Hambre y aislamiento: cómo es la abrumadora realidad de los pueblos wichis del norte de Salta
Benedicta Gómez tiene un año y pesa siete kilos y 400 gramos. Vive en la comunidad de La Puntana, en la frontera de Salta con Bolivia. Gael Sambo, de un año y dos meses, pesa seis kilos y 800 gramos. No tiene DNI, no recibe el beneficio de la AUH y vive en La Nueva Esperanza. Rebeca Castellano, de El Buen Destino, tiene tres años y un peso acorde a su edad, pero cuando nació no llegaba al kilo.
Son apenas algunos de los chicos y chicas de comunidades wichis que rodean la periferia de Santa Victoria Este, una de las regiones más postergadas del norte de Salta, y que están o estuvieron desnutridos en mayor o menor grado. Sus rostros e historias permanecen ocultos detrás de los números. Desde que empezó el año, son ocho los niños y niñas salteñas que fallecieron por desnutrición, deshidratación y otras causas asociadas a la extrema vulnerabilidad en que viven, así como a la imposibilidad de acceder a tiempo a servicios de salud.
LA NACION recorrió Santa Victoria, municipio donde dos tercios de la población pertenece a pueblos originarios, y visitó seis comunidades wichis, para conversar con referentes locales, organizaciones sociales y profesionales que trabajan en territorio. El balance es que la situación no podría ser más crítica y urgente. "Nos sentimos olvidados. Mucho, demasiado", resumió Víctor García, cacique de El Cruce. Entre las comunidades wichi de la Argentina –unas 50.000 personas distribuidas en Salta, Formosa y Chaco– no hay una sola que no haya tenido chicos con desnutrición.
Llegar no es fácil. Para acceder, hay que viajar más de siete horas por ruta desde la capital de la provincia hasta Santa Victoria, donde se abren los caminos de tierra que llevan a los parajes, mientras la señal de celular se va perdiendo. Cuando llueve, como ocurrió el lunes pasado, se vuelven barriales prácticamente intransitables aun en 4x4, lo que aumenta el aislamiento. Y una vez ahí, entre los ranchos, que en el mejor de los casos son de adobe y con un techo improvisado de chapa, el hambre se ve en todas partes.
Los chicos lloran pidiendo comida, muchos adultos tienen Chagas y otras enfermedades asociadas a la pobreza, las familias viven hacinadas –hasta 12 o más personas en la misma habitación– y no hay acceso a agua potable ni a servicios básicos de salud.
Solo un ejemplo: en el único centro de salud del paraje La Puntana –unos 2000 habitantes distribuidos en distintas comunidades–, hace tres meses que no tienen agua. Tampoco médico. Solo reciben la visita de enfermeros y la atención de organizaciones como Pata Pila, una ONG que trabaja desde 2015 para prevenir la desnutrición infantil y que lleva atendidos más de 800 casos. De ninguna manera dan abasto.
El mismo lunes que LA NACION llegó al lugar, el gobierno salteño anunció el lanzamiento de un operativo que recorrerá comunidades de los tres departamentos en que fue declarada la emergencia sociosanitaria. Entre ellos está Rivadavia, donde se encuentra Santa Victoria Este, que desde diciembre pasado tiene al primer intendente wichi de su historia. El objetivo es comenzar a repartir 40.000 módulos alimentarios que se entregaran durante cuatro meses en aquellos sitios donde no hay conectividad para implementar la Tarjeta Alimentar, para lo cual se cuenta con fondos por 320.000.000 de pesos enviados por el gobierno nacional.
Desde la administración provincial, informaron que el operativo es un refuerzo del programa Focalizados, de la secretaría salteña de Políticas Sociales, "que no se interrumpió desde el comienzo de la nueva gestión puesto que ya atendía periódicamente con módulos alimentarios y atención social a familias vulnerables de comunidades aborígenes". Las autoridades locales aseguraron que el programa se verá ampliado tanto en la cantidad de vehículos que recorren las comunidades como en los profesionales afectados, a los que se sumarán enfermeros especialistas en neonatología, pediatría y atención primaria de la salud. Por otro lado, técnicos del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, incluidos trabajadores sociales y enfermeros, acompañan a estos operativos.
Según un reciente estudio realizado por profesionales de la Universidad de Salta –producto de una beca otorgada por el Ministerio de Salud de la Nación–, las tasas de mortalidad en menores de 5 años de la zona de Santa Victoria Este (31.94 cada 1000 nacidos vivos) triplican al promedio provincial y nacional. Entre el 12 de marzo de 2018 y el 12 de marzo de 2019, murieron 13 chicos y chicas de menos de 5 años, todos pertenecientes a comunidades originarias.
Más allá de la atención de emergencia, las organizaciones que trabajan en el territorio y los referentes de los pueblos originarios reclaman soluciones estructurales y un trabajo que incluya a las comunidades en la toma de decisiones. Consideran que sólo así se podrá dar respuesta a una problemática tan aguda como crónica. También destacan que la situación se agravó en un contexto de extensión de la frontera agrícola y las industrias extractivistas, con la consiguiente pérdida del monte, el hábitat natural de estas comunidades.
Cómo colaborar
- El objetivo de la asociación civil Pata Pila es ampliar su programa de padrinos y madrinas, para poder acompañar a cada vez más familias. Todo aporte suma. Para ayudar, se puede ingresar en su web y realizar un aporte mensual. El 100% de los aportes es destinado a cubrir los tratamientos nutricionales de los niños de hasta 5 años que el equipo de Pata Pila atiende y hace seguimiento semanalmente en sus Centros de Prevención de la Desnutrición Infantil y Promoción Humana y sus Programas de Atención Itinerante, llegando a aquellas comunidades más vulnerables y de difícil acceso en el norte de la provincia de Salta. Más información: padrinos@patapila.org