Correr para salir de la pobreza: su familia cría ovejas y él quiere dedicarse al atletismo para darles una vida mejor
Emanuel Campos tiene 17 años y vive en el paraje Santa Cruz, en la zona rural de Chañar, en La Rioja; quiere recibirse de profesor de educación física para que no sufran más necesidades
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LA RIOJA.- La vida no fue fácil para su familia. Sabe de todos los sacrificios que sus padres hicieron para poder tener su casita a medio terminar en el paraje Santa Cruz, en las afueras de Chañar. Los años en el campo que fueron de puesto en puesto con sus hijos a cuestas para poder sobrevivir. “Yo sé el sufrimiento que tienen ellos, todos los momentos tristes que pasaron y la vida económica que no nos ayudaba”, dice Emanuel Campos, un adolescente de 17 años que sueña con ser profesor de educación física y dedicarse al atletismo.
Su casa está ubicada en la zona más difícil de La Rioja, denominada los llanos áridos, en donde reina la sequía y las lluvias escasean. Eso lleva a las familias a una economía de subsistencia. “Hemos andado en campos en los que no teníamos luz ni agua, hemos tenido que aguantar de todo”, cuenta Rosa Guzmán, su mamá, que se levanta al alba todos los días para amasar pan para vender.
Su papá creció en el campo, hoy cría ovejas y hace trabajos de electricidad en la zona. Hace poco tuvo que vender las cabras que tenía porque no podía solventar los gastos de forrajería para poder mantenerlas. “Uno vive de lo que produce. A veces la plata no alcanza. Desde hace 7 años que trabajo en la municipalidad como electricista pero me pagan solo $9000. Mantengo el alambrado público. Vivimos de los trabajos que me salen de electricista. Uno se da vuelta con lo poco que tiene”, cuenta Edgardo Campos, su papá.
Emanuel es el mayor de cinco hermanos (Maximiliano de 16, Tiziana de 13, Milagros de 9 y Briana de 3) y eso es una responsabilidad enorme. Por eso él quiere ser quien marque el punto de inflexión en el futuro de los suyos. “Me quiero recibir para darle todo lo mejor a ellos, para que no estemos aquí y para poder llevarlos de viaje a dónde ellos quisieran. Mi mamá quiere conocer las Cataratas del Iguazú. Voy a luchar para eso”, dice emocionado.
Viven al día. Por eso la tarde que volvió a su casa de la escuela y le dijeron que tenían la plata para la bicicleta de ruta que tanto quería, se quebró de emoción. “Yo entendía que ellos no me la podían comprar. Saber que a veces no tienen para comer me hace sentir muy mal. O que no pueden hacer las compras para los animales, me pone triste a mí”, dice Emanuel, que todos los días entrena con los cerros de fondo. El que vendía la bici era un conocido. Su papá le negoció el precio, sacó un préstamo y fueron a buscarla juntos. “Fui muy feliz ese día”, recuerda.
Los fines de semana, Emanuel también aprovecha para hacer algunas changas para llegar a comprarse el equipo que necesita para entrenar y ayudar en su casa. Marca a los animales, los lleva de un lugar al otro o hace tareas de limpieza. “Ahora estoy ahorrando para poder viajar para correr y para comprarme algunas cosas para la bici. Me hace falta el casco porque el que uso me lo presta un amigo, las dos cubiertas y la ropa”, cuenta este adolescente tímido pero de ideas firmes.
Su papá está convencido de que a Emanuel le gusta todo y que cualquier cosa que se ponga a hacer, la hace a fondo. “Es un niño súper activo. No tiene pereza. Yo le digo ´ustedes estudien para que después cuando se críen no tengan que andar como uno anda´. Yo prefiero que estén haciendo esto a que estén en otras cosas raras. Ellos hacen deporte, juegan a las bolitas o salen a trampear”, dice Edgardo.
Lejos de su familia
Emanuel cursa su 4to año en el Instituto Privado Dr. P. J. de Castro Barros, una escuela pública de gestión privada que depende del Obispado de La Rioja, a la que asisten 100 alumnos. Es una tecnicatura secundaria en producción agropecuaria y ahí aprende todo lo relacionado con el campo. Es dedicado, trabajador y muy aplicado. El año pasado, fue reconocido como alumno destacado por su compromiso en el Campo Experimental María Rosa Mística, en donde hacen las materias prácticas.
“Es un alumno ejemplar en todos los sentidos. Como compañero de trabajo, como alumno, reúne todas las condiciones para ser una excelente persona. Sus papás son muy luchadores de la vida. Tengo un cariño muy fuerte por esta familia”, cuenta Adriana Herrera, jefa del Sector de Prácticas.
Como la escuela queda a 35 kilómetros de su casa, Emanuel se queda durante la semana en el albergue estudiantil, junto a sus hermanos Maximiliano y Tiziana. “Es un servicio muy importante porque hay chicos que vienen desde parajes rurales alejados, hasta 20 kilómetros y más. Sería imposible pensar en que ellos chicos vengan todos los días, más considerando que somos una escuela de doble jornada”, explica Luis Aráoz, rector del Instituto.
En el albergue Emanuel duerme con su hermano Maxi y su primo. Las mujeres tienen otra habitación. Se dividen las tareas de limpieza entre ellos y se organizan para bañarse. Ahí aprenden a convivir con otros chicos y van adquiriendo más autonomía.
“Nosotros estamos muy agradecidos con el colegio porque les dan de comer una milanesa o una pizza más seguido. Nosotros podemos hacerles una vez por semana. Cuando les traen ropa o una zapatilla, siempre les dan a ellos. Yo a veces me iba sin comer a la escuela. Por eso les explico que es un privilegio que ellos tienen, el solamente ir a estudiar y tener todo lo que necesitan. El albergue es muy útil para los chicos de las zonas rurales porque no hay transporte”, agrega Rosa.
Los días en su casa
Cuando arranca el viernes Emanuel ya está ansioso porque sabe que ese día vuelve a su casa, a su rutina, a los animales, a los juegos con su hermana menor Briana, a las salidas en bici por la ruta. “Cuando estoy acá extraño muchísimo a mi familia. Prefiero estar en mi casa porque puedo salir a jugar, andar de acá para allá, andar con los animales, salir con mi papá al campo. Lo que más me gusta hacer es andar a caballo, andar jodiendo con las ovejas. Lo más lindo es poder conversar con mi mamá, mi papá y mis hermanos”, agrega Emanuel, que cuando llega a su casa lo primero que hace es alzar a su hermana Briana en brazos y llenarla de besos.
“Estuve enojado cuando mi mamá estaba embarazada porque no quería tener más hermanos y cuando nació ella se me cambió la vida. Nunca pensé querer tanto a una niñita. Es muy traviesa, no se queda quieta y le gustan mucho los animales como a mí”, cuenta desesperado de amor por su hermana.
Para Edgardo fue muy duro cuando sus hijos se fueron a la escuela pero entendía que era importante apostar por su educación. “Rosa lloraba y yo no quería llorar para sostenerla a ella. Este año cuando me tocó despedir a la Tizi el que lloraba era yo. Estoy orgulloso de ellos porque veo que van bien. Y eso es algo que les va a quedar a ellos para la vida. Se que mis hijos van a llegar lejos porque sé hasta donde son capaces”, dice.
Los Campos son una familia muy unida y respetuosa. Siempre están compartiendo momentos, tomando mate o charlando. “Si no me están abrazando a mí, la están abrazando a la madre. Son muy cariñosos. Yo les digo que estudien porque lo único que les vamos a dejar nosotros como padres es eso”, cuenta Edgardo. Rosa agrega: “Emanuel es muy cariñoso, muy amoroso. Como si no fuese todavía un adolescente. Él viene, me abraza, se sienta en mi falda. Son todos muy mameros, menos la Mili que es del padre”.
Cuando su mamá se pone a estirar la masa, Milagros la asiste. En cambio Emanuel es el que está atrás de su papá, ayudándolo con el cuidado de las ovejas y todas las tareas del campo. “Ema siempre fue mi mano derecha porque cuando no estoy yo, él queda a cargo porque ya sabe cómo es todo el manejo. Es un buen compañero además de un hijo. Nunca me deja solo. Siempre está conmigo. Estoy agradecido por la esposa de fierro que me tocó y por mis hijos”, dice Edgardo.
Desde los 5 años Emanuel se confiesa loco por los animales. Le gusta cuidarlos, ver si hay que curarlos, darles de comer y seguir su crecimiento. Durante un tiempo pensó en ser veterinario pero ahora se inclina por el deporte.
“Ema nos demuestra todos los días que lo que nosotros le enseñamos le sirve para la vida. Porque el hecho de que aprenda a reconocer razas de ganadería caprina, técnicas de sanidad en animal, a cultivar, a manejar una unidad didáctica en las aves, eso forma parte de nuestra misión. Nos sorprende gratamente y a diario”, agrega Aráoz.
Aprender del sufrimiento
Un día vio que su padrino subió una foto de una carrera que iba a hacer en Olta y algo se le encendió en el cuerpo. A los pocos días ya estaba saliendo a trotar. “Tengo un profesor de educación física en la escuela y otro de atletismo que me dan instrucciones sobre qué hacer y qué no. Fui mejorando. Estuve a punto de abandonar porque el cuerpo no quería más, me quería rendir y no bajé los brazos. Ahora soy loco por correr, por la bici y por salir a trotar. Quiero llegar muy lejos”, cuenta Emanuel.
De lunes a viernes cuando está en la escuela, sale a correr por el pueblo. Los fines de semana aprovecha para subirse a la bici y llegar hasta los pueblos cercanos. Lo que más rescata del atletismo, es que le enseñó a sufrir y a esforzarse.
“La primera carrera la sufrí, tuve una lesión muy fiera en las costillas que me duró tres semanas. Aprendí mucho del dolor y cada vez me cuesta menos. Mi sueño es llegar a ser campeón argentino. Sé que todo en la vida se logra con esfuerzo”, resume. En lo que va del año ya corrió seis carreras y salió primero en una. “Me dieron una medalla y un diploma. Fue muy linda la sensación. Me felicitaron mis compañeros. Tener el apoyo de los profesores y de mis padres me pone muy contento” agrega.
Hace unos meses también participó de los Juegos Evita, en los que no logró clasificar pero ganó experiencia. “Antes de viajar lloré de felicidad porque nunca antes había llegado tan lejos. La próxima apuesta es llegar al campeonato Argentino de Duatlón y poder participar. Me propuse lograr muchas cosas”, agrega Emanuel.
En la zona en la que vive, son muy pocos los alumnos que tienen la posibilidad de irse a estudiar a otro lado o seguir una carrera universitaria. Aráoz detalla que el 90% son hijos de jornaleros o beneficiarios de planes sociales. A pesar de eso, Emanuel tiene una meta clara y es recibirse para poder salir adelante. “Viendo que mis padres hacen todo lo posible por que yo pueda estudiar, me surgieron las ganas de estudiar educación física”, agrega Emanuel.
Otros de los sueños de la familia es ampliar la casita que levantan con sus propias manos desde hace 9 años. Hoy Emanuel duerme con su hermano y sus papás con sus tres hermanas. “En 2013 compramos este terrenito. La casa la levantó mi marido, yo cavé los cimientos y la fuimos armando. Estamos tranquilos porque ya es nuestra”, dice Rosa.
El próximo objetivo es que Ema y Maxi puedan tener su propia habitación y las mujeres la de ellas. “Nosotros le decimos que no importa en donde durmamos, siempre vamos a estar juntos. Me gustaría tener mi habitación pero se las cuestiones económicas de mis padres. Si pudiera pedir tres deseos serían verlos felices a mis padres y a mis hermanos, que yo pueda cumplir mi sueño como atleta y poder recibirme, y que podamos terminar la casa”, concluye Emanuel.
COMO AYUDAR
Las personas que quieran ayudar a Ema o a la escuela a conseguir un vehículo para trasladarse con los alumnos pueden:
-comunicarse con Luis Aráoz al +54 9 3826 41-5122
-donar a la cuenta de la escuela Instituto Privado Doctor P. De Castro Barros
BANCO RIOJA
Cuenta Nro Caja de Ahorro 0050010002013887
CBU: 3090005703000120138875
ALIAS: tiza.pluma.morada