Vivir en un desierto de sal: Su papá es hachero y necesita una beca para poder seguir estudiando
Milagros Roldán tiene 17 años y vive junto a sus papás y su hermano menor en Lucio V. Mansilla; asiste a una escuela técnica y su sueño es ser profesora de Lengua o de Química
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CORDOBA. Milagros Roldán tiene 17 años y vive en Lucio V. Mansilla, un desierto de sal, donde el agua escasea y la gente trabaja de lo que puede. Algunos “puchereando” con rastrillos en las salinas, otros criando animales o consiguiendo algún empleo público.
Es un pueblito que supo ser próspero cuando las salinas eran su centro de vida pero que ahora se transformó en un lugar “fantasma”. Allí, funciona la única escuela secundaria que es técnica, el IPET 308, que recibe a 135 alumnos. Milagros camina todos los días las cinco cuadras que separan su casa de la escuela, bordeando las vías del tren, para apostar por un futuro mejor.
“Mis padres no tuvieron las mismas oportunidades que yo. Me da un poco de orgullo y otro poco de presión ser la primera que va a terminar la secundaria, es una responsabilidad. Cuando mi papá no tiene trabajo se nos dificulta mucho, sobretodo en verano. Hace mucho calor y encima no hay agua”, cuenta Milagros, que cursa 6to año, está vestida con jean y la remera roja de la escuela.
Su papá, Rubén, es hachero. Se va por temporadas a cortar leña a Quilino para poder sobrevivir. Tuvo una vida difícil: de chiquito tuvo que salir a trabajar porque eran muchos hermanos. A los 10 años dejó la escuela y empezó a aprender lo que es el trabajo pesado bajo el sol. “La vida que llevo yo en el campo no quiero que la tengan mis hijos. Ahora me salió la changa de cortar leña seca con hacha. Nos dejan cortar el monte parado que le dicen, está muerta ya. Un día de calor como hoy el campo se pone bravo. Las víboras ni que hablar”, dice este hombre que no puede ayudar a sus hijos con la tarea y que por eso está orgulloso de que estén estudiando.
Milagros ya cursó a la mañana, almorzó fideos con salsa en el comedor con sus compañeros y volvió a su casa. El plan es tomar la merienda, descansar un rato, hacer la tarea y darle clases particulares a su primo que está en 1er grado.
“Durante la pandemia ayudaba mucho a mi hermano con la tarea, le explicaba y ahí descubrí que quería hacer en el futuro”, cuenta Milagros, que se confiesa enamorada de los pronombres y los electrones. Por eso cuando sea grande quiere ser profesora de Lengua o de Química. “Para estudiar eso me tendría que ir a vivir a Dean Funes que queda a 80 kilómetros. Me hace falta un acompañamiento para eso. Sería un sueño poder estudiar y volver para demostrarle a los chicos de acá que con esfuerzo y dedicación sí se puede”, dice convencida.
Enzo del Valle Rojo, director del IPET 308 de Lucio V. Mansilla, describe a Milagros como una muy buena alumna. “Tiene muchas ganas de estudiar y progresar. Viene de una familia humilde y ella trata de superarse día a día”, rescata. La secundaria es con orientación técnica en electricidad y dura 7 años. La mayoría de los adolescentes que se reciben se van a otros lugares porque no hay muchas posibilidades para emprender.
“Las familias son humildes, no hay mucho trabajo en la zona, no hay empresas que absorban mano de obra y es costoso para las familias subsistir. Es muy difícil. Los alumnos mayores de 18 años están cobrando becas educativas. Y así subsisten”, agrega Rojo.
Vivir con sed
Todos tienen sed. La tierra, las plantas, los animales y las personas. El agua llega – a cuentagotas- por cañerías desde Quilino, una localidad que queda a 50 kilómetros. “Tenemos una hora por día de agua más o menos. Prenden las bombas un rato y cuando se acaba, no las vuelven a abrir hasta el otro día. Hay gente que la carga en piletas y otras que tienen tachos para almacenar el agua. Nosotros tenemos tachos. Con un balde la vamos a buscar a medida que la vamos necesitando”, explica Milagros.
Las cañerías están a la orilla del ferrocarril, llega a la municipalidad y desde ahí la distribuyen. En verano cuando las temperaturas llegan a más de 40 grados, todos coinciden en que la falta de agua es grave. Otra de las preocupaciones, es que sostienen que no es del todo potable. “Nosotros hicimos análisis del agua y ahí descubrimos que el agua contenía coles y no es apta para el consumo en la parte biológica. Al venir por cañería que están obsoletas, en muchos casos los animales de los campos las rompen, se meten raíces adentro. Es un gran problema el agua. La gente de acá está acostumbrado pero la gente que viene de afuera, lo siente. Nosotros los profes traemos agua en bidones para consumo nuestro”, explica Rojo.
En este momento se está desarrollando un proyecto para empezar a traer el agua desde la localidad de El Zapallar, que está a 80 kilómetros, pasando por El Tuscal. “Aparentemente, la calidad del agua es mucho mejor”, agrega Rojo.
Convivir con una enfermedad rara
En 2014, Milagros empezó con problemas de salud. Primero fueron unas manchas brillosas en la piel. Arrancaron siendo chiquitas y se fueron aumentando en tamaño. A partir de unos estudios le diagnosticaron esclerodermia, problemas de tiroides y síndrome de Turner, una enfermedad rara que afecta el desarrollo de las mujeres. La causa es un cromosoma X ausente o incompleto. Las niñas que lo presentan son de baja estatura y sus ovarios no funcionan en forma adecuada.
Milagros es de contextura física pequeña pero su voluntad es enorme. Se tiene que cuidar mucho la piel de la tierra y del sol porque sino se pone como si se hubiera quemado con agua caliente. Todos los meses tiene que ir a hacerse controles médico a Córdoba o a Dean Funes. En este momento, su familia está tramitando una pensión por discapacidad para poder cubrir todos los gatos médicos. “La ciudad de Córdoba me pareció muy linda, es enorme. Es lindo poder ir a otra parte del mundo que sea distinta”, agrega.
Sabe que le queda un año para terminar la secundaria y ella quiere más. Aprender más. Conocer otras personas. Y también sabe que para eso necesita una beca. “La principal dificultad es la distancia, el transporte, los medios económicos y el lugar para vivir porque tendría que pagar un alquiler. Mi deseo es terminar mi carrera y enseñarle a los chicos que sí se puede”, cuenta esta adolescente fanática de Boca Juniors, que comparte la habitación con su hermano de 15 años.
El sueño del cuarto propio
La vivienda es otra de las limitaciones de la familia Roldán. Hasta hace 6 años vivían en un rancho y desde la Asociación Civil Compromiso Ciudadano y Derechos Humanos le consiguieron una vivienda que mantienen con mucha dedicación. El sueño, es poder tener una habitación para cada hijo. “Es medio molesto compartir el cuarto con mi hermano. A veces yo quiero hacer ciertas cosas como cambiarme y me tengo que ir al cuarto de mis papás. Si no me voy yo, se va él. Cuando yo me siento a estudiar y él quiere escuchar música, se tiene que ir. Por ahí peleamos por eso. Cuando tenga mi propia habitación me gustaría pintarla de azul o rosa. Y quizás colgarle algún poster de Boca”, dice.
Luis Nieto es el presidente de la Asociación Civil Compromiso Ciudadano y Derechos Humanos y ayuda a muchas familias de la zona con asistencia alimentaria y resolviendo carencias habitacionales. “Falta acompañamiento a los jóvenes de estos pueblos. De ser así, estos chicos tendrían otras oportunidades. Hay chicos muy inteligentes que terminan desperdiciando su vida yendo a la salina o siendo hacheros”, dice con tristeza.
Atrás de su cama, Milagros tiene un póster de su fiesta de 15, en el que aparece con un vestido rosa y una sonrisa tímida. Sus papás sacaron un préstamo y toda la familia aportó con lo que pudo para que esta noche fuera perfecta. En el patio de su casa armaron una carpa de nylon, pusieron mesas y sillas e invitaron a muchas personas. La fiesta empezó a las 10 de la noche y terminó al otro día a las cuatro de la tarde.
“Yo quería tener una fiesta de 15 porque es algo que se hace una sola vez. Fue mejor de lo que me había imaginado. Fue en mi casa, vinieron mis amigos y familiares, mucha gente. Por aquel portón entré yo. Me trajo un auto, me bajé, esperé unos segundos a que estuviera la música y entré. Me esperó mi tío, después mi abuelo y después mi papá. Había elegido el tema “Un mundo ideal” de la película Aladino. Vinieron muchísimas personas, no se cuántas. Y hubo baile”, recuerda Milagros.
Tiene una carpeta de materias teóricas y otra de materias prácticas. Le gusta soldar y tener experiencias nuevas. Además, cuenta Milagros, todo lo que aprende en la escuela lo puede aplicar en su casa. “Cuando se corta la luz o salta un fusible puedo ayudar a explicar por qué y arreglarlo”, cuenta.
Milagros se sienta en la mesa de la cocina para hacer la tarea de Economía y Producción. Su mamá sale con una jarra al patio a buscar agua en uno de los tachos para preparar te y mate. “Estoy aprendiendo los distintos tipos de bienes”, cuenta.
La historia de vulnerabilidad de Rubén, su papá, también se repite con Valeria, su mamá: ella tampoco pudo terminar la primaria. Eran 10 hermanos, su mamá los crió sola y por eso ella dejó en 4to grado. “¿Qué le voy a explicar yo si no sé nada? No veo la hora que Milagros sea alguien en la vida y no sufra acá en este pueblo. Yo siempre le dije que primero el estudio y después la joda. Los dos son buenos niños e inteligentes”, dice emocionada.
La apuesta de ambos padres es a la educación de sus hijos. “Yo los quiero acompañar hasta donde pueda. El año pasado les han pedido un teléfono y yo les dije que si pasan de año sin llevarse una materia, les compraba una. Vale cobró la AUH y con unas monedas que puse yo, les compramos una tablet a los dos. Después saqué los teléfonos para los dos y pudieron tenerlos para la escuela. Mientras uno pueda y sea para la escuela, uno hace lo posible por apoyarlos”, agrega Rubén que durante la pandemia trabajó un tiempo en las salinas pero cuando hacía cuentas al final no le quedaba nada en el bolsillo. “Ahora le tengo que hacer unos estudios a la Mili y tengo que ahorrar. Lo más urgente es poder hacer una habitación más para separar a mis hijos. Necesitan privacidad para poder cambiarse y estar tranquilos”, dice preocupado.
Toda la familia está enfocada detrás de un objetivo: que Mili pueda conseguir una beca para seguir estudiando. “El entusiasmo que tiene es enorme. Quiero que pueda cumplir su sueño”, concluye Valeria.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran ayudar a Milagros pueden:
-comunicarse con Luis Nieto de la Asociación Civil Compromiso Ciudadano y Derechos Humanos al +54 9 3513 45-6839
- donar directamente en esta cuenta.
BANCO DE LA NACION ARGENTINA
CUENTA NRO 2390808752
CBU: 0110239230023908087529
Denominación: NIETO LUIS ALEJANDRO