Cuando leyeron en una nota de LA NACION la historia de tres hermanitas que buscaban una familia, Natalia Rossi y Mariano Isabella no dudaron: se presentaron y, al poco tiempo, llegaron a sus vidas Ludmila (13), Agostina (5) y Dafne (4)
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Ese día, Natalia Rossi terminó de trabajar en el sanatorio y se preparaba para volver a casa. Eran las dos o tres de la tarde. El bullicio que llegaba de afuera se parecía al de una tarde cualquiera en plena Avenida Córdoba, a metros de Pueyrredón. Antes de salir agarró su celular. Se puso a ver las noticias de LA NACION en Facebook y se detuvo en una: “Adopción: tres hermanitas buscan una familia”. El posteo que acompañaba la nota decía: “Difundí y ayudalas”, y tenía el emoji de las dos manitos en posición de rezo. El corazón le dio un vuelco.
Pasaron casi cuatro años y Natalia se acuerda de ese artículo de memoria. Todavía lo tiene guardado en su celular. “Buscan una familia que les brinde amor, contención y necesitan permanecer juntas”, recita hoy sin leerlo. Era el 31 de octubre de 2018 y en ese momento se comunicó con Mariano Isabella, su marido, para contarle. “¡Llamá!”, le dijo él, y el siguiente número que marcó Natalia fue el del juzgado que aparecía al final de la nota. Esa llamada transformaría sus vidas y la de esas tres niñas para siempre. “Enseguida sentí en mi corazón que nosotros íbamos a ser la familia para ellas”, cuenta Natalia, que tiene 44 años.
En ese entonces, Ludmila tenía 10 años, Agostina 2 y Dafne 11 meses. Hacía un año y medio que las dos más grandes estaban en un hogar para chicas y chicos con medidas excepcionales de protección, mientras que la pequeña había ingresado a otra institución de cuidado ni bien había nacido. La prioridad de la jueza Agustina Díaz Cordero, que seguía el caso de las niñas, era no separarlas y encontrar una familia por medio de la adopción para las tres, costara lo que costara. Se habían agotado todas las instancias de búsqueda dentro de la red federal de registros de postulantes a guarda adoptiva y, como ninguno de los inscriptos estaba dispuesto a ahijarlas juntas, la única alternativa era una convocatoria pública: un llamado abierto a toda la comunidad que se propone encontrar una familia para las niñas y niños a quienes más cuesta hallarles una.
“No lo dudamos”, asegura Mariano (43), que trabaja en una empresa de telecomunicaciones. “En 2014 nos habíamos anotado en el registro de adoptantes para dos hermanitos de hasta nueve años. Cuatro años después, salió el artículo y cuando lo vimos, dijimos: ‘Hay que darle para adelante’”, agrega.
Mariano y Natalia reconstruyen la historia desde su PH en un barrio porteño, en un sillón en el que se amontonan junto a Ludmila (actualmente, una adolescente de 13, casi 14 años), Agostina (que tiene 5) y Dafne (4). “¡Silencio chicas por favor! ¡Así le contamos cómo nos conocimos!”, pide Mariano buscando poner orden. Las más chiquitas están inquietas: esa noche es el cumpleaños de su padrino y les gana la ansiedad de ir al festejo. Mariano se ríe: “Esto es un despelote, pero es hermoso”, asegura.
Cita a ciegas
Antes de llegar al punto en que Natalia y Mariano se comunicaron para postularse a la convocatoria de las niñas, el matrimonio había atravesado dolorosas pérdidas en la búsqueda de ser padres. Ese anhelo estuvo presente desde el día en que empezaron a proyectar una vida juntos, y la historia de las hermanas, que también soñaban con una familia, les pegó fuerte.
Cuando Natalia hizo el llamado desde su consultorio (es médica clínica desde hace 20 años), la atendió Samanta, la secretaria del juzgado, y le tomó los datos. Una semana después, fueron con Mariano a la primera entrevista. Los nervios eran muchos. Demasiados. “La verdad es que fue medio terrible porque no sabíamos cómo iba a ser la cosa. Ahí empezamos con todo el proceso de entrevistas, juntos y por separado. Hay un montón de mitos sobre la adopción y recién cuando uno se embarca en esto empieza a darse cuenta de cómo son verdaderamente las cosas −señala Mariano− En esas charlas que tuvimos nos preguntaron de todo, trabajamos los miedos, cómo manejar las incertidumbres y hablamos sobre qué cosas podían llegar a pasar”.
El 21 de diciembre de 2018, fueron convocados una vez más al juzgado. Pero no era para una entrevista más: les anunciaron que habían sido seleccionados para convertirse en los padres de las tres hermanitas. Se acuerdan del torbellino de emociones: las risas, el llanto, los abrazos. “Fue como si nos dijeran: ‘Van a tener trillizos’. Esperado e inesperado al mismo tiempo”, dice Natalia. Y explica: “No teníamos dudas de que íbamos a ser la familia para ellas; pero, al mismo tiempo, cuando nos lo dijeron no lo podíamos creer”. Hasta ese día, sólo sabían dos cosas sobre las niñas: sus nombres y edades. Nada más. “Era como quererlas y después conocerlas. Cuando finalmente llegó el momento de verlas, fue todo incertidumbre: como una cita a ciegas”, agrega Natalia.
Se tomaron el subte desde el centro de la ciudad de Buenos Aires hasta Nuñez, para ir al hogar en el que estaban las chicas. “No sabés lo que fue ese día. Por suerte mi mujer es médica, porque sino mi corazón… ¡No sé! Cuando llegamos al hogar, vamos a una habitación, estábamos hablando con las cuidadoras y la psicóloga, y de repente… Cha, chan, cha, chan”, describe Mariano, generando el clima. A su lado, sus hijas lo miran con los ojos grandes. Él sigue: “Se abre la puerta y esta es una imagen que no me olvido más: la veo que entra primero Agostina, energía pura. A Dafne la agarré en brazos y se quedó conmigo. Y Ludmi era la que estaba medio vergonzosa, no quería saber nada hasta que fue Nati a buscarla con un pase mágico y empezamos a hablar. Ellas no sabían mucho de nosotros y nosotros casi nada de ellas”. Mariano mira a Ludmila y la abraza: “¿Te acordás Ludmi?”. Ella responde: “Estaba nerviosa, no sabía qué decir”.
De ese día guardan una foto que alguien les sacó en el hogar: los cinco caminando de espaldas, de la mano. “Llegamos solos y nos fuimos siendo cinco”, dice Natalia. La vinculación fue un proceso que incluyó salidas y visitas de las niñas al PH del matrimonio. Finalmente, el 20 de febrero de 2019, les dieron la guarda preadoptiva y empezó la convivencia. Pero no todo fue color de rosas. Hubo momentos difíciles y los desafíos fueron enormes. “Lo genial de esto, es que como uno no sabe nada de antemano, te vas haciendo en el camino. Pasamos de no cambiar ningún pañal, a cambiar los de Agostina y Dafne y a preparar los tuppers de las comidas para el colegio de Ludmi”, cuenta Mariano.
No sólo hubo que encontrar colegio de un día para el otro (faltaba menos de un mes para el comienzo de clases), sino que tenían que organizar su casa para la llegada de las nuevas integrantes. A todas las emociones, se sumó una obra en construcción. Así, con la casa llena de materiales, los agarró la cuarentena. Pero para ellos fue positivo: “Nos dio mucho nido, porque necesitábamos conocernos”, asegura Natalia. De hecho, las hermanas casi no habían vivido juntas. Dafne, que era bebé, se había sumado al hogar donde estaban Ludmila y Agostina poco antes de que fueran adoptadas.
Pero hubo más. Ser familia por adopción también implica abrazar las historias de cada integrante. Las niñas, niños y adolescentes no vienen de un lecho de rosas. Son historias duras, de abandonos y violencias. “Siempre supimos que era fundamental respetar la historia de las chicas y tomarla como propia, porque es parte de sus vidas y ahora de las nuestras. Si no respetas eso, es como que a la mesa le falta una pata”, dice Mariano. Por otro lado, una creencia muy arraigada es que cuando las chicas y los chicos son más grandes, las cosas resultan “mucho más difíciles” que con los pequeños. Natalia y Mariano aseguran que esto no es así: “No hay que concentrarse en las edades, sino en los niños. Cada chico demanda lo que demanda”, reflexiona ella.
En esa línea, Mariano ejemplifica: “Dafne, por más que era re chiquita, era como que se sentía sola frente al mundo. Agostina venía con mucha ira: pellizcaba, arañaba, gritaba, no se quería dejar cambiar los pañales. Siempre tenés la incertidumbre de: ‘¿Voy a poder con esto?’ Yo les digo a las chicas que somos un gran equipo, y que si alguien le va mal, al resto le va mal. Entre todos tenemos que ver cómo, de a poquito, podemos estar bien. Eso y la perseverancia a full es lo más importante”, subraya Mariano.
No dudaron en pedir ayuda cuando la necesitaron. En ese proceso, el acompañamiento de Fabiana Isa, psicóloga especialista en adopción, y del equipo del programa de extensión Atención de Niños Privados del Cuidado Parental de la Facultad de Psicología de la UBA, fue fundamental. “Buscamos entender esos enojos con los que venían las chicas e intervenir para ayudarlas: nos decían que necesitaban ordenarse, tener pautas y límites claros, sentirse contenidas”, detalla Natalia. Mariano, cuenta: “Había que asegurarles que había un punto de anclaje. Darles previsibilidad de que esto se iba a mantener. Que no se iba a romper”.
El 18 de julio de 2020 salió la sentencia de adopción. En los papeles, se confirmaban lo que ellos ya sabían desde hacía tiempo: que eran una familia. Hoy, el PH está lleno de dibujos de las chicas que los muestran a los cinco sonrientes. Mariano y Natalia guardan una carta que escribió Ludmila al año de haber llegado a su casa. Entre otras cosas, dice: “Siempre quise tener un papá y una mamá que me cuiden, me den un techo y que me quieran a mí ya mis hermanas. Los amamos con todo nuestro corazón. Estamos orgullosas de tenerlos”. Y concluye: “Nunca los voy a perder. Ustedes son mis papás, no hay otros”.
Más información
La adopción es una institución que nació para garantizar el derecho fundamental de todas las niñas, niños y adolescentes a vivir en una familia. En el especial Quiero una familia podes encontrar algunas preguntas frecuentes y otra información de utilidad. Además, en la web de la Dnrua hay una guía sobre la adopción en la Argentina, servicios en línea y datos sobre charlas informativas mensuales.