Jésica Pla: "Las familias necesitan un mínimo de certidumbre para poder proyectar el futuro de sus hijos"
Los últimos datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina muestran que la mitad (49,3%) de los trabajadores del país son informales. Si a esto se le suma el 10,1% de desocupación publicado los últimos días por el Indec, las probabilidades de que los jóvenes de contextos vulnerables puedan ir a la universidad o conseguir un trabajo en blanco, se achican.
Para Jesica Pla, Doctora en Ciencias Sociales e investigadora del CONICET con sede en el Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, cuando las familias se tienen que ocupar de lo urgente, no pueden pensar en otros caminos para sus hijos porque el objetivo es sobrevivir en el día a día.
-¿Qué necesitan hoy estas familias para poder proyectar un futuro para sus hijos?
-Para que las familias puedan desarrollar trayectorias de movilidad tienen que tener cierto marco de certidumbre. Esto quiere decir tener garantizadas algunas condiciones básicas y que no esté el miedo del desempleo amenazando a la familia. En este contexto se hace muy difícil que los jóvenes puedan elegir y tener su proyecto de vida.
-En términos de movilidad social, ¿la evolución en los últimos años es positiva, negativa o se mantiene estable?
-En estos momentos recesivos y de crisis, siempre las poblaciones más vulnerables son las primeras que se ven más afectadas. En relación a 10 años atrás, este momento coyuntural es más complejo para pensar trayectorias. Hoy es más difícil que la familia se pueda organizar, prescindir del trabajo de los jóvenes ayudando en las changas o de las mujeres en sus tareas de cuidado. Entonces los y las jóvenes llegan al mundo "adulto" sin las oportunidades. En ese sentido, hay una desigualdad muy grande, porque los jóvenes de clase media y profesional tienen naturalizada su trayectoria laboral a partir de una determinada edad y hasta esa edad estudian o buscan qué hacer. Y en general, los que estudian, tienen la posibilidad de sólo dedicarse al estudio. En los sectores populares las oportunidades son otras y los chicos tienen que empezar a trabajar a temprana edad, de lo que puedan, estudian de noche. Para ellos hacer el esfuerzo de estudiar en un contexto de desempleo es complicado.
-¿Qué tipos de movilidad social existen?
-Quizás la más visible es el vinculado con las condiciones de vida, con las posibilidades de obtener ingresos, de salir a pasear o comprarse ropa. Comparar cómo vivían mis papás en relación a cómo vivo yo. Y eso sí está muy atado al contexto político y a la situación económica. Y es como más variable.
Y después está la que tiene que ver con las posiciones de clases en donde se analiza qué tipos de empleos pueden ocupar las personas: si es obrero manual, de clase media o profesional. Hoy existen muchas barreras para este tipo de movilidad social.
-¿Cuáles son los procesos que sí se pueden dar hoy?
- Lo que se encuentra son movimientos más cercanos. Una hija de obrero que pasa a ser maestra jardinera, que pueden mejorar un poco la casa, quizás se casa con alguien que es más parecido a su familia de origen. Y en general es por la educación ese traspaso. Lo cual genera que la expansión educativa presente una situación en la que hay cada vez más gente para ocupar esos puestos que no son infinitos. El contexto económico es uno de los principales condicionantes.
-¿Hay algunas características que se repiten en los casos de movilidad social ascendente?
-En los casos que analicé de chicos de origen en clase trabajadora hacia un trabajo profesional, había siempre en el medio algún tipo de revalorización de una oportunidad que tuvieron. Desde las estrategias familiares, siempre aparece alguien que es como el determinante, que acompaña, que abre la estructura de oportunidades. La universidad es pública pero hay que tener en cuenta la reproducción cultural. No siempre es una cuestión económica el poder acceder a una formación que te permite después tener un mejor trabajo. Tenés lo económico, lo político y también la cuestión de cómo acompaña la familia. El entorno muchas veces les dice: "¿para qué vas a estudiar si no conocés a nadie?¿en dónde viste a alguien trabajando de eso?". Para la familia estudiar aparece como un marco de posibilidad lejano, porque es como se fue formando a lo largo de diferentes generaciones en contextos de pobreza.
-Las familias son fundamentales para poder pensar trayectorias diferentes. ¿Qué estrategias utilizan para que sus hijos puedan salir adelante?
Desde las estrategias familiares existen varios estudios en relación a los hermanos que muestran que hay uno que condensa todas las expectativas. Como no pueden apostar a todos, eligen a uno y apuestan a él. Toda la familia apuesta, los hermanos se sacrifican para que uno pueda llegar.
-Estuve recorriendo el país y vi muchos casos de familias de padres analfabetos a chicos que estaban terminando la secundaria. ¿Este es un indicador de movilidad positiva?
-Yo creo que eso tiene que ver con la obligatoriedad. Y es positivo en la medida que eso les permite tener una vida más plena, si cuando terminan de estudiar pueden conseguir un trabajo o tener una vivienda. Si no hay políticas que acompañen el pasaje entre la educación y el mundo del trabajo, no funciona.
El problema de los jóvenes es un tema estructural en este momento. Jóvenes sin trabajo, con familia. Yo entrevisté a chicos de 17 años, que eran padres, no tenían trabajo y era desesperante. Todos habían terminado el secundario pero igual no conseguían.
-¿En qué medida los prejuicios impiden que estos chicos puedan tener otras oportunidades?
Hay muchos prejuicios históricos que están muy presentes sobre todo porque la cultura juvenil tiene mucho de los sectores populares como la gorrita, las zapatillas, y a veces eso limita un montón. Es muy difícil para un joven, varón, remontar esta idea que se creó sobre ellos del paquero, el pibe chorro, el vago. Hay que trabajar sobre esta dimensión cultural y no dejarla de lado.
-¿Ves que en los casos de éxito, además de la familia, la presencia de alguna ONG o institución que acompaña a estos chicos?
-Estuve haciendo un trabajo con la ONG Jacairá que asiste a mujeres jóvenes que fueron madres adolescentes. Y ahí la presencia de la ONG les había cambiado un montón la vida a esas mujeres, en términos de poder empoderarlas contra la violencia, de pensarse diferente. Quizás no era una capacitación laboral, pero se podía ver un impacto positivo en sus futuros. En las trayectorias se llama breaking point, un quiebre que les permite generar ese cambio. Este insumo sirve para poder pensar políticas públicos de largo alcance centradas en el acompañamiento.
-¿Qué políticas podrías mencionar en este sentido?
-El Progresar fue interesante porque amplió el marco de oportunidades, en particular generando que haya un ingreso extra en el hogar para fomentar las estrategias familiares, pero igual tiene sus vericuetos. Si se lo piensa sólo como estrategia de capacitación laboral también termina siendo como una trampa. Porque este entramado de cursos no siempre funcionan como una estructura de oportunidades. A veces es simplemente cumplir con el curso para poder cobrar pero no consiguen efectivamente trabajo. Alguna política que apunte más a acompañar esa trayectoria y el vinculo escuela – mundo del trabajo podría ser más eficaz. Las universidades del Conurbano también sirvieron para captar población de origen no universitario.
-¿Cómo trabajar desde la política el proyecto de vida de los chicos?
- Es fundamental. Porque si los chicos terminan un curso o el colegio y no pueden ingresar al mercado laboral, no se van a poder insertar. Y entonces quedan presos del proceso de reproducción cultural. En las clases populares existe la cultura del trabajo pero no la noción de que estudiar te abre las puertas para poder elegir de qué querés trabajar. Esa dimensión tendría que pensarse más en los proyectos políticos.