Hospitales más alegres
La provincia de Buenos Aires sancionó una ley que estipula que todos los servicios pediátricos de los hospitales cuenten con clowns y ya hay proyectos similares en otras tres provincias
Después de años de trabajo y experimentación, los payasos que llevan alegría en los hospitales de la provincia de Buenos Aires a los niños y adultos internados finalmente tienen una ley que reconoce y regula su labor. El 12 de mayo, el Senado bonaerense sancionó la norma, que estipula que todos los servicios de Pediatría de sus hospitales deberán contar con payasos hospitalarios que se incorporarán al sistema de salud como "medicina complementaria con el fin de llevar alegría a niños enfermos internados en hospitales, sus familias y al personal médico y no médico".
"Nos sorprendió mucho la ley", afirma el doctor José Pellucchi, director y uno de los fundadores de Payamédicos, la organización más grande y reconocida, presente en más de 150 hospitales de la Argentina y Chile desde 2002. Sin embargo, dice que la clave será su reglamentación: "Hasta ahora todas las organizaciones trabajan ad honórem y con formaciones propias. Estas son algunas de las cuestiones que hay que contemplar y definir", comenta, aunque agrega que ellos están colaborando para que se concreten proyectos similares en otras tres provincias. "Nosotros fuimos precursores porque, al igual que varios hospitales, lo hacemos desde hace varios años. Pero me parece que la ley es bienvenida siempre y cuando esté regulada y sea respetada", sostiene la doctora Aurora León, jefa del Servicio de Pediatría del Hospital Bernardo Houssay de Vicente López, donde actualmente trabajan dos organizaciones: Alegría Intensiva y Alegrañatas. "No cualquiera puede ser payaso de hospital. No por ponerme una nariz colorada ya mi trabajo es de payaso de hospital. Hay que estudiar, hay que tener un bagaje de conocimiento de lo que es un clown", acota León –o Cacha como todos la conocen allí–, quien destaca los beneficios de este acompañamiento que realizan los payasos con sus pacientes.
En acción
Las intervenciones de los payasos comienzan en los pasillos y las salas de espera de los hospitales, donde el silencio y la atmósfera, a veces un tanto densa, se inunda con sus colores y alegría que luego trasladan a las habitaciones de los pacientes internados. "Tratamos de armar una atmósfera lúdica donde no la hay", explica María Marta Bianco, psicóloga y directora de Puente Clown, organización voluntaria que trabaja en el hospital Piñeiro y dos centros de salud que dependen de ese nosocomio en Bajo Flores. Eso fue, precisamente, lo que hicieron con Carmen, que a sus 8 años estaba internada en el Servicio de Oncología Pediátrica. A ella, que había perdido su cabello por las drogas oncológicas, la coordinadora del servicio le dijo que sus amigos payasos estaban buscando un lugar donde jugar y los dejó pasar a su cuarto.
"Cuando alguien te mira, ya está, ahí salís con todo porque el clown se enciende con la mirada del otro", prosigue Bianco. Luego de un rato de juego, donde aparentemente Carmen no demostraba demasiado interés, comenzó a reírse con ganas cuando le dieron unas tijeras gigantes de juguete y comenzó a tratar de cortarle el pelo a los payasos, hasta que logró sacarle la peluca a uno de ellos. Quizá para tratar de estar en igualdad de condiciones. En estas circunstancias, el objetivo de los payasos es tan claro como ambicioso: sacarle una sonrisa a los niños en medio de la enfermedad. Y es lo mismo que sucede con Celeste Papa, una niña de 8 años que está internada con una sonda en la sala del Servicio de Pediatría del hospital de Vicente López. Ella baila y ríe en su cama mientras una payasa, la Dra. Marta, le canta una canción y bromea con ella. Lo mismo ocurre con Violeta y Jazmín, que comparten la sala de internación con Celeste y se suman a los juegos y a la alegría, mientras sus mamás miran la escena con ternura.
"Los chicos están permanentemente expuestos a pinchazos, extracciones, a todo lo que tiene que ver con enfermería o con maniobras. En cambio, ésta es la parte lúdica en la que conseguimos sacarles una sonrisa por más enfermos que estén. Hay chicos que están a veces con máscaras de oxígeno y vos ves que les cambia la mirada", afirma León. Alegrañatas comenzó allí una experiencia única: visitan a los pacientes por las noches, antes de que se vayan a dormir. "Vamos a darle las buenas noches a los pacientes internados, cuando en el hospital todo es silencio y ya ellos están solos. Es uno de los momentos más duros del día, pero logramos integrar toda la habitación y transformarlo en un buen momento", explica Hernán Espantoso rodríguez, que con su organización también visita el Hospital de Niños de San Isidro y el Cemic de Saavedra durante el día.
Más allá de la sonrisa
Si bien la base es la misma, hay matices en la labor de cada una de las organizaciones. Algunos payasos buscan alegrar la estada de los enfermos para hacerla más llevadera, pero otros creen que la payasoterapia contribuye en la sanación. "Somos mucho más que payasos de hospital", afirma el Dr. Pellucchi. Es que hoy los Payamédicos tienen un método que se estudia y que va camino a convertirse en una carrera o una especialidad para los profesionales hospitalarios, tal como sucede en Israel, porque nada está librado al azar. Al llegar al hospital, primero se interiorizan de los pacientes que visitarán, su diagnóstico médico, la evolución de la enfermedad y la situación anímica del paciente y su familia. Con esos elementos se elabora una estrategia de abordaje y finalmente salen a escena.
Pero además hay una serie de requisitos que cada payamédico debe cumplir. "El uso de peluca es obligatorio, no sólo para componer el personaje, sino también para evitar la caída de nuestros cabellos, y no usamos guardapolvos blancos lisos para evitar poner distancia con los pacientes", ejemplifica. Los Payamédicos tampoco usan las típicas narices rojas de los clowns, las suyas son naranjas. "El rojo hace acordar a la sangre a los chicos y como buscamos por todos los medios acercarnos, decidimos cambiar el color. Toda nuestra apariencia está intervenida para parecer un dibujo animado, porque el payaso es una vuelta al niño desde la perspectiva del adulto", explica.
Alegrañatas, en cambio, no hace planificación previa. "Buscamos la empatía y la sensibilidad. Si al entrar en la sala hay conexión, nos quedamos y jugamos. Ahí ellos son los que mandan", explica Espantoso Rodríguez. Puente Clown es un desprendimiento de los Payamédicos, que decidió afincarse en el Bajo Flores para hacer una intervención comunitaria, más allá de los centros de salud. "No sólo con los pacientes es nuestro trabajo. El clown te da una mirada panorámica de toda la situación", afirma María Marta Bianco, psicóloga y directora de la organización. Todos sus integrantes trabajan ad honórem y, al igual que los Payamédicos, además de su accionar en el campo, también se dedican a la formación y han escrito los únicos dos libros que hay en la Argentina sobre payasos de hospital: Lo terapéutico del clown e Historias de encuentros.
Sin embargo, a diferencia de Payamédicos que continúa con su expansión por todo el país, e incluso América latina, su idea no es masificar Puente Clown. "No queremos que nuestro grupo crezca, que pierda la horizontalidad que logramos. Preferimos conocernos todos. Por eso queremos que se armen nuevos grupos, que puedan intervenir en más hospitales y lugares", explica Bianco. Así, Puente Clown tiene una réplica en San Martín de los Andes, Neuquén y está capacitando a estudiantes de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, quienes están formando su propio grupo. Alegrañatas, por su parte, también realizacursos de formación de clown, pero además están enfocados a llevar el arte clown a distintos espacios, como escuelas de zonas necesitadas de todo el país. "Agarramos el auto y vamos adonde nos llamen. Trabajamos con las emociones y la sensibilidad, y no es lo mismo lo que le pasa a un chico de Buenos Aires que a uno de Salta o Entre Ríos. Nos enriquece mucho este tipo de experiencias", añade Espantoso Rodríguez. Pero la labor de estos payasos no termina con la intervención. Luego hay una puesta en común y conceptualización de lo actuado.
"Nosotros hacemos un tercer tiempo, donde comentamos todo lo que vivimos, pero lo que realmente nos ayuda son las clases semanales de clown. Ahí surge todo. Y además, una vez por mes tenemos una reunión de supervisión con una psicóloga", comenta Espantoso Rodríguez, y agrega: "Trabajamos mucho el saber recibir, porque si no, no sabés dar". Y en la misma sintonía, Bianco añade: "Hay que cuidarse para cuidar a los otros", que con Puente Clown mantienen una dinámica similar. Es que, más allá de las sutiles diferencias entre las organizaciones de payasos, todas confluyen en lo mismo: rescatar la emoción, la sensibilidad, pero sobre todo la alegría, para ponerla al servicio de los más vulnerables.