Juntos en el dolor: la terapia grupal, clave para superar duelos y enfermedades
Aunque no siempre intervenga un profesional, en los encuentros las personas se sienten entendidas por otras que están atravesando una situación similar; también es efectiva para superar adicciones
Haydée llegó a los Grupos de Familia de Al -Anon para tratar de encontrar una respuesta a lo que estaba viviendo en su casa. Su marido era alcohólico y ya no sabía qué más hacer para poder ayudarlo. Ahí, bajo la mirada y la palabra del otro logró que alguien realmente la entendiera.
"Lo que más me impactó fue escuchar a uno de los integrantes contando lo que le pasaba y era como si esa persona hubiese estado viviendo en mi casa", recuerda 26 años después la voluntaria de Al-Anon, entidad que ayuda a personas afectadas por el alcoholismo de un familiar o amigo.
Ese grado de identificación que sintió Haydée es lo que encuentran las personas que deciden asistir a diferentes grupos de autoayuda para atravesar situaciones difíciles, que resultan terapéuticos en sí, más allá de que cuenten o no con un profesional que los coordine.
La clave del éxito en este tipo de terapias es el encuentro con el otro. Eva Rotenberg, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), sostiene que en los grupos se generan lazos afectivos muy importantes basados también en relación al secreto de confidencialidad que se establece entre los pares.
"Cuando la persona siente que hay respeto por lo que cada uno dice y confidencialidad, cuentan hasta lo más íntimo remarca Rotenberg. Estos grupos funcionan como una 'mini sociedad' donde los terapeutas podemos ver mucho más claro emociones y vivencias que a veces las personas no pueden explicar porque no encuentran las palabras exactas para hacerlo".
Compartir experiencias
Además de la identificación, otro efecto terapéutico que también tienen los grupos es el respeto mutuo. "En los hogares con personas alcohólicas, todos hablan, gritan y acá es todo lo contrario. Se trata un tema, se lee y van levantando la mano", explica Mauricio Riba, director ejecutivo de Al-Anon. Y añade: "Son grupos autogestionados donde una persona, que es elegida por sus pares, modera la reunión. Pero es sólo quien da la palabra".
Otro de los beneficios señalados es la fuerza positiva y la fortaleza que se va generando en estos grupos. Escuchar casos similares, ver que se puede salir adelante, que la vida sigue, son todas vivencias que dan esperanza y energía a quienes están en un mal momento.
"La persona llega a un grupo psicoterapéutico para hablar, en principio, de lo que en realidad le importa que es su diagnóstico afirma Claudia Fernández, psicóloga y coordinadora terapéutica de los grupos en el Movimiento Ayuda Cáncer de Mama (Macma). Pero, a medida que transcurren los encuentros, va construyendo un pronóstico de esperanza: en la interacción con sus pares obtiene fortaleza, mejora su adherencia al tratamiento médico, disminuyen los pensamientos catastróficos y expresa sus emociones, porque sienten un fuerte respaldo emocional que la anima a experimentar cambios hacia una nueva forma de vida".
También para acompañarse desde la propia experiencia surgió la asociación civil Ultreya. "Son un grupo de jóvenes con discapacidad adquirida por daño cerebral que tiene como fin ayudar a otros que estén en las mismas circunstancias cuenta Guadalupe Díaz Usandivaras, terapista ocupacional y coordinadora voluntaria de la asociación. Hay dos grupos en paralelo, el de los jóvenes y el de acompañamiento de familiares y amigos. Cada uno tiene su espacio y se juntan una vez al mes para poner en común sus historias. Se trata lo que surja en el momento."
Desde Ultreya señalan que, si bien no son grupos terapéuticos al igual que Al-Anon, a la mayoría de sus miembros les resulta así. "Ellos vivieron una vida normal hasta los 20 y pico y, de un día para el otro, adquirieron una discapacidad. Es algo muy difícil y muchas veces los amigos desaparecen por no saber cómo ayudar dice Díaz Usandivaras. Encontrar un grupo donde todas estas dificultades adquiridas son compartidas es bastante contenedor para ellos. Lo mismo para los familiares."
Mónica Rodríguez llegó con su diagnóstico bajo el brazo a Macma. Tenía 45 años y una enfermedad con la que había que luchar. "Me había agarrado una angustia muy grande, me tuvieron que hacer una mastectomía. Llegué al grupo y recibí el apoyo que estaba buscando", recuerda 10 años después la voluntaria de la asociación, quien hoy recibe a los pacientes y hace las admisiones en la entidad.
Así, con un té o un café y algunas galletitas de por medio, las pacientes de Macma se juntan cada 15 días durante más de una hora y con un terapeuta como guía, en el grupo que les corresponda de acuerdo con el momento que estén transitando de la enfermedad.
"Con la excusa de tomar algo, salen diferentes cosas, compartimos experiencias y luego vamos trabajando en el emergente de cada persona, de lo que estuvo transitando. La dinámica varía en relación a lo que el grupo demande. Muchas veces hay que ayudar y prestar palabras de uno para que emerjan las del otro", explica Fernández.
Por su parte, la Fundación Aiken trabaja con grupos para niños, adolescentes y adultos que tiene un tema en común: la pérdida de un familiar cercano.
"La muerte, que es el tema que los une, genera en sí un sentido de pertenencia muy fuerte sostiene Aldana Di Costanzo, directora ejecutiva la fundación. En los niños, en general, como no es lo más habitual que se muera un papá o una mamá o un hermanito, se sienten muy solos. Entre pares se hacen preguntas, comentarios que son habilitadores para el proceso de cada uno y enseguida, como sienten esa identificación con el otro, se hacen amigos."
Lo más valioso: la continuidad de los espacios
"En el grupo pasa mucho esto de mirar al otro y que ese otro movilice a la persona a generar algún cambio", explica Aldana Di Costanzo, fundadora de Aiken. Y ejemplifica: "Nos pasó que una nena de 7 años a la que se le había muerto el papá cuando tenía 3, escuchó que otra de su misma edad había pasado por lo mismo, y lo nombraba todo el tiempo. La nena le dijo: ?Vos te acordás un montón de cosas de tu papá y yo no me acuerdo ni como se llamaba el mío, le voy a preguntar a mi mamá'. Y la nena encontró el momento y lo hizo".
En Ultreya rescatan como parte del éxito que las personas no abandonen el espacio. "Cuando uno asiste regularmente a un grupo significa que le está haciendo bien, y eso habla de que hay algo del encuentro y de la experiencia que les sirve", señalan.
"¿Por qué no dejan de asistir a los grupos por más que la enfermedad se haya ido? Porque cuando llegan los controles el miedo vuelve a aparecer y en el grupo tienen un lugar, una base segura donde pueden apoyarse. Ahí pueden ser ellas mismas. Es la incondicionalidad de un grupo: cuando se conforma, todo se puede decir, entonces ahí todo posible", concluye Fernández.
Para saber más
Grupos Al-Anon
Macma
Fundación Aiken
Ultreya