Daniel Arroyo y la pandemia: “El problema más grave fue que aumentó la desigualdad educativa”
El Ministro de Desarrollo Social reconoce que el aislamiento dejó al país en una emergencia absoluta y que durante el 2020, hay chicos que no tuvieron ningún contacto con la escuela
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Daniel Arroyo carga sobre sus hombros el fantasma de una pobreza que crece. Y le pesa. “Yo vivo y convivo con el dolor y además vivo el conflicto todo el tiempo, o sea que tengo en claro lo que pasa y no tengo intenciones de mostrar otra cosa”, dice sentado en la cabecera de uno de los salones del Ministerio de Desarrollo Social, a unas cuadras del Obelisco, a mediados de marzo pasado.
A los pocos meses de asumir como Ministro de Desarrollo Social, la pandemia arrasó con todos los planes y lo obligó a atender la urgencia: más de un 60% de chicos en situación de pobreza, que pasan hambre, con padres que se quedaron sin trabajo y sin posibilidad de ir a la escuela. El 2020 su cartera arrancó con un presupuesto de 84 mil millones de pesos y terminó el año con 240 mil.
“Fue una emergencia absoluta como yo nunca había visto en la Argentina. En el segundo trimestre de 2020 cayó 19 puntos la actividad económica y subió 47% la pobreza. Nosotros sumamos a 3 millones de personas en la asistencia alimentaria”, explica tirando una marea de datos en cada oración.
Su diagnóstico actual es crudo y preocupante: “La Argentina tiene 44% de pobreza, 40% de trabajo informal y 1,5 millón de jóvenes que no estudian ni trabajan. Yo creo que la situación está muy crítica”, reconoce. Los objetivos para el 2021 también son concretos y ambiciosos: generar 300.000 puestos de trabajo, urbanizar 400 barrios y poner en marcha 800 jardines comunitarios y maternales. “Aspiro a dejar instaladas políticas de Estado en escala para contener la situación y que trasciendan los gobiernos”, concluye.
-¿Qué es ser un niño pobre hoy en la Argentina? ¿Cómo es el día a día de esas infancias?
-Ser un chico pobre es ser un chico sin oportunidades, mal alimentado y que va a reproducir las condiciones previas de vida, esto es la pobreza intergeneracional.
-¿Creés en la meritocracia o sos de los que piensan que los puntos de partida son desiguales y es injusto hablar de meritocracia?
-Yo creo que meritocracia y pobrismo, si uno le saca las cargas ideológicas que se les han dado, son conceptos que valen la pena trabajar y analizar. Creo que tiene que irle bien al que trabaja y estudia. Llamar a eso meritocracia sin entender que no todos pueden estudiar y trabajar, es un error. Hay que premiar al que trabaja y estudia y fomentarlo. Estamos en un momento de títulos fáciles y el tema es complejo. En la Argentina no todos arrancan con las mismas condiciones. Sí creo que hay que insistir mucho en el estudio como camino de movilidad social.
-¿Cuáles fueron los principales impactos que tuvo la pandemia en los sectores más vulnerables?
- Hay problemas de alimentación y yo marcaría más la calidad nutricional. Y es un tema de desigualdad educativa. Está claro que la pandemia, de todos los problemas que generó, el más grave es que aumentó la desigualdad educativa. Hay chicos que han tenido más contenidos que lo habitual, porque se han conectado por el zoom y otros que no porque hay un solo celular en la familia y la mamá se lo lleva cuando se va a trabajar, que no hay acceso a datos.
-¿Qué acciones específicas van a desarrollar para achicar esa brecha educativa?
-Hay chicos que, literalmente, no tuvieron contacto con la escuela durante el año pasado. Hicimos una red de tutores para la vuelta a la escuela. Y hay que ir acompañándolos. Creo que este año la tarea del docente va a ser más artesanal que nunca. Tenés que adaptarte como nunca a cada chico y acompañarlos uno a uno. Durante este año vamos a poner en marcha 800 jardines comunitarios y maternales. No los que forman parte del sistema educativo. Para que en todos los lugares, los chicos vayan al jardín y que los padres tengan en donde dejarlos. Esa es una forma de achicar la desigualdad.
-Más allá de las diferentes acciones que llevaron adelante, la pobreza y la desigualdad se profundizaron durante la pandemia. Según las estimaciones de la UCA y de Unicef, la pobreza infantil ascendió al 60% y la indigencia al 15%. ¿Cuál es el plan a corto y mediano plazo?
-La pobreza infantil es la situación más crítica en la Argentina y hay varias maneras de abordarla. Una es el tema alimentario, otro es el tema de construir jardines, otro es el tema de los ingresos de las familias y, por último, el tema de viviendas. La asistencia alimentaria hoy tiene cinco componentes: la Tarjeta Alimentar que llega a 6 millones de personas; la transferencia de fondos que hacemos a las provincias y a los municipios para que compren alimentos y artículos de higiene; las transferencias directas a los comedores que son alrededor de 10.000; los comedores escolares; y por último, la compra directa de alimentos del Estado que es el mecanismo menos eficaz y que yo de a poco quiero ir cerrando. Todo eso llega a 11 millones de personas.
-¿Cuándo creen que efectivamente estas medidas van a bajar las cifras de pobreza y hambre?
-Es muy difícil saber cómo va a evolucionar la pandemia y que nivel de rebrote va a haber. El problema principal que tenemos hoy es el precio de los alimentos y cuánto te rinde la plata. En especial lo que se necesita para la buena nutrición. Hoy bajó la gente que asiste a comedores y hay más posibilidad de conseguir una changa en rubros como la construcción y el textil. Hoy el que se mueve, engancha un laburito porque hay plata dando vuelta en los barrios.
-Me imagino que muchas de las personas que hoy están desesperadas buscando trabajo no estarían muy contentas con esa afirmación. ¿Realmente creés que hay trabajo para todos?
-Hasta septiembre del año pasado, si vos quería hacer changas, no había changas. Hoy hay más changas. Me refiero a arreglos en las casas, a quien cose ropa, hay más actividad para los cartoneros, volvió algo del cuidado de las personas y el que se dedica a la producción de alimentos como pizza y lo vende en el barrio. No quiero dar la idea de que se consigue trabajo. Entiendo que hay dificultades. Otro problema muy serio en los barrios es el endeudamiento de las familias. Como la plata no alcanza, la gente se endeuda en el barrio, y lo hace al 200% de interés anual.
-En Concordia y Paraná vimos un crecimiento explosivo de asentamientos, familias que viven en casillas precarias o que directamente viven en los basurales para poder comer. ¿Están al tanto de esta situación?
-La tarjeta de Alimentar la arrancamos el 18 de diciembre en Concordia. Yo soy muy consciente de que la situación social es muy crítica. Está la pobreza estructural, tres generaciones de pobreza, chicos que no vieron a sus padres ni a sus abuelos trabajar, con problemas de infraestructura básica. Tenemos 4 millones de personas que viven hacinadas, sin agua, sin servicios básicos que viven más parecido al siglo 19 que el siglo 21. En el 2018 se votó una ley que creó el Registro de Barrios Populares que dio 4400 barrios, 4 millones de personas y se estableció un fondo para mejorarlas. Esa área no estaba en mi ministerio y pasó a mi ministerio, se creó un fideicomiso y yo me planteé hacer 400 barrios por año. Ya vamos 106 este año. Es hacer calles, agua, servicios básicos, cocina y baños, el tablero de electricidad, lotes con servicios. Ese proceso lo estamos encarando. Es una política a 10 años que tiene que trascender a los gobiernos. Arranco yo y lo seguirá otro.
-Según el último estudio del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, uno de los impactos más preocupantes de la pandemia es que se profundizó la violencia familiar y esto se vio más fuerte en los sectores más vulnerables. ¿Están pensando alguna iniciativa para apoyar dinámicas familiares más sanas?
-Cuando se cerró toda la actividad se creó el Programa Detectar y ya había otro funcionando que se llama El barrio cuida al barrio. Se va casa por casa, llevando alcohol en gel por el coronavirus y todos ellos volvían con el problema de violencia de género muy marcado. Es evidente que ha crecido mucho. Estamos buscando que la madre genere sus propios ingresos y por eso entra directamente al programa Potenciar Trabajo. Y otro de los problemas es el alquiler para que puedan irse de su casa y vivir con sus hijos. La situación de violencia familiar y de violencia de género es muy crítica. Mi mirada es que el aislamiento la agudizó y sirvió para visibilizarla.
El hacinamiento es uno de los problemas centrales de la Argentina no solo porque genera violencia sino porque hace que el pibe se vaya a la esquina, que no tenga un lugar para hacer los deberes. Hay varias dimensiones.
-Mencionaste que tu tarea es transformar planes sociales en trabajo. ¿La idea es volver a la modalidad de contraprestación que tuvo el Plan Trabajar en su momento?
-Tenemos 850.000 personas que forman parte del plan Potenciar Trabajo. Cobran la mitad del salario mínimo, $10.300 por cuatro horas de trabajo. Si trabaja más tiempo, quien lo contrata tiene que completarle el ingreso. Hicimos varias cosas: creamos el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Social. La gente se registra, es monotributista social, tiene factura, tiene obra social y está exento del pago de tributo. Y bancarizamos a todos. La gente que cobra planes sociales hace mucho que lo hace a través del Banco Nación pero no tenía una cuenta, solo una tarjeta de extracción. Ahora la caja de ahorro es de cada persona. Mi objetivo es que durante este año 300.000 personas puedan, durante por lo menos tres meses, tener ingresos por arriba del salario mínimo. Lo hacemos con cinco sectores: la construcción, el sector textil, la producción de alimentos, los sistemas de cuidado y el reciclado. En estos tenemos mano de obra intensiva y vinculamos planes sociales con trabajo.
-Durante nuestros viajes notamos una ausencia de políticas de impulso de las economías regionales, lo que daría empleo a las familias y crecimiento a las comunidades con la capacidad especifica productiva local. El desafío es lograr que las familias vivan de lo que producen en sus propios territorios y que la única salida para los jóvenes no sea mudarse a una ciudad. ¿Qué se está haciendo?
-La Argentina tiene 90% de ámbito urbano y 10% de zona rural. Después hay zonas peri urbanas. Ese ámbito rural tiene problemas de infraestructura, de traslado, y que la producción en el campo requiere de menos personas, más durante la pandemia. La Secretaría de Agricultura Familiar no forma parte de mi Ministerio pero estamos haciendo mucho vinculado con la agricultura familiar, economía social y el pequeño productor. Que además está toda la dimensión de la producción agroecológica que tiene un potencial de desarrollo importante en la Argentina. De mi depende la Secretaría de Niñez y Adolescencia que antes era el Consejo del Menor. Antes muchas familias les dejaban tierra en herencia al Consejo y entonces tenemos muchas tierras que estamos transformando en colonias, para poder mantener a las personas en sus lugares y evitar la migración que es la constante en la Argentina.
-Te voy a preguntar lo mismo que le preguntamos a cada chico que entrevistamos. ¿Cuál es tu sueño para el 2021?
-Generar 300.000 puestos de trabajo, urbanizar 400 barrios y poner en marcha 800 jardines. Y estoy seguro de que lo vamos a lograr.
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