A los 12 años tuvo que hacerse cargo de sus seis hermanos y dejó la escuela: “Yo no tuve infancia”
Patricia Falcón se ocupaba de cuidar, bañar, dar de comer y llevar a sus hermanos al colegio; su papá trabajaba en la cosecha de yerba y se iba por largas temporadas; ella y sus hermanas, fueron niñas madres
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Era una nena cuando su mamá se fue de su casa. Patricia Falcón era la mayor de sus siete hermanos y tenía solo 12 años cuando tuvo que hacerse cargo de ellos en el barrio Narciso Vega en Gobernador Virasoro, Corrientes. Como su papá trabajaba por temporadas en la cosecha de yerba, se quedaba sola como jefa de hogar. Funcionaba como una mamá. Los llevaba a la escuela, los bañaba, les cocinaba. Hacía lo que podía.
Tuvo que crecer de golpe. Dejó la escuela para ocuparse de las tareas de la casa. De que hubiera algo para comer aunque no supiera cocinar. “Yo no tuve infancia, juventud, nada. Éramos todos chiquititos. Hice la primaria y después no quise seguir por las cosas que me pasaron”, dice hoy, ya hecha una joven de 20 años que sigue luchando por salir adelante.
Eran todos apiñados en una casilla de madera, sin baño. Compraban fiado para poder comer. Los fines de semana su papá volvía y les daba algo de plata. “Vivíamos re mal”, recuerda Patricia, vestida con un vestidito negro y ojotas. Y agrega: “Para mi papá fue muy dura la separación con mi mamá. Él tomaba mucho y le decíamos que no se rindiera, que luchara por nosotros y él se levantaba para ir a trabajar”.
Gabriel Falcón, su papá, se quiebra cuando habla de Patricia y del esfuerzo que hacen entro todos para salir adelante. “Patricia es todo para mí. Es la primera hija que tuve. Le amo mucho Es guapísima mi hija. Vive luchando para ella, para mí y para sus hermanos. Es como la mamá para ellos. Todos los días me manda audios para contarme cómo andan todos. De noche pienso en ellas, por cómo está la mano ahora. Vivo mirando las noticias y veo el desastre que hay en todos lados. Y mis hijas están solas acá”, dice entre lágrimas.
Hoy justo está de visita porque es fin de semana y la familia acaba de terminar de almorzar. En un rato se vuelve al campo para trabajar. “Siempre trabajé en la yerba, soy tarifero. Me levantaba a las 3 de la mañana. Cuando paraba la yerba, me metía en el campo para manejar a los animales. Nunca bajé los brazos por mis hijos. Y pudieron salir todos adelante”, dice Gabriel.
Niñas madres
No había ningún adulto que las cuidara. A los 13 años Patricia tuvo a su primera hija Paula. Fue una niña madre. Sus dos hermanas siguieron el mismo camino. “Fue muy difícil ser mamá tan joven”, afirma Gabriela Falcón, que tuvo a su hijo Jonás Esequiel Falcon a los 15 años. “No sabía cómo criarlo, cómo salir adelante con él porque yo era muy chica y no sabía nada de cómo ser mamá”, cuenta.
Como no tenía con quien dejar a su hijo, Gabriela dejó la escuela en 5to grado. “Me gustaría terminar. Ahora con mi hijo no puedo porque necesito alguien que lo cuide. Por eso tampoco puedo trabajar. Mi hijo no va al jardín porque no conseguí lugar para él”, cuenta.
En la casa cada vez se sumaban más bocas que alimentar y había menos recursos. Producto de distintos casos de desnutrición y malnutrición, Patricia y sus hermanas llegaron a CONIN Virasoro en donde un equipo interdisciplinario las acompañó para mejorar su salud y su calidad de vida.
“Llegué a CONIN gracias a una enfermera porque el nene estaba con bajo peso. Yo no tenía tanta leche para darle. Yo salí adelante gracias a mi hermana y a CONIN porque ahí me enseñaron a cocinar, a preparar la leche especial y a tener limpia mi casa”, explica Gabriela.
“Vivían en una situación crítica”
Las tres hermanas mayores iban cada una con su hijo. En ese momento, Paula estaba con un cuadro de sobrepeso. Solo cocinaban comidas fritas que eran las que sabían hacer. En CONIN les empezaron a dar mercadería, participaban de los talleres de cocina saludable y los bebés recibieron un tratamiento integral. “Cuando nos vinieron a visitar y vieron cómo vivíamos, me dijeron que yo también fuera. No teníamos para comer”, dice Patricia.
A Lorena Ramírez, trabajadora social y coordinadora del Centro CONIN Virasoro lo que más la impactó cuando conoció a la familia Falcón fue las críticas condiciones en las que vivían. Apenas se bañaban. No iban a la escuela. No se peinaban.
“En su caso tenían riesgo social, malnutrición y había una sobrecarga de funciones parentales por parte de Patricia. Ella estaba a cargo de cuatro hermanitos y dos adolescentes que ya estaban con bebés. Las de 14 y 15 años tenían bebes. E ingresamos al grupito familiar. Patricia estuvo por poco tiempo porque se trabajó la malnutrición de su nena. La que más tiempo estuvo fue Gabriela porque su hijo tenía una desnutrición más aguda”, explica Ramírez.
Había que atacar muchos frentes. El riesgo era que siguieran teniendo más hijos y no pudieran cuidarlos. “Ahí empezamos a trabajar planificación familiar y el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Al ser menores cada una de las abuelas por parte de los padres, tuvieron que presentarse a la justicia para asumir como tutores. Y eso garantizó que los niños una vez que estuvieron con normopeso, no tuvieran más desnutrición”, señala Ramírez.
Una segunda madre
Para Patricia, Lorena fue como una segunda madre. “Ella fue la persona que más nos ayudó. Venía a ver si necesitábamos algo, cómo comíamos, todo”, agrega.
De a poco, Patricia y Gabriela empezaron a incorporar pautas de higiene, a aprender a cocinar y a criar mejor a sus hijos. “Me mejoró mucho la vida gracias a CONIN. Aprendí mucho ahí. Como cuidar más a mis hijos, muchas cosas de cocina y a tener más limpia mi casa. Me dieron muchos consejos y enseñanza. Si no fuera por ellos yo hubiera seguido teniendo hijos. Ahora me puedo ocupar mejor de los dos que tengo”, Patricia.
Hoy Patricia tiene otro hijo de 4 años. Su papá sigue trabajando en el campo (ahora también con los hijos varones más grandes) y en la casa se quedan solo las mujeres. “Sigo estando a cargo de todos. A mí me gusta hacer cosas de cocina. Trabajo de limpieza por la mañana y a la tarde llevo a mi gurisa a la escuela. Mi idea es mandar a mi hijo más chico también a estudiar pero como tuve que gastar todo en los útiles de la más grande, no me alcanzó para él”, cuenta la joven.
El sueño del baño
Hace unos meses la municipalidad la ayudó con su situación habitacional y le armó otra casilla al lado de la que ya tenían. “La luz me la pasa la vecina y agua tenemos propia. Tenemos canilla afuera. El baño lo tenemos afuera. Hoy lo que más estamos necesitando es un baño de material”, agrega Patricia.
La situación económica de la familia sigue siendo muy precaria y Patricia reconoce que hay noches en que no cenan. “Un día no tenemos pero igual le damos para adelante. Yo quiero que mis hijos sigan estudiando y no pasen lo mismo que yo pasé”, asegura.
Lo que más están necesitando es terminar el baño instalado que ya empezaron a construir, una cama de dos plazas, colchones y útiles escolares para los chicos. El sueño de Gabriel es poder hacer una casita de material para que sus hijos puedan estar más cómodos y reparados. “No pierdo las esperanzas. Que sea chiquita, no importa. Se la quiero hacer pero no puedo solo, no está fácil la mano, está todo caro. Esta casita era mucho más chiquitita. Las guainas consiguieron los machimbres y la fueron mejorando. Ahora estamos haciendo el bañito atrás y estamos luchando por eso. Me falta el inodoro y el tema de la cañería”, agrega.
Gabriel no pudo estudiar. Solo hizo hasta 2do grado porque vivió mucho tiempo en el campo y la escuela le quedaba a 20 kilómetros. “Iba a caballo, con el frío y con el calor. No aprendí nada. Me gustaría que Patricia pudiera tener un buen futuro, que encuentre un compañero que la respete como mujer y que la ayude. Y que mis otros hijos vayan a la escuela”, resume todavía emocionado.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran ayudar a Patricia y a su familia pueden comunicarse con Lorena Ramírez de CONIN al +54 9 3756 56-1502 o donando en la siguiente cuenta:
Banco de Corrientes
Cuenta Nro 747794
Alias: CONIN.OMBU.VIRASORO
CBU: 0940010830007477940029