Repitió un año, casi deja la secundaria y encontró en una escuela con oficios la manera de armar su proyecto de vida
Alexis Barlet tiene 19 años y vive en El Calafate, Santa Cruz; ingresó la Escuela Laboral El Joven Labrador casi sin saber leer ni escribir, y este año termina la secundaria; su sueño es tener su propio taller de herrería y estudiar ingeniería mecánica
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SANTA CRUZ. “Había decidido que no iba a seguir estudiando”, dice Alexis Barlet, un joven de 19 años que vive en el barrio Cerro Calafate, en El Calafate y estuvo al borde de dejar la secundaria. Ya había repetido un año, iba de forma esporádica y prefería estar jugando al fútbol que yendo a una escuela que sentía no estaba pensada para él.
“No me gustaba la estructura que tenía. Iba una semana entera y a la otra no. No era constante”, recuerda Alexis, sentado en el interior de su casa. Está vestido con jogging negro, buzo color naranja y está tomando unos mates para combatir el frío. Afuera, empieza a nevar.
Alexis iba a una escuela pública, los paros se multiplicaban y no estaba motivado. Pero lo peor de todo es que no aprendía: a pesar de estar en la secundaria, apenas sabía leer y escribir.
Formaba parte del grupo de adolescentes con trayectorias educativas débiles y que más riesgo tienen de quedarse afuera del sistema. Ese es justamente el perfil de alumnos al que apunta la Escuela Laboral El Joven Labrador, una institución que surgió como una institución de oficios y que con el tiempo sumó la modalidad de escuela para adultos.
“Al ver la necesidad de estos chicos que venían sin estar escolarizados o con sobreedad, pensamos en esta escuela para puedan terminar el secundario, creer en ellos mismos, insertarse en el mundo del trabajo y tener su propio futuro”, explica Lorena Lopopolo, directora de El Joven Labrador.
Luis Alvarado, el papá de Alexis, sabía que su hijo estaba faltando a clases y estaba preocupado. Había escuchado hablar de El Labrador y después de varias entrevistas, le consiguió un lugar.
“El comenzó a ratearse y los maestros me decían que no iba. Yo le preguntaba cómo había ido en el colegio y él me contestaba bien. Yo quería que aprendiera y terminara la secundaria, cómo mínimo. Cuando entró en El Joven Labrador, él cambió totalmente”, recuerda su papá, que se dedica principalmente a viajar por toda la Patagonia para construir techos de madera y en la época invernal se queda en su casa haciendo muebles a pedido.
Asistencia perfecta
“Esta escuela me cambió la vida. Es como si fuéramos una familia”, dice Alexis. Mientras cursan la secundaria, los alumnos pueden elegir entre diez talleres laborales y él se inclinó por la herrería. “Mi papá ya no se tuvo que preocupar porque yo faltaba a la escuela. Hoy tengo asistencia perfecta. Trato de no faltar porque está buena la escuela”, agrega Alexis.
Al Joven Labrador asisten adolescentes a partir de los 12 años. Algunos cursan el nivel primario y otros el secundario. “Atendemos la necesidad de cada chico. Hasta los 15 años pueden elegir entre los talleres de artesanía, cerámica y huerta. Y a partir de esa edad se le suman los talleres de herrería, mecánica, electricidad, peluquería, carpintería, gastronomía y diseño de indumentaria. El taller los habilita a que ellos puedan creer en lo que hacen, en lo que están aprendiendo porque tienen un resultado concreto y eso les genera confianza en ellos mismos”, señala Lopopolo.
Al principio, para Alexis, todo fue cuesta arriba. Apenas estaba alfabetizado y tuvo que hacer un esfuerzo extra para ponerse el día con sus compañeros. Todavía hoy, la materia que más le cuesta es inglés. “Cuando arranqué acá me cambió totalmente la perspectiva y después se trata de soñar, de creerse el cuento. Con la ayuda de los profesores, pude salir adelante. En mis peores momentos, estuvieron ahí. Y me mostraron que sí podía armar un proyecto de vida”, agrega Alexis, que habla pausado y tiene una mirada franca.
Lopopolo se emociona cuando habla de él y del resto de los estudiantes que, gracias a esta escuela, tienen una segunda oportunidad. “Alexis es un nene que tuvo unas ganas de salir adelante terribles y que viene de una familia muy linda. Necesitó de una educación personalizada para su alfabetización y sus aprendizajes y hoy está finalizando un nivel secundario, además con la certificación de un oficio. Eso lo convierte en un futuro herrero. Es un nene que te hace creer y que te da energía para seguir apostando por todo esto”, dice la directora.
Vivir con lo justo
Sus hermanos se llaman Daniza (22), Luis (18) y las mellizas María Ema y Mónica Rocío (17). Son una familia muy unida. Se nota en el trato, en el respeto con el que se hablan, en la manera en la que se organizan sin hablar para empezar a preparar la comida. Uno se pone a pelar las verduras, otro prende el horno y su papá empieza a desgrasar la carne.
Su mamá hoy no está en la casa, porque trabaja cuidando a personas mayores y entre ellos se ocupan de las tareas del hogar. “Por ahí me tocar limpiar, lavar los platos o salir a comprar para cocinar. Cuando mi papá está, lo ayudamos un rato y después nos bañamos”, agrega Alexis.
De su papá, Alexis aprendió el amor por los oficios. Luis es carpintero y desde siempre sus hijos lo acompañan en esta pasión. “Es un fenómeno mi viejo. Desde chiquitito que empecé a ayudarlo. Cuando yo tenía 3 años lloraba para subirme al techo y desde ahí comenzamos y no paramos nunca. Lo que más me gusta es hacer techos, me encanta estar en la altura laburando con él. Más allá de que seamos familia, nos encanta compartir y estar juntos”, cuenta Alexis, mientras con su papá y su hermano Luis, cortan maderas para hacer una silla.
Con los dos trabajos de sus papás, la familia se mantiene pero no se dan ningún lujo. Hace unos años se incendió parte de la casa y su papá perdió el galpón en el que trabajaba, muchas de sus herramientas y el auto que tenían. “Estoy juntando un par de pesos para el auto porque acá es necesario para poder moverse y por el clima. Acá hace falta, no es lujo sino que es necesario, es una herramienta más para trabajar”, explica Luis.
Talleres de primer nivel
Alexis almuerza en su casa junto a sus hermanos y al mediodía camina las cinco cuadras que separan su casa del colegio. Ahí, una semana completa cursa las materias teóricas y otra se interna en el taller de herrería, un galpón super equipado (que no tiene nada que envidiarle al de una empresa de primer nivel), con todas las máquinas que necesitan y minuciosamente ordenado.
Alexis y sus compañeros cumplen con el ritual de ponerse todo el equipo de protección: mamelucos, calzado de seguridad, guantes, protectores visuales y tapones para los oídos.
“La escuela te da todas las oportunidades pero vos te tenés que esforzar. En el taller, cada uno de nosotros tiene un trabajo programado. Las máquinas que se usan son la amoladora, la sensitiva, la soldadora y ahora tenemos una máquina nueva que es una cortadora de plasma que estamos aprendiendo a usar”, explica Alexis.
Los alumnos aprenden a hacer muebles de diseño, adornos, accesorios para la cocina o diferentes artefactos con hierro. En este momento, están construyendo los escenarios para el acto de fin de año de la Escuela Nro 89. “A mí me tocó limpiar todos los rebordes, mi compañero los tuvo que soldar y nos vamos dividiendo. Después falta pintarlo y que los de carpintería hagan su parte”, agrega Alexis.
Marcos Livasic es el profesor del taller, al que actualmente asisten cinco alumnos. Cada uno se pone con su tarea, mientras él los va asesorando y explicando lo necesario.
“Queremos que el día de mañana tengan un oficio para defenderse en su vida. La intención es que ellos sean independientes, que cuando salgan del colegio puedan ir a un taller y también que adquieran sus propias máquinas. No solo que sean empleados sino también que puedan tener su propio negocio”, explica Livasic.
Mientras los alumnos están en la escuela, ya algunos comercios y negocios de la zona empiezan a buscarlos para que puedan empezar a hacer pequeños trabajos. También participan de pasantías para ir adquiriendo el hábito de una rutina laboral.
Todos en una habitación
La casa en la que vive Alexis la levantó su papá con sus propias manos. Consta de una habitación en la que duermen los siete miembros de la familia, una cocina, un comedor y un baño. Durante la pandemia toda la familia levantó una ampliación, con la idea de tener más habitaciones.
“Ahora este espacio lo estamos usando como taller de mi papá pero la idea es que sea la cocina, el comedor y el living. Y que lo que ahora es la cocina y el comedor se va a transformar en las habitaciones de cada uno de nosotros”, explica Alexis, que está cursando el último año de su secundaria.
Luis, su papá, quiere terminar la casa y después ponerse a construir un galpón nuevo para armar su taller. Y, que quizás el día de mañana, también sea de Alexis. “Gran parte de la casita ya la tengo. Tengo que hacer un galpón nuevo también, ya tengo las chapas nuevas. Lo otro es ir adquiriendo herramientas y máquinas más grandes que me hacen falta”, dice Luis.
Desde Cáritas Santa Cruz apoyan a El Joven Labrador y a otros proyectos educativos que ponen en el centro de su apuesta a los alumnos. “El sueño es que experiencias como el Joven Labrado no sean novedad sino algo que se pueda multiplicar. Buscamos dar nuevas alternativas de laburo, que el hermano pobre sea protagonista de su historia y que no necesite del plan o de que inventemos algo para que pueda sobrevivir”, explica Juan Obando Ulloa, director de la institución.
A fin de este Alexis termina su secundaria. Para el año que viene, su idea es seguir yendo al taller de herrería en El Joven Labrador porque todavía le quedan cosas por aprender y buscar un trabajo de medio tiempo. Su sueño, a futuro, es poder estudiar ingeniería automotriz.
“Poder terminar la secundaria después de todo lo que tuve que pasar es increíble. Cuando te dan una mano y te dan la oportunidad de acompañarte, vos la podés tomar. Nunca es tarde. Hay que soñar, la vida se trata de eso”, agrega Alexis, que tiene como proyecto poder ponerse un taller de herrería y soldadura. Para eso, necesita una máquina de soldar, una máscara y una amoladora.
Luis se emociona al imaginarse a Alexis recibido. “Es un anhelo mío que siempre tuve que Alexis se reciba. Yo les digo a ellos que con tal de que estudien, no me importa que anden con los pantalones rotos. Porque sin estudio, no hay nada. Lo importante es que puedan conseguir un trabajo en una empresa, que sea estable y seguro. Y no vivir de changas. Mientras yo tenga salud, siempre les voy a dar todo lo necesario para que estudien”, agrega Luis.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran ayudar a Alexis a conseguir las herramientas que necesita y a terminar su casa, pueden comunicarse con Lorena Lopopolo al +54 9 2966 61-1123 o donar en la siguiente cuenta:
- Banco Santa Cruz
CENTRO EDUCATIVO JOVEN LABRADOR
CC Nro 250005705
CBU 0860025701800000057056