“No me da vergüenza”: Tiene 9 hermanos, van en distintos turnos a la escuela y comparten las mochilas
Elena Pera vivió casi toda su vida encerrada en su casa, sin tener DNI ni ir a la escuela en un barrio de Gobernador Virasoro, en Corrientes. Ella y cuatro de sus hermanos empezaron la primaria recién el año pasado y no les alcanza para comprar los útiles para todos
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Es la mayor de 10 hermanos con una historia tan dolorosa que es difícil de contar. Fueron años de ser invisibles. De pasar por debajo del radar de cualquier institución del Estado. A la pobreza estructural se le sumaron situaciones de vulneración de derechos, de abandono y de abusos. Elena Pera, que hoy tiene 22 años, se había resignado a pasar su adolescencia encerrada en su casa. No tenía DNI, no iba a la escuela y, junto a su mamá, se encargaba de cuidar a sus hermanos menores.
“Yo soñaba con tener amigos y una vida normal, como le dicen. En cuanto pude salí como una liebre”, cuenta hoy sentada en el jardín de la casilla que alquilan por $15.000, con solo dos habitaciones, en el barrio Narciso Vega, en Gobernador Virasoro, Corrientes. Gracias a la intervención de la institución CONIN Virasoro, ella y su familia pudieron mejorar su alimentación, tramitar su DNI, recibir atención médica, escolarizarse y aprender un oficio. “Nos cambió mucho la vida. De cero al millón. Ahí te enseñan a valorarte”, agrega Elena.
Su mamá, Mariela, hacía lo que podía para darle de comer a sus hijos. Su papá – que hoy está preso por violencia y abuso – no quería que sus hijos interactuaran con nadie. La realidad era la que él creaba dentro de las cuatro paredes de su casa. Ahí, él ponía las reglas. Eso llevó a que cinco de sus hijos estuvieran indocumentados y por ende tampoco fueran a la escuela.
“Con mi marido fue descubrir una mentira tras otra. Él no quería que los chicos tuvieran documento, no se preocupaba por hacer el trámite. El problema era que él no trabajaba. Cuando tuve a mis gemelos hice el salario por mi cuenta, ya no dependía de que él me trajera un arroz y mandaba a los que podía a la escuela. Yo era sola pero no bajé los brazos”, dice Mariela, una madre luchadora.
Un antes y un después
“Vivimos muchas cosas, de lo peor. Mi rutina era preparar a los que sí iban a la escuela, que estuvieran listos y que la casa estuviera linda”, recuerda Elena, que hoy tiene 22 años. Su deseo siempre fue aprender, y cuando sus hermanos arrancaron primer grado, ella copiaba lo que hacían y así empezó a leer y a escribir.
El punto de inflexión fue el nacimiento de su sobrina Aurora que hoy tiene 4 años, hija de su hermana Milagros. Como la nena tenía un cuadro de desnutrición, desde el centro de salud la derivaron a CONIN para que le dieran un tratamiento integral.
“Cuando nos enteramos de que esas chicas no salían de la casa, no tenían DNI y no iban a la escuela, nos dimos cuenta de que algo pasaba en ese hogar. Al no socializar ni tener vínculos con nadie, no podían identificar que lo que estaba pasando era malo, estaba naturalizado. Un día Milagros tomó fuerzas para contar, se quebró e hizo la denuncia contra el padre y procedió la justicia”, cuenta Lorena Ramírez trabajadora social y coordinadora del Centro CONIN Virasoro, que atiende a niños con riesgo de desnutrición hasta 5 años.
Mariela solo pudo terminar la primaria y tuvo a su primer hijo a los 20 años. Fueron 14 en total. Diez viven todavía con ella, y también su nieta Aurora. Con los cuatro más grandes, no tiene vínculo. “Yo me crié en el campo haciendo locro, poroto y asado los fines de semana. Mi mamá hacía pan casero, torta frita y reviro. Mi sueño es poder tener nuestra propia casa”, cuenta.
No saber por dónde empezar
Al fin alguien los miraba. Había tantos incendios que no sabían cuál empezar a apagar. La que pudo entrar al programa de CONIN fue Milagros porque Aurora tenía bajo peso pero se atendió de forma integral a todo el grupo familiar. “Aurora y Miguel (otro de los hermanos) necesitaban una cirugía porque tenían labio leporino. Empezamos a hacer los DNI de los chicos para poder ingresarlos al sistema de salud y a alfabetizarlos en CONIN. Teníamos a 5 niños que nunca habían ido a la escuela y pudieron empezar la primaria”, agrega Ramírez.
Miguel y Aurora sufrían bullying por su aspecto. Miguel ni siquiera estaba escolarizado. El año pasado ambos tuvieron su primera operación y están a la espera de la segunda. “Yo no tenía ni una obra social. Me dio una paz y me temblaban las piernas cuando me dijeron que iban a operar a mis gurisitos. Ahora a Miguel todos los llaman bonito después de tanto pisoteo que tuvo por haber nacido así”, cuenta Mariela.
Para hacerse la operación tuvieron que viajar porque en Virasoro no se hacen operaciones de alta complejidad en niños. “Que esa mamá pueda viajar sola cuando no se animaba a hablar con nadie, eso es un logro. El primer día después de operada, Aurora decía “yo soy linda y ahora sí voy a ir a la escuela”, dice Ramírez.
Un mundo de posibilidades
A Elena y sus hermanos se les abrió un mundo de posibilidades. Su mamá pudo dejar de ir al basural a buscar comida, ropa y materiales para vender. Ahora cobraba la AUH y recibían un bolsón con mercadería que Milagros aprendía a cocinar de forma nutritiva. “Desde CONIN le dieron una ayuda a mi hermana con su nena. Cuando la tuvo no sabía cómo alimentarla. Le dieron ayuda médica y enseguida subió de peso”, recuerda Elena.
“Elena es una hija muy especial. Es la maestra de todos acá. Ella vive por sus hermanos, les enseña”, dice su mamá.
Los pera empezaron a conocer a otra gente. Primero en las clases de alfabetización en CONIN (gracias a un convenio con una escuela para adultos) y después directamente en el establecimiento. “Ahora vamos a la escuela a la noche. Estamos en la fase integral 2. A fin de este voy a poder recibir el diploma que muestra que terminé la primaria. Lo más lindo es que me enseñan muchas cosas y a no ser pava frente a las otras personas. Algunas personas te ven ignorante y creen que te pueden ganar. El estudio es una herramienta para poder defenderme”, agrega Elena, que arrancó la primaria a los 20 años. Milagros a los 18.
Como ya estaban desfasadas en edad, están haciendo un curso acelerado en una escuela para adultos que comparten con compañeros de todas las edades. “El año pasado cursamos con un señor que tenía 86 años. Si él se animó por qué nosotros nos vamos a sentir mal por lo que diga la gente. Porque hay mucha discriminación. Dicen “ahí van las burras que tienen que terminar a la noche”. Si a él no le dio vergüenza, a nosotras tampoco”, dice Elena que tiene facilidad para las matemáticas.
Compartir la mochila
La dinámica escolar de la familia es escalonada. Tres van al turno mañana, dos al turno tarde y cinco a la nocturna. Como el bolsillo no les alcanza para que cada uno tenga sus útiles escolares, los hermanos comparten las mochilas.
“Vamos comprando de a poco. Estoy luchando para que ellos vayan a la escuela y cumplan. Les faltan mochilas a las tres guainas grandes, cuadernos y carpetas. De a poco uno se van acomodando. Miguel comparte con Ángel, Cecilia con Marianela, la Mili tiene una, la Elena comparte con Franco y a Antonio le compré una en la feria. Me siento en paz porque ahora sí pueden cumplir el sueño de ir a la escuela, no importa quién se burle”, cuenta Mariela.
Elena se desvive por sus hermanos. “Ellos son mi vida. Me hacen sentir que tengo un propósito, me aferro a ellos. Yo me ocupo de la cocina, de su tarea, que sus uniformes estén limpios y planchados, de revisar las notitas de sus cuadernos, que estén merendados y listos para la escuela. A veces me preocupa el no tener para ellos. Me aterra”, dice y se quiebra.
El sueño de Elena – y de su mamá- es poder tener una casa propia, que tenga más habitaciones para estar más cómodos. “Acá tenemos luz, agua, baño y agua para bañarnos. No es un palacio pero tampoco es un infierno. Mucha gente dice ´qué crotera en donde viven´, pero yo soy feliz acá”, cuenta.
Vivir de hacer alfombras
Una de las apuestas de CONIN es que las madres aprendan algún oficio que le sirva para reforzar su autoestima y que también las ayude para generar ingresos extras. Así fue como Milagros y Elena aprendieron a hacer crochet, le enseñaron a sus hermanos y hoy tienen un emprendimiento de venta de alfombras y gomitas de pelo hechas con retazos de telas.
“Se hizo una feria en la escuela en la que presentamos el emprendimiento. Y la maestra es la que nos toma los pedidos. Las hacemos en nuestros recreos y en casa. Ahora nos sumamos a la feria municipal. Con las alfombras vamos tirando. Yo me ocupo de los números. Ahora estamos trabajando para un pedido grande que tenemos para Misiones”, cuenta Elena.
Actualmente la familia Pera se mantiene con la AUH de los chicos, con lo que venden de las alfombras y con lo que gana el hijo varón más grande de albañil. “Nunca tuve que ir a robar o a prostituirme. Y mis hijas tampoco. Me siento en paz que la comida que llevamos a la boca es decente”, dice Mariela orgullosa.
Elena no tiene límites. Quiere seguir estudiando y ampliando el emprendimiento. Si pudiera pedir tres deseos serían tener una máquina de coser, que a sus hermanos nunca les falte para comer y que tengan un buen futuro. “Milagros quiere ser modista y yo quiero vender todo lo que tengo para comprarle la máquina para ella y poder vivir de eso”, dice con una sonrisa.
Mariela está muy agradecida con CONIN. “Gracias a ellos mis hijas ven que la vida sigue, que se pueden aprender muchas cosas, como el crochet. Mi mamá era una modista. Y la veo a mi Mili y soñamos con una máquina de coser. Ella es bien vaqueana para hacer los disfraces para la escuela”, dice ilusionada.
Ramírez se ilumina cuando habla de Elena y de sus hermanos. “Esta es una de las familias de las que estamos más orgullosos. Los chicos siempre están impecables, son muy responsables, ayudan mucho a su mamá. Notar que van con un entusiasmo a la escuela y no quieren soltar, es muy emocionante. Les dimos la ayuda que necesitaban, les mostramos que pueden salir adelante y que sus sueños se pueden cumplir. Verlos emocionados con su trabajo, es impagable. Cada familia tiene su potencial y la idea de Conin es fortalecerlo. Poque ellos son los que trabajan, los que se animan, los que cumplen”, dice conmovida.
Marinel Repetto, integrante de la dirección directiva de CONIN cuenta que son muchos los casos, como los de la familia Pera, en los que los cambios positivos en las madres son enormes. “Lo que falta son conocimientos porque ellos no saben cuáles son sus derechos. Cuando Milagros empezó a venir era una chiquita temerosa, no sonreía, apenas hablaba. Y después empezó a sonreír, a participar y a compartir. Y eso para mí es impagable y hace que uno trabaje contenta. Y que todos los esfuerzos sean pocos”, resume.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran ayudar a Elena y a su familia pueden:
- comunicarse con Lorena Ramírez de CONIN al +54 9 3756 56-1502
- o donando en la siguiente cuenta:
Banco de Corrientes
Cuenta Nro 747794
Alias: CONIN.OMBU.VIRASORO
CBU: 0940010830007477940029
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