Humedales: pese a que previenen inundaciones, están poco protegidos
Las ONG ambientales trabajan junto a las comunidades para conservarlos y lograr un manejo sustentable; reclaman con urgencia una normativa nacional que los resguarde
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Los humedales son considerados verdaderas fábricas de vida para el planeta. Son ecosistemas claves para mitigar el cambio climático, frenar los gases de efecto invernadero y prevenir inundaciones , ya que ayudan a absorber las lluvias, que son cada vez más frecuentes y fuertes. No hace falta ir hasta el Bañado de la Estrella, en Formosa, las turberas de Tierra del Fuego o los Esteros del Iberá, en Corrientes, para estar cerca de un humedal. Hay algunos en medio de las ciudades, como la Reserva Ecológica Costanera Sur, en CABA, o la Reserva Natural Provincial Santa Catalina, en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora. Pero, a pesar de su enorme utilidad y sus muchos aportes, se están perdiendo.
Frente a esta realidad, y a la espera de una ley que implemente una política nacional de conservación, presupuesto mínimo y manejo sustentable, hay organizaciones ambientales que trabajan con las comunidades para evitar que los humedales se sigan degradando. Según los especialistas, es una de las deudas ambientales más urgentes del país.
En el monumento natural Laguna de los Pozuelos, en Jujuy, la laguna se estaba secando y escaseaban los pastos para alimentar a los animales. Hace dos años, la Fundación Humedales comenzó a trabajar junto con las poblaciones locales a partir de diferentes acciones, como el manejo sustentable del pastoreo.
Se trata de áreas sumamente diversas, con particularidades únicas. Además de su biodiversidad y aporte medioambiental, suministran alimento y medios de vida a millones de personas que desarrollan actividades productivas, como agricultura, ganadería, pesca, forestación y turismo.
La Argentina tiene declarados 23 humedales de relevancia internacional, pero son muchos más los que forman parte del territorio nacional. Se estima que ocupan 600.000 km2, es decir, el 21,5% del país.
Hace cuatro años, después de una intensa campaña comunitaria y más de 55.000 firmas de los vecinos, Santa Catalina fue declarada reserva. Casi la mitad de sus hectáreas pertenecen a un humedal, uno de los últimos de la ribera sur de la cuenca Matanza-Riachuelo. "Sirve de esponja para que Lomas de Zamora no se inunde", grafica Ana Di Pangracio, directora ejecutiva adjunta de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN). "Es uno de los humedales que pusimos en valor para decir que no todo en el Riachuelo está podrido y contaminado, sino que hay sitios naturales que aún se preservan muy bien, básicamente, gracias a los vecinos", agrega.
Choque de intereses
Uno de los obstáculos para conservar estos ecosistemas es su desconocimiento. "El concepto de humedal aparece concretamente en las agendas de los medios de comunicación y en la boca de la gente cuando empiezan las inundaciones. Hasta ese momento, no había una valorización", afirma Marta Andelman, coordinadora de Comunicaciones de la Fundación Humedales, parte de la red global de Wetlands International.
Diego Moreno, secretario de Política Ambiental en Recursos Naturales, explica que hoy el foco está puesto en lograr una base de información sólida. "Hasta ahora no existía y nos va a dar muchas más certidumbres para el debate y el consenso. Esta ha sido, en buena medida, la causa por lo cual los proyectos de ley no prosperaron", sostiene.
Desde 2011 se lleva a cabo un inventario coordinado por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, en el que participan más de 60 expertos, ONG y universidades, quienes acordaron una definición teórica, llevada a terreno y consensuada con el Consejo Federal de Medio Ambiente (Confema). Allí están involucradas las provincias, que son en definitiva las que decidirán cómo manejar cada humedal en sus territorios.
Ya se concluyó el primer nivel del inventario, que es un mapa muy macro de cuáles son las distintas regiones y qué tipo de estos ecosistemas contienen. Para Ana Di Pangracio, también permitirá tener una foto del momento presente para después ir evaluando los cambios y contar con números certeros sobre cuánto retroceden estos espacios en nuestro país.
Desde la Fundación Humedales, una de las ONG que participan, Marco Vermaasen, coordinador de Políticas del Programa Corredor Azul, enfatiza que es necesario que haya una ley que brinde un marco institucional.
En dos oportunidades, los proyectos de ley presentados en el Congreso de la Nación obtuvieron media sanción y luego fueron rechazados, y no solo por la falta de precisión para definir estos ecosistemas, sino también porque existen intereses encontrados.
"La ley prosperó en el Senado, pero se trabó dos veces en Diputados. Hay que acercarse a los sectores que se oponen, sobre todo al agropecuario y al inmobiliario, según la zona del país, para que entiendan que no es una cuestión de humedales versus desarrollo, sino que se puede hacer un trabajo en armonía y sostenible", explica Di Pangracio.
Desde la Fundación Vida Silvestre Argentina, Fernando Miñarro considera que una ley es urgente, necesaria y posible, especialmente ante el avance de la conversión de los humedales en las últimas décadas.
Las ONG que están trabajando en la norma entienden que hay intereses agroindustriales e inmobiliarios, pero también preconceptos erróneos. "El problema -describe Vermaasen- es que muchos que ya desarrollan actividades económicas dentro de los humedales, como agricultura, urbanismo o ganadería, consideran que si algo se define como un humedal puede ser una interferencia para su desarrollo económico".
Otro gran debate es qué restricciones habrá en cada uno de esos sitios. "Es una condición sine qua non que lo que se presume un humedal se proteja hasta que esté hecho el inventario. Necesitamos la atención del público, que la gente sepa qué son estos espacios y presione para que se apruebe algo que es para el bien de todos", concluye Vermaasen.
Recuperarlos junto con las comunidades
Cuatro casos diversos para entender por qué cuidar estos ecosistemas es tan importante frente al cambio climático
Urbano: reserva Natural Provincial Santa Catalina
- Fue declarada reserva en 2011. Tiene una superficie de 650 hectáreas, de las cuales 300 pertenecen al humedal. En el resto de las hectáreas hay bosques, pastizales, edificios históricos, parcelas privadas para uso agroganadero y parte de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Lomas de Zamora (UNLZ), que junto con la FARN encabeza la recuperación y la protección del predio. "La reserva no está inaugurada ni implementada, la provincia no tomó posesión porque se está gestionando justamente el plan de manejo, puesto que todavía hay actores privados adentro. Mientras tanto, llevamos adelante distintas actividades, las usuales en las reservas: educación ambiental, restauración de los ambientes, relevamiento de la biodiversidad", explica Alberto De Magistris, docente de la UNLZ y director del Museo de Agrobotánica, Historia y Naturaleza de Santa Catalina. Se encontraron miles de especies de plantas, cientos de animales y, hasta el momento, se registraron 192 tipos de aves, cifra que representa casi el 50% de la diversidad de aves de la provincia de Buenos Aires. Junto con la comunidad se sacaron especies de flora exótica, se plantaron nativas y se hicieron un mirador de aves y un sendero interpretativo.
El más austral: Turberas de Tierra del Fuego
- La mitad de los humedales del mundo son turberas. Estos ecosistemas tienen una capa de turba en la superficie, compuesta por material vegetal que se acumuló durante miles de años sin descomponerse del todo porque el ambiente está saturado de agua. Son muy importantes en el contexto del cambio climático porque almacenan toneladas de carbono y tienen un rol fundamental en la regulación del clima. Las turberas del lado argentino de la Isla Grande de Tierra del Fuego son claves para la regulación de la cuenca del arroyo Grande, principal fuente de agua potable de la ciudad de Ushuaia. Son 2700 hectáreas en medio de un paisaje inigualable de glaciares, lagunas, bosque y ríos, pero están en retroceso por la actividad productiva y minera. Al drenar estos humedales, la turba se descompone y se libera carbono a la atmósfera en forma de gas de efecto invernadero; además, estos drenajes suelen quedar abiertos luego de la extracción e implican riesgos y deterioro del ecosistema. Frente a este problema, la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, junto con la Fundación Humedales, lideró un proyecto de restauración hidrológica de una de las turberas a partir de obras para el cierre de los drenajes.
Altoandino: Laguna de los Pozuelos
- Este monumento natural depende de Parques Nacionales. Tiene 16.224 hectáreas, alrededor viven 10.000 personas y la actividad principal es la cría de llamas, ovejas y cabras. La importancia de estos humedales de altura es que están en las nacientes de algunos de los sistemas fluviales más importantes de la región, almacenan y regulan el agua que después llega a las grandes ciudades. Una de las amenazas es la actividad minera de la zona, pero también el sobrepastoreo del ganado. El trabajo de la Fundación Humedales junto con las poblaciones locales comenzó con un estudio de la productividad de las pasturas y, sobre la base de eso, realizó un plan de rotación de los animales. También se trabajó en la restauración de las vegas para almacenar mejor el agua, porque por la sequía las comunidades habían decidido abrir aguadas, una especie de pozo profundo que trajo problemas de contaminación. Se cerraron esos agujeros y se instalaron bombas solares. "Esto nos hizo pensar que además de estar restaurando ambientes estamos restableciendo vinculaciones entre los vecinos que hacen el trabajo en conjunto", cuenta Nidia Amaya, experta en relaciones con la comunidad de la Fundación Humedales.
El más grande: Cuenca de Paraná Paraguay
- Son 3400 km de agua desde el pantanal brasileño hasta su desembocadura en el delta del Paraná, en la Argentina. Es uno de los pocos sistemas fluviales de agua libre que quedan en el planeta. Millones de personas dependen del agua de estos humedales y muchas especies encuentran refugio allí. Las principales amenazas son los cambios en el uso del suelo debido a la agricultura y la ganadería a gran escala y los barrios cerrados, en especial en las planicies de inundación del delta del Paraná. La construcción en las áreas de humedal produce la reducción de esta planicie y como consecuencia el reencauzamiento de los ríos y las inundaciones. Desde hace una década, el Programa Corredor Azul de la Fundación Humedales trabaja con las comunidades locales para enseñarles a desarrollar sus actividades de manera sustentable; por ejemplo, se creó una Red de Pescadores Artesanales del Delta del Paraná y se llevó a cabo un manual de buenas prácticas ganaderas. “Sin un desarrollo sustentable, los mismos inversores, a largo plazo, se van a perjudicar. A los barrios cerrados que están planteados sobre el valle de inundación, con el avance del cambio climático, les va a llegar el agua”, afirma Marta Andelman.