Quiere ser médico: Por una enfermedad comenzó tarde el colegio y todavía no sabe leer
Uriel Leiva vive en Colonia Senes, en una zona rural de Formosa; a los 4 años le detectaron leucemia y su sueño es convertirse en médico para que ningún otro chico se enferme
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Son las 10 de la mañana en Colonia Senes, un pueblito de la localidad de Pirané en la que viven 150 familias, en Formosa. Una casa con techos de chapas desvencijadas, un baño a medio terminar. En un rincón, una mesa redonda con un mantel, una cartuchera, dos cuadernos abiertos y Uriel Leiva de 7 años haciendo la tarea con lápiz negro.
“Me ponen unas letras y yo las tengo que copiar. Estaba practicando haciendo la otra letra porque en primer grado no me la han enseñado”, cuenta este chico que está en segundo grado y recién está aprendiendo a hacer la cursiva.
La escuela le queda a 4 kilómetros y Uriel en general va en moto con su hermano mayor. Cuando llueve no se puede salir ni entrar porque los caminos tienen mucho barro. Esos días, o cuando está nublado, directamente no van porque muchos de sus compañeros llegan caminando o a caballo y viven muy lejos.
“Entro a la una del mediodía al colegio pero como estoy engripado no puedo entrar. Dice mi maestra que puedo contagiar a los otros chicos y ahí me van a sacar de la escuela y a mí me gusta ir”, agrega Uriel, mientras de fondo su mamá Soraida Gaete, prepara el desayuno saltando en una pata porque la tiene enyesada. Una vaca le fracturó la tibia y el peroné, pero ella sigue haciendo todas las tareas de la casa con muletas.
Vivir con leucemia
La trayectoria escolar de Uriel no es como la de cualquier otro chico de su edad. A los 4 años le detectaron leucemia, y eso hizo que estuviera internado en diferentes hospitales, alejado de la rutina de la escuela. “Cuando estuve internado lo que más hacía era pintar y hacer círculos. Era poquita tarea. Eran pocos renglones los que tenía que hacer”, recuerda sobre esa época de inyecciones y camillas.
Por sus problemas de salud, Urien no hizo ni sala de 4 ni prescolar. Le daban los cuadernillos y él hacía lo que podía. Arrancó directo en primer grado pero tampoco fue mucho tiempo por la pandemia. Solo tenían clases a través de fotocopias y en la escuela tenían miedo de recibirlo por su tratamiento. “Son pocos. Entre 1ero, 2do y 3ero son 12 alumnos. Uriel está en 2do grado pero es como si recién estuviera en 1er grado así que recién está aprendiendo a escribir. Gracias a Dios los maestros le tienen paciencia y están encima suyo porque conocen su caso”, dice su mamá agradecida.
Cuando Uriel empezó con fiebre, dolor de cuerpo, se debilitaba y se caía al piso, su mamá se empezó a preocupar. Después, le aparecieron moretones grandotes y lilas. “Ahí lo empezamos a llevar a los doctores que nos decían que eran parásitos porque él quería devolver. Después le hicieron unos análisis y les dieron muy mal los niveles de glóbulos blancos. Nos derivaron a Formosa, ahí mandaron una muestra de su médula al Garrahan y a los quince días ya nos dijeron el nombre y apellido de la enfermedad: leucemia linfoblástica aguda tipo b”, relata su madre.
Cuando Soraida habla de Uriel, de su lucha pasada, de su presente y de su futuro, no puede evitar emocionarse. “El es un guerrero porque solamente el que vio lo que pasó, sabe la fuerza que tiene. A su muy corta edad, él sufrió mucho viendo a otros chicos conectados con cables y enfermos”, afirma.
El sueño de ser doctor
Después de un año de quimioterapia y otro de pastillas, hoy Uriel sigue en tratamiento y con las defensas un poco bajas, y por eso tiene que cuidarse por demás. “Son buenitos los doctores. Primero fui al hospital de Pirané y después me trasladaron al hospital de Formosa. Y cuando terminó mi internación me enviaron al Garrahan en Buenos Aires. Ahí estuve un año y después volví a casa con los chanchos”, dice este niño amante de los animales.
Toda esa experiencia caló tan profundo en la vida de Uriel que cuando sea grande su sueño es ser doctor “así cuido a todos los chicos para que no se enfermen”. En pocas palabras, no quiere que nadie más tenga que pasar por lo que pasó él. Su segunda opción es vivir siempre en el campo y trabajar en el monte o cuidando animales.
Su familia está compuesta por sus padres (su papá trabaja haciendo changas) y sus dos hermanos, el más grande se llama Tiziano y la más chica Fiorela. “Me gusta jugar con mi hermano o irme con el caballo a recorrer y ver cómo están las vacas. Se ensillar solo el caballo chiquito porque al alto no llego”, agrega Uriel, que está vestido de musculosa, bermudas y alpargatas.
Fiore le acerca una silla a su mamá para que apoye el pie en alto mientras descansa. “Antes de que llegaran le estaba controlando a Uriel como hacía la tarea porque lo dejo solito y me hace cualquier cosa. Hay que ir a revisar a cada rato. Fiore cumple 5 años y tiene que dejar el chupete pero no hay caso. Se aferró al chupete cuando su hermano estuvo internado y nos turnábamos con mi marido para estar con él en Buenos Aires”, cuenta Soraida.
Pasión por los animales
Cuando termina con la tarea, Uriel y Fiore le preparan la mamadera para amamantar al ternerito que se llama Negra guachita. Llenan la botella con leche y le ponen una tetina para que pueda tomar. “Tiene 3 meses. Guachita significa que no tiene mamá y es solitaria. Nosotros le damos de mamar y cuando está en el corral le tiramos un poco de pasto. Tenemos algunas vacas, caballos y una chancha grandota que tuvo un montón de chanchitos que se murieron”, relata Uriel.
La siguiente actividad es darle de comer a los chanchos. Ambos hermanitos van hasta la cocina para agarrar unas calabazas que apilan en sus brazos. Cuando llegan al corral, van tirando uno por uno con fuerza contra el piso para que se partan y los animales puedan comerlos con más facilidad. “Lo que más me gusta es hacer la tarea y cuidar a los animales. Aunque ya murieron algunos de los animales en la seca porque no había pasto. Los chanchos bebés murieron de calor. Una de nuestras vacas no podía caminar, la levantábamos y se echaba otra vez. Y un día murió. Hace mucho calor acá. Ahora está bajando por suerte. No llueve hace tres meses”, cuenta Uriel, con una madurez que sorprende.
Nelly Alcaraz, docente en la escuela de Colonia Senes e integrante del Movimiento Campesino Formoseño (Mocafor), señala que atravesar la pandemia fue muy difícil pero que ayudó que la colonia siempre fue muy unida porque se conocen entre todos. Padres y docentes se aliaron para que sus hijos no pusieran en riesgo su escolaridad.
“Nosotros no tenemos vía digital y no les podemos mandar a los chicos un trabajo por mail o hacer una clase por zoom. Yo imprimía mis trabajos de forma semanal y los venían a buscar las fotocopias los lunes y las entregaban los viernes. Les explicaba a los papás a través de una ventana cómo hacer la tarea y ellos después se lo explicaban a sus hijos. No todos los padres terminaron la primaria y algunos ni siquiera lo hicieron. Cuando llueve los que están cerca vienen, pero los que están alejados ya no. De alguna manera se lo compensa y les damos tarea extra”, explica la docente.
Alcaraz agrega que en el primer ciclo los chicos aprenden a leer, a escribir y a hacer los cálculos básicos de matemáticas. “Lo que más me gusta de la escuela son las matemáticas. Todavía no se leer pero sí escribir. Se escribir mi nombre pero todavía no el de mis padres. Sí puedo escribir papá y todo eso”, dice orgulloso Uriel.
Lo más urgente, terminar el baño
Lo que más necesita la familia Leiva es poder terminar el baño que está a medio construir. Consiste en un agujero en el piso, con una silla de madera puesta arriba y unas paredes de ladrillo hasta la altura de la cintura. “No tiene techo. Nunca lo podemos terminar porque siempre tenemos otra urgencia. Queremos hacer uno adentro. Nuestra casa está hecha de barro y tiene revoque. Cuando hay lluvia fuerte, el techo chorrea porque ya es vieja y los ladrillos se están empezando a caer”, explica Soraida.
Juan, su papá, llega alrededor del mediodía de machetear y a hacer alambrados. Su mamá ya arrancó a pelar unas verduras para hacer un guiso para el almuerzo.
En la zona la mayoría de las familias viven del trabajo rural. Juan hace todas las changas que encuentra: limpia los alambrados, corta el pasto. Entre lo que saca él, la AUH por sus hijos y los animales, salen adelante. “Con eso lo estamos peleando. Tenemos las vacas y los chanchos. Por ahí los carneamos y los vendemos, eso nos ayuda bastante”, explica Soraida.
Soraida terminó la secundaria pero para seguir estudiando se tiene que ir al pueblo y no puede porque tiene que ocuparse de sus hijos. A Tiziano le gustaría ser veterinario, y sus padres van a hacer todo lo posible por acompañarlo. “Se tiene que mudar, lamentablemente. Nosé si será en Formosa o en Corrientes, todavía no averigüé. Seguro que se tiene que ir de acá”, dice convencida.
Hoy Fiorela cumple 5 años y no va a poder tener un festejo. “Ahora es imposible, así que veremos más adelante. Ella quiere tener su torta nomás, como cualquier otro niño. Hoy no pudimos pero tenemos muchos otros cumpleaños más por delante”, dice Soraida.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran ayudar a Uriel y a su familia pueden:
-comunicarse con Nelly Alcaraz al +54 9 3704 85-1190
-donar directamente en la cuenta de Mocafor
BANCO NACION
CBU 0110403930040313478115
TITULARES: Nelly Cirila Alcaraz y Emilse Mabel Benítez