La bióloga pionera en el rescate y cuidado de tortugas marinas en Buenos Aires
"Siempre me interesó ‘socializar’ la ciencia, bajarla a la realidad. Sacarla del circuito de científicos profesionales y papers para que el vecino de, por ejemplo, Villa del Mar, entienda que sucede en sus costas. Ahí es cuando se da el cambio", asegura Victoria Massola, creadora de la Fundación para la Recepción y Asistencia de Animales Marinos (Fraam).
Esta organización, con base en esta pequeña localidad bonaerense, ubicada a 26 kilómetros de Bahía Blanca, recibe, asiste y estudia a pingüinos, tortugas y lobos marinos, entre otros animales que son víctimas de varamientos y capturas incidentales, y luego son devueltos al mar. También promueve la preservación de humedales y la concientización sobre el cuidado del medioambiente.
Según Massola, el origen de Fraam es una historia de causalidades. En septiembre de 2000 trabajaba como bióloga en la Reserva Natural de Bahía Blanca cuando, aprovechando la visita de unos profesores de la Universidad de La Plata, decidió hacer un relevamiento de la costa. Llegando a Villa del Mar, se encontró con un paisaje que combinaba montes, elementos propios de la Patagonia y humedales. Inmediatamente, supo la importancia de su preservación y se puso en contacto con la municipalidad. Para Semana Santa de 2001, se inauguró un paseo educativo en una gran franja de esa costa.
"Esas fueron las bases de la organización, pero en 2003 fue cuando hicimos el click, nacimos como fundación y definimos nuestro principal objetivo", recuerda la ecóloga de 61 años. En enero de ese año, un pescador artesanal se le acercó para avisarle que accidentalmente había pescado una tortuga marina, que tenía una marca en una de sus aletas, y que no sabía qué hacer con ella.
A Massola le llamó la atención, porque no estaba enterada de que las tortugas marinas llegaban hasta esas aguas. Decidieron cuidarla durante 72 horas antes de devolverla al mar, para atenderla y entender cómo había llegado hasta ahí, además de averiguar a qué se debía esa marca.
"Haciendo llamados nos enteramos que esta tortuga había estado en el acuario del zoológico de Buenos Aires y que, antes de liberarla en el mar en diciembre de 2002, le marcaron la aleta. No entendíamos por qué, en vez de ir hacia su hábitat natural, que es Brasil, bajó tan al sur", cuenta. Continuando con la investigación, conversaron con pescadores de la zona de Bahía Blanca y se enteraron que, durante el verano, es muy común que accidentalmente pesquen o vean tortugas, las cuales devuelven al mar sin notificar a las autoridades.
De esa forma comenzaron a recolectar información sobre las tortugas marítimas en Argentina, tomando noción de la enorme cantidad que hay y llegando a la conclusión que, durante el período estival, las denominadas "tortugas verdes" bajan hasta las aguas de Villa del Mar y Bahía Blanca.
"Gracias a esa tortuga, que fue el primer caso registrado de recuperación de este tipo de animal en el país, comenzamos a hacerles un seguimiento y Argentina empezó a formar parte de la investigación sobre las tortugas del sudoeste del océano Atlántico", explica. Desde ese momento, cada vez más colegas se sumaron para continuar con la recepción, estudio y asistencia de este tipo de animales. Además, crearon el Programa Regional de Investigación y Conservación de Tortugas Marinas Argentina.
Finalmente, en 2012 comenzaron la construcción de un edificio propio en unas tierras prestadas cercanas al paseo educativo y crearon formalmente la fundación. Hoy en día, funcionan como una organización autosustentable que recibe constantemente estudiantes de todas las edades, desde jardín de infantes hasta universitarios, que visitan la fundación para aprender más sobre este tipo de animales, los humedales y la conservación del ecosistema. Allí pueden ver a los animales y asistir a explicaciones interactivas.
Además, cuentan con 11 integrantes estables, que son profesionales de diversas especialidades -veterinarios, biólogos, ecólogos y docentes- que trabajan ad honorem y 17 voluntarios, en su mayoría estudiantes.
Massola opina que la gente va a adoptar una conciencia medioambiental cuando entienda cómo uncionan los ecosistemas y cómo uno puede impactar para bien o para mal en ellos. De todas formas, advierte: "No alcanza con entender, hay que asumir el compromiso de aportar desde el lugar que nos toca. Si todos hacemos eso, vamos a generar el verdadero impacto".