Tucuman

Tucumán.
La provincia en donde las distancias y el trabajo infantil ponen en jaque la educación

Por Micaela Urdinez
Enviada especial

“Me levantó cuando todavía es de noche”, dice Mateo Mansilla, que vive en la zona rural Altos de Medina, a 80 kilómetros de San Miguel de Tucumán. A las 6 de la mañana, la traffic de la municipalidad que lo lleva a su escuela ubicada en Río Nio (a 30 kilómetros) lo pasa a buscar por su casa. Es casi una hora y media de viaje por caminos de tierra. “Lo que más me gusta es enlazar a los perros y andar a caballo para ir a buscar a las vacas y a los terneritos”, dice este niño de 6 años que vive en los cerros y recién está aprendiendo a leer y a escribir su nombre. A principio de año, la traffic sufrió un desperfecto técnico y Mateo estuvo tres meses sin ir a clases. Las distancias son enormes y las familias, en general, no poseen medios de transporte propios para poder llevarlos. “A veces la traffic no puede subir por el camino o se rompe y estamos varios días sin mandar a los chicos a la escuela. Y ese es un tiempo perdido para ellos porque no lo pueden recuperar. Hoy en día si no tenemos estudio, no somos nadie”, dice Miguel Alejandro Mansilla, el papá de Mateo, al que le dicen “Cheito” y es trabajador rural. Resulta paradójico que en la segunda provincia más chica del país (con una superficie de 22,525 km²) después de Tierra del Fuego, los alumnos de las zonas rurales tengan tantas dificultades para llegar a la escuela. Hambre de Futuro recorrió las zonas más aisladas de la provincia y se encontró con que la educación es el derecho más vulnerado en las infancias: las grandes distancias, la falta de transporte público, el trabajo infantil y el ausentismo (de docentes y alumnos), son las principales amenazas. LA NACION quiso entrevistar a Juan Pablo Lichtmajer, Ministro de Educación de Tucumán, y no fue posible. Desde el Ministerio, informaron sobre algunos de los programas destinados a sostener las trayectorias escolares de los alumnos en la provincia, como la creación de la modalidad de Educación Rural en 2015, la Secundaria Rural Mediada por TIC y la modalidad de Educación Intercultural Bilingüe, entre otras.

foto AML
Mateo Mansilla (6) pasea arriba del caballo junto a su hermana Virginia del Valle (4) y su papá en la zona de Altos de Medina. A principio de año, estuvieron tres meses sin ir a la escuela porque se rompió la traffic del municipio que los lleva hasta Río Nio, que queda a 30 kilómetros

Según un informe elaborado por Unicef en base a cifras oficiales, en Tucumán el 56,6% de los niños son pobres en términos de ingresos (por encima del promedio nacional que es 51,9%) y eso impacta también en su educación. Las cifras de pobreza de aprendizajes, lo confirman: el 29% de las niñas y niños de 10 a 14 años obtuvieron un rendimiento básico o no satisfactorio en Lengua o Matemáticas. “La educación rural está caracterizada por un alto grado de ausentismo y abandono de los alumnos por las cuestiones climáticas y por las distancias. La lejanía es el principal desafío para que los chicos puedan seguir sus estudios. El transporte público es muy escaso, y los chicos se tienen que acercar hasta las rutas que quedan a muchos kilómetros. Los días de lluvia, la escuela se suspende”, señala Florencia Arébalo, coordinadora de programas de Minkai. Luis Zazano es un sacerdote católico que -junto a la comunidad parroquial- hace 4 años se encarga de asistir a las familias de la zona de Los Chorrillos, Río Nío y Cerro Medina. “El principal riesgo para los chicos en estas zonas es la educación. No hay una conciencia de que es el elemento primordial que puede mantener la dignidad de las personas. También hay límites en la parte del transporte. Muchas de estas personas dependen de que lleven a los chicos a la escuela. Hay que abrir caminos en el sentido literal y también en el sentido figurativo”, afirma Zazano. En Cerro Medina están intentando reinaugurar una escuela que antes funcionaba para que los chicos de la zona, como Mateo, no tengan que trasladarse tanto, y poder así sostener su escolaridad. “El ministerio nos está pidiendo que lleguemos a una matrícula de 20. Con eso ya podríamos pedir la directora. El edificio de la escuela está abandonado y está ubicado al lado de la capilla”, señala Zazano.

foto AML
Aurora Benicio tiene 4 años y vive con su familia en una casa de adobe en la comunidad Quilmes, en los valles calchaquíes. Su hermano Miguel, todos los días camina 5 kilómetros para llegar a la escuela porque no existe el transporte público en la zona

“Todo queda lejos”

En la Escuela Presidente Raúl Ricardo Alfonsín de Manuela Pedraza, en Simoca, la realidad es similar. Como desde su casa no existe el transporte público para llegar a la escuela, la única opción de Salomé Ponce para hacer las 50 cuadras de tierra que la separan del conocimiento, es subirse a la moto de su papá y hacer malabares para no caerse. “El camino muy lindo no es. Está deteriorado, lleno de pozos, piedras sueltas que complican la estabilidad de la moto. Tardo alrededor de quince minutos, depende la velocidad a la que vaya. Cuando llueve se pone muy resbaloso y tengo que ir más despacio”, dice esta adolescente de 15 años. Como ella, muchos de sus compañeros tienen que hacer varios kilómetros caminando, en bici o en moto, para poder llegar. “Es mucha distancia y no hay que desconocer los peligros de que venga una adolescente sola caminando en medio de un cañaveral. En el tiempo de invierno modificamos el horario y la séptima hora no la damos porque ya oscurece temprano y los chicos tienen que caminar distancias largas”, cuenta Beatriz Moreno, su directora. A 84 kilómetros de San Miguel de Tucumán se encuentra la Estancia Los Chorrillos, casi al límite con la provincia de Salta. A 1200 metros de altura sobre el nivel del mar, está emplazada la Escuela Nro 262 Baldomero Fernández Moreno, que tiene una matrícula de 12 alumnos. “El transporte viene a la mañana temprano trayendo a los alumnos y profesores. Tardamos dos horas en llegar. Traslada a alumnos de tres o cuatro escuelas. Se queda estacionado en la nuestra que es la última del camino y después baja al mediodía devolviendo a todos a sus hogares. Este es el único servicio que llega hasta acá”, explica Patricia Elizabet Ruiz, docente de ciclo inicial y de primer ciclo. En esta escuela que tiene más de 100 años, funciona la jornada simple y el binivel. “Al ser baja la matrícula, una persona que tiene doble titulación, se hace cargo de la educación de los chicos del nivel inicial y del primer ciclo en la misma aula. Es un gran desafío. Esta es una escuela de cerro y gracias a Dios tenemos Internet que nos permite estar comunicados. Pero en lo demás estamos totalmente limitados, en el sentido del transporte y de los servicios que son básicos como la luz o el agua que se obtiene de un pozo surgente, gracias a vertientes naturales”, agrega Ruiz. Ayelén del Rosario Concha tiene 17 años y está en 6to año de la escuela secundaria de Palomino, una zona rural en Simoca. Le gusta la tranquilidad de la vida en el campo pero todo le queda lejos. “El camino es de tierra y es complicado trasladarse. Hasta hace poco me llevaba mi papá en la moto a la escuela y ahora nos pusieron un transporte escolar que me deja en la ruta y camino hasta mi casa”, dice esta adolescente que sueña con poder estudiar psicología. Para eso, tendría que mudarse a San Miguel de Tucumán pero su familia no tiene los medios económicos para apoyarla.

foto AML

Trabajo adolescente

Otro de los desafíos de enseñar en las zonas rurales es el trabajo infantil y adolescente. La frágil situación económica de las familias, hace que muchos alumnos tengan que realizar tareas informales para poder sobrevivir, poniendo en riesgo su educación. En la Escuela Presidente Raúl Ricardo Alfonsín algunos alumnos asisten dos o tres veces a la semana porque son requeridos como mano de obra en la cosecha de caña y otras frutas como el limón o el arándano. “Tenemos muy en cuenta la realidad en la que viven. Nosotros les decimos que el sacrificio va a valer la pena cuando después obtengan su título”, expresa Moreno. Los resultados de las últimas pruebas Aprender del 2021 dan cuenta de esta tragedia: el 51,3% de los alumnos en Tucumán trabajan de forma remunerada para familiares (por encima del promedio nacional que es del 46%).

foto AML
foto AML
foto AML
foto AML
Resulta paradójico que en la segunda provincia más chica del país (después de Tierra del Fuego), los alumnos de las zonas rurales tengan tantas dificultades para llegar a la escuela. Las grandes distancias, la falta de transporte público, el trabajo infantil y el ausentismo (de docentes y alumnos), son las principales amenazas.

“Nuevamente se detecta en este caso una alta correlación entre el desempeño académico de niñas y niños según condición de empleo. Se observa que de cada 100 que trabajan sólo un 44% obtiene un puntaje satisfactorio en las pruebas de lectura, versus casi un 70% entre aquéllos que no realizan actividades laborales”, señala el informe de Unicef. ¿Cualés son los impactos negativos del trabajo infantil en la educación? Los alumnos asisten de forma esporádica, repiten o, directamente, abandonan sus estudios. Además del deterioro en el rendimiento, la tasa de asistencia escolar muestra que el 13,3% de los niños de los hogares más pobres de esta provincia no está yendo a la escuela. “Llega el momento de la cosecha y entramos en una puja con los alumnos que pretenden irse porque son bien pagados, y nosotros desde el Ministerio buscamos mostrarles que su futuro está en la escuela. Tenemos las becas Progresar y las becas Egresar para sostener la trayectoria de los chicos y también contamos con el boleto estudiantil que facilita el acceso de los chicos a la escuela”, explica María de los Ángeles Figueroa, asistente técnico territorial del Ministerio de Educación de Tucumán. En cuatro años, el boleto estudiantil alcanzó a 70.000 miembros de la comunidad educativa de toda la provincia. Desde Minkai también se enfrentan al desafío de que los alumnos se vayan durante varios meses a otras provincias a la cosecha de distintas frutas, en lo que se denomina trabajo golondrina. “Son trabajos informales para los que no necesitan un título secundario y eso hace que favorezca la deserción”, señala Arébalo.

foto AML
En la Escuela Presidente Raúl Ricardo Alfonsín algunos alumnos asisten dos o tres veces en la semana porque son requeridos como mano de obra en la cosecha de caña y otras frutas como el limón o el arándano

Ausentismo docente

“A veces los profesores faltan y perdemos tiempo para aprender. Cómo voy caminando, hay días que llego tarde. Necesitaría tener una moto o un transporte público que me lleve”, dice Miguel Benicio, de 13 años, sentado a la sombra en su casa en la comunidad Quilmes Bajo, entre los valles calchaquíes. Todos los días va caminando hasta la escuela que queda a 5 kilómetros. Su mamá, Mariana Flores, reconoce que la mayoría de los días sus hijos tienen horas libres porque los docentes no son de la zona y tienen muchas dificultades para trasladarse de la ciudad hasta los contextos rurales. “Aurora, mi hija de 5 años, no está yendo a la escuela porque la maestra de jardín se tomó una licencia de 20 días porque tuvo una operación. Como no pusieron una suplente, le mandan tarea pero la hace desde la casa”, dice preocupada. Mariana, que después de muchísimo esfuerzo se recibió de maestra de grado, no consigue un cargo en su propia comunidad o en las más cercanas. Dice que esta no es solo su realidad sino la de la mayoría de las personas que estudiaron con ella. “Es muy difícil acceder a un cargo porque los que quedamos acá tenemos muy poco puntaje. Se dan muy pocos cursos al año en esta zona, como mucho uno por año en el valle. En la ciudad hay muchos más pero duran tres o cuatro días y no nos daba el bolsillo para eso. Y como es por orden de mérito, los que tienen mejor puntaje consiguen el trabajo”, agrega Mariana desilusionada.

foto AML
Ayelén del Rosario Concha tiene 17 años y está en 6to año de la escuela secundaria de Palomino, una zona rural en Simoca. “El camino es de tierra y es complicado trasladarse. Hasta hace poco me llevaba mi papá en la moto a la escuela y ahora nos pusieron un transporte escolar que me deja en la ruta y camino hasta mi casa”, dice esta adolescente que sueña con poder estudiar psicología

Daniel Choquis es el director de la Escuela Nro 213 Cacique Martín Iquin de la comunidad Quilmes. Sobre la dinámica de la selección y el cumplimiento de los docentes, aporta lo siguiente: “En Amaicha del Valle, a 25 kilómetros de acá, se dicta la carrera de profesor de enseñanza primaria con la modalidad de la interculturalidad pero no pueden conseguir trabajo en la zona porque las designaciones son por circuito. Como los docentes no son de acá y vienen de lejos, muchas veces no llegan por complicaciones o sacan una licencia”, señala. Y agrega: “Sería muy lindo en esta zona del valle tener maestros que sean de la zona para poder dar los conocimientos de la historia, de la geografía y de la cultura de esta comunidad originaria”. Para Figueroa lo más importante es que los alumnos vayan adquiriendo herramientas para forjar su futuro: “Nuestra misión es que los chicos terminen la escuela y en los últimos años tenemos materias específicas para que vayan armando su proyecto de vida, que salgan de nuestra escuela con una misión de lo que quieren ser”.

Cómo ayudar:Apoyá a Unicef para cambiar esta realidad.

foto AML

Conforme a los criterios de

Más información

Créditos

  • Diseño y programación Andrea Platon
  • Infografías Mariana Trigo Viera

Compartí

Cargando banners ...