Ir por más. A los 18 años, dio con la fórmula para conseguir un trabajo en blanco
Jennifer Araujo siempre tuvo características de líder. De chiquita era la que manejaba todos los grupos, sabía escuchar y resolver conflictos y siempre decía lo que pensaba. Le gustaba jugar al fútbol en su barrio Pirayuí, en la ciudad de Corrientes y cursaba la secundaria en el colegio Cautivas Correntinas.
A los 17 años quedó embarazada de su novio. "Que sea lo que Dios quiera", dijeron. Un día vomitó en la cancha de fútbol, otro se desmayó en la escuela. La noticia la tomó por sorpresa. Todo era miedo e incertidumbre. "Lo más difícil es no saber si vas a poder darle lo que necesita", dice Jennifer, que siempre tuvo en claro que iba a seguir persiguiendo sus metas.
Cuando se le empezó a notar la panza, también arrancó la discriminación en el barrio, en la escuela e incluso de sus propias amigas. Escuchaba comentarios peyorativos, recibía miradas y muchas personas directamente dejaron de hablarle.
Jennifer quiso demostrarle a todos ellos que estaban equivocados. "Un hijo no te arruina la vida", dice convencida. Pero no podía hacerlo sola. Por suerte, en su entorno encontró muchas personas que se sensibilizaron con su situación y que le dieron una mano para que pudiera cumplir todos sus sueños: estudiar, tener un trabajo en blanco y poder construir su casa.
"El ser madre joven te cierra puertas. Yo de chiquita siempre supe lo que quería para que los demás me respetaran y desde que la tuve a Valentina, lucho por darle la mejor vida posible", dice Jennifer, mientras su hija de dos años está sentada en una sillita de plástico rosa, coloreando un libro.
Una infancia dura
Su infancia fue dura. En su familia son carreros – se dedican a repartir materiales de construcción en un carro tirado por un caballo – y siempre los trataron de sucios, ladrones y mala gente. Su mamá, Raquel Bruzzo, fue la primera persona que tuvo una impronta fuerte en su vida, al marcarle la importancia de hacerse respetar y de apostar por el estudio.
"A mis hijos les digo que tienen que demostrar que son vivos, inteligentes y que se puede salir adelante. Tienen que aprovechar las oportunidades de estudiar. Siempre hay que estar bien arreglado porque ser carrero no significa estar sucio", cuenta Raquel.
Conseguir la comida para sus hijos era una lucha constante. Cuando Jennifer era chica, su mamá la llevaba a ella y a sus tres hermanos menores a almorzar todos los días en un comedor comunitario. Hoy siguen retirando la comida en tuppers y almuerzan todos juntos en la mesa familiar. "Me resuelve bastante. Es rica la comida, saludable. Hay polenta, arroz con pollo, milanesa. Con fruta incluido y pan. Es variado. Hay un día en que te dan un yogur con cereales", dice su mamá.
Jennifer es la mayor de cuatro hermanos y en la que tenían puestas todas sus expectativas. Cuando su mamá se enteró de que estaba embarazada, tuvo miedo de que dejara el colegio, de que se fuera a vivir con su novio y de que todo el esfuerzo que había hecho para que su hija tuviera un futuro mejor que el de ella, hubiera sido en vano. Pero no fue así.
Raquel puso todas sus energías en acompañarla, en ayudarla a criar a su hija y en enseñarle todo lo que sabía sobre el oficio de ser madre. "Mi mamá es todo. Es incondicional y siempre estuvo para mí y para mi hija", resume Jennifer.
Enseñar con flexibilidad
El segundo apoyo importante vino de parte de dos profesores de la escuela que siempre vieron en Jennifer mucho potencial. Martín Temporeti y María Eugenia Felitas son los que la sostuvieron para que no dejara el colegio producto de su embarazo o cuando después tuvo que faltar durante un mes completo porque Valentina nació prematura.
"A los alumnos les doy la flexibilidad que ellos necesitan. Si no les das un poquito de tiempo para que resuelvan su situación personal, no ganás nada poniéndole una presión extra porque corrés el riesgo de que dejen la escuela. Luego de ese tiempo, ellos cumplen. Los chicos quieren seguir adelante, terminar la escuela y tener el título. Quizás somos nosotros los que no lo acompañamos en sus procesos y los hacemos explotar", cuenta Temporeti.
Fleitas, por su parte, estableció con Jennifer un vínculo maternal, como con el resto de sus alumnos. "Conozco sus vidas, sus historias, sé cuando están tristes y siempre trato de acompañar. Creo que esa es mi función, además de lo académico. Porque yo estoy frente a personas y quiero formar personas", resume.
Jennifer siguió haciendo los deberes y presentando los trabajos desde el hospital. Después empezó a asistir a clases con su hija, cuando no la dejaba al cuidado de su mamá. Se recibió con excelentes notas y siendo escolta.
Cuando dejó de jugar al fútbol y de poder salir a la noche, Jennifer perdió a la mayoría de sus amigas. Yamila Fut fue la única que se mantuvo firme a su lado para acompañarla en su proceso a la maternidad. "Amigas hay muchas cuando vos estás para la joda pero vos ya tenés una criatura y ya es otra responsabiildad. La joda pasa a ser una tercera o cuarta cosa en la vida. Yo me quedé porque no tiene nada de malo", dice Yamila, quien también es la madrina de Valentina.
El último eslabón de la red de personas que sostuvo a Jennifer fue la Fundación Cruzada Argentina, que implementa la metodología de la Fundación Forge, que ayuda a que jóvenes de contextos vulnerables puedan acceder a un empleo de calidad.
Las personas claves en la vida de Jennifer
El sueño de un trabajo estable
Jennifer sabía que necesitaba tener un trabajo estable para poder darle un buen presente a su hija. Asi que se anotó para hacer el curso de capacitación durante el último año del colegio y con Valentina de apenas dos meses. "Casi no faltó ni con la lluvia, ni con el calor, el paro de colectivo y mucho menos por la escuela", cuenta Marcelo Velázquez, Director de la Fundación Cruzada Argentina.
Erica Fogar fue la tutora de la Fundación Cruzada Argentina que la acompañó durante toda la capacitación hasta que consiguió el trabajo en Mostaza. "Acá siempre se repite que nadie quiere trabajar y yo te aseguro que si vos bajás un poco los prejuicios vas a encontrar un montón de jóvenes con ganas de trabajar, responsables, que necesitan el trabajo y con los que podés formar un equipo formidable. Tienen objetivos, sueños que alcanzar y se van a comprometer con cualquier lugar que les permita alcanzar esos sueños", concluye Fogar.
En este momento Jennifer está separada de Franco, el papá de su hija y ella es la jefa de familia que se ocupa de la mayoría de los gastos. Su sueño, es poder terminar la casita que se está construyendo para poder vivir con su hija.
- A veces uno dice "no puedo sola". Si no tenes apoyo es como que te cuesta más. Emocionalmente, el "yo puedo" no está completo. Necesitás un apoyo para salir adelante siempre. Si vos crees en vos, mucho mejor. Pero necesitás que alguien te ayude y te de un empujoncito. Que te diga: "Probalo".
Sumate a Redes invisibles
Acercate a la Fundación Forge y se parte de que otros jóvenes como Jennifer puedan conseguir un empleo de calidad. Podés hacerlo aportando dinero o sumándote a su red de empresas que contratan a jóvenes egresados del programa.
Contacto: +54911-3040-4936
UNA CASA PARA JENNIFER
Si querés ayudar a Jennifer a terminar su casa y su baño, podés comunicarte con Marcelo Velázquez, director de Fundación Cruzada Argentina al +549-362-483-9881 o por mail al marcelo.velazquez@cruzadaargentina.org.ar