Son 10 hermanos y sus papás hacen malabares para que asistan a distintos talleres que estimulen su creatividad: “Voy a escribir muchos libros”
Guadalupe Escobar tiene 9 años y vive con su familia en una vivienda social en el barrio Pipo en Ushuaia; le encanta jugar al fútbol y escribir historietas sobre sus compañeros del colegio
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TIERRA DEL FUEGO. “Creo que no había que ir ahí. No la extraño a la otra casa. Temblábamos de frío”, dice Guadalupe Escobar, de 9 años, que vive con sus papás y sus 9 hermanos en Ushuaia.
La historia de su familia es parecida a la de muchas que se instalaron en Tierra del Fuego buscando un futuro mejor y tuvieron un camino más empinado del que esperaban. Sus papás se vinieron de la provincia de Buenos Aires y fue empezar de cero. Arrancaron alquilando y en un momento se encontraron viviendo en una carpa en el asentamiento de Andorra. Ya tenían eran 11 integrantes y fueron levantado de a poco - con sus propias manos - una casita de madera y chapa que apenas se sostenía en pie.
“Ahí yo dormía en la cama de papi y mami. Y los demás todos en colchonetas. Y había una cama de tres en la que dormían los más grandes”, dice Guada sentada en el comedor de su nueva casa, una vivienda social que le otorgó la municipalidad en el barrio Pipo.
Al principio todo fue cuesta arriba. La casa era muy precaria, pasaban frío, vivían hacinados, no tenían movilidad y les faltaban los servicios básicos. “Te tapaba la nieve, no teníamos auto y fue muy difícil poder llevar a los chicos a la escuela que quedaba lejos. Había muchísimo viento y yo no dormía por miedo a que se nos cayera la casa encima. Lo más difícil fue el agua congelada, no poder tener la garrafa porque a veces el garrafero no pasaba por la nieve. El agua no salía de la canilla y la teníamos que buscar en el tanque para después hervirla”, recuerda Yamila Escobar, la mamá de Guada.
Fueron 5 años de vivir en esa situación. De estar todos llenos de picaduras de insectos, de dormir acurrucados en una sola habitación, de buscar un lugar para bañarse porque el duchador que tenían no alcanzaba para todos. “La decadencia fue ahí. Renegábamos todo el tiempo. Yo luché un montón, estaba todo el tiempo haciendo trámites y se me deterioró mucho la salud. No fue gratis todo lo que pasé porque me quedó en el cuerpo y repercutió en la salud. Me agarró tinitus que es el zumbido en el oído, presión alta, empecé con problemas de la vista y todo eso tira abajo la autoestima de la persona”, agrega Yamila, que hoy carga con las secuelas de tanto sufrimiento.
Potenciar sus talentos
Para paliar tantas carencias, los papás de Guada siempre anotaban a sus hijos en todas las actividades extras que encontraban: artes visuales, dibujo, cerámica, pileta, vóley, folclore. No paraban. Eran momentos para aprender, para estar en lugares más calentitos que en su casa y también eran oportunidades para poder bañarse.
Guada no se acuerda mucho de “esa otra casa”. En la que tienen ahora están más protegidos, tienen 4 habitaciones y dos baños completos aunque reniegan con los calefones que se rompen cada dos por tres. Ella, sus papás y sus 10 hermanos comparten esta casa que les permitió mejorar mucho su calidad de vida.
Desde la ONG Pequeños Pasos, asisten a la familia de Guada con bolsones de comida, con el roperito y los chicos asisten al apoyo escolar. El vínculo con la institución arrancó hace muchos años y están siempre presentes para lo que necesiten.
“Yamila tiene herramientas y se organiza bastante bien. Son demasiados pibes, muchos horarios. Para ella llegar a en hora a un lugar tiene que hacer un rally. Y además de la escuela, siempre andan buscando espacios para llevar a los chicos. Prefiere llevarlos a hacer actividades y que se relacionan con otros pares que dejarlos en su casa. Y eso también es esfuerzo de ella y de su pareja que acompaña. En eso ella es una grosa”, dice Josefina Pérez Esteban, la responsable de la ONG Pequeños Pasos en Ushuaia.
Guada arranca el día temprano porque tiene que rendir un examen de inglés. Su mamá anotó a todos sus hijos en el espacio que tiene la municipalidad y solo consiguió cupo ella. “No tenía miedo, no estaba muy segura de cómo me iba a ir pero al final me fue bien. Soy la única de mis hermanos que hace inglés. Soy trilingüe. Se español, inglés y español latino”, dice esta nena con las puntas del pelo desteñidas y con sonrisa pícara. Y agrega: “Me gustaría aprender a hablar portugués que es el idioma que se habla en Portugal y en Brasil”.
Una familia numerosa
Su papá Claudio Escobar se crió en una isla del Delta. No terminó la secundaria porque tuvo que salir a trabajar de adolescente. Desde que llegó a Tierra del Fuego trabaja como carpintero y en este momento está viendo de armar un emprendimiento textil.
“Venimos de Andorra, un barrio medio carenciado. La municipalidad te da un terreno y te dice arréglate. Es en el monte. Construimos desde cero, pelamos el terreno, hice un pozo séptico y mientras tanto vivir. En donde estamos hoy es una vivienda social que nos dio el Instituto Provincial de Vivienda y que pagamos una cuota”, cuenta su papá, mientras se pone a ensamblar un mueble que tiene que entregar en un jardín de infantes.
Claudio cuenta que con Yamila decidieron tener una familia numerosa: esa fue siempre su principal proyecto. “Ser papá de diez es hermoso porque fue lo que siempre soñamos con mi pareja. Hoy estoy en casa, los chicos están ahí, los veo, los escucho, los ayudo. Es lindo poder estar en el día a día y llevarla a Guadalupe a alguna actividad. Estar juntos”, dice emocionado.
El resto de sus hermanos empiezan a bajar al comedor (las habitaciones están arriba) y sus papás les preparan mate cocido, leche y tostadas con dulce de leche. Charlan, se ríen, juegan entre ellos. Cada uno, a su ritmo, se va preparando para estar listo para ir a la escuela.
Ser escritora o futbolista
Guada y sus hermanos entran a la escuela al mediodía y salen a las 18:00. En el medio sus padres aprovechan para hacer trámites, compras y entregas de muebles. Toda la vida está organizada en función de los horarios y las actividades de los chicos.
La principal urgencia en Tierra del Fuego es conseguir una vivienda digna. La segunda, un auto para poder movilizarse, sobretodo si se tienen hijos. En el caso de los Escobar, tienen un Fiat1 chiquito, que van arreglando todo el tiempo, y en el que suelen hacer varios viajes para poder llevar a los chicos a la escuela porque no entran todos. Los más grandes ya se manejan en colectivo. Guada y sus hermanos, van en auto.
“Es muy difícil esta ciudad sin auto. Acá como te dice cualquier fueguino, el auto no es un lujo, es una necesidad. Después de que nieva se hace mucho barro y agua, ahí no podés caminar. Con tantos chicos no se puede tampoco. Siempre tuvimos muchos autos viejos que se fueron rompiendo o fundiendo. El chasis se hace pelota por la sal. Los caminos siempre tienen pozos y muchos problemas, entonces se te rompe mucho el auto”, cuenta Yamila.
Cuando no está en la escuela a Guada le encanta dibujar, jugar al fútbol o escribir libros. A los 7 años empezó a hacer su propia saga que se llama “Gabriel y sus aventuras” en la que el protagonista va a conocer nuevos lugares. Ella es la encargada de hacer todos los textos y las ilustraciones. “Gabriel es un compañero de la escuela. Cuando termine voy a hacer muchos libros sobre otros compañeros que también me pidieron. Lo hago a mano y también le sumo los dibujos. Si no llego a ser futbolista me gustaría ser escritora”, cuenta esta amante de meter goles que festeja abrazándose con sus compañeras. Es hincha de River y del Barcelona, y su jugador favorito es Messi. “No tenemos canchita cerca para jugar pero nos dijeron que la iban a hacer. Se pinchan mucho las pelotas acá”, cuenta Guada.
Al lado está sentada su hermana Geraldine, que tiene 6 años y todavía no sabe leer. A los 4 años aprendió a escribir su nombre y hoy ya sabe algunas palabras. El pelo se lo corta su hermano y hace poco se le cayeron algunos dientes. “A la escuela voy en auto, caminando o en colectivo. No queda muy lejos. El auto se rompe a veces. En verano nos gusta ir a la playa. Cuando sea grande quiero ser doctora porque ayudan a las personas a curarse. Si se rompieron un hueso de la pierna les dan una silla de ruedas y les ponen una venda. Cumplo años en unos días y me gustaría tener una bicicleta que tenga rueditas atrás porque todavía no se andar sola”, cuenta.
Apoyo escolar y roperito
Si Guada pudiera pedir tres deseos, sería tener mucha plata, que el pitbull que siempre va a la escuela no vaya más y conocerlo a Messi. “Me gustaría comprarme un jet privado para ir a otro país como España a comprarme cosas “cute” que quiere decir lindas. Y después me iría a Japón y compraría cosas de Japón, de alta tecnología. Nunca viajé en avión, me gustaría. También me gustaría ir a Estados Unidos. Nunca salí de Tierra del Fuego. No conozco otras provincias”, cuenta entusiasmada.
Como a sus padres les interesa potenciar todas las habilidades de sus hijos y darles la mayor cantidad de herramientas posibles, los anotaron en el espacio Aprendo en mi Barrio que lleva adelante la provincia junto con la organización Pequeños Pasos.
“En el Aprendo me ayudan a hacer la tarea. Es lindo”, dice Guada mientras se sienta alrededor de una mesa en la que ya hay muchos otros chicos esperando. Primero les sirven la merienda y después les leen un cuento.
“La mayoría de los chicos terminan el secundario pero los docentes faltan todos los días. Yo por eso investigué y van al Aprendo e iban a centros comunitarios para complementar sus estudios. Muchos de mis hijos fueron abanderados. Guadi también es muy brillante. Las maestras le ponen muchos excelentes”, dice Yamila orgullosa.
En cuanto llegan a Pequeños Pasos, Guada y su familia se dirigen al roperito que funciona en la ONG para buscar zapatillas y ropa de abrigo. Todos revuelven buscando lo que más les guste en su talle. Guada encuentra un perro enorme de peluche que abraza y se lleva para su casa. “Es muy suavecito”, dice mientras lo acaricia.
El sueño de tener un título
Para Pérez Esteban el logro principal de Pequeños Pasos es ser un espacio de contención y sostén para las familias. Más allá de ir resolviendo lo material con mercadería, colchones o mantas, el foco está puesto en escuchar y ser un lugar de puertas abiertas. “Mi sueño es mejorar la calidad de vida de las familias hasta donde se pueda. El 100% que a mí me gustaría se que no va a ser factible pero sí brindar herramientas, información, que no sean vulnerados sus derechos. Hay un montón de cosas que han falta todavía y vamos a intentarlo”, sostiene.
Agustina, su hermana más grande, tiene 18 años y terminó el secundario el año pasado. No se pudo ir a Buenos Aires como le hubiera gustado por falta de recursos. Se quedó en Ushuaia y está estudiando Licenciatura en Medios Audiovisuales en la universidad pública.
“A pesar de todos los problemas que teníamos, la primaria la hice al pie de la letra. Mis viejos hicieron un enorme esfuerzo para que yo terminara y que hoy pueda estar yendo a la uni cuando ellos no pudieron ir”, dice esta adolescente que quiere dedicarse a hacer películas.
Hoy la familia se mantiene con los pocos pedidos de carpintería que tienen y la pensión por madre de 7 hijos que cobra Yamila. Lo que más necesita la familia es desarrollar un emprendimiento estable que les de una tranquilidad económica. Claudio dejó la secundaria en 1er año y por eso para él lo más importante es que sus hijos se reciban de algo. “Tengo mi hija que ya empezó la facultad y todos los que están en la secundaria les va bien, no repitieron. Mi sueño es que todos ellos elijan sus caminos y no que tengan que salir a trabajar de cualquier cosa. Si tenés estudios siempre se te abren nuevos caminos. Eso es lo que más queremos como padres”, agrega.
Guada aprovecha el tiempo libre que tiene en el Aprendo para ponerse a hacer muñecos con retazos de telas y lanas. Está todo el tiempo canalizando su creatividad de algunas manera. “Yo quiero tenerlos a todos con el título en mano. Me gustaría que Guadalupe pudiera ir a clases de literatura para potenciar esa pasión que tiene a full pero es difícil acaparar todo”, dice Yamila.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran apoyar el trabajo de Pequeños Pasos en Ushuaia pueden:
- ponerse en contacto con Elba Berruezo al +549 11 4980-1406
- donar directamente en el siguiente link