etchenique.
No se tienen números exactos de la cantidad de personas del pueblo huarpe en la actualidad, pero se cree que son alrededor de 300 familias en la zona. "Cada comunidad está formada por un mínimo de seis a diez familias. Hay comunidades urbanas también. Nosotros somos periurbanos y aún así no perdemos las costumbres", reflexiona Etchenique.
En la antigüedad, era un pueblo de recolectores y cazadores. Se abastecían de los árboles de algarrobo, chañar, chuna y patango, entre otros. En cuanto a los animales, se destacaban el guanaco, las avestruces, las liebres y el quirchincho.
"El Río San Juan ahora está destruido y no tiene nada de agua, pero antes se alimentaba del agua del deshielo de la cordillera. Tenía un caudal enorme y llegaba hasta La Pampa. Y generaba un sistema de lagunas de Huanacache hasta el límite con San Luis. El río tenía brazos, se extendía, y ese era el lugar de asentamiento, también el cerro porque tenía vertientes de agua", cuenta Franco Gil, uno de los líderes de la comunidad Huarpe Pinkanta. Su apellido originario es Huakinchai y hoy él se encarga de buscar a otros "hermanos" en la zona para que también conozcan su origen. "Y lo loco es que así, haciendo los árboles genealógicos, me he encontrado con muchos familiares, porque todas las familias vivían cerca. Venimos todos de un mismo lugar y hoy nos estamos reencontrando", agrega Gil, de 29 años.
Se cree que el Baño del Indio fue un lugar sagrado, una especie de templo a cielo abierto, donde se realizaban rituales de la fertilidad. En medio del trayecto, que exige una destreza física importante, los diversos colores de las paredes del cerro van brindando al caminante una impresión del paso de las distintas eras geológicas.
Los huarpes son un pueblo que recién está recuperando su tradición en esta zona. Después de año de intentar "mimetizarse" con los criollos, están intentando volver a sus raíces. "Cada comunidad está formada por un mínimo de seis a diez familias. Hay comunidades urbanas también. Nosotros somos periurbanos. Y aún así no perdemos las costumbres", dice Edgar, que trabaja en un cementerio privado y vive con su mujer, su mamá y sus dos hijos.
Al empezar el recorrido, Etchenique dice en voz alta unas palabras en huarpe: "con la autoridad del gran espíritu les doy la bienvenida". A la mitad del recorrido, hará otra parada para pedirle permiso al territorio para que nos deje pasar y perdón por el daño que podamos causar. "Estoy muy contento de caminar este sendero, de tocar esta tierra y que el tata Dios nos acompañe ida y vuelta", dice. Son estos mismos caminos los que Edgar solía recorrer de chico.
Porque si de algo se jacta esta comunidad, es de saber cómo estar en equilibrio con la naturaleza, algo que, sostienen, está en crisis. "Somos un pueblo de recolectores, que sabemos cómo estar en equilibrio con la naturaleza".
Muchos de los huarpes fueron abandonando sus pueblos ubicados en zonas rurales para mudarse a las ciudades en busca de mejores oportunidades. Hoy, la mayoría están integrados. Edgar, por ejemplo, nació en Las Talas y recién a los 15 años se enteró de que era huarpe. "Todos cobran las AUH, las jubilaciones y las prestaciones de Anses. No tenemos personas en situación de pobreza extrema porque hay alguna presencia del Estado", cuenta Gil.
A medida que avanza por un camino de seco de lajas y piedras, Edgar va recogiendo botellas y bolsas de basura que encuentra en el piso. También se siente ofendido cada vez que ve graffitis pintados en las piedras. "Esto es una falta de respeto a nuestra cosmovisión. Nosotros les compartimos nuestra cultura pero se abusan de eso.
Es importante que la gente nos reconozca como pueblo originario del lugar. Porque muchos antropólogos dijeron que no había descendientes de los huarpes y acá estoy yo hablándoles. Y también decirles que cuiden el territorio porque no está bueno ver que un "salame" escriba "estuve aquí".
Edgar llega al Baño del Indio, una formación rocosa que supo ser una vertiente de agua, pero que ahora está seca. "No tiene agua porque depende de las lluvias. Pero también porque las explotaciones mineras ha disminuido el caudal de agua. Antes fluía el agua del cerro", explica Edgar.
Esta es una de las dificultades más palpables en la zona: cada vez hay menos agua. Para tomar, para criar animales, para practicar la agricultura. "Esto pasó porque el agua se fue agrupando en los canales. Por ejemplo, en donde está el cementerio municipal de Caucete, antes había un desagüe, un desnivel por donde pasaba el agua pero eso se cambió con la construcción", agrega Edgar.
Para Gil, los principales reclamos de los huarpes son lo territorial, el acceso al agua en las zonas rurales y los caminos. También, menciona la falta de asistencia de salud.
En relación a si les molesta que los llamen indios, Gil responde: “Es difícil porque la palabra fue utilizada despectivamente y hay muchos estereotipos vinculados con eso. Además acá en San Juan, Sarmiento es un prócer, y es el que instaló la idea de “civilización o barbarie”. Los más jóvenes los veo que agarran esto mucho mejor, incluso las ceremonias”, concluye.