La Casa Masantonio: el proyecto comunitario que lucha contra la tuberculosis en la villa 21
Oscar González vivió casi 10 años en el Ceamse, comiendo de la basura y entre las ratas. Hace más de una década, cuando sintió que tocaba fondo, llegó descalzo, con los pies en carne viva, al Hogar de Cristo -a pasos de la villa 21-24 y Zavaleta, en Barracas-, uno de los centros barriales que crearon los curas villeros para ponerle el pecho al flagelo del paco en los barrios más vulnerables de la Ciudad.
En ese entonces, hacía cuatro meses que no se bañaba, días que no probaba bocado y a duras penas podía mantenerse parado. Además de estar atravesado por el consumo de pasta base y tener VIH, había contraído tuberculosis. "Llegué todo lastimado. Tenía hasta un gusano en la cabeza. Lo único que hicieron fueron darme un abrazo y decirme: ‘Bienvenido, esta es tu casa’. Hoy ayudo a los chicos como me ayudaron a mí una vez: a poder empezar a vivir", cuenta Oscar con la firmeza de quien estuvo en el infierno y logró barajar de nuevo.
Hoy, es uno de los acompañantes de la Casa Masantonio, ubicada junto al Hogar de Cristo y el único dispositivo comunitario del país que tiene el fin específico de brindar un acompañamiento integral a los usuarios de paco y enfermos de VIH y tuberculosis. Parte del éxito del "hospitalito" –como lo llaman los vecinos – consiste en que los mismos chicos que estuvieron sumergidos en el consumo, estuvieron enfermos y lograron salir adelante, se convierten en agentes de salud que buscan a quienes están en la misma situación que ellos vivieron.
"Muchos fueron nuestros compañeros de ranchada, por eso nos conocemos. Les mostramos que se puede salir adelante, que hay un camino", describe Oscar. "Todos los días, recorremos los pasillos, los buscamos, los rastreamos -como decimos nosotros-, y les llevamos su medicación. Y siempre tratamos de que vengan para acá, a la casa".
El abrazo. Ese es el símbolo distintivo de Masantonio. Todo el que ingresa buscando ayuda recibe uno: por parte de los voluntarios, profesionales, o compañeros que sufrieron los golpes más duros de la marginalidad y las adicciones. Y es que además de un plato de comida y atención médica, lo principal que se brinda es acompañamiento, contención: la ayuda para empezar a proyectar un futuro.
Santiago Giménez, médico infectólogo y coordinador médico de la organización social, explica: "Los propios chicos forman parte de una estrategia donde son partícipes activos: son agentes sanitarios que van a buscar a sus compañeros con quienes en algún momento compartieron calle y los acercan a atenderse acá o a los hospitales, entre otras cosas".
En contra de un sistema de salud que muchas veces es expulsivo para los más vulnerables, el espíritu de Masantonio es ir al encuentro. "A los pibes que tienen problemas con las drogas les cuesta mucho acomodarse al sistema de salud. La virtud de la Casa Masantonio es que se acomoda a los chicos", asegura Gustavo Barreiro, uno de los fundadores del dispositivo. Y resume: "Todos los que estuvieron cerca de la muerte lo que tienen ganas es de ayudar a otros. Y esa es justamente una de las claves de la vida".
Si bien la tuberculosis es una enfermedad que muchos creen erradica, en las villas porteñas su tasa crece ininterrumpidamente desde 2013, según datos del Ministerio de Salud de la Nación. La pobreza, el hacinamiento, el consumo de drogas y la desnutrición -advierten los especialistas-, son algunos de los factores que forman parte de un combo explosivo que aumenta las posibilidades de contagio y propagación.
"Hubo muchos que fallecieron en las cercanías de este barrio por enfermedades absolutamente prevenibles. La tuberculosis quedó enquistada en poblaciones muy vulnerables", sostiene Giménez.
De 2015 a 2016 la cantidad de enfermos aumentó de 24,3 a 26,5 cada 100.000 habitantes en todo el país y el 50% de ellos se concentran en el área metropolitana. En el cordón sur de la Ciudad, las tasas son comparables a las de algunos países de África (120 casos cada 100.000 habitantes).
Hoy ayudo a los chicos como me ayudaron a mí una vez: a poder empezar a vivir
Aunque se trata de una enfermedad fácilmente detectable y curable, requiere una adhesión rigurosa al tratamiento, algo que para aquellas personas en situación de extrema vulnerabilidad puede volverse casi imposible. En 2016, hubo 757 muertes por tuberculosis en nuestro país: un 5% más que en el año anterior. Dos de cada tres fueron personas menores de 65 años.
La solución a esta problemática requiere un abordaje casi personalizado o, como dicen quienes trabajan en terreno, "cuerpo a cuerpo". Por eso, en 2016, abrió sus puertas la Casa Masantonio, sobre la calle del mismo nombre. Además de recibir pacientes de la villa 21-24, muchos llegan de la 1-11-14, del Bajo Flores, y la 31 de Retiro.
Allí, un equipo multidisciplinario integrado por médicos, enfermeros, voluntarios y otros profesionales, acompañan a aquellas personas que tienen enfermedades y necesitan tomar medicación de forma diaria. Sin embargo, el objetivo final es mucho más ambicioso: ayudarlos a reinsertarse socialmente y que recuperen el sentido de su vida. En estos dos años de trabajo acompañaron a 75 personas con tuberculosis y más de 65 con HIV.
"Para mí la Casita Masantonio es la vida. Acá encuentro una familia. Es el lugar que me alejó del consumo y lo que día a día me da las posibilidades de avanzar en la sociedad y como persona", concluye Oscar parado en el centro del patio del lugar. Hoy, es un hombre de pie.
Cómo colaborar
Quienes deseen ayudar a la labor de la Casa Masantonio sumándose como voluntarios o con donaciones (de medicamentos, alimentos, pañales, ropa de cama, productos de limpieza e higiene persona, entre otros), pueden escribir a casamasantonio@gmail.com
Para más información, ingresar en la web de la Cooperativa de Acompañantes de Usuarios de Paco o del Hogar de Cristo.