Entre los cerros: Tiene 10 años, su mascota es una vicuña y su sueño es tener su cuarto para pintarlo de rosa
Lourdes Magalí Zerpa vive en Chorcán, un pueblito de Humahuaca ubicado a 4050 metros sobre el nivel del mar en el que solo hay 15 familias; la suya, vive de la cría de ovejas y del trabajo de su mamá en la escuela
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“Vicky, ay mi bebé. Vení que te voy a preparar la mamadera”, dice Lourdes Magalí Zerpa a la vicuña que tiene de mascota. Acaba de salir de la escuela que queda a dos cuadras y lo primero que hace es abrazarla y llenarla de mimos. El animal se deja y esboza un llanto como de gatito. “Está llorando porque quiere la leche. No sabemos si la mamá la abandonó o el león se la comió. Cuando pone las orejitas para atrás es porque se enoja. Son malas dicen cuando son grandes”, cuenta esta nena de 10 años que vive en Chorcán, un pueblito perdido en medio de las montañas, que queda a 4050 metros de altura sobre el nivel del mar y en el que solo viven 15 familias.
“La vicuñita la encontró la familia de Carlita, la amiga de Lourdes, cuando fueron a dejar sus llamas al cerro. Estaba atrapada en una quebrada. La encontró la perrita, la sintió y le fue a ladrar. Lourdes se encariñó y yo le di el gusto”, agrega Felisa Ramos, su mamá mientras le prepara la merienda a los alumnos de la escuela. Trabaja ahí como personal auxiliar y el menú de hoy es mate cocido y pan con queso.
Todavía con el guardapolvo blanco, Lourdes se pone a buscar la mamadera entre los estantes de la alacena. Cuando la encuentra, prende la hornalla y pone la leche en un cacharrito para calentarla. Vicky la persigue a cada paso que da por la cocina. Cuando está lista, Vicky come desesperada y quiere más. “Basta Vicky, ya está vacía. A la noche te doy otra”, dice divertida y cuando habla arrastra la zeta.
Una niña grande
Lourdes está acostumbrada desde chiquita a ocuparse de las tareas de la casa. “Desde los cinco años que me lavo mi ropa”, cuenta mientras enjuaga un pañuelo en el arroyo que está a unos metros de su casa. De lunes a viernes Lourdes duerme en la escuela albergue N198 de Chorcán y cada alumno tiene que ordenar su ropa y cuidar la limpieza.
“Mi cama es esta de abajo. Nos levantamos todos los días a las 8, nos preparamos y a las 8 y treinta toca la campana para ir a clases. A la noche terminamos de comer, nos lavamos los pies y nos venimos a acostar”, cuenta Lourdes, a la que llaman cariñosamente “Lulú”. Su juguete preferido son los ositos de peluche y el suyo se llama Teddy.
Los fines de semana, Lourdes vuelve a su casa en donde también vive su hermano. Las diferencias de comodidades que existen entre sus dos hogares son abismales. La escuela es una gran construcción de material que cuenta con calefacción, ambientes grandes, ducha caliente y baño. Su casita es de adobe, consiste únicamente en una cocina y una habitación, usan leña para calentar los ambientes y bañarse, y se arreglan con una letrina.
Sueña con una habitación rosa
“Mi sueño es poder tener una habitación para mí para poder pintarla de color rosado y decorarla con flores y maripositas”, dice Lourdes, que tiene los labios secos y la cara curtida por el sol y el viento. El clima seco le deja todavía más lacio el pelo que se le cae sobre la cara. Todo le interesa, todo lo pregunta mientras sus ojos negros azabache recolectan la mayor cantidad de información posible. “Mejor no les muestro mi habitación porque está toda desordenada”, dice entre risas.
Lo que más le gusta de ir a la escuela es estar con sus amigas. Está en 5to grado y ya se leer y escribir bien. En los recreos, se pone a practicar canciones patrias con sus amigas. “Me gusta jugar a la pelota, a la escondida, a la piedrita y eso nomás. Hoy estábamos practicando el himno nacional pero todavía no lo sabemos completo. El Aurora sí porque lo cantamos cuando vamos a subir la bandera”, dice esta niña que cuando sea grande quiere ser policía. “No me gusta que le roben a la gente. Mi primo una vez me dijo que para ser policía tengo que confiar y tener valentía. Y ahí me decidí. En Chorcán no hay muchos robos pero en las ciudades sí, secuestran gente y las matan. Eso es lo que veo en la tele”, explica.
Como trabaja en la escuela, Felisa está siempre en contacto con su hija. Le prepara a ella y a los otros 12 alumnos el desayuno, la merienda y la cena, y también se queda a dormir en el cuarto de las mujeres. “Ninguno de mis hijos pudo seguir estudiando”, se lamenta.
En la zona, casi todas las familias viven de lo que cultivan y de la cría de ganado como llamas, ovejas y chivos en pequeña escala. Hace recién 11 años que se cuenta con el servicio de luz eléctrica y agua potable. “Las viviendas están hechas de adobes de barro, el techo es de caña, barro y paja. Eso hace que esté caliente de día y a la noche queda el calor acumulado en las habitaciones. En la época estival que se producen bastantes lluvias nos quedamos sin poder llegar desde Humahuaca hasta acá”, explica José Luis Cabral, director de la escuela. Y agrega: “la escuela está muy equipada pero para los chicos nos hace falta ropa de abrigo y calzado. También necesitaríamos una bandera argentina para el mástil”.
Enseñar en zonas rurales
La escuela es de jornada completa ya que por la tarde trabajan los maestros especiales de actividades prácticas y música. Cabral reconoce que los desafíos de enseñar en una zona rural son muchos. “Notamos una falencia en la lectura y la interpretación de textos es bastante baja. Lo mismo pasa en la resolución de situaciones matemáticas. Andan bastante flojitos en la lectura. Por más que uno esté encima, les cuesta agarrar”, señala.
La familia de Lourdes se mantiene con la cría de algunas ovejas y el sueldo de su mamá. Ella tiene cuatro hermanos mayores que se fueron de su casa a distintos pueblos cercanos para poder conseguir trabajo y armar su familia. Chorcán es un paraje de solo un par de cuadras: algunas pocas casas desparramadas, la escuela, la iglesia, el cementerio y una salita de primeros auxilios. “La última vez que fui fue porque me dolía la cabeza y me salía sangre. Yo no pienso en la muerte, no me gustaría morir. Siento que si muero, pierdo todas mis cosas”, dice Lourdes mientras visita en el cementerio las tumbas de sus abuelos.
Sobre Lourdes, su mamá cuenta que es muy charlatana y que le encanta estar con las personas. “Si ella desea ser policía, estudia y se esfuerza, va a ser todo lo que quiera hacer”, dice convencida.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran ayudar a Lourdes pueden comunicarse con Felisa, su mamá, al +54 9 3885 19-0653.