Quiere ser jueza: tiene 11 años y su sueño es que su mamá pueda ir al supermercado y comprarse lo que quiera
Alma Zamora tiene 11 años y vive en Río Grande, en Tierra del Fuego; su familia recibe un bolsón de comida todos los meses y con las changas que hace su mamá solo les alcanza para comprar lo urgente
- 8 minutos de lectura'
TIERRA DEL FUEGO. Es el mediodía en Río Grande, una ciudad con árboles torcidos por el viento. El invierno no es tan crudo como otros pero todavía quedan algunos manchones de la última nevada en el centro de la ciudad. A pesar del frío, Alma Zamora vuelve de la escuela solo con un buzo junto a Naiara, su hermana mayor, que fue a buscarla.
“A mí me encanta ir a la escuela porque tengo muy buenas calificaciones, me porto bien y me gusta bastante aprender sobre matemáticas y ciencia. También me encanta ir a la biblioteca porque me gusta leer. Hoy tuve inglés y me saqué 10 en un trabajo práctico”, cuenta esta niña de tiene 11 años que está en 6to grado.
La familia está compuesta por su mamá Belén Ramírez, Naiara (16) y su hermano Tiago (13). Cuando Alma pregunta qué van a almorzar, su mamá le contesta: “Té con leche y tortas fritas. No tengo para cocinar”. La realidad de su familia es la de muchas otras en el Barrio Austral en dónde vive. En su caso, desde que su padrastro se fue de su casa hace unos meses, la economía se desestabilizó y a su mamá le cuesta poner la comida sobre la mesa.
“Si pudiera pedir un deseo sería tener mucha plata para dársela a mi familia. Porque yo sé que es difícil lo del trabajo hoy en día y me gustaría ayudar mucho en eso. Mi mamá es ama de casa pero a veces tiene un trabajo que la ayuda a pagar el alquiler y la comida. El sueño de mi mamá es ir al supermercado y llenar dos carritos. Y me gustaría cumplírselo”, cuenta Alma.
No poder elegir lo que comen
Su mamá tuvo una infancia atravesada por situaciones de abuso sexual que la llevaron a estar mucho tiempo en la calle y al consumo de drogas. Empezó con marihuana a los 14 años y tocó fondo con cocaína cuando tenía 27, ya con tres hijos a cuestas. Eran malabares para poder ser mamá, estudiar y trabajar. “Fue una vida durísima para mí tratando de sostener a tres criaturas cuando no me podía sostener ni yo”, cuenta esta mujer de 32 años que irradia una energía arrolladora.
Desde hace 6 años asiste al Hogar Santa Mónica que acompaña a jóvenes con problemas de consumo, está en tratamiento y denunció a su abusador. “No tengo un trabajo fijo. Yo vivo de changas y de la AUH. Con eso pago el alquiler y recibo un bolsón de la municipalidad. Pero en algún momento me gustaría poder armar mi propio bolsón, elegir lo que quiero comer. Algo tan simple como eso que para muchas personas es imposible casi. Hay que comer lo que hay o lo que te llega o lo que te dan en un comedor”, dice Belén, que trabaja algunos días cuidando a abuelos con principios de Alzheimer o a chicos con distintos tipos de discapacidad. Para ella, ir a hacer la compra mensual al supermercado es un lujo que no puede darse. Lo primero que tuvo que recortar fue la carne, los productos de limpieza y de higiene.
Tiago va a una escuela técnica en donde aprender sobre dibujo técnico, electricidad y procesos tecnológicos. Su mamá lo anotó ahí con la idea de que cuando termine, salta con las herramientas necesarias para conseguir un trabajo. Su idea, a futuro, es dedicarse a la programación. Su otra pasión es el fútbol.
“Me gustaría tener mucha plata, tener una casa grande y que mi mamá sea feliz. Yo le dije a mi mamá que tenía el sueño de que un día la iba a llevar a un supermercado y decirle que puede comprar lo que quiera. En la casa grande cada uno va a poder tener su pieza. La mía quiero que sea una habitación gamer con una tele gigante, con una computadora y con una Play”, dice este adolescente entre risas.
Cuidar el planeta
“Nací en Tierra del Fuego. Para mí lo más lindo de vivir acá es la playa. Es mi lugar favorito. Me siento, miro el mar y suelo jugar con la arena”, dice Alma, una nena muy curiosa. Todo le interesa. Todo lo pregunta. Está atenta a cada cosa que sucede a su alrededor.
Lo que más la desvela es cuidar el planeta y que la gente deje de contaminarlo. Si pudiera darle un mensaje a la humanidad, sería que dejen de tirar basura en la calle. “En mi escuela tratamos de que haya menos y hay veces que salimos de excursiones y llevamos bolsitas para juntar la basura que encontramos”, dice con una sonrisa.
Alma es muy madura para su edad. Tiene muchos amigos. Le gusta hacer pijamadas, mirar Los Simpsons y la acompaña a su mamá a todos lados.
“El año que viene ya entra en la secundaria. El otro día cocinó su primera comida. Yo acá les hago que sepan hacer todo, que sepan limpiar y cocinar. Porque quizás a mí me sale alguna changa, y se que la de 16 se puede hacer un guiso y sino el de 13 unas salchichas a la más chica. Alma hizo unos fideos con salsa exquisitos y para mí ya es una misión cumplida porque se pueden desenvolver solos”, cuenta Belén.
A Alma le encanta ayudar a su mamá mientras cocina. Le alcanza los ingredientes y se va animando a hacer cosas sola. “La otra vez aprendí a hacer fideos con crema y me salió muy bien. Yo como mucho. Una iglesia que está cerca de casa nos da un bolsón de comida que trae pollos, fideos, frutas, de todo. A mí me gusta mucho la naranja”, cuenta.
María Herminia Paz es trabajadora social y es una de las responsables del Hogar Santa Mónica. Desde allí acompaña a Belén en su tratamiento y a toda su familia. “Belén es fuerza, es tenacidad, es esperanza. Alma es un amor. Es muy dulce. Es muy perceptiva. Ella está atenta. Es muy inteligente y absorbe todo. Tiene un vínculo con Belén muy lindo, de amor y de afecto. Ella intenta cambiarle el humor a su madre cuando detecta que no está bien”, cuenta sobre ellas.
Ser jueza
Cuando era más chica su mamá miraba el programa “Caso Cerrado” y esa imagen de la jueza haciendo justicia con su martillo la marcó para siempre. Desde hace varios años que tiene en mente un solo objetivo: convertirse primero en abogada y después en jueza.
“Nadie de mi familia ni que conozco es abogado. Siento que es una carrera linda, de muchos años y que puedo ayudar mucho al país. Los jueces escuchan y ayudan a la gente que es buena. Yo apoyaría a las personas que están pasando por una situación difícil”, cuenta Alma entusiasmada.
La única provincia que conoce es Corrientes (de donde es oriunda su familia), a donde fue cuando tenía un año. Y cuenta que le gustaría conocer otros lugares. “Ushuaia es mucho más lindo que Río Grande. Es como naturaleza y ciudad juntos. Acá es más ciudad. Acá hace mucho frío y siempre tenemos mucho viento. Nieva, llueve, todo”, agrega.
El día está nublado y por momentos cae una garúa. La ciudad no deja de funcionar. Las personas salen igual sin paraguas con la esperanza de que dure poco. Después de almorzar, Alma y su mamá se van un rato a la plaza en donde se hamacan un rato.
A Belén siempre le gustó mucho estudiar y le inculcó eso a sus hijos. Cuenta que es muy difícil ser sostén de familia, estudiar y trabajar al mismo tiempo. Hoy está en el segundo año de la carrera de Acompañamiento Terapéutico y está haciendo dos diplomaturas de abordaje sobre consumo problemático.
“Ellos ven a mamá esforzarse un montón. Siempre me vieron estudiar. Estoy cerca de recibirme. Sueño con tener un título, poder recibirme para poder tener un respaldo y no tener que depender de nadie. Quiero el cuadrito que diga “me recibí de” y que me llenen de huevos y harina. No menosprecio la bolsa de mercadería pero yo quiero comprarme lo mío. Estoy harta de vivir pidiendo”, cuenta.
A futuro, le gustaría poder ayudar en el hogar que tanto la ayudó a ella con su rehabilitación, en especial a otras madres con problemas de consumo. “Cuando llegué a Santa Mónica pesaba 29 kilos. Con el tiempo me gustó lo bien que me hacía estar limpia. Tener a alguien que me escuchaba, me contenía. La hermana Vicky que maneja el espacio ahí es como la mamá de todos. A mí las ganas de recibirme, de sacar adelante a mis hijos y de terminar de recuperarme no me las saca nadie”, concluye Belén.
Actualmente están por iniciar la construcción de la Casa de Medio Camino San Agustín para sumar el servicio de internación para las personas que lo necesiten. “Hoy sí o sí los tenemos que derivar a los Hogares de Cristo en otras provincias”, explica Paz.
Los tres hermanos comparten una habitación que tiene una cama cucheta. Abajo duerme Tiago, en el medio Naiara y arriba Alma. “Me gustaría tener muchos dulces para comer, mi propia pieza y mi propia tele para no compartir con mis hermanos”, dice Alma con mucha ilusión.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran colaborar con Alma y su familia pueden:
- comunicarse con Virginia García al +54 9 2964 60-5551
- donar a la Asociación Civil de Recuperación en la siguiente cuenta
Banco de Tierra del Fuego
Cuenta Nº00300000364711 del
ALIAS: GENIA.CLARA.LAPIZ
CBU 2680001301000003647111