“Me gustaría tener éxito aquí”: El gaucho jujeño de 18 años que quiere ser guardaparque para poder quedarse en el campo
Ezequiel Flores tiene 18 años y vive en el Fuerte, un pueblo de 600 habitantes en la zona de Yungas; este año termina la secundaria y lo que más quiere es cuidar la riqueza natural de la zona
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Cada segundo que tiene libre, Ezequiel Flores se escapa a Los Confines, una reserva natural en medio de las Yungas jujeñas, en la que su familia tiene un puesto con animales. Lo que más ama en el mundo este adolescente de 18 años es estar arriba del caballo, ocupándose del ganado y en contacto con la naturaleza.
Por eso, la sola idea de tener que abandonar su lugar, El Fuerte, un pueblo de 600 habitantes en la localidad de Santa Clara, lo angustia. “En mi futuro me imagino trabajando y peleándola acá. Este es un lugar lindo, en donde hay muchas cosas para hacer. Ya trabajé una vez como guía turístico, mostrando los caballos y el pueblo”, afirma desde el patio de la casa de su abuelo Santiago, vestido con bombachas de campo, botas y sombrero de cuero.
Lo que le pasa a Ezequiel es lo mismo que sufren la gran mayoría de jóvenes que se criaron en las zonas rurales de la provincia. La falta de inversión en proyectos de desarrollo local los obliga a mudarse del campo a los grandes centros urbanos. Actualmente tiene solo siete compañeros en su división. “Empezaron siendo 23 y después se empezaron a ir para otros lugares y alguno abandonaron”, explica Ezequiel. Esa migración se agrava a medida que crecen: cuando terminan la secundaria, la única opción para seguir estudiando o conseguir trabajo es irse a una ciudad cercana.
“Me gustaría tener éxito aquí, ya me acostumbré y aquí me quiero quedar. Quiero tener una fuente de ingreso y de trabajo acá. Pienso algún emprendimiento vinculado con la ganadería o el turismo para mantener la cultura de aquí y el ambiente”, agrega Ezequiel, que está en el último año de la secundaria y que sueña con ser guardaparques. “Los guardaparques se dedican a cuidar los animales y montes nativos, las especies y todo lo que es originario de la zona. Yo puedo reconocer algunas especies, no todas”, señala.
Apostar por el turismo
“Creemos firmemente que el turismo es una de las vertientes que va a ayudar a revertir esta ola de migración joven de los pueblos. Hay jóvenes como Ezequiel que ya se dieron cuenta de que esto es así, que aman su pueblo, aman su familia y aman su lugar y están dispuestos a protegerlos. Nosotros queremos ser el vínculo para que esto suceda”, dice Thiago Perovic, CEO de Pueblos Originales, una plataforma de desarrollo socio-comunitario que comercializa experiencias turísticas y busca poner en valor a las comunidades originarias del noroeste argentino.
La ventaja es que las mismas familias del lugar son las que hacen las excursiones y se quedan con un ingreso. “Es muy potente lo que tienen para mostrar y para ofrecer al turista que hoy en día está buscando una experiencia distinta y algo fuera de lo común. Confiamos que Ezequiel, y tantos otros como él que andan dando vueltas en otros pueblos, van a ser los que lleven esa antorcha de crecimiento a sus lugares”, agrega Perovic.
Celeste Peña, la mamá de Ezequiel, recuerda cómo fueron sus primeros años en este pueblo en el que la mayoría de las familias son ganaderas y viven de la siembra. En 2002 no había medio de transporte para entrar o salir, solo existía una despensa y una verdulería y la escuela primaria y secundaria eran de alternancia. “Eran solamente dos vehículos que salían una vez al mes y la gente de El Fuerte tenía que organizarse de alguna manera para salir. En el 2018, la escuela recién pasó a ser agrotécnica.
Todas las mañanas va a la escuela y por las tardes se ocupa de cuidar de los caballos que tienen en un campo cercano. El resto de los animales están en Los Confines y allá solo puede ir los fines de semana y en vacaciones. “Me entretengo mucho con los animales, controlo que no estén embichados, visito a los caballos. Salimos a buscar chanchos para comer y encontré la presa que había matado el puma. No tocamos nada porque si queda el olor el puma se va y ya no vuelve. Volvimos a la madrugada con unos amigos que tienen un puesto más abajo y lo pillamos con los perros con los que peleó un rato largo”, cuenta mientras se le dibuja una sonrisa.
Vive con su mamá, su papá y sus hermanos en una casa que están agrandando de a poco para que los hijos no tengan que compartir el cuarto. Antes se acomodaban como podían en una casilla de una sola habitación, el comedor y la cocina. “Ahora tenemos dos habitaciones y los tres chicos duermen juntos. Es muy difícil construir acá porque no existen los corralones, los materiales los teníamos que traer desde San Clara y traerlos con un flete”, explica Celeste, que trabaja como secretaria en el grupo Unidos por el Fuerte, ayudando al vocal segundo.
Como el wifi que tenían en el pueblo no alcanzaba para todos y a Ezequiel se le había roto el celular, repitió el primer año de la pandemia. Justo en enero de 2020 habían puesto Internet pero que no llegaba a abastecer a todo el pueblo y a los chicos les costaba mucho cursar sus clases.
“La escuela era toda virtual. Como un año y medio. Este año recién se empezó a normalizar. Yo me iba mucho para Los Confines porque acá no se podía hacer mucho”, recuerda este adolescente al que le encanta jugar al fútbol, participar de desfiles a caballo e ir a peñas, bailes y guitarreadas. El año pasado, arrancó junto a unos amigos una barbería, aprendió a cortar por Internet y es el encargado de hacer los mejores cortes en el pueblo.
Conservar la historia del lugar
“Soy uno de los que guarda la historia de este lugar”, dice Santiago Flores, su abuelo, que tiene 85 años y toma mate con azúcar. Está vestido de gaucho, y disfruta de comer pan galleta con queso. Se refugia del calor bajo la sombra de la galería, mientras escucha la radio que está colgada de uno de los tirantes. “Mi abuela me enseñó a andar a caballo a los 6 años. Bien chiquitito y bonito era. Era todo campo acá. Tenía muchas ovejas y cabras. Recién a los 7 me mandó a la escuela. Me enfermé, tuve una parálisis y dejé. Y después empecé a trabajar”, dice este hombre de campo que se defiende como puede con las cuentas y que aprendió a leer y a escribir por su cuenta.
Siempre se dedicó a la cría de vacas y durante 16 años trabajó en la empresa Forestadora del Norte. Tuvo 9 hijos y como 40 nietos. “Ya perdí la cuenta”, dice entre risas. Lo que más disfrutaba era hacer trabajos en cuero pero la vista ya lo traiciona y se cansa de estar sentado tanto tiempo. Entonces se dedica a la huerta, a regar las plantas y cosechar verduras. “Hay muy poco trabajo. Los chicos no quieren machetear, hacer un agujero con la pala. Solo quieren comer y dormir. Ahora les toca trabajar a los jóvenes, levantarse temprano. Yo me enfermaba cuando me pillaba el sol en la cama. No puedo quedarme en la cama. Ahora ya no salgo al campo”, dice mientras cambia la yerba.
Ezequiel está convencido de que El Fuerte tiene muchos paisajes y lugares turísticos para ofrecer. “La gente que no tiene idea de nosotros. Acá pueden conocer cómo se hace el queso criollo, aprender a ordeñar una oveja o una vaca, a amansar un caballo o a confeccionar artesanías. También tenemos la cascada de la Cuesta Azul, el Cerro Centinela que limita con la provincia de Salta y el cementerio que es en donde está el fuerte y hay un mirador”, explica haciendo alardes de todos sus conocimientos criollos.
Todavía guarda fotos de cuando tenía 4 años y ya estaba arriba del caballo. Todos los años, él y su caballo se visten de gala para participar de los desfiles del pueblo. Su papá es quien le enseñó todo lo que sabe del campo, y actualmente está trabajando para una fundación que registra el movimiento de algunas especies.
“En el puesto de Los Confines hay cedros y árboles grandes que hay que mantenerlos porque estuvieron muchos años ahí y son nativos. Siempre que veo a los guardaparques aprovecho y platico con ellos”, cuenta Ezequiel, que en su casa tiene luz, agua e Internet.
Ezequiel y sus papás forman parte de la agrupación Centro Gaucho en la que hacen rifas y bingos para que los chicos puedan desfilar en las fiestas patronales de otros lugares cercanos y así incentivar a que no se pierda la tradición. “Me lo imagino a Ezequiel como guardaparque porque se que es algo que le gusta. Ellos tienen que estudiar lo que les gusta porque hacer algo que no les gusta no tiene sentido. Ojalá con el tiempo mejore el pueblo y haya un futuro mejor para los jóvenes”, concluye su madre.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran colaborar con Ezequiel o con Pueblos Originales pueden comunicarse al +54 9 11 6865-3160 o ingresar a www.pueblosoriginales.com. En IG los encuentran como @pueblosoriginales
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