Genoveva siempre está ahí, lista para salir a visitar escuelas, amarrada al muelle en el Arroyo Felicaria, a dos horas y media de la Estación Fluvial de Tigre. Genoveva es una "bibliolancha", un apéndice de la Biblioteca Popular Santa Genoveva, que navega hacia sus lectores en vez de esperar a que ellos se acerquen. Lleva ese nombre en memoria de la mujer que, en 1958, donó su casa y sus tierras a la Sociedad de Fomento del lugar. Guillermina Weil, actual presidenta de la biblioteca, fue quien encontró el testamento y se encargó de llevar adelante su deseo, cuatro décadas más tarde.
Hay 14 escuelas en las casi 100.000 hectáreas que conforman esa zona del Delta. Desde hace 10 años, Genoveva apareció para acercarles más lecturas a chicos y grandes, abrirles un espacio de diálogo y permitirles compartir lo que les pasa. La biblioteca tiene catalogados 7000 libros y gracias a la "bibliolancha" empezaron a circular. Así, logró cambiarle la vida a muchos vecinos que eran analfabetos, recrear los largos momentos de espera de las lanchas colectivo y llevar la cultura a un lugar donde no existen lugares de esparcimiento y encuentro.
"Llegar a los chicos es llegar a sus familias. Acá no hay otros espacios públicos más que las escuelas y por eso nuestra lucha fue tan fuerte cuando, en 2018, quisieron cerrarlas porque no eran eficientes ni redituables", explica Marisa Negri, profesora de Lengua de la Escuela Técnica N° 1, del Paraná Miní.
La escuela se levanta entre el Paraná Miní y el Arroyo Chaná. Allí llegan los chicos y los esperan durante todo el día 13 lanchas colectivas, que se ocupan de traer y llevar a los alumnos en todas las direcciones. Las distancias para ellos se miden en horas y en cansancio. Para enriquecer ese viaje, "la Genoveva" les deja a las lanchas cajas de libros para que los chicos elijan y vayan leyendo en el trayecto.
"La bibliolancha es un gran regalo para ellos porque pueden llevarse los libros a sus casas. Cuando yo era chica, no tenía libros y me gustaba tanto leer que me guardaba los diarios viejos con los que envolvían los huevos para mirarlos una y otra vez", recuerda Olga Manke, que tiene 57 años y es portera de la escuela.
Más que libros
La vida cotidiana en las islas es muy dura y difícil de imaginar para quien no es del lugar. Las casas se calefaccionan con leña y, algunas pocas, con gas envasado. Las lluvias determinan el día y el nivel del agua, la posibilidad de movilizarse. No hay más estaciones de combustible y hay que recorrer muchos kilómetros para abastecerse. Eso limita aún más el movimiento de la gente y la aísla. Por eso, Negri busca mejorar la realidad de la gente del Delta con propuestas creativas. La "bibliolancha" fue su principal herramienta para crear los "talleres de escritura a bordo".
Con importantes escritores invitados, la gente del lugar se anima a escribir sobre sus vidas y revalorizar su cultura. "Queremos poner una voz en el Delta. Yo quería que la literatura isleña sea de la gente del lugar, como Ángel, un vecino que miró mil veces los pájaros de acá y sabe cómo se comportan", explica Negri.
Ángel es un isleño que dedicó su vida a las tareas rurales. Hasta hace pocos años era analfabeto y gracias al contacto con la biblioteca, sintió el deseo de aprender a leer y escribir. Guillermina Weil se ocupó de ayudarlo y se dio cuenta de que él se expresaba en forma muy poética. Lo invitó a escribir un libro de poesías y así nació Los pájaros, que publicó en 2018 la Editorial Genoveva, un sello propio que nació gracias a un subsidio.
En la Escuela para Adultos N° 70 del Paraná Miní lo están leyendo en un taller de escritura organizado también por Negri. Sentados al borde del río, se sienten identificados en esos poemas y lo que dicen de la naturaleza que los rodeó toda la vida. Ellos luego escriben sus propios textos. Las edades de los alumnos varían de 20 a 50 años y, en algunos casos, son padres e hijos, como el caso de Ramón Segovia que decidió empezar a estudiar a los 54 años. "Siempre trabajé de peón y no me gustaba ser analfabeto. No entendía ni cuánto valían las cosas. Ahora que aprendí, cuando estoy solo en mi casa, me siento a escribir las historias de mi vida porque yo anduve mucho", relata. Ramón estudia con su hijo de 32 años y muchas de las historias de lugar son parecidas.
Río adentro
En la Biblioteca Popular también funciona una escuela de remo y una huerta comunitaria. Todos los miércoles se reúnen para trabajar la tierra y aprender a ser sustentables, produciendo sus propios alimentos. Sandra Tomaselli está a cargo de ambas y es una de los siete voluntarios que forman la Comisión Directiva de la Biblioteca.
"Aunque acá no hay tradición de kayak, pensé que una escuela de remo sería algo bueno para que los más jóvenes puedan moverse solos", explica Tomaselli, una ingeniera en alimentos, muy comprometida con el medioambiente, que se mudó al Delta en 1999.
La articulación con el Estado y las organizaciones sociales comunitarias es fundamental para llevar adelante todos los proyectos. Desde 1999, la "bibliolancha" forma parte de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). "El proyecto bibliolancha nos parece imprescindible para la zona donde están. Cumple un rol fundamental para el acceso al libro, fuera de la escuela, en territorios donde la cultura es tan necesaria", explica Silvana Sanchez, a cargo de los Bibliomóviles en ese organismo. Sin embargo, desde 2017, la Bibliolancha no recibe ningún subsidio y también se cortó la compra de libros.
Por esto, el apoyo privado no es menos importante y aporta a proyectos concretos. La Embajada de Suiza financió la Escuela de Oficios Isleños en 2016 y la Fundación BAF, la edición del libro Mitos por el agua, una recopilación de historias y leyendas que fueron recogiendo con la Bibliolancha en las escuelas de la región, escritas por los chicos a partir de relatos familiares.
Cuando empieza a bajar el sol, toca el timbre y todos los chicos salen al patio a saludar a la bandera. Las 13 lanchas colectivas esperan estacionadas sobre el Paraná. Los niños del Jardín de Infantes salen todos en fila y de la mano, con el salvavidas puesto. Uno de ellos pasa al lado de Genoveva y le dice "Chau, bibliolancha", como si fuera una amiga más. Todos saben a qué lancha colectiva deben ir. La escuela queda en silencio, hasta el otro día. En el aula de 8° grado queda colgado el grabado que hicieron junto a Negri a partir de los versos que leyeron: "Sos alma de diamante", de Spinetta. Es el que más cerca sintieron y el que los inspirará para descubrir nuevas lecturas y nuevos caminos.
EL SUEÑO ESCONDIDO EN UN TESTAMENTO
Germana Genoveva Agripina Lattuga era una ciudadana francesa, casada con Absalón Rojas, hermano del escritor Ricardo Rojas. Dejó un testamento donde donaba su casa y sus 38 hectáreas sobre el Arroyo Felicaria a la Sociedad de Fomento para que se usara como centro de salud y biblioteca.
El centro de salud se organizó al poco tiempo de su muerte y el Ministerio de Salud de la provincia se hizo cargo de aportar los materiales y contratar a los médicos que allí atendían. En cambio, la biblioteca nunca se hizo.
Los libros de Genoveva y Absalón permanecieron bajo llave en una vitrina que estaba en la sala de espera y todos los que asistían a atenderse recuerdan esos hermosos lomos con letras doradas que brillaban y nadie tocaba.
En 1985, Guillermina Weil heredó unos muebles de su profesora de francés, amiga de Genoveva. En un cajón, encuentró el testamento de esta francesa que había dejado todo a los vecinos de las islas. Decidió ir a ver qué se había hecho de todo eso y, al llegar, vió que solo se había cumplido una parte de su mandato.
Se relacionó con los vecinos, les contó de su hallazgo y en 1991 decidió quedarse a vivir en las islas junto a su pareja, y ambas construyen la Biblioteca Popular Santa Genoveva.
Fueron años de mucho trabajo físico y espiritual. Tuvo que librar muchas batallas: contra la burocracia, los prejuicios, las crisis económicas y el descreimiento. Pero también recibió mucho apoyo de quienes habían conocido a Genoveva y se enamoraban del proyecto.
Gracias a ellos, la biblioteca y su principal aliada, la "bibliolancha", crecen y esperan muchos más voluntarios que se sumen (Facebook:Biblioteca Popular Santa Genoveva).
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